NOTA: ¿Alguien
se preguntó que fue del pequeño árbol (encina) donde se aparecía Nuestra Señora?
Y otros elementos que se construyó para iluminar el lugar y colar cruces etc.
Escribe William Thomas Walsh,
respecto de las apariciones de la Virgen del Rosario de Fátima que “en cuanto a la posición liberal, el primer
silencio de estupefacción de los carbonarios
duró sólo pocos días”.
Al cabo de una semana, la Gran Logia Oriente, de Santarém se había recuperado lo
bastante para planear no sólo una defensa sino un contraataque. En la noche del
23 de octubre, varios “hermanos”,
incluyendo uno conocido por “Cementerio
Franco”, acudieron a Ourem,
donde fueron reforzados por ciertos secuaces del administrador Santos. Todos ellos prosiguieron en automóvil a Cova da Iria, con intención de destruir
lo que quedaba de la carrasca, planta de encina sobre la que apareció la Virgen
Santísima, matando así el culto, al privarle de un punto de reunión
y de la reliquia principal.
Unos llevaban linternas, otros hachas. Algunos
golpes dados a las raíces y el arbolito cayó al suelo. Junto a él estaban otros
objetos de devoción; la mesa de María Carreira con flores y monedas encima, y un cuadro de
Nuestra Señora, el arco rústico que los peregrinos habían levantado con dos
palos largos y otro cruzado sobre ellos, para soportar una pareja de faroles y
algunas cruces.
De todos estos objetos se apoderaron los
invasores, transportándolos a Santarém.
Los exhibieron como a monstruosidades medievales en una casa próxima al Seminario, estableciendo un modesto estipendio
para examinarlos, y ofreciendo lo recaudado al administrador de la Misericordia, quien declinó aceptarlo. A la siguiente tarde llevaron en procesión
por las calles, todo lo expuesto, cantando letanías
blasfemas con acompañamiento de tambores.
Cuando un grupo de católicos educados en
Santarém publicaron indignados una protesta, la Federación de Pensadores Libres portugueses, replicó con uno de los
más curiosos documentos de la historia de Portugal, un manifiesto dirigido a
todos los liberales, contra el “vergonzoso
espectáculo” representado cual comedia ridícula en Fátima, que atribuían a un complot eclesiástico “para unir la Iglesia con el Estado y restablecer
las relaciones diplomáticas con el Vaticano”. En su apasionamiento llegaba
el escritor hasta el extremo de declarar, que los milagros debían ser castigados como “transgresiones de las ordenanzas municipales”, ya que eran “violaciones de las leyes de la
naturaleza”. Estaba especialmente irritado porque “el Milagro del Sol” había sido inventado y perpetrado en el XX Aniversario del libre pensador Francisco
Ferrer. Exigiendo rápida acción pública contra todos aquellos “culpables” de volver a traer a la luz
del siglo XX tales “hechos de “medioevalismo”,
terminaba con las frases: “larga vida para la República (masónica) abajo la
reacción. Larga vida para la libertad”. (Nuestra
Señora de Fátima. De William Thomas Walsh Capítulo
14, páginas 195 y 196). (…)
Fragmento
tomado de la obra: “Imperialismos y Masonería” (año 1967)