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viernes, 12 de mayo de 2017

VIRGEN DE FÁTIMA Y LOS ENFERMOS –– SALUS INFIRMORUM (Salud de los Enfermos)




   ¿Cómo explicar aquel creciente entusiasmo de los fieles hacia Cova de Iria?

   La Virgen Santísima, al manifestarse a los tres pastorcitos, había prometido que escucharía las súplicas de los que confiadamente recurrieran a Ella, y los hechos han manifestado hasta la .evidencia que no fué vana su promesa:

   Hemos visto que desde la primera aparición, los fieles frecuentaron aquel lugar bendecido por la presencia de la Madre de Dios. A Ella acudían invocándola en sus necesidades espirituales y temporales, convirtiéndose Cova de Iria en escenario de continuos milagros.

   Los enfermos que llegan hasta ese lugar aumentan de año en año; la estadística oficial del: Santuario registra desde 1926 a 1987 el número de 14.725 enfermos. El 13 de mayo de 1946 en que fué solemnemente coronada la milagrosa estatua de Nuestra Señora de Fátima concurrieron a aquel sagrado lugar unos 6 mil enfermos.

   Cuando llegan los enfermos son atendidos por los Siervos de Nuestra Señora y conducidos a la Oficina de Verificación, en donde unos treinta doctores examinan los documentos y certificados médicos de cada uno, y después de someterse a una nueva inspección médica reciben el boleto de entrada al pabellón de los enfermos, donde asisten al Santo Sacrificio y reciben la bendición con el Santísimo Sacramento. Los enfermos graves, en todo momento tienen preferencia.

   Si en Fátima no se viera nada más que aquel amor desinteresado por los enfermos, sería suficiente para afirmar: “en verdad, aquí, está el dedo de Dios”; así lo nota el nombrado doctor Fischer.

   “Sería presunción pensar — escribe el Padre Da Fonseca — que en Fátima todos los enfermos recuperan milagrosamente, la salud. Es cierto, no se curan todos los que allí afluyen, pero todos regresan a su hogar espiritualmente regenerados. Allí, todos reciben un alivio espiritual, la gracia sobrenatural, que puedan, conforme a la voluntad de Dios, llevar su cruz, cruz de dolencias y contrariedades”.

   Según el registro oficial del Santuario, en veinte años recuperaron allí milagrosamente la salud más de ochocientos enfermos. Entre éstos había tuberculosos en los últimos grados de avanzamiento, ciegos, sordos, paralíticos, diversas clases de meningitis, úlceras, cáncer, etc.

   Expondremos a continuación algunas curaciones, las más notables, extraídas del libro del P. Luis G. Da Fonseca “NOSSA SENHORA DA FATIMA” y “As Grandes Maravilhas da Fátima”, de Visconde De Montelo:

NOTA: Iremos en sucesivas publicaciones contando estos milagros baste por hoy el primer ejemplo.

   —Rosa María Ribeiro, de 22 años, soltera, natural de Santo Tomé de Vade, Ponte Da Barca, hacía 16 meses que sufría los dolores de una úlcera gástrica, sin ningún mejoramiento positivo a pesar de los esfuerzos del doctor Bernardo Ribeiro Vieira. Después de permanecer internada dos meses en el hospital de Ponte da Barca, fué enviada a Porto para someterse a una intervención quirúrgica, donde permaneció otros seis meses, sin resolverse a ser operada; en la casa de la familia Pestana recibía las atenciones médicas del doctor Albino dos Santos; además, se interesó por el curso de su salud el doctor Cuoto Soares, siendo de opinión de que debía ser internada inmediatamente en un hospital por el estado en extremo grave en que se hallaba.

   Su estómago, llegado a un ínfimo grado de debilidad, no admitía ninguna alimentación. En tan crítica situación, la paciente manifestó deseo de ser trasladada a Fátima y obtener del cielo lo que el esfuerzo humano no había podido otorgarle: la salud. No obstante opinión contraria del facultativo, se sumó al número de 32 peregrinos que se dirigían a Cova de Iria de los cuales tres viajaban en busca de salud, regresando dos físicamente sanos, y otro, moralmente. El 13 de septiembre arribaron a Cova de Iria, asistiendo a la Misa de los enfermos y recibiendo en ella la paciente el sacramento de la Eucaristía a la una de la tarde. Durante la bendición especial con su Divina Majestad dada a los enfermos, no sintió ninguna mejoría, más cuando minutos más tarde, el sacerdote bendecía al pueblo, se encontró repentinamente curada, así como su compañera Narcisa de Jesús Texeira.

   Retornó a su hogar con la alegría que es fácil suponer, agradecida a la Santísima Virgen,  que bondadosamente le había devuelto la perdida salud.


“APARICIONES de la SANTÍSIMA VIRGEN en FÁTIMA”

P. Leonardo Ruskovic O. F. M.


(Año 1946)

martes, 9 de mayo de 2017

GRACIAS ESPIRITUALES EN FÁTIMA –– Varios ejemplos conmovedores.






   La Santísima Virgen, en su Santuario de Fátima no solamente dispensa múltiples gracias curando las dolencias físicas de quienes fervorosamente acuden a Ella; dispensa también otro género de gracias, para nosotros de muchos más subidos quilates, gracias tan necesarias para nuestra salvación.

   Estos milagros morales, milagros en sentido espiritual, son consoladoramente más numerosos que las curaciones instantáneas de enfermedades materiales. No hay peregrinación en que no se registren varios de estos milagros morales. Referiremos los principales, extraídos del libro ya anteriormente citado del Padre Luis G. Da Fonseca, profesor del Instituto Bíblico en Roma.

   Ya hace tiempo debí haber venido aquí. Era el 13 de mayo de 1928. Después de la bendición con su Divina Majestad, impartida a los enfermos por Monseñor José Alves Correira Da Silva, cayó ante él un joven elegantemente vestido, llorando amargamente...

   — ¿Hay algún enfermo más? —preguntó el doctor Pereira Gens, director del hospital del Santuario, quien siempre acompaña al Santísima Sacramento, en el acto de la bendición a los enfermos para registrar los diversos efectos producidos en ellos. Nadie respondió a la pregunta del doctor.

   — ¿Qué se le ofrece a usted? —preguntó entonces el doctor, dirigiéndose al joven.

—Soy un enfermo del alma —contestó éste— y también quiero recibir la bendición.

   Conmovido el señor obispo, lo bendijo. Se levanta, abraza al doctor, y todo emocionado le dice:

   —Ya: hace tiempo que debí haber venido aquí.

   —Amigo —contesta el doctor—, mientras vivimos nunca es tarde.

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Vino a burlarse y la Santísima Virgen lo convirtió.

   En otra ocasión, durante la procesión nocturna, encontrábase muy cerca un grupo de señores que llegaron a Cova de Iria para ver y hacerse ver.

   Estaban con los sombreros puestos y en actitud evidentemente irónica. De improviso, uno de ellos, impulsado por una fuerza superior, se quita el sombrero, se arrodilla y empieza a rezar.

   — ¡Hola!... ¿Y tú también sabes rezar? —le decían mofándose de él sus compañeros.

   — Aquí se aprende —fué la respuesta, y siguió rezando.


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No era ni bautizado.

   El 12 de mayo de 1930, entre la multitud de fieles que esperaban el turno para confesarse, se destacaba un hombre de cuya actitud fácilmente se podía deducir que no estaba preparado para confesarse. Y al acercarse al confesionario, el sacerdote le preguntó:

   — ¿Qué deseaba usted?

   — Padre —contestó—, querría confesarme, comulgar y bautizarme.

   De la contestación, el sacerdote dedujo, que hablaba con un hombre ignorante en la doctrina cristiana. Y en verdad; el improvisado penitente era un comerciante de Lisboa, que se había trasladado a Fátima con el fin de “divertirse” un poco de los fanáticos..., pero cuando contempló con sus propios ojos aquella fe viva y ardiente de los peregrinos, brotó en su alma vivo deseo de ser cristiano y buen cristiano. Lo que, gracias a la Santísima Virgen, consiguió allí.

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Un chófer hecho misionero.

domingo, 7 de mayo de 2017

GRACIAS ESPIRITUALES EN FÁTIMA –– Fué buscando la salud del cuerpo y halló la del alma.




   La Santísima Virgen, en su Santuario de Fátima no solamente dispensa múltiples gracias curando las dolencias físicas de quienes fervorosamente acuden a Ella; dispensa también otro género de gracias, para nosotros de muchos más subidos quilates, gracias tan necesarias para nuestra salvación.

   Estos milagros morales, milagros en sentido espiritual, son consoladoramente más numerosos que las curaciones instantáneas de enfermedades materiales. No hay peregrinación en que no se registren varios de estos milagros morales. Referiremos los principales, extraídos del libro del Padre Luis G. Da Fonseca, profesor del Instituto Bíblico en Roma.

   Fué buscando la salud del cuerpo y halló la del alma. Un joven de 27 años, muy enfermo, natural de Baixo-Alentejo, jamás en los años de su vida había entablado relación con sacerdote alguno, siendo por lo tanto ignorante de toda noción religiosa. Solamente sabía que estaba bautizado. Oyó decir que en Fátima existía una santa que obraba muchos milagros. Allá fué en busca de ella, esperando recobrar la salud. En su calidad de enfermo, fué admitido sin dificultad en el pabellón de los enfermos.

   Al ver la multitud de personas que recibían la comunión, creyó que la Sagrada Hostia era el comprimido milagroso para alcanzar la salud, y muy ansioso se aproximó a recibirlo. Algunas personas allí presentes, conociendo la disposición del sujeto, le reprocharon de inmediato:

   — ¿Qué has hecho?... ¿No sabes que no se puede comulgar sin Confesarse y que has cometido un pecado gravísimo, comulgando en ese estado?

   El, dominado de una repentina compunción, se deshizo en lágrimas, no logrando tranquilizarlo las persuasivas y paternales frases del sacerdote, que le aseguraba que su pecado, por carecer de malicia, había sido simplemente material. Terminó el ministro de Dios instruyéndole en las principales verdades de nuestra santa fe, confesándose muy arrepentido, dando gracias a la Santísima Virgen, que por su intercesión había logrado la salud del alma, cuando fué a buscar la del cuerpo.

   Se trasladó a otro pueblo donde había sacerdote para cumplir más asiduamente sus obligaciones cristianas.


“APARICIONES de la  SANTÍSIMA VIRGEN en FÁTIMA”


P. LEONARDO RUSKOVI´C

jueves, 4 de mayo de 2017

GRACIAS ESPIRITUALES EN FÁTIMA –– El comunista convertido.





   La Santísima Virgen, en su Santuario de Fátima no solamente dispensa múltiples gracias curando las dolencias físicas de quienes fervorosamente acuden a Ella; dispensa también otro género de gracias, para nosotros de muchos más subidos quilates, gracias tan necesarias para nuestra salvación.

   Estos milagros morales, milagros en sentido espiritual, son consoladoramente más numerosos que las curaciones instantáneas de enfermedades materiales. No hay peregrinación en que no se registren varios de estos milagros morales. Referiremos los principales, extraídos del libro del Padre Luis G. Da Fonseca, profesor del Instituto Bíblico en Roma.





   El comunista convertido. Vivía en Porto un jornalero, que si bien no era de carácter malo, por seguir los consejos de sus compañeros, se hizo comunista. Abandonó sus cristianos deberes, llegando a destruir todas las imágenes piadosas de su hogar. Nunca se lo veía en la iglesia; en cambio, eran frecuentes sus visitas a las tabernas. Su mala conducta trajo la miseria y. el desorden en su hogar, siendo las víctimas inocentes de sus extravíos, su mujer y sus hijos.

   A pesar de sus condenables costumbres, conservaba buenas relaciones con una familia vecina, muy católica. Cayó gravemente enferma una joven, miembro de esta familia, siendo el mal de tal naturaleza que los médicos lo diagnosticaron como incurable. Con tal doloroso aviso, los padres de la joven recurrieron a la Santísima Virgen. Apenas habían transcurrido algunos días, cuando la paciente disfrutaba de plena salud.

   Encontróse con el comunista de nuestro relato, quien creyéndola ya casi difunta, sorprendiese al verla y le preguntó:

   — ¿Cómo, Ud. está viva?...

   La joven le contestó alegremente:

   — ¿Le hubiera gustado que muriera?... Cierto es, me encontraba muy grave, pero Nuestra Señora de Fátima pudo hacer aquello que los médicos creían imposible.

   El comunista, burlándose, añadió:

   — Las cosas que se refieren de Fátima son puros inventos de curas y frailes. ¡Ahí está la cosa! La joven, a pesar de tal respuesta, le dijo:

   — ¿Quiere Ud. hacerme un favor?...

   — ¡No puedo negarme, señorita!, contestó en seguida.

 — Pero, cuidado con arrepentirse.

   — Yo no conozco arrepentimiento; lo que prometo, lo cumplo, a pesar de todas las dificultades, concluyó en tono de gran hombría.

   — Pues bien — le dijo la joven—, Ud. vendrá conmigo a Fátima.

   Quiso disculparse, pero recordó sus palabras tan solemnemente empeñadas y aunque ardiendo en su interior de comprimida impaciencia contestó sonriente:

   — Bueno... Que sea... Iré...

   Al regresar a su hogar, comunicó a su esposa: