Formad
corazones viciosos y no tendréis más católicos. E1 mejor puñal para herir a la
Iglesia es la corrupción. (La Traslogia Suprema.)
Ya hemos demostrado en
otro lugar que el principio moral y religioso de la Masonería
Universal es la organización del sistema más corruptor que podía idearse
en los tiempos modernos.
Pero ahora vamos a probar cómo la Masonería
se propone sistemáticamente corromper las masas para descatolizarlas.
Ya hemos visto que el fin esencial de la
Masonería es la guerra al catolicismo: veamos ahora sus medios, que son horrorosos.
Oiga el lector palabras textuales:
“Hemos avanzado demasiado para contentarnos con el asesinato. ¿De qué sirve un hombre asesinado? No individualicemos el crimen. Más bien
debemos generalizar el odio contra la Iglesia.
El catolicismo no teme a un puñal bien
afilado, pero puede derrumbarse por la corrupción; sí,
no nos cansemos jamás de corromper. Está
decidido en nuestros consejos que no ha de haber más cristianos.
Popularicemos el vicio en las masas: éstas deben
respirarlo por los cinco sentidos: que lo beban, que se harten de él. FORMAD
CORAZONES VICIOSOS Y NO TENDREIS MÁS CATÓLICOS.”
He
aquí la
teoría de la Traslogia Suprema, según Vindice
a
Nubius.
¿Y
no es esto la propaganda horrorosa que respiran ante nosotros diarios
anti-católicos y adeptos a la Masonería? Sin embargo, estos ataques, es
un elogio
sublime para el catolicismo: pue se confiesa la incompatibilidad
de los corazones viciosos con la profesión
de católicos. Atended ilusos que aplaudís a la
Masonería.
Mas ¿cómo
se procurará corromper? He aquí uno de los consejos de la Traslogia
Suprema:
“Infiltrad
el veneno en los corazones escogidos. Infiltradlo en dosis pequeñas y como por
casualidad, y os admirareis vosotros mismos de vuestro buen éxito.
Lo esencial es aislar al hombre de su familia,
hacerle perder los usos y costumbres que en ella hay. Por la inclinación de su
carácter está bastante dispuesto a huir de los cuidados de su casa y correr
tras placeres fáciles y prohibidos.
Son muy a propósito las largas
conversaciones del café, la ociosidad de los teatros. Arrastradlo, atraedle
allí sin que se aperciba; dadle alguna importancia, sea la que fuere; enseñadle
discretamente a fastidiarse de sus trabajos cotidianos. Con estas mañas después
de haberlo separado de su mujer y de sus hijos, después de haberle enseñado
cuán penosos son los deberes, haréis nacer en él el deseo de otra manera de
vivir. El hombre ha nacido rebelde. Atizad este deseo de rebelión hasta el
incendio; pero que el incendio no estalle. Esto será una buena preparación para
la grande obra que debéis principiar.”
¡Qué
horrible es el evangelio de la Masonería! Pero desgraciadamente,
¡cuántos
adeptos va consiguiendo! Lo que acabamos de oír de los cafés y de los
teatros y del abandono de la familia ¿no
es acaso una triste verdad? ¿No son esos los templos de les enemigos del catolicismo
que jamás pisan las iglesias?
La Traslogia Suprema resume así su
propaganda inmoral:
“Lo que hemos emprendido es la corrupción en
grande escala... La corrupción que nos permitirá un día llevar la Iglesia al
sepulcro. Nos
dicen que para echar abajo el catolicismo sería preciso antes suprimir la
mujer. Sea así: pero no pudiendo suprimirla, corrompámosla
para la Iglesia.
El
fin es bastante atrayente para la masonería, tentar a hombres católicos. El
mejor puñal para herir a la Iglesia es la corrupción. Adelante, pues, hasta el
fin.”
Esto es repugnante, esto es el colmo de la
desvergüenza más cínica. Pero he aquí la causa y el promotor universal de esa
invasión espantosa de degradación y corrupción general que alardea sin ninguna clase
de pudor y miramientos, en la prensa, en los teatros, en las bellas artes
prostituidas por un indecente naturalismo;
en las instituciones, antes llenas de moralidad, como la comedia y la tragedia;
en las novelas esencialmente inmorales, en los cuadros, en los muebles y hasta
en las cajas de fósforos, de manera que las masas respiran la corrupción por los
cinco sentidos, como se propone la Masonería con tal de descatolizar a los
pueblos: y mientras se desprecia y persigue a las vírgenes del santuario como
gangrena social y victimas del fanatismo, se pone en honor la prostitución y se
la patrocina con tal cinismo, que se la considera como el auxiliar más poderoso
de la Masonería, hasta el punto de que en el Gran
Oriente de Francia se declaró solemnemente ese consorcio inmoral: “La
Masonería y la prostitución trabajan de consuno como dos presidarios unidos por
la misma cadena.”
Véase, pues, si tenía razón M. Dupín, redactor del diario poco sospechoso para la Masonería, Los Debates. “Una
mano secreta empuja las masas a la corrupción, y la influencia masónica ha
inspirado esos innumerables manejos e instrumentos de perdición y
desorganización, a fin de reducir de la teoría a la práctica el desprecio de
todo vínculo social, de todo deber doméstico y civil, de todo sentimiento moral
y religioso. Véase a los teatros convertidos en escuela de corrupción y de
libertinaje deshonrando las virtudes más santas con la intención patente y
manifiesta de hacer amar, admirar el duelo, el suicidio, el asesinato, el parricidio,
el envenenamiento, el rapto, la violación, el adulterio, el incesto y la
impiedad hasta el delirio; preconizando estos mismos crímenes como la fatalidad
gloriosa de espíritus superiores, como un heroísmo y un progreso de las almas
grandes que se elevan por encima de las virtudes de los idiotas, de la religión
de los simples y de la humanidad del común del pueblo.
Y esta literatura envenenada, completamente masónica,
nos conduce por medio de la corrupción a la barbarie. Hoy día el -crimen del
suicidio ha descendido hasta la clase obrera: se comete muchas veces hasta por
motivos frívolos y se multiplica con una sorprendente rapidez; el contagio ha
pasado del sexo fuerte al sexo débil, desde la adolescencia hasta la vejez.”
Hasta este grado ha llegado la corrupción
social, tan espantosa, que el Hermano
masón Vindice, después de declarar al Hermano
masón Nubius
que la táctica de corromper producía admirables efectos en el sentido de
descatolizar a los pueblos, manifiesta el temor de que las iras del populacho
corrompido llegasen a convertir en víctimas a los mismos masones.
¡Pobre
pueblo, pobre sociedad! Los que invocan la filantropía y la ilustración
para hacer guerra a la Iglesia y ganaros como adeptos, buscan vuestra corrupción
y degradación. Y ¿no
es verdad, hombres que aun sois sensatos, que a medida que mengua en una
sociedad o familia la influencia práctica de la religión santa de Jesucristo,
aumenta la corrupción y se extinguen los sentimientos morales y religiosos hasta
no vivir sino de una vida pagana y sensualista?
¡Qué
hermosa vindicación para el catolicismo! ¡No se le puede desterrar de un
corazón y de una sociedad sino sustituyéndole por la corrupción! Yo
te adoro, religión bendita, porque tú no puedes vivir unida con la corrupción.
Cuanto más perseguida te veo, más te amo, pues muestras más cumplidamente que
eres hija del cielo y el culto más divino y más puro quo existe sobre la
tierra: si así no fuera, no te odiarían los que para dominar corrompen los
pueblos.
Pero
la táctica corruptora de la Masonería con astucia infernal se dirige
especialmente a la inexperta juventud. Llama dolorosamente la
atención de los que miran por el porvenir de las sociedades, la espantosa corrupción
que hoy existe en los jóvenes, especialmente instruidos.