El apego a las riquezas
hace una guerra cruel a la caridad y a las demás virtudes, por la gran fatiga y
solicitud en juntarlas, por el temor de perderlas y por el dolor que se tiene
cuando se pierden; y si este amor es exorbitante no sólo es contrario a la
perfección sino también a la salud eterna.
El remedio contra los impedimentos que nacen
del amor a las riquezas, es un total despego de afecto hacia ellas, el cual se
conoce que existe, cuando al perderlas no se turba la quietud y hay resignación
con la voluntad de Dios.
En caso contrario hay afecto perjudicial.
Pero sobre todo, la privación de la hacienda o del dinero, no sólo es señal
para conocer el despego que uno tiene de ellas, sino también remedio, quizá el
más poderoso, para apartar semejante apego y principalmente si se hace voto.
Más porque no todos pueden hacer esto, debe a lo menos todo cristiano que desea
su aprovechamiento, despojarse de alguna parte, de suerte que tomando lo
necesario para el sustento propio y de otros, lo restante lo emplee en obras de
caridad, religión y piedad.
“Compendio
de la teología ascética y mística”
P.
JUAN B. SCARAMELLI, S. J.
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