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lunes, 26 de febrero de 2024

Devoción a la Divina Providencia – Por el R. P. Antonio Donadoni. S. J.

 




    Devoción a la Divina providencia. Invocándola por medio de los Sagrados Corazones de Jesús y de María para alcanzar el remedio de toda especie de necesidades y para implorar su protección todos los días.

   Récese un Padrenuestro y Avemaria, y luego la siguiente:

 

ORACIÓN

     PROVIDENCIA divina, que elegiste al Sagrado Corazón de Jesús para fuente perenne de todos los bienes que concedes a los hombres, y a su Madre Santísima para dispensadora universal de ellos: a Ti recurro, animado de la confianza que me inspira la bondad paternal con que me has criado y me conservas, el amor con que ese mismo Corazón se ofreció a los tormentos y a la muerte por mí, y a la bondad con que esa Madre de misericordia me ha concedido tantos beneficios sin pretenderlos no aun conocerlos yo; concédeme, pues, lo que te pido si es para tu mayor gloria, honra y provecho de mi alma. Amén.

 

Díganse tres Avemarías, en reverencia del tránsito de la Santísima Virgen.

 

Oración a María Santísima

PARA LA HORA DE LA MUERTE

    ¡OH dulcísima Madre de misericordia! ¡Oh única esperanza de los pecadores! ¡Oh eficaz atractivo de nuestras voluntades! ¡Oh María, oh Reina, oh Señora! Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, recibe esas tres Avemarías que con afecto de mi corazón he rezado en honor de tu felicísimo tránsito, y por él te pido que en el trance y agonía de mi muerte, cuando, ya trastornados los sentidos, turbadas las potencias, quebrantada la vista, perdida el habla, levantado el pecho, postradas las fuerzas y cubierto el rostro con el sudor de la muerte, esté luchando con el terrible final del paroxismo, cercado de enemigos innumerables que procurarán mi condenación, y que estarán esperando que salga mi alma para acusarla de todas sus culpas ante el tremendo tribunal de Dios, allí, querida de nuestras almas; allí, única esperanza de nuestros corazones; allí, amorosísima Madre; allí, vigilantísima Pastora; allí, María, ¡oh dulce nombre!, allí, ampárame; allí, María, defiéndeme; allí asísteme como pastora a sus ovejas, como madre a sus hijos, como reina a sus vasallos; aquél es el punto de donde depende la salvación o la condenación eterna; aquél es el oriente que divide el tiempo de la eternidad; aquél es el instante en que se pronuncia la final sentencia que ha de durar para siempre, pues si me faltas entonces, ¿qué será de mi alma, cuando tantas culpas he cometido? No me dejes en aquel riesgo, no te retires en aquel horrible trance. Acuérdate, amabilísima Señora, que si Dios te eligió para Madre suya, fue para que fueses medianera entre Dios y los hombres; por tanto, debes ampararme en aquella hora, ¡oh María!, ¡oh segurísimo sagrado refugio mío!, pues puede ser que entonces no tenga fuerzas ni sentido para llamarte; desde ahora, como si ya estuviera en la última agonía, te llamo, desde ahora te invoco, desde ahora me acojo para librarme de los merecidos rigores del Sol de Justicia, Cristo, y desde ahora, como si ya agonizara, invoco tu dulcísimo nombre; y esto que ahora te digo, lo guardo para aquella hora; María, misericordia; María, piedad; María, clemencia; María, en tus manos santísimas encomiendo mi espíritu, para que por ellas pase al tribunal de Dios, donde intercedas por esta alma pecadora; en Ti confío, en Ti espero. Ya, yo voy a expirar; misericordia, Madre de mi corazón; misericordia, misericordia, María, misericordia. Amén.

 

Oración a Nuestra Señora de las Angustias

     ¡OH María, sin pecado concebida!

     Por los dolores que tu santísimo Hijo sufrió en la cruz por redimir nuestras culpas, vuelve a mí tus piadosos ojos, y escucha mis súplicas. Confiado en tu infinita bondad. Madre Santísima; me atrevo a dirigirte mis plegarias; no las desoigas, y consuela mis aflicciones en este valle de lágrimas y amarguras; te ofrezco un propósito firme de enmienda, Madre y Señora mía, porque a Ti te debo mucho, y soy tan pecador, que nada merezco. Estoy confiado en tu inefable bondad; y ¿cómo no reconocer tu grande misericordia y dedicarte los días que me restan de vida para amarte? Sí, Madre Santísima, no me abandones; dirige mis pasos, dame tu amparo y protección, líbrame de mis enemigos visibles e invisibles, de la maledicencia y la calumnia, e ilumina mi entendimiento para alabarte y bendecirte por tantos sacrificios como te debo. Amén.

 

“DEVOCIONARIO EN FAVOR DE LAS BENDITAS ALMAS DEL PURGATORIO”


lunes, 30 de abril de 2018

Localización del Purgatorio – Santa Liduvina de Shiedam (No dejen de leer esta historia)





Nota nuestra: Una realidad estremecedora y espantosa que muchos católicos olvidan, el Purgatorio existe y no hay palabras humanas para describir lo sufrimientos que allí se padecen.

   Narramos aquí la tercera visión relativa al interior del Purgatorio, aquella de Santa Liduvina de Shiedam, Holanda, quien murió el 11 de abril de 1433, y cuya historia escrita por un sacerdote contemporáneo, goza de la más perfecta autenticidad. Ésta admirable virgen, un verdadero prodigio de la paciencia cristiana, fue presa de muchos dolores y de los padecimientos más crueles por un período de treinta y ocho años. Estos sufrimientos hacían imposible para ella el dormir, pasaba las largas noches rezando, y muy frecuentemente, llevada en espíritu, era conducida por su Ángel guardián a las regiones misteriosas del Purgatorio, allí ella vió moradas, prisiones, diversas mazmorras, cada una más tenebrosa que la otra; se encontró con almas que ella conocía, y le fueron mostrados los diferentes castigos.

   Se puede preguntar, “¿Cuál fue la naturaleza de esos viajes extáticos?” ello es difícil de explicar; pero podemos concluir por otras circunstancias que había más realidad en ellos que lo que podemos creer. La santa inválida hizo viajes similares y peregrinajes en la tierra, a los lugares santos de Palestina, a las iglesias de Roma, y a los monasterios en la vecindad. Ella tenía un conocimiento exacto de los lugares por los que había viajado en espíritu. Un religioso del monasterio de Santa Isabel, conversando un día con ella, hablando de las celdas, de los salones, del refectorio, etc., de su comunidad, dióle a él una detallada descripción de su casa, como si ella estuviera viviendo allí. El Religioso habiendo expresado su sorpresa, le oyó decir: “Sepa padre, que yo he estado en su monasterio; he visitado las celdas, he visto a los ángeles guardianes de todos aquellos que las ocupan”. En uno de los viajes que nuestra Santa hizo al Purgatorio ocurrió lo siguiente:
   Un desafortunado pecador, enredado en las corrupciones de éste mundo, fue finalmente convertido por las oraciones y urgentes exhortaciones de Liduvina, el hizo una sincera confesión de todos sus pecados y recibió la absolución, pero tuvo poco tiempo para practicar la penitencia, ya que poco después murió por causas de la plaga.

   La Santa ofreció muchas oraciones y sufrimientos por su alma; y algún tiempo después, habiendo sido transportada por su Ángel al Purgatorio, ella quiso saber si él estaba todavía allí y en qué estado. “Él está aquí” dijo su Ángel, “y está sufriendo mucho” ¿Estarías dispuesta a sufrir algunos dolores con el fin de disminuir los de él?” “Claro que sí,” dijo ella, “Estoy lista para sufrir cualquier cosa con tal de ayudarlo.”

   Instantáneamente, su Ángel la condujo a un lugar de espantosas torturas. “¿Es esto el infierno hermano mío?” preguntó la Santa dama sobrecogida de horror. “No, hermana”, le contestó el Ángel, “pero esta parte del Purgatorio está en el límite con el Infierno”. Mirando hacia todos lados, vio ella lo que se asemejaba a una inmensa prisión, rodeada con murallas de una prodigiosa altura, cuya oscuridad, junto con las monstruosas piedras, la llenaron de horror. Acercándose a este gigantesco enclaustramiento, ella oyó un ruido confuso de lamentos, gritos de furia, cadenas, instrumentos de tortura, golpes violentos que los verdugos descargaban contra sus víctimas. Este ruido era tal que todo el tumulto del mundo, en tempestad o batalla, no podría tener comparación con él. “¿Que es entonces este horrible lugar?” pregunto Santa Ludwina a su buen Ángel.

   “¿Deseas que te lo muestre?” “No, te lo suplico”, dijo sobrecogida de terror, “el ruido que oigo es tan aterrador que no puedo seguir escuchándolo; ¿Cómo puedo, entonces, soportar la vista de esos horrores?”

   Continuando con su misteriosa ruta, ella vió un Ángel sentado tristemente en las paredes de un pozo.

   “¿Quién es ese Ángel?” le preguntó a su guía. “Es”, dijo él, “el Ángel guardián del pecador en cuya suerte estas interesada. Su alma está dentro de ese pozo, donde tiene un Purgatorio especial”. Tras estas palabras, Liduvina miró inquisitivamente a su Ángel; ella deseaba ver esa alma que le era tan querida, y tratar de librarlo de tan espantoso hoyo. El Ángel que comprendió su deseo, descubrió el pozo, y una nube de llamas, junto con los más lastimeros lamentos brotaron de él.

   “¿Reconoces esa voz?” le pregunto el Ángel a ella. “¡Ay! Sí”, contestó la sierva de Dios. “¿Deseas ver esta alma?” continuó él. Al oír su respuesta afirmativa, el Ángel le llamó por su nombre; e inmediatamente nuestra virgen vió aparecer en la boca del foso un espíritu envuelto todo en llamas, que parecía un metal incandescente al rojo vivo, y quien al verla le dijo en una voz escasamente perceptible, “¡Oh Liduvina, sierva de Dios! ¿Quién me ayudará para contemplar la cara del Altísimo?”

   La visión de ésta alma, presa del más terrible tormento de fuego, le causó tal conmoción a nuestra Santa que el cinturón que ella usaba alrededor del cuerpo se rasgó en dos; y siéndole imposible seguir viéndole en tal estado, despertó repentinamente de su éxtasis.

   Las personas presentes, percibiendo su temor, le preguntaron su causa. “¡Ay!” replicó ella “¡Que tan espantosas son las prisiones del Purgatorio!” “Fue para ayudar a las almas que yo consentí descender allá. Sin este fin, aunque me fuere dado todo el mundo, no pasaría otra vez por el terror que tan horrible espectáculo me causó.”

   Algunos días después, el mismo Ángel que ella había visto tan desolado, se le apareció con una actitud feliz, le dijo que el alma de su protegido había abandonado el pozo y había pasado al Purgatorio ordinario.

   Éste alivio parcial no satisfizo a Liduvina, continuó rezando por el pobre paciente, aplicando a él los méritos de sus sufrimientos, hasta que pudo ver que las puertas del Cielo se abrieron para él.


Traducido del inglés del libro original en francés

“PURGATORIO” Explicado por las Vidas y Leyendas de los santos.

Del padre F. X. Shouppe, S. J.