ASMODEO EL DEMONIO DE LA LUJURIA
*NOTA: La expresión Resistir a los
principios, debe entenderse como “Resistir al comienzo de la tentación, cuando
esta empieza”
Aunque el vicio de la lujuria es tan
poderoso para pervertir a las almas; la divina bondad ha preparado auxilios y
remedios para que se preserven o se curen de su pestilente contagio, si los
pecadores cooperan poniendo de su parte lo que les toca.
Ocho son los más principales medios que
señalan los santos Doctores:
1°) El primero es, resistir la
tentación a los principios. Las tentaciones nacen las más
veces de la carne regalada, briosa y desenfrenada; otras, aunque esté débil y
mortificada, vienen del demonio que las suscita, como en san Benito y en san Jerónimo; otras del trato y comercio
del mundo con los mil incentivos que en él reinan. Pero, sea cual fuese la causa de las tentaciones impuras, el primer
remedio y muy oportuno es resistir a los principios. San Gregorio, Papa, enseña que la tentación comienza con la
sugestión, de la cual sigue la delectación, que se consuma en el
consentimiento; y el remedio más conveniente es cerrar la puerta a la
sugestión, para que no pase adelante. Cuando
el enemigo es pequeño, dale muerte, dice san Jerónimo, y de este modo la tentación se extirpará en su
simiente. La medicina dada a tiempo, aprovecha y cura; fuera de tiempo poco
o nada vale, de ahí aquel aforismo tan verdadero en las enfermedades del alma,
como en las del cuerpo: “Resiste a los
principios, tarde se previene la medicina, si el mal ha cobrado fuerzas con la
dilación.” El Espíritu Santo dice: De una sola chispa el fuego recrece
(Eccles. XI, 34); y santo Tomás observa que un mismo pensamiento, sin reprimirse,
puede producir un completo incendio.
San Cipriano enseña que “se ha de hacer frente a las primeras
tentaciones, ni fomentarse la culebra hasta que se transforme en serpiente”;
y el Abad Ruperto,
como insistiendo en la misma figura, explica que “la cabeza de esta serpiente es la primera sugestión del pecado, la
delectación es el cuerpo, y el consejo la causa; por lo cual el golpe debe
dirigirse a la cabeza.” Por eso
conjurando el santo abad Pacomio al demonio, que se le apareció en forma
sensible, respondió: “Si cuando ostentamos, comenzáis a dar entrada a nuestras
titilaciones, y prende en vuestra alma la sugestión, luego os ponemos mayores
incentivos; más si resistís en los principios, y no nos dais entrada, nuestras
fuerzas flaquean y nos desvanecemos como el humo.”
R.
P. FR. ANTONIO ARBIOL
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