domingo, 27 de junio de 2021

MEDITACIÓN: EL CRISTIANO DEBE HACER MUCHAS BUENAS OBRAS.

 



I. Hay árboles que producen hojas y flores, pero nunca frutos. Los hipócritas son semejantes a estos árboles: tienen una devoción de escaparate y de alarde. Todo lo que hacen, lo hacen únicamente para parecer virtuosos y atraerse las alabanzas de los hombres. El vicio es horrible bajo cualquier color que se presente; pero es infinitamente más horrible aun cuando se oculta bajo las exterioridades de la virtud (San Jerónimo).

II. Algunos árboles no dan frutos o no dan sino malos. Son los cristianos que se entregan a sus pasiones, y no se preocupan en absoluto de corresponder a las gracias y a las inspiraciones que Dios les envía. Para hacerlos volver en sí, Dios los prueba mediante la enfermedad, los reveses de fortuna, la pérdida de un pariente o de un amigo. No te asombres si cada día eres más probado, pues cada día te haces más malo (Salviano).

III. Hay árboles que dan fruto, pero en pequeña cantidad. ¿No eres tú del número de estos árboles mezquinos para con la mano que los ha plantado? ¿No es verdad, acaso, que no produces sino pocas obras buenas, que no haces sino aquello que estás obligado a hacer? Y aun en esto faltas a menudo. ¿Dónde estarías tú si Dios te tratase del mismo modo? ¿Estaba obligado acaso a crearte, a conservarte, a redimirte, a colmarte de tantas gracias de elección? ¡Oh Dios mío, cuán generoso sois conmigo y cuán mezquino soy yo con vos! ¡Como si no fuese trabajar para nosotros mismos el serviros!

 

El celo de las buenas obras. Orad por el aumento de las obras de caridad.

 

viernes, 25 de junio de 2021

DE LAS TRIBULACIONES – Por San Felipe Neri.

 




   No se ha de pedir a Dios que envíe tribulaciones ni tentaciones presumiendo poderlas soportar, debiendo en eso andar con mucha cautela, porque el hombre bastante hace con sobrellevar aquellas que Dios a diario le envía; pero sí se ha de pedir con humilde y confiado afecto gracia y fortaleza para sufrir con alegría todo cuanto le pluguiere enviarnos.

   Cuando venga sobre nosotros las tribulaciones, las enfermedades y contrariedades, no se han de huir con temor, sino vencerlas con valor.

   El que huye de una tribulación le vendrá otra, al que huye de la escarcha le caerá encima la nieve, y el que huye del oso se encontrará con el león.

   Si uno tiene una tribulación enviada por Dios y la falta la paciencia se le puede decir: Tú no eres digno de que Dios te visite, ni mereces tanto bien.

   La vida del que sirve a Dios no es más que un consuelo y luego un trabajo, otro consuelo y enseguida otro trabajo.

   Si alguno preguntare cuál es la mayor tribulación que puede tener un verdadero siervo de Dios, se le podría responder: La mayor tribulación que existe es no tener tribulación alguna.

   Por fin, a los que se hallaban agobiados por los trabajos de la presente vida, daba como remedio que rezasen con devoción y atención el Credo.

   A un cristiano no le puede acontecer cosa más gloriosa que el padecer por Cristo.

   No existe más cierto ni más grato argumento del amor de Dios que la adversidad.

   No hay cosa que más rápidamente cause el desprecio del mundo y produzca la unión del alma con Dios como el verse trabajado y angustiado, y pueden ser llamados desdichados aquellos que no son admitidos a esta escuela.

   En la vida presente no hay Purgatorio, sino Infierno o Cielo, porque al que sirve a Dios de veras, todo trabajo y adversidad se le convierte en consuelo, e interiormente tiene el Cielo aún en este mundo, en toda suerte de incomodidad; el que hace lo contrario y quiere atender a lo sensual, tiene el Infierno en este mundo y en el otro.

   El P. Pedro Consolino, conforme a la mente de San Felipe, acostumbraba a decir: Que conviene buscar a Cristo donde no está, queriendo indicar el santo que Cristo Señor nuestro, al presente, está en la Gloria, pero el que lo desee búsquelo en las penas y en los trabajos.

   Para consuelo de los atribulados referiré lo que cuenta el Cardenal Federico Borromeo. Vínole a cierta persona una gran tribulación, tal, que pocas se encontrarían de mayor peso, y duró algún tiempo. Al cabo de siete u ocho días, el Santo P. Felipe le dijo que veía su cara del todo mudada y que ya no era la suya, sino otra; y decíale a esa persona: Mira, tú no habías tenido nunca esa cara. Da gracias a Dios por la tribulación, pero mucho, que yo también se las quiero dar. Paréceme ver tu rostro resplandeciente como el de un ángel.

 

   Como debemos portarnos en las enfermedades del cuerpo.

El recién nacido que habla – Milagros de San Antonio de Padua.


 


   Una mujer en Ferrara (ciudad Italiana), fue salvada de una terrible sospecha. El santo reconcilió a la esposa con el marido, un personaje ilustre, una persona importante de la ciudad. Hizo un verdadero milagro, al hacer hablar a un recién nacido, que tenía pocos días de vida, y que contestó a la pregunta que le había hecho el hombre de Dios.

Aquel hombre estaba tan furioso a causa de los infundados celos hacia su mujer, que ni siquiera quiso tocar al niño que acababa de nacer algunos días antes, convencidos de que era fruto de un adulterio de la mujer.

San Antonio cogió el recién nacido en brazos y le habló: “Te suplico en nombre de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, nacido de María Virgen, que me digas en voz clara, para que todos puedan oírlo, quién es tu padre”. Y el niño, sin balbucear como hacen los niños pequeños, sino con una voz clara y comprensible como si fuera un chiquillo de diez años, fijando los ojos en su padre, ya que no podía mover las manos, ligadas al cuerpo con las fajas, dijo: “éste es mi padre”.

San Antonio se giró hacia el hombre y le dijo: “Toma a tu hijo y ama a tu mujer que está atemorizada y se merece toda tu admiración”.

 


MEDITACIÓN SOBRE LA PAZ DEL ALMA

 




I. Vive en paz con el prójimo; disimula, sufre antes de romper la paz y faltar a la caridad. Si algún acontecimiento viene a turbar esta paz, restablécela lo antes posible: cede algo de tus derechos, en interés de la paz y de la unión. En esto se conocerá si eres imitador de Jesucristo, si amas la paz y la caridad; y esta paz, que conservas con todos, es guerra cruelísima que haces al demonio. La paz entre vosotros es la guerra contra él (Tertuliano).

 

II. Con todo, es preciso romper esta paz con el prójimo, cuando ella te obligue a hacer la guerra a Dios. Tienes un amigo peligroso, un pariente que te arrastra al vicio, un inferior que se entrega al libertinaje; es preciso advertirle, aun a riesgo de que se aleje de ti y se haga tu enemigo: vale más romper con los hombres que con Dios. Ninguna paz con los pecadores, ninguna paz con el vicio. Esa calma sería una tempestad (San Jerónimo).

 

III. Conserva no obstante la paz de tu alma, al precio que sea. El espíritu de Dios ama a los corazones apacibles y a las almas tranquilas. Si siempre te acuerdas que Dios permite todo lo que te sucede, para su gloria y para tu mayor bien, los acontecimientos, aun los más fastidiosos, no podrán alterar tu paz, ni arrebatar tu dicha. ¿Qué más precioso y más dulce para el corazón, qué más calmo y más tranquilo en la tierra que una buena conciencia? (San Bernardo).

 

La paz del alma.

Orad por la paz en el seno de las familias.


jueves, 24 de junio de 2021

Origen talmúdico de la secta (masonería) – Por F. FERRARI BILLOCH


 



   “La gran asociación cabalística conocida con el nombre de MASONERÍA” (De la revista masónica “Latomia”.)

   “La cábala disidente es la obra de los rabinos, que han falsificado la tradición talmúdica."

   (Gougenot des Mousseaux.)

 

   Pero ¿de dónde surgió y cómo surgió esa secta?

   Muy vagos son los orígenes de la Masonería. Los historiadores imparciales y los historiadores masónicos no se han puesto de acuerdo — ¡ni se pondrán jamás!—. La verdad es que no se le puede precisar su oscuro origen.

   “La Masonería —dicen ellos: Casard, Ragón, Clavel, Almeida, Des Etangs... — ha nacido del odio del mal y del amor al bien (dualismo). Es, por consiguiente, tan antigua como el hombre y durará mientras éste exista.”

   Hay historiador masón que, de absurdo en absurdo, supone nada menos que el primer hombre, Adán, es el fundador del Arte Real y que enseñó a sus hijos la Geometría y artes conexas. La desfachatez de Oliver lleva las estúpidas suposiciones de Anderson a situar el origen del masonismo en el Paraíso Terrenal (¡ !) y hace de Moisés un gran maestre — un Morayta, por ejemplo — y de Josué un modestito hermano orador. Preguntádselo a cualquier hermano, y con fe de masón os jurará que es verdad.

   ¿Por ventura en el templo de la Logia Fraternidad Ibérica, de Sevilla, no aparecen los nombres de Budha, Zoroastro, Pitágoras, Moisés, Solón, etc., etc., como masones? En la desfachatez de apropiarse grandes figuras de la Historia no tienen rival los hombres del mandil. ¡Si hasta el desgraciado príncipe don Carlos, primogénito de Felipe II, lo presentan como un mártir de la Masonería! Claro que el príncipe, como es sabido, anduvo en relaciones con los herejes flamencos; pero ya veremos en el momento oportuno cómo ese MONSTRUO invisible de los PODERES OCULTOS quiere envolver con su baba repugnante ¡¡nada menos que el solio pontificio!!

   Desde luego, la Masonería no es una organización surgida esporádicamente. Se ha venido desarrollando poco a poco, y tanto sus ideas como sus medios de acción le han sido transmitidos por una porción de sociedades más o menos ocultas, y, por otra, se ha ido filtrando en ciertas agrupaciones, que ha llegado a absorber, tomando de ellas lo que consideraba necesario.

 

   Orígenes judeocabalísticos de la Masonería. — Influencias talmúdicas. —Cómputo del tiempo.

 

   Toda ella —su rito y sus procedimientos— está impregnada de primitivos misterios y de simbolismo hebraico. Como organización de tipo ocultista, tiene raíces que succionan en los misterios de los gimnosofistas de la India —Zoroastro, los magos y los budhistas — y en las iniciaciones egipcias. Las pruebas que se exigían para ser iniciado en los misterios de Isis y Osiris eran terribles, complicadas y célebres. Los pocos que salían ilesos de las pruebas físicas y tenían el suficiente valor para soportar las morales se igualaban a los sacerdotes y gozaban de las ventajas que pueden proporcionar la virtud y la ciencia. Esas pruebas, simbólicamente, han conservado todo su sentido, sin llegar al horror del laberinto de Eleusis, en las actuales iniciaciones de las logias. Para la Masonería, esos sacerdotes egipcios, sobre todo los de Menfis y Heliópolis, son los primitivos hermanos, por lo que el caracterizado h :. Ragón exclama:

   “¡Masones de todos los ritos, he aquí a vuestros primeros fundadores: Indra, Zoroastro y Budha!”

viernes, 18 de junio de 2021

Últimas Recomendaciones – Testamento de San Francisco de Asís. (Fragmento).

 




   Después de esto, el Señor me dio, y me sigue dando, una fe tan grande en los sacerdotes que viven según la norma de la Santa Iglesia Romana por su ordenación, (1) que si me viese perseguido, quiero recurrir a ellos. Y si tuviese tanta sabiduría como la que tuvo Salomón y me encontrase con algunos pobrecillos sacerdotes de este siglo, en las parroquias en que habitan, no quiero predicar al margen de su voluntad. Y a estos sacerdotes y a todos los otros quiero temer, amar y honrar cómo a señores míos. Y no quiero advertir pecado en ellos, porque miro en ellos al Hijo de Dios y son mis señores. Y lo hago por este motivo: porque en este siglo nada veo corporalmente del mismo altísimo Hijo de Dios sino su santísimo cuerpo y santísima sangre, que ellos reciben y sólo ellos administran a otros. (…) Y debemos también honrar y tener en veneración a todos los teólogos y a los que nos administran las santísimas palabras divinas, como a quienes nos administran espíritu y vida (cf. Jn 6, 64).

 

   NOTA: (1) Subrayado, intencionado quizá, de Francisco contra los cátaros y albigenses, que negaban legitimidad a la Iglesia jerárquica si no poseía la santidad o la vida apostólica, como ellos decían.


martes, 8 de junio de 2021

LA REVOLUCIÓN – Por JEAN OUSSET


 



Esta inspiración diabólica de la Revolución es muy importante que se admita.

 

   Sí, en los males que actualmente afligen al mundo, resulta que el Infierno y sus ángeles juegan un papel y que todas las fuerzas están en acción, ¡qué locura la nuestra si pretendemos salir victoriosos de semejante combate por la sola puesta en línea de las fuerzas naturales de que podemos disponer!

 

   Si existe, en beneficio de los esfuerzos del enemigo, un multiplicador satánico, la cordura nos aconseja no olvidar, ni despreciar, el multiplicador de la Gracia, que es la Fuerza misma de Aquél, que, solo, ha podido vencer al mundo.

 

   ¡El Poder Divino está ahí y pretendemos no necesitarlo! Pretendemos luchar tan sólo en el plano de la naturaleza como si el combate en que estamos comprometidos se limitase a este ámbito, como si nuestros mismos adversarios no se situaran más que sobre ese mismo plano. ¡Como si Satán mismo no fuese su apoyo! (Cf. «Satan dam la Cité», la hermosa obra de Marcel de la Bigne de Villeneuve (Edit. du Cèdre), p. 125.)

 

   Si la palabra «contra-iglesia» merece ser empleada, la Revolución es, en la hora presente, la «Contra-Iglesia».

 

   Lo importante es evitar todo error, toda ilusión, en la idea que debemos hacernos de la organización de este complot (100).

 

   Los excesos de una imaginación pueril, la falta de rigor en la crítica o en la acusación no solamente serán ineficaces por sí mismos, sino que serán nocivos, pues el adversario no dejará de aprovecharse de ello y sabrá presentar como igualmente ridículos todos los otros agravios.

 

   Importa por consecuencia evitar toda idea simplista sobre las sectas, sobre la unidad de su recíproco enfrentamiento o sobre su acción. «Muchas se profesan mutuamente un odio feroz», ha podido escribir Marcel Lalle-mand. Dentro de ellas, se matan y se despedazan; en ellas se suscitan guerras que luego pagan las naciones.

 

   Nada de sorprendente es, pues, que un Rousseau haya luchado contra un Voitaire y que los hombres de «la Gironde» hayan sido guillotinados por los jacobinos, que los liberales hayan sido vencidos por los radicales, éstos desplazados por los socialistas y estos últimos por los partidarios de Moscú.

 

   Robespierre cortará la cabeza a Danton y los thermidorianos cortarán la de Robespierre. Thiers aplastará a los de la «Comuna», y en cuanto al régimen soviético, sabemos bien con qué purgas depurativas se cuida periódicamente.

 

   Estas disputas son muy reales, y sería pueril menospreciar su gravedad. Sin embargo, todo ello no perjudica, en cierto modo, la unidad de la Revolución, pues, aunque sus miembros se devoren mutuamente, contribuyen todos, consciente o inconscientemente, al triunfo de la subversión.

lunes, 7 de junio de 2021

EN EL CONFESONARIO – SAN JOSÉ CAFASSO.


 



LEGIONES DE PENITENTES.

 

   Apostolado humilde y escondido pero sublime y eficaz el que cumplen los dispensadores de los divinos misterios en el tribunal de la penitencia. Mientras en muchos otros lugares, en sitios nefandos, en salas y salones deslumbradores, en los teatros envueltos en la embriaguez de la sensualidad, en la redacción de diarios antirreligiosos y de revistas pornográficas, en los conventículos de sectarios o de facciosos se peca y se abren las vías de la culpa; mientras fuera del templo el demonio con artes insidiosas arrebata las almas y las aleja de Dios, de la verdad y de la virtud, arrojándolas a los infames caminos del mal; en un rincón de la casa de Dios, el sacerdote, silenciosamente, reconquista gran parte de esas almas contaminadas por el fango y por la iniquidad, las purifica en la fuente del perdón y las reviste nuevamente con la estola del candor cristiano. Admirable instrumento de la bondad divina es el confesonario que, despreciado y burlado por el mundo, es su más formidable enemigo, pues de día en día quebranta su poder y le sustrae los adoradores de sus perversos ídolos.

 

   El confesonario fué la roca poderosa desde donde nuestro Santo, modestamente y sin estrépito, pero con un trabajo sacrificado y continuo, venció tantos espíritus, conquistándolos para la cruz de Cristo.

 

   Superado felizmente el examen de confesión el 27 de junio de 1836, dos días después, en la fiesta de San Pedro, ponía el pie en el confesonario de la iglesia de San Francisco, que era para él una cátedra. Comenzaba a confesar muy de mañana, bajando para la Misa a la sacristía, donde ya lo esperaba alguno y después de celebrar el santo sacrificio y de hacer la meditación con los convictores, volvía en seguida al confesonario donde pasaba varias horas, según lo exigiera la necesidad. Mientras hubiera penitentes a su derredor, no dejaba su puesto ni siquiera para descansar un poco, y cuando le faltaban momentáneamente, los esperaba arrodillado en un banco, pues temía que si se alejaba, alguno, talvez el más necesitado, se resolviera a no arreglar ya sus cuentas con Dios.

 

   Veía con ojo escrutador las necesidades de sus fieles y tenía el arte de atraerlos. “Una mañana, un oficial, recargado contra una columna, tenía la expresión del que no sabe si confesarse o no; viéndolo Don Cafasso comprendió en seguida su indecisión y le hizo con el dedo señal de acercarse. El oficial se adelantó y el Santo lo recibió abriendo la puerta del confesonario; lo hizo arrodillar y lo confesó. Fué una bellísima conquista. EI oficial no dejó nunca de confesarse con tan santo sacerdote.”