viernes, 30 de noviembre de 2018

Los Novísimos – El Purgatorio.





   El purgatorio es un lugar de expiación para las almas de aquellos que, si bien murieron en gracia de Dios, no han satisfecho enteramente a la   divina Justicia.

   ¿Quiénes van al Purgatorio? 1) Los que mueren con pecados veniales. 2) Los  que no han satisfecho en esta vida la pena temporal merecida por sus pecados. Con la confesión bien echa se perdonan las culpas graves y la pena eterna, el Infierno, pero no siempre queda perdonada la pena temporal. Dios, perdonando el pecado mortal, ordinariamente conmuta la pena eterna en una temporal, que debe pagarse en esta vida Con penitencias y obras buenas, o en el Purgatorio.

Existencia del Purgatorio.

   Niegan la existencia del Purgatorio los protestantes y otros herejes. Nosotros afirmamos su existencia con los siguientes argumentos:

   Pruebas de fe.1) En el libro de los Macabeos se lee que, después de una batalla, Judas Macabeo mandó a Jerusalén doce mil dracmas de plata para que se ofrecieran sacrificios por los pecados de los que habían muerto en el combate. Esto arguye que, aun después de muertos, tenían aquello soldados penas que expiar. No pena eterna, porque en el Infierno no hay redención; luego se habla allí de pena temporal, o sea del Purgatorio.

A renglón seguido dice el mismo autor inspirado: Es, pues, santa y saludable obra el rogar por los muertos, para que sean libres de sus pecados.

   Los protestantes que rechazan el dogma del Purgatorio, han quitado de la Biblia este pasaje de los Macabeos, o bien dicen que este libro no es inspirado; pero los judíos y  cristianos no dudan de su inspiración.

   2) Testimonio de Jesucristo. — Al hablar de los pecados contra el Espíritu Santo, dice qué no se remitirán ni en este mundo ni en el otro. Con estas palabras da a entender que  hay pecados que se remiten en la otra vida, y que por lo tanto existe Un lugar donde se remiten, a saber el Purgatorio.

   Pruébase por la razón, — Muchos mueren en gracia de Dios, pero con el alma manchada de pecados veniales o sin haber satisfecho enteramente a la divina Justicia. Estas almas no pueden ir al infierno porque son amigas de Dios; tampoco pueden ir a la Gloria porque escrito está: No entrará en ella ninguna cosa contaminada. (Apoc., XXI, 27). Luego es forzoso que antes de ir al Cielo pasen un tiempo en lugar de  expiación; luego debe admitirse el Purgatorio.

Penas.

Las hay de dos clases:

   l) La pena del daño, que consiste en la privación de la vista de Dios: es el mayor dolor de las benditas ánimas.

2) La pena del sentido, que consiste en el tormento del fuego que en intensidad es igual al fuego del Infierno. El mismo fuego, dice un Santo, atormenta al justo y al réprobo.

   Las almas sufren estos tormentos con la mayor resignación; al verse manchadas con el pecado, se avergüenzan de comparecer ante la presencia de Dios y de sus bienaventurados y voluntariamente se sumergen en aquellas llamas.

   ¿Cuánto tiempo duran esas penas? — No es igual para todas las almas: depende de la cantidad y gravedad de sus faltas (veniales), de la mayor o menor penitencia hecha durante la vida en satisfacción de sus pecados, de los sufrimientos que reciben, etc.

Cómo podemos aliviar a las almas del Purgatorio.

   Podemos aliviar a las benditas ánimas con oraciones, indulgencias y otras buenas obras, pero sobre todo con la Santa Misa.

   Se llaman sufragios las obras buenas que se hacen en favor de las benditas ánimas del Purgatorio; dichos sufragios son sólo a manera de suplicas que la divina Justicia acepta en la medida que cree conveniente; por eso, un alma no siempre obtiene infaliblemente todos los efectos de los sufragios aplicados a ella especialmente. En ningún caso resultan inútiles los sufragios, porque si Dios no los aplica a un alma, los aplica a otra.

   La devoción a las benditas almas es utilísima porque hace practicar muchas obras buenas, causa grande gozo en el cielo y ayuda en gran manera a conseguir la salvación de quien practica esta devoción: Nuestro propio interés debe por lo tanto impulsarnos a aliviar esas almas. En la misma medida que por ellas nos interesamos, se interesaran los hombres de nosotros cuando nos hallemos en aquel ardentísimo fuego del que muy pocos se libran.

Indulgencias.

   Indulgencias son la remisión de la pena temporal debida por nuestros pecados, que nos concede la Iglesia fuera del  sacramento de la penitencia.


LA RELIGIÓN EXPLICADA (Año 1953)

Los Novísimos (Resurrección de la carne)





Concepto.

   Resurrección de la carne quiere decir que todos los hombres resucitarán volviendo a tomar cada alma el cuerpo que tuvo; en ésta vida.

   Esto acontecerá al fin del mundo. Los que en aquel momento vivan todavía, morirán para luego resucitar, porque es necesario que en todos se cumpla la ley de la muerte: “Asi como en Adán mueren todos, así también todos serán vivificados en Cristo” (1Cor., XV, 22).

   Todas las almas saldrán del Cielo, del Purgatorio o del Infierno y vendrán a tomar de nuevo sus cuerpos a fin de comunicarles una vida que ya no cesará (“vida perdurable”).

Observaciones.

   a) Sólo la Virgen no resucitará ese día porque Ella, a imitación de su divino Hijo, resucitó poco después de su muerte, y fué llevada al Cielo en cuerpo y alma.

   b) El alma tomará él mismo cuerpo al cual, estuvo unida en la tierra.

   c) La resurrección de los muertos sucederá por la virtud de Dios omnipotente, a quien nada es imposible. Si Dios creó las cosas de la nada bien podrá resucitar en un instante a todos los hombres.

   Cualidad de los cuerpos resucitados. — Habrá grandísima diferencia entre el cuerpo de los escogidos y el de los condenados.

   Las dotes que adornarán los cuerpos gloriosos de los escogidos son cuatro:1) la impasibilidad: no estarán sujetos a males y dolores ni a la necesidad de comer, descansar, etc.; 2) la claridad: brillarán como el sol y como otras tantas estrellas; 3) la agilidad: podrán trasladarse en un momento y sin fatiga de un lugar a otro, y de la tierra al Cielo; 4) la sutileza: con que sin obstáculo alguno podrán penetrar cualquier cuerpo, como lo hizo Jesucristo resucitado.

   El cuerpo de los condenados estará privado de estas dotes y llevará la horrible marca de su eterna condenación.

Certeza de esta resurrección.

   Sagrada Escritura. — El anciano Job en medio de sus crueles angustias y dolores decía: “Sé que vive mi Redentor, y que en el último día he de resucitar de la tierra, y de nueva he de ser rodeado de mi piel y en mi carne veré a Dios; a quien he de ver yo mismo y mis ojos le han de mirar, y no otro” (Job, XIX, 25-27).

   Visión de Ezequiel: Una prueba irrefragable de la resurrección de la carne es la visión  del profeta Ezequiel (XXXVIII).

   Los macabeos decían al tirano: “Tú, oh perversísimo, nos haces perder la vida presente, más el Rey del mundo nos resucitará” (2 Mac; VII, 9).

   Dice San Pablo: “Es necesario que este cuerpo corruptible quede revestido de incorruptibilidad, que este cuerpo mortal se vista de inmortalidad” (1Cor; XV, 50-53).

   Tradición. — Todos los Padres han profesado y defendido este dogma: “La resurrección de los muertos, dice Tertuliano, es; la confianza de los cristianos; creemos en ella porque Dios lo ha revelado”

   Los mártires echaban en cara a los verdugos esta verdad.

   La Iglesia la enseña en sus símbolos: “Creo en la resurrección de la carne” (Credo). “Espero la resurrección de los muertos” (Niceno). “A cuyo advenimiento (de Jesucristo) deberán resucitar todos los hombres con sus propios cuerpos (Atanasiano).

Predicación de Jesucristo.

   Nuestro divino Salvador ha enseñado claramente esta doctrina. Leemos en el Evangelio de San Juan: “La voluntad de mi Padre que me ha enviado, es que todo aquél que ve al Hijo y cree en él, tenga vida eterna, y yo le resucitaré en el último día (VI, 40).

   Y poco después, al hablar de la Sagrada. Eucaristía, dice: “Quien come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el último día (Id; 55)”.

Razones de conveniencia.

   La razón natural nos dice ser conveniente y necesario que los hombres resuciten:

   1) El cuerpo ha sido hecho para el alma y el alma para el cuerpo; por eso conviene que un día ambos estén reunidos, a fin de que la obra de Dios, deshecha por un momento a causa del pecado y de la muerte, sea definitivamente restaurada.

   2) Es el hombre entero el que hace el bien o el mal; por lo tanto el cuerpo ha contribuido eficazmente así a la salvación: el hombre debe ser recompensado o castigado todo entero, en su cuerpo y alma, el premio de nuestras obras o el castigo de nuestros pecados.

   3) La resurrección de Jesucristo es una prenda de la nuestra: “Cristo, dice San Pablo, ha resucitado de entre los muertos y ha venido a ser como las primicias de los difuntos; porque así como por un hombre vino la muerte, por un hombre debe venir también la resurrección dé los muertos” (1Cor., XV, 20-21).

   Y en otro pasaje: “Si los muertos no resucitan, tampoco Jesucristo resucitó” (Id., id., 16).


LA RELIGIÓN EXPLICADA (Año 1953)

domingo, 25 de noviembre de 2018

Reglamento de vida PARA UN CRISTIANO –– CAPÍTULO I — Medios para conservarse en la gracia de Dios (Tercer, medio) –– Por San Alfonso María de Ligorio.





TERCER MEDIO.
LA FRECUENCIA DE LOS SACRAMENTOS.

   El tercer medio es la frecuencia de los sacramentos de la confesión y comunión.

   Por la confesión frecuente, se conserva la pureza del alma, y se obtiene no solamente la remisión de los pecados, sino también un aumento de auxilios, para resistir a las tentaciones.

   Ten, pues, a este efecto, tu director espiritual, confiésate siempre con él, consúltale tus negocios, aun los temporales de mayor importancia, y obedécele en todo, particularmente si fueres atormentado con escrúpulos, dudas y ansiedades de conciencia. El que obedece a su confesor, no debe abrigar el temor de engañarse. Qui vos audit, me audit: (Luc. 10. 16.) La voz del confesores la voz de Dios.

   La comunión es llamada Pan del Cielo, porque, así como, el pan de la tierra conserva la vida del cuerpo así también la Sagrada Comunión conserva la del alma. Sin este alimento celestial, como dice el Señor no tendrá vida en ti. (Ver Job. 6. 54.) Por el contrario, al que hace frecuentemente uso de él, le promete la vida eterna. (Ver Job. 6.52) He aquí porque el Santo Concilio de Trento llama a este sacramento “un antídoto que nos libra de los pecados veniales y nos preserva de los mortales”.  (Sess, 13 cap. 2.) Toma, pues, la firme resolución de comulgar al menos cada ocho días y de no omitir nunca esta devoción por ningún negocio del mundo, porque no hay negocio más importante que la salvación eterna. Observa además que cuanto más enredado te halles en los negocios del mundo, tanta mayor necesidad tienes de gracias; porque estás expuesto a mayores tentaciones.

“Pequeños tesoros escogidos de San Alfonso María de Ligorio”

miércoles, 14 de noviembre de 2018

De las enfermedades que nos vienen por fines más altos de la gloria de Dios – Por el padre Luis de Lapuente. (No exagero en decir que pocos ven la enfermedad como lo describe esta publicación, no se la pierdan para comprensión y consuelo de los que están enfermos)





   Para consuelo de los enfermos, es bien que consideren que no siempre las enfermedades son castigo de pecado, sino algunas veces las envía Dios solamente para manifestar su gloria, y para ejercicio de sus escogidos, sacando de ellas grandes ganancias. Así lo dijo el Salvador a los apóstoles, cuando le preguntaron la causa de haber nacido un hombre ciego: No pecó, dice, éste ni sus padres: sino que es ciego para que en él se manifiesten las obras de Dios; y de la enfermedad de Lázaro, dijo: Que era para la gloria de Dios, y para que en él fuese glorificado su único Hijo. Y de aquí es, que algunas veces el justo, aunque tenga algunas culpas, padece enfermedades más graves que ellas merecen, por otros fines que Dios pretende; como lo testifica de sí el santo Job, cuando dijo: Ojalá se pusiesen en una balanza los pecados con que merecí este castigo, y en otra los trabajos que padezco, y echarías de ver, que las penas son más pesadas que las culpas. Pero esto mismo es motivo de sumo consuelo y alegría; porque mucha mayor grandeza es estar en la cruz, como Cristo, inocente, que como el buen ladrón, culpado; y grande gloria es imitar en esto a nuestro capitán y al glorioso ejército de sus soldados los mártires, cuyos tormentos no eran por sus pecados, sino para dar testimonio de su fe y de la caridad que tenían de su Dios; y es linaje de martirio padecer sin culpa enfermedades, para que sea Dios glorificado en ellas. Y ¿de dónde a mí tanto bien que pueda yo ser materia de la divina gloria, y que ella crezca por mi causa? Sea, Señor, yo atormentado, con tal que tú seas glorificado. Mas aunque es verdad, que lo mejor de los trabajos es no tener culpa que sea causa de ellos, no has de desmayar por verte culpado; porque bien puede ser que tus enfermedades sean castigo de tus pecados, y juntamente sean para gloria de Dios y para que él sea glorificado en ellas, no sólo con el resplandor de su justicia, sino por otros muchos caminos de su mayor gloria.

   De aquí puedes subir a considerar, que Dios te envía las enfermedades para probar tu fe y lealtad, y ver cómo peleas por su amor, basta vencer, quedando él muy honrado y glorificado con esta victoria, que más es suya, que tuya. Piensa, pues, hermano, cuando estás enfermo, que la cama es el campo o el palenque donde entras a pelear con mi ejército de soldados y crueles enemigos, que son el frío y la calentura, el hastío, la sed, los dolores, buscas, congojas y las molestias de las medicinas, y luego levanta los ojos al cielo, y entiende que Cristo nuestro Señor te está mirando cómo peleas, como miraba a San Esteban, cuando le estaban apedreando, y desde allí te anima a pelear, porque le va su honra en que venzas, y a ti te va la vida en no ser vencido. Mírale otras veces cómo está cerca de ti, rodeando tu cama por todas partes; porque en él vives, y te mueves, y dentro de él estás cuando padeces, y dentro de ti le tienes para pelear en ti, y por ti, ayudándote con su gracia para salir con la victoria; y animado con su presencia, vuelve por su honra, no admitiendo culpa, ni impaciencia alguna, aceptando de buena gana todas las penas que padeces, para que Dios sea glorificado en ellas. Imagina que te pone en esta cama para que eches de ti tal olor de santidad, que edifiques con tu paciencia a los que te vieren, y les muevas a glorificar a tu Padre celestial; a la manera que se dice del santo Tobías: Que te afligió Dios con la ceguedad, para que se diese a los venideros ejemplo de paciencia, como le dió el santo Job, perseverando sin mudanza en el divino servicio. Imagina también que tienes a tu lado al ángel de la guarda, y al demonio, estando a la mira de lo que haces y procurando cada uno tenerte de su parte. No confundas a tu ángel, ni alegres a tu enemigo, dándole ocasión para que triunfe de ti y escarnezca a Dios; antes procura confundir al demonio, y alegrar al santo ángel, y darle ocasión de que él glorifique a Dios por la paciencia que por su amor has mostrado.

La devoción de las "TRES AVEMARÍAS"






sábado, 10 de noviembre de 2018

EL CLUB DE LOS LEONES – Un pequeño informe. ¡Entérese!



¿QUE ES EL CLUB DE LOS LEONES?

   Es otra de las asociaciones que, sin ser propiamente quizás masónicas, pueden considerarse sin embargo como uno de los tantos movimientos que difunden por el mundo las ideas de la secta (entiéndase la secta masónica).

   La historia del Club de los Leones arranca del año 1917, cuando el joven Melvyn Jones, estudiante de Chicago, juntó alrededor suyo muchos chicos de su edad. La miseria rodeaba a muchos de ellos; y las diferencias sociales estaban muy acentuadas en ellos. Entonces decidieron realizar obras benéficas, aunque con el más riguroso anonimato, y favorecer entre los hombres de todos los países la hermandad, la concordia y la amistad. De modo más inmediato, reunieron algún dinero, organizaron rifas, recogieron ropas, abrieron comedores populares, todo para los necesitados.

   El grupo inicial estaba formado por dos docenas de afiliados. En la actualidad (NOTA: se debe tener encuenta que esta publicación tiene sus años, los datos no están actualizados), la organización leonística cuenta con más de 12.000 clubes, distribuidos en 63 países, y con más de 600.000 miembros o leones. Solamente en América del Sur parece que hay unos 40.000 leones. En diciembre de 1954, el vicepresidente de los Leones internacionales, Dr. Humberto Venezuela, dejó establecida en Argentina una filial del Club.

   Se fundaron pronto otras filiales, y en diciembre de 1957, su presidente Mr. Edward Barry visitó Argentina, acompañado por leones internacionales y recibió en Rosario los homenajes de representantes de los clubes leones de Uruguay, Chile y Paraguay.

   La palabra Leones es una sigla y corresponde a:

L ealtad                N obleza de ideales

E ntendimiento      E sfuerzo     por el progreso

O rden                   S ervicio      al individuo.

   Armando Tonell, en un artículo salido en la revista Reflector, (de la Congregación del Verbo Divino) escribe: “Los Leones se diferencian de los rotarios en un solo detalle: las clasificaciones. Mientras que en el Rotary cada actividad tiene un representante, en el Club de Leones, o “Lions Internacional” se admite a todos por igual y la selección es menos rigurosa. Por el ridículo nomenclátor en que cataloga a sus miembros, como por sus pretensiones de salvador social, el Club de Leones puede encasillarse muy bien entre los clubes chirles y fanfarrones”.

¿Qué debe pensarse de los leones?

   Que sepamos, la Iglesia no ha dado todavía ninguna directiva acerca de tales clubes, como ya lo hizo para el Rotary.

   Creemos que con toda razón debe aplicársele el Canon 684, cuyo texto repetimos: “Son dignos de alabanza los fieles que dan su nombre a asociaciones que promueve la Iglesia o al menos tienen su aprobación. Por el contrario, absténgase de las sociedades secretas, condenadas, sediciosas, sospechosas, o que buscan eludir la legítima vigilancia de la Iglesia”.

   A lo menos le conviene al Leonismo este último calificativo: sospechoso, por los motivos que apunta Armando Tonell, en el artículo ya citado: “Si el “Club de Leones” no pasara más allá de sus extravagancias de forma, no valdría la pena ocuparse de él, ni para ponerlo en solfa. ¿Qué importa una máscara más, que creyendo que todo el año es carnaval busca empeñosamente formar su comparsa? Pero es el caso que el “Club de los Leones” esconde bajo su careta inofensiva un fondo inaceptable desde el punto de vista del mejoramiento social y de la elevación moral del hombre. (Que pretende ser su finalidad).

   Proclama el “Club de Leones” la amistad, el compañerismo y la camaradería como únicos medios para mejorar moralmente a la humanidad, de acuerdo con la enseñanza rotaría legada por Paul Harris, fundador del Rotary.

  Y Harris preconizó la prescindencia absoluta de Dios y de todo credo religioso... Todo debe hacerse sin el auxilio de la Divinidad. Debe obrarse Ieonísticamente. En los tiempos de Roca y de Wilde, se decía “masónicamente”; pero hoy, para disimular, se tapan el mandil con el mantel de la opípara mesa en que periódicamente se reúnen “leones” y “rotarios”, y con fingida candidez, enarbolan el banderín del indiferentismo religioso, tanto más pernicioso como la misma guerra a la religión.

   En lugar de alistarse en las filas del Leonismo, los católicos deseosos de fomentar la caridad o de ejercerla en provecho de los necesitados hallarán fácilmente muchas otras asociaciones “que promueve la Iglesia o al menos tienen su aprobación” en que podrán inscribirse con mérito de su parte, sin el peligro de caer en el indiferentismo religioso o de favorecer, aunque sea indirectamente, los planes de la Masonería.

UNAS FOTOS REVELADORAS.

   En la Revista “Cruzado Español” del 15-XII-1960, Fidel Castro aparece fotografiado, une vez con el Presidente del Club de los Leones de La Habana, Dr. Balando Fernández Patmos, en un momento del almuerzo celebrado por dicho Club en el Salón Caribe del Hotel Hilton, y otra vez en el almuerzo del Club Rotario de La Habana, con el Dr. Manuel Urrutia, presidente, y varios miembros del Gabinete”.

SIN CONTAR QUE...

   Muchas otras sectas, asociaciones y sistemas doctrinales como Acción Laica, Liga de la Enseñanza, Intelligence Service, Friendly Societies, Young Men's Christian Association (YMCA), Liga de los Derechos del Hombre, etc., son auxiliares y renuevos de la Masonería. . . (Triana, Hist. de los HH. Tres Puntos).

   “En Argentina existen cerca de 40 organizaciones colaterales de la Masonería, creadas exprofeso para desarrollar su acción profana, sin comprometerse; y otras 30 que, si bien no son fundaciones masónicas han sido prácticamente copadas por la Masonería.

   Otros autores han denunciado la influencia de la Masonería en el espiritismo y el teosofismo y otras prácticas esotéricas”. (Cfr. Fray Isidoro Silvestre O.F.M. en “Masonería, su misión, sus actividades”).

   “Todos los Leones no son masones, ni mucho menos, pero todos los masones son favorables al Club de los Leones”.

   La propaganda masónica se ha preocupado, sobre todo desde 1930, en organizarse en las altas esferas, con el fin de alcanzar mejor en todos los terrenos sus fines más esenciales.

   Esta propaganda no se contenta con obrar sobre los partidos políticos y por su intermedio. Pone en obra los medios más diversos: ciertos periódicos, asociaciones “fraternas” que ¡ha multiplicado en muchos ambientes las Ligas que proceden más o menos directamente de ella o que ella inspira, o que son sus aliados: Liga de los Derechos del Hombre, Liga de la Enseñanza llegada a ser Confederación General de las Obras Laicas, Librepensamiento, Agrupaciones racionalistas, de defensa laica, de funcionarios, de combatientes, de compañeros de mutualistas, de enseñanza popular, etc. Ha desarrollado las obras de Juventud, Scouts, Asociaciones deportivas. Patronatos de laicos. Colonias de vacaciones.

   Ha invitado a sus miembros a tomar lugar en las secciones locales de las diversas obras. Ha llamado a su auxilio al teatro, al cine, la radio, las bibliotecas populares, los volantes.

   A menudo procede mediante personas interpuestas. Recomienda a sus fieles el empaparse bien, en las Logias, en las enseñanzas masónicas; y después, dejar el mandil y su cualidad de masón, para bajar a la ciudad como simples ciudadanos. Que se trate de la acción parlamentaria o de cualquier obra, la Masonería se ha de hacer sentir por todas partes, y descubrir en ninguna”. CHARLES LEDRÉ “La Masonería”


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   “El Anticristo no se llamará así; de lo contrario no tendría adeptos. No llevará un “maillot” rojo, y no vomitará azufre. Llegará disfrazado como el Gran Humanista; hablará de paz y de abundancia. Protegerá la ciencia, pero tan sólo para que los fabricantes de armas se sirvan de una maravilla de la ciencia para destruir otra. Hablará aún, tal vez, de Cristo, y dirá de El que fué el hombre más grande que jamás haya existido. En medio de su aparente amor a la Humanidad y con sus enternecedoras palabras sobre la libertad y la igualdad tendrá un gran secreto que no dirá a nadie. No creerá en Dios. Vivimos días de Apocalipsis. . .”

Mons. Fulton Sheen (1951).



“Tomado de la publicación Fe integra” N° 5 (Segunda Edición)

jueves, 1 de noviembre de 2018

UNA PECADORA OBSTINADA – Una historia real escrita por San José Cafasso.




Nota nuestra: Una gran lectura, que inspira a la piedad, a una gran confianza en los sacerdotes y en la misericordiosa mediación de María Santísima.

   Cuán saludable haya sido para los moribundos la actividad de nuestro Santo, lo demuestra la historia de los últimos días de una pobre pecadora: historia que con mano temblorosa pero con ardiente y confiado corazón nos la narra él mismo en sus apuntes particulares.

   Se trata de una joven nacida de noble familia, que recibió en los primeros años una educación completa, tanto religiosa como civil y literaria. Enriquecida en grado eminente con bellas dotes físicas y siendo por naturaleza de índole dulce y amable, era la alegría y delicia de sus padres y de cuantos la conocían. Cuando se hacían los más felices pronósticos sobre su porvenir, chocó contra un escollo fatal que fué causa de su naufragio. La obra de uno sólo bastó para destruir en poco tiempo la larga y laboriosa faena de muchos. Dejóse seducir por vanas lisonjas y cayó en el fango, cayendo con ella muchas y halagadoras esperanzas. Alejándose a escondidas de la casa paterna, contrajo un caprichoso y malogrado matrimonio. Despojada ya de su pudor y favorecida para el mal por la juventud de sus años y por su rara belleza, que la hacía una diosa a los ojos de sus admiradores, se lanzó sin freno por el camino de la impiedad. Contrajo después una terrible enfermedad que la consumía lentamente entre atroces dolores y a los treinta y tres años, se encontraba ya al fin de sus días. Después de haber perdido el honor, los bienes, la salud y estando ya al punto de perder la vida, no le quedaba sino salvar su alma. Pero el vicio y la iniquidad estaban tan estrechamente unidos que parecía vana toda esperanza.

   Aquí entra la acción de San Cafasso, quien escribe: “El 26 de agosto de 1842, estaba confesando en la iglesia de San Francisco de Asís en Turín, cuando se me presentó un señor a quien yo no conocía para rogarme fuera en seguida a visitar a una señora enferma cuyo nombre y habitación me hizo saber. Respondí que lo haría gustoso, y una vez despachados los penitentes, me encaminé al lugar indicado; cuando llegué a la casa me anunció a la enferma una persona del servicio que, después de haberme hecho esperar un poco en la antesala, me dijo fríamente que podía seguir. Sin sospechar lo que iba a suceder, entré con aire alegre a la pieza de la enferma, la saludé cortésmente y le dirigí algunas palabras de condolencia, que no produjeron ningún efecto, pues ni siquiera se dignó mirarme. Hice poco caso de tal recibimiento, atribuyéndole más a la vehemencia de sus dolores que a la mala disposición de su ánimo. Invitado por algunos de los presentes, me senté al lado de su lecho. Mas la enferma, volviendo a mí su rostro airado, me dijo bruscamente que no tenía nada que ver conmigo ni qué decirme; que me fuese más bien a casa de quien me había hecho llamar”.

   “Debo confesar que tan inesperada respuesta me produjo mucha pena, pero disimulando, no desesperé de volverla a mejores sentimientos; por esto, sin, cambiar de tono le respondí tranquilamente que no se inquietase, pues no era mi intención hablarle de sacramentos o de cosas que la pudieran turbar; que yo estaba plenamente satisfecho por haber tenido la bondad de recibirme como a uno de sus visitantes... Pero ella, como si me leyese en el corazón, sin atender a mis palabras, me respondió más bruscamente que antes, que no se confesaría y repitió que no tenía nada que ver conmigo y nada que decirme”.

   No me desanimó este segundo rechazo sino que busqué todos los medios para abrirme camino en aquel corazón. Mas fueron inútiles mis esfuerzos y las cosas comenzaron entonces a ir de mal en peor y sus respuestas se hicieron cada vez más extravagantes e impías. Preguntada si por lo menos me recibiría otro día que viniera a visitarla, me respondió que sí, con tal que no le hablase de Dios.

   Talvez hubiera debido cesar en mi empeño después de esta definitiva respuesta para intentarlo en mejor ocasión, pero sentía en gran manera tener que partir del lado de la miserable sin un rayo siquiera de esperanza, y animado por la piedad de una caritativa persona que me miraba afligida y casi con lágrimas en los ojos, no pude menos de decirle alguna buena palabra. Mas entonces la enferma, como si no pudiese soportar no sólo mi voz sino mi presencia, irguiéndose improvisadamente en el lecho se puso a gritar con voz desesperada que retumbaba en todos los lugares de la casa, que no la importunase más y no le rompiese la cabeza. Aturdido por este tono de voz, y desesperando de obtener mi intento, partí rápidamente seguido de no sé qué confusas voces de la enferma, que no entendí”.

   Durante el curso del día tuvo San Cafasso el pensamiento y el corazón dirigidos a aquella infeliz. Hacia el atardecer volvió a su lado, y viéndola tranquila en el semblante y en el modo de hablar se movió por ello a animar con suaves palabras y sabias reflexiones su corazón para inducirla a ajustar los intereses de su alma. Cuál fué el resultado de esta nueva tentativa, nos lo refiere el Santo.

   “La enferma agotó su paciencia al oír mi conversación; así que, aun no había yo terminado de hablar cuando, volviéndose hacia mí, renovó la acostumbrada respuesta de que no comenzara a importunarla.

   —No es para incomodarla, señora, proseguí, sino sólo para decirle cuanto me obliga la caridad que a usted debo, pues si el Señor la llama, ¿quiere ir al otro mundo en las condiciones en que se encuentra?— ¡Oh! sí que me llama el Señor, repitió aún más exacerbada la enferma, no puedo oír estas cosas. —Será como usted quiera, continuó siempre con manera afable San Cafasso. Usted irá sin que la llamen; pero llamada o no, ¿quiere ir así?— Entonces, no sabiendo qué responder, y no queriendo por otra parte soportarme más, se enderezó sobre el lecho y tomando un tono de apariencia tranquilo pero fuerte y vibrante, con los ojos bien abiertos y fijos en mí: —Sepa de una vez por todas que no quiero confesarme, dijo, acompañando sus palabras con el gesto del brazo”.

   “A tal respuesta que me cerraba el camino a ulteriores instancias y me quitaba casi toda esperanza, pensé, no sé si bien o mal, cambiar yo también de método y de tono. Me puse pues, en pie y le dije:

   Si es así, señora, me voy. Rogaré por usted al Señor pero esté segura de que no volveré más a importunarla. Sepa además que yo la espero en otro lugar y otro día y entonces usted tendrá que confesar con sus propios labios de qué le han valido sus blasfemias y su obstinación—.

   Yo quería continuar para recalcarle, más los gestos y gritos de la enferma que parecía una energúmena, me persuadieron que me retirara, como lo hice en efecto. Pero al pasar por la antecámara, encontrándome con los de la casa, que habían acudido a los gritos de la enferma y me miraban desanimados y compasivos, me mostré muy desconsolado y afligido, como lo estaba efectivamente; y para obligarlos a hacer lo que yo ya no podía, exclamé en voz alta:

   —Si quiere irse al infierno, que se vaya; toda la culpa será suya; ella será quien ha de arrepentirse”.

   Cuando volvió a casa San Cafasso con el alma llena de amargura, pensó que no había otro camino sino recurrir a la Madre de las Divinas Misericordias. Al día siguiente, 27 de agosto, no hizo sino rezar. Rogaban con él sus compañeros sacerdotes y los fieles. Las plegarias fueron eficaces. Por la tarde encontró el Santo en casa un billete escrito por el padre de la desventurada, en el que le suplicaba fuera a la mañana siguiente a la casa de la moribunda que tenía muchas cosas para confiarle. En la mañana del 28 pasaba San Cafasso por tercera vez el umbral de aquella casa donde un alma lo esperaba ansiosamente.