El
comunismo tal vez es el proceso revolucionario que más directamente ha dañado a
la familia ya que sus principios o máximas han sido condenados por la Iglesia
Católica a través de sus representantes en la tierra.
Introducción.
Antes que nada, me podrían decir: “pero qué importancia tiene este tema si ya
el comunismo ha desaparecido en toda la anteriormente llamada: Unión de
Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) y ha dejado de ser una corriente
política para el mundo, desapareciendo también los partidos comunistas, en casi
todos los países del orbe. Solamente en algunas naciones con gobierno
comunista, fuera del “Soviet” Ruso, se ha mantenido este régimen de gobierno:
China Nacionalista, Corea del Norte, Vietnam de Norte, Cuba, Venezuela y
Nicaragua, asi como algunos otros países más pequeños, en Asia y Africa. Pero ha disminuido claramente
su penetrancia (su aplicación de la doctrina socialista a la sociedad. por
parte de los directivos comunistas, en cada país). “También es conveniente
señalar que la política extensionista ha desaparecido en todos estos gobiernos.”
Así es
que, a pesar de lo señalado anteriormente, este tema es muy importante pues fue
un paso esencial en el proceso destructivo de la familia católica. El comunismo
es tal vez el proceso revolucionario que más directamente ha dañado a la
familia, ya que sus principios o máximas (el ateísmo de estado, la igualdad de
clases sociales –todos igual de pobres– y la supresión de las libertades
particulares –propiedad privada, libertad del culto católico y propiedades,
como donde vivir o cuantos hijos tener–) han sido condenadas por la Iglesia
Católica a través de sus representantes en la tierra. Tres Papas anteriores,
han refutado cada una de estas máximas solas o en su conjunto. Estos tres
Papas, en el siglo XIX y principios del XX, –Pío IX, León XIII y Pío XI han
escrito sendas encíclicas al respecto (referencias
1, 2 y 3). 1
Pío IX. Encíclica Quanta cura, 8 de diciembre de 1864. 2
León Xlll. Encíclica Quod Apostolici Muneris 28 de diciembre de 1878. 3 Pío XI. Encíclica Cuadragésimo Anno 15 de mayo
de 1931.
Ellos condenan explícitamente al comunismo. Pío IX le llama falsa y perversa doctrina,
doctrina pestilente (Quanta cura) y Pío XI dice: “Católico y socialista son
términos antitéticos... nadie puede ser buen católico y verdadero socialista”.
Recordemos aquella máxima de Marx en su libro “El capitalismo”; “la
religión es el opio de los pueblos”. Y entenderemos por qué Pío XII
consideraba al comunismo como “intrínsecamente
perverso” *Pío XII. Alocución a la juventud italiana. Ciudad del Vaticano. 1953
El proceso destructivo en Europa y la expansión del comunismo.
El comunismo encuentra sus raíces en los
abusos del capitalismo. El mundo liberal y capitalista del siglo XIX destrozó
la antigua cristiandad. El liberalismo desmanteló las estructuras históricas de
la sociedad europea. Tomando como ejemplo lo que le sucedió al obrero de esa
sociedad europea en la edad media podemos entender mejor lo que sucedió en el
resto de las personas que integran una familia. Aquí les mostramos el proceso:
–Los obreros perdieron todos sus derechos,
salvo uno: el derecho de vender su trabajo al mejor postor. Con esto, el hombre
perdió todo sentido de responsabilidad para con la sociedad dentro de la cual
vivía. Si valía solamente en términos de la fuerza de sus brazos, él no era
responsable por lo que pasaba dentro de un mundo que ya había dejado de ser
suyo. El hombre se redujo a ser un trabajador para una sociedad dentro de la
cual no figuraba ni como participante ni como miembro. Desarraigado de la
comunidad, el hombre perdió su sentido de patria. No se sentía leal a aquello que
no le era leal a él. Junto con la responsabilidad desapareció también la
seguridad. El trabajador industrial servía hasta que su salud y sus fuerzas se
debilitasen. Al ocurrir esto, dejaba de ser útil para la fábrica y sus dueños.
Puesto que su sueldo solía ser lo mínimo que su patrón podía pagarle,
generalmente el trabajador no podía ahorrar nada para los años de su vejez. Se
apoderaba de las masas industrializadas un sentido angustioso de inseguridad.
Sus antiguos gremios habían desaparecido con la aniquilación de una economía
basada en la artesanía. Pues todavía no habían aparecido los sindicatos
modernos, el trabajador sentíase totalmente aislado, solo, sin ningún remedio
para la incertidumbre de su vida. Aunque el campo todavía retenía hasta cierto
punto su antigua independencia, ésta se había perdido en la ciudad.
Por lo tanto, la destrucción externa de la
sociedad tradicional produjo una destrucción interior. Los antiguos valores,
tanto los humanos como los espirituales, no habían perdido su verdad, pero sí
habían perdido su eficacia.
¿Dónde estaban estos valores? En gran parte,
la Iglesia no actuaba con bastante prisa para contrarrestar o corregir los
cambios producidos por el nacimiento de la gran ciudad industrial. A menudo los
obreros estaban sin parroquias y sin sacerdotes, sobre todo en Francia y en
Alemania. La falta de justicia y de caridad dentro del torbellino industrial,
hizo que la fe desapareciera poco a poco dentro de las conciencias de los
desposeídos. Esto produjo un vacío espiritual en el corazón del siglo del
materialismo. Ya hemos visto que los apóstoles del liberalismo pregonaban una
filosofía cuyo primer principio era la búsqueda de la riqueza y cuyo único
deber era el cumplimiento de la palabra sobre los contratos entre las empresas
y los obreros. El mundo se marchitaba hasta resultar materialista y nada más
materialista. La nueva prosperidad de la burguesía disfrazaba un abismo
espiritual y se apoyaba en la injusticia y la pobreza de los demás. Europa se
descompuso no solamente desde fuera, en las instituciones de la sociedad, sino
también desde dentro del corazón, del alma humana.
El comunismo trataba de llenar este vacío.
Pero hay que recordar que el vacío liberal fue el que engendró el comunismo
como hijo suyo. El
comunismo es el producto más típico y más importante del liberalismo.
El caos de la sociedad no tenía sentido en términos cristianos, a menos que lo
tuviera en términos del pecado. Pero este caos sí tenía sentido, y resultó
perfectamente racional, dentro del pensamiento comunista.
¿Y el comunismo cómo destruye a la familia?
Comentamos antes que este enemigo de la
familia es el que más directamente la ha dañado. Utilizando las siguientes
estrategias se afectó en forma importante a las familias, desquiciándolas.
1.- EL ATEÍSMO DEL ESTADO
En primer lugar es una estrategia directa
del comunismo, la de convertir a las sociedades en ateas, o sea, el ataque
directo contra Dios. Esto en sí mismo, es muy grave y es con mucho, la
principal arma contra las familias. Una sociedad sin Dios es una sociedad
muerta. Lo mismo le sucede a una familia. Aquellas que no tienen a Dios por
centro, no son realmente familias. Esto es lo que intentó hacer la revolución
bolchevique en Europa. Quitar a Dios de los individuos, de las familias y de la
sociedad.