sábado, 28 de diciembre de 2019

EL JOVEN RELIGIOSO DE SAN ANTONINO – Por Monseñor de Segur. (El infierno espera a los que callan pecados mortales en la confesión)





   El sábio arzobispo de Florencia San Antonino refiere en sus escritos un hecho no menos terrible que el anterior (se refiere al terrible caso de Raymond Diocrés, 1084), y que hacia la mitad del siglo XV había asombrado a todo el Norte de Italia. Un joven de buena familia, que a los diez y seis o diez y siete años había tenido la desgracia de callar un pecado mortal en la confesión, y de comulgar en este estado, Habia ido dilatando de semana en semana y de mes en mes la penosa manifestación de sus sacrilegios, continuando, sin embargo, sus frecuentes confesiones y comuniones por un miserable respeto humano. Atormentado de remordimientos, pretendía acallarlos imponiéndose tan grandes penitencias, que le hacían pasar por un Santo.

   Pero como no lo consiguiese así tampoco, se resolvió a entrar en un convento. “Allí al menos, se decía, lo declararé todo y expiaré seriamente mis afrentosos pecados.” Más, por su desdicha, fué recibido como un Santo por los superiores, que ya le conocían de oídas, y con esto la vergüenza que sentía de aclarar sus graves pecados se sobrepuso una vez más. Dilató su confesión sincera para más adelante; redobló sus penitencias, y un año, dos años, tres años fué pasando en tan deplorable estado, sin atreverse jamás a revelar el peso horrible y vergonzoso que le abrumaba.

   Al fin una enfermedad grave vino, al parecer, a facilitarle el medio de descargar su conciencia. “Ahora voy, se dijo, a confesarlo todo de una vez; voy a hacer una confesión general antes de morir.” Pero sobreponiéndose aún entonces el amor propio al arrepentimiento, embrollo de tal manera la confesión de sus faltas, que el confesor no pudo entenderle. Quedóle todavía un vago deseo de volver sobre aquel asunto al día siguiente; pero le sobrevino un acceso de delirio, y desgraciadamente murió así.

   Los frailes, que ignoraban la horrorosa realidad, se decían unos á, otros: “Si éste no está en el cielo, ¿quién de nosotros podrá entrar allá?” Y hacían tocar a las manos del cadáver cruces, rosarios y medallas.

   El cuerpo fué llevado con cierta especie de veneración a la iglesia del monasterio, y quedó expuesto en el coro hasta la mañana del día siguiente, en que debían celebrarse sus funerales.

   Algunos momentos antes de la hora señalada para el entierro, uno de los frailes, encargado de tocar la campana, se encontró de repente cerca del altar con el difunto, rodeado de cadenas que parecían enrojecidas por el fuego, y mostrando en toda su persona ciertas señales de incandescencia.

   El pobre fraile, lleno de espanto, cayó de rodillas, fijos los ojos en la aterradora aparición; y entonces el réprobo le dijo: “No reguéis por mí: estoy en el infierno por toda la eternidad.” Y enseguida le contó la triste historia de su malhadada vergüenza y de sus sacrilegios, después de lo cual desapareció, dejando en la iglesia un olor infecto, como para atestiguar la verdad de todo lo que el fraile acababa de ver y de escuchar.

   Enterados del caso los superiores, hicieron llevar de allí el cadáver, juzgándole indigno de sepultura eclesiástica.


“EL INFIERNO”

SI LO HAY—QUE COSA SEA—COMO HUIR DE Él.

Por

MONS. DE SEGUR.


lunes, 23 de diciembre de 2019

SAN FRANCISCO DE ASÍS, PREPARA UN PESEBRE PARA EL DÍA DEL NACIMIENTO DE NUESTRO SEÑOR.





   La suprema aspiración, el más vehemente deseo y el más eficaz propósito de nuestro bienaventurado Francisco era guardar en todo y por todo el santo Evangelio y seguir e imitar con toda perfección y solícita vigilancia, con todo el cuidado y afecto de su entendimiento y fervor de su corazón los pasos y doctrinas de Jesucristo Nuestro Señor. Con asidua meditación recordaba sus divinas palabras y con sagaz penetración consideraba sus obras. Pero lo que ocupaba más de continuo su pensamiento, y tanto que apenas quería pensar en otra cosa, era la humildad de su encarnación y el amor infinito de su pasión santísima. Ciertamente es digno de piadosa y eterna memoria lo que, tres años antes de su gloriosa muerte, llevó a cabo el día de Navidad en honra de Nuestro Señor Jesucristo, en un pueblo por nombre Greccio. Moraba en aquel lugar un digno señor llamado Juan, de buena reputación y mejor vida, a quien Francisco profesaba amistad singular, porque si era en aquella tierra noble y muy honrada, despreciaba la nobleza de la carne y sólo atendía a conseguir la nobleza del espíritu.

   Quince días antes de Navidad llamóle Francisco como hacía otras veces, y le dijo: Si deseas que celebremos en Greccio la próxima fiesta del natalicio divino, adelántate y prepara con diligencia lo que voy a indicarte. Para hacer memoria con mayor naturalidad de aquel divino Niño y de las incomodidades que sufrió al ser reclinado en un pesebre y puesto sobre húmeda paja junto a un buey y un asno, quisiera hacerme de ello cargo de una manera palpable y como si lo presenciara con mis propios ojos. Oyó esto el buen hombre y apresuróse a preparar en aquel lugar todo lo que le había dado a entender a Francisco.

   Llegó por fin el día de la alegría y la hora de la satisfacción apetecida. Fueron convidados religiosos de varias partes, los hombres y mujeres del lugar, según su posibilidad, y con íntimo gozo, con luces y hachas, se dispusieron a iluminar aquella noche, que con inmensa claridad, cual astro refulgente, irradia sobre los días y los años. Llega en último lugar el siervo de Dios, y hallándolo todo a punto según lo deseara, alégrase en extremo. Dispónese luego el pesebre, acomódase la paja y se trae el buey y el asno. Hónrase allí la sencillez, se elogia la pobreza, se celebra la humildad, y Greccio se convierte en otra ciudad de Belén. Queda la noche iluminada como claro día y da placer a los hombres y a los animales. Llegan los pueblos y animan con nuevo entusiasmo y fervor aquel admirable misterio. Resuenan en el valle las voces, y los ecos responden con estremecimiento. Cantan los religiosos y entonan las divinas alabanzas y transcurre la noche en santa alegría. Contempla extático el siervo de Dios el pesebre, suspira tiernamente y se le adivina rebosante de ternura anegado en mar de celestiales goces. Celébrase el santo sacrificio de la misa junto al pesebre, y el sacerdote disfruta de inusitado consuelo.

   Viste Francisco los ornamentos sagrados propios del grado de diácono, a cuyo orden estaba elevado, y con voz conmovida entona el santo Evangelio.
Y aquella voz insinuante y dulce, clara y sonora, convida a todos a los premios eternos. Predica después al pueblo que le rodea, y de sus labios brotan dulcísimas palabras sobre el nacimiento del Rey-pobre y de la insignificante ciudad de Belén. Cuando ha de pronunciar el dulce nombre de Jesús, ardiendo en flagrantísimo amor, llámale, con sin igual ternura, el Niño de Belén; y esta palabra, a causa del estremecimiento y emoción, percíbese como tierno balido de oveja, y su boca llénase, más que con el nombre, con el dulce afecto que al pronunciarlo experimenta. Su lengua, cuando ha de nombrar al Niño de Belén o el nombre ternísimo de Jesús, muévese alrededor de los labios cual si lamiese y saborease algo dulcísimo y gustase el grato sabor de aquella divina palabra. El Altísimo multiplicó sus maravillas, pues un hombre piadoso de los que allí había contempló una admirable visión. Vió un niño exánime reclinado en el pesebre, al cual se acercó el santo varón de Dios y lo resucitó tan suavemente cual si le despertara del sopor del sueño. Tuvo esta visión particular sentido, y ciertamente muy adecuado, porque significaba que habiendo sido echado en olvido el divino Jesús y arrojado de muchos corazones, resucitó por su siervo Francisco, con el auxilio de la divina gracia, y quedó impreso en los corazones deseosos de verdad. Cesaron, por fin, los solemnes cultos, y cada cual volvió a su casa lleno de gozo y alegría.

   Conservóse la paja que se colocara en el pesebre, para remedio de los animales, por si el Señor manifestaba su misericordia en caso de necesidad. Y, en efecto, así sucedió, pues muchos animales de toda la región aquejados de diversas enfermedades, hallaron el conveniente remedio al comer de aquella paja. Aún más: muchas mujeres, al acercarse el tiempo de su laborioso parto, colocaban sobre sí de aquel heno y daban a luz con toda felicidad; y de la misma suerte, toda clase de personas aquejadas de distintos males obtuvieron con este remedio la deseada salud. Consagróse más tarde el lugar del pesebre en templo del Señor, y construyóse allí mismo un altar y se edificó una capilla en honor del beatísimo Padre Francisco, a fin de que allí donde algún tiempo habían comido su pienso de paja los animales, de allí en adelante los hombres, para la salud de su alma y de su cuerpo, comieran las carnes del Cordero sin mancilla, Jesucristo Nuestro Señor, que con suma e inefable caridad se nos dió a sí mismo, el cual vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo, Dios eternamente glorioso, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya, aleluya.

Tomás  de Celano – Vida de San Francisco de Asís – Vida primera (libro primero).

domingo, 22 de diciembre de 2019

MEDITACIONES del P. LUIS DE LA PUENTE para las fiestas de Navidad. Del nacimiento de Jesucristo nuestro Señor en el portal de Belén. (Meditación primera – Puntos I, II, III).





MEDITACIÓN PRIMERA.


PUNTO PRIMERO.


   Primeramente se ha de considerar lo que hizo el Verbo eterno encarnado en las entrañas de su Madre, cuando llegó la hora de salir de ellas.

   Ponderando lo primero, que así como no quiso anticipar el tiempo de su nacimiento, tampoco quiso dilatarle, sino nacer puntualmente cumplidos los nueve meses, para manifestarse al mundo con un entrañable deseo de comenzar su carrera con gran fervor y alegría de corazón, cumpliéndose lo que dijo David: Alegróse como gigante para correr su carrera; de lo sumo del cielo es su salida, sin parar hasta el otro extremo (Ps. XVIII, 7): porque aunque sabía cuan áspera había de ser la carrera desde su nacimiento hasta su muerte, se alegró con fortaleza para comenzarla, saliendo del vientre de la Virgen, que era su cielo, poniendo luego los pies en el lugar más vil y bajo que babia en la tierra: por lo cual debo darle gracias y suplicarle me dé luz para conocer y sentir lo que en esta su entrada pasa. O Niño más fuerte que gigante: pues como nuevo sol resplandeciente queréis salir por el oriente a correr vuestra carrera hasta el occidente de la cruz, alumbrad mí entendimiento y encended mi voluntad, para que vea y contemple vuestra salida, y ame con gran fervor las virtudes que descubrís en ella.


PUNTO SEGUNDO.

miércoles, 18 de diciembre de 2019

MEDITACIONES del P. LUIS DE LA PUENTE para las fiestas de Navidad. De la jornada de la Vírgen nuestra Señora desde Nazaret a Belén. (Meditación 2 - Punto I, II y III).








MEDITACIÓN SEGUNDA.

PUNTO PRIMERO.


   En tercer lugar, se ha de considerar la jornada de la Virgen, el modo como caminaba y las virtudes que ejercitaba con deseo de imitarla en ellas: ponderando como por ser ella pobre, el camino largo, y el tiempo del invierno riguroso, no la faltaban trabajos; pero todos los llevaba con admirable paciencia y alegría. Iba con gran modestia de sus ojos, y el corazon puesto en Dios y en él Dios que llevaba en sus entrañas, con quien tenía sus coloquios y entretenimientos como arriba se dijo: Si algún rato hablaba con su Esposo, todo era de Dios con gran dulzura; y no se cansaba, aunque iba preñada, porque el hijo no era cargoso, y la esperanza de verle presto nacido la daba grande alegría y gusto salir de Nazaret, porque con mayor quietud gozaría de su Hijo, naciendo fuera de ella. O Virgen benditísima, no es menester deciros el como a la Esposa (Cant. II, 40, 44, .42): ... Que os deis prisa a caminar, pues ya paso el invierno y cesó la lluvia, y han salido las flores del verano; porque las ganas de padecer y obedecer, os hacen caminar en el rigor del invierno, para que nazca la flor de Jesé, en quien está nuestro descanso. ¡Oh quien pudiera imitar las virtudes que en este camino ejercitasteis, acompañando vuestros pasos con espíritu, ya que no me fué concedido hacerlo con el cuerpo!


PUNTO SEGUNDO.

martes, 17 de diciembre de 2019

LAS MANITOS DE MI NIETA. María de los Ángeles Pía. En la ecografía Doppler.



LA VIDA NOS SALUDA...DESDE EL VIENTRE DE MI HIJA...

MEDITACIONES del P. LUIS DE LA PUENTE para las fiestas de Navidad. De la jornada de la Vírgen nuestra Señora desde Nazaret a Belén.



MEDITACIÓN PRIMERA.
PUNTO PRIMERO


   En primer lugar, consideraré por fundamento de las meditaciones siguientes, como el Verbo encarnado, estando en las entrañas de su Madre, quiso hacer una en rada en el mondo, la más nueva, admirable y santa que jamás hubo ni habrá; penosa para sí y provechosa para nosotros, asentando los cimientos de la perfección evangélica· que babia de predicar. De modo que, su primera entrada en el mundo, como dice San Cipriano (Serm. de Nat.), fuese dechado de nuestra primera entrada en la Religión cristiana, para que entrasen sus discípulos por donde él entró, ejercitando las virtudes que ejercitó. Y para este fin dejó todo lo que el mundo ama y busca, y buscó todo lo que el mundo aborrece y huye. Y así, para nacer dió traza como salir de Nazaret por dejar las comodidades que pudiera tener, naciendo en casa de su Madre y entre sus deudos y conocidos, a donde no le fallara el abrigo de un aposento, y brizo y algún regalo, como no le faltó al Bautista, por nacer en casa de su padre; pero todo lo dejó, mostrando cuanto aborrece los regalos de la carne, y cuan amigo es de pobreza; pues deja lo poco que tiene su pobre Madre, y como peregrino quiere nacer en Belén, en tal coyuntura que todo le fallase.

   Con este ejemplo me confundiré, por verme tan amigo de mis comodidades y regalos que, no solamente no huyo de ellos, pero con ansia los busco; y si no los hallo, me aflijo. ¡O Jesús Nazareno, Florido con flores de virtudes celestiales, que sales de Nazaret por huir las flores de los regalos terrenos! suplícote por esta salida favorezcas mi flaqueza, para que renuncie las flores y blanduras de mi carne, deseando solamente las flores de tus virtudes, con las cuales adornes mi alma, para que le dignes nacer en ella. Amen.

PUNTO SEGUNDO.

LA OBEDIENCIA DEL SÚBDITO HUMILDE A EJEMPLO DE CRISTO – Por Tomás de Kempis.





1. Cristo. Quien trata, hijo mío, de salirse de la obediencia, se priva de la gracia, y quien busca lo particular, pierde lo común.

   Quien no quiere sujetarse voluntariamente y con gusto al superior, da a entender que la carne no le obedece bien todavía, y que a menudo murmura y se le rebela.

   Si quieres, pues, subyugar tu propia carne, aprende a obedecer prontamente al superior. Porque más fácilmente se triunfa del enemigo exterior cuando el hombre interior no está debilitado por guerra intestina.

   No tiene tu alma peor enemigo ni más molesto que tú mismo cuando no vives en buena armonía con el espíritu.

   Es absolutamente necesario que concibas un desprecio sincero de ti mismo, si deseas triunfar de la carne y de la sangre. Como todavía te amas con amor desordenado y excesivo, temes abandonarte del todo a la voluntad de otros.

   2. Pero ¿es mucho que tú, polvo y nada, te sometas por Dios a los hombres, cuando yo, altísimo y omnipotente, que lo hice todo de la nada, por ti me sometí humildemente a los hombres?

   Yo me humillé y anonadé más que ningún hombre, para que tú vencieras con mi humildad tu soberbia.

   Aprende a obedecer, polvo. Tierra y lodo, aprende a humillarte y dejar que pasen todos sobre ti. Aprende a quebrantar tu voluntad y sujetarte en, todo.

   3. Enójate contra ti, y no permitas que en ti viva la soberbia; antes muéstrate tan pequeño y sumiso que puedan todos pasar sobre ti y hollarte como el lodo de la calle.

   ¿De qué podrás quejarte, hombre vacío? ¿Qué puedes responder, inmundo pecador, a los que te reprochan tus faltas; tú que tantas veces ofendiste a Dios y mereciste el infierno?

   Más te perdonó mi providencia porque era tu alma preciosa a mis ojos, y para que reconocieras mi amor y vivieras eternamente agradecido a mis beneficios; para que continuamente practicaras la verdadera humildad y obediencia, y sufrieras los desprecios con paciencia.


“LA IMITACIÓN DE CRISTO”

viernes, 6 de diciembre de 2019

ENEMIGO DE LA FAMILIA “EL COMUNISMO”.





El comunismo tal vez es el proceso revolucionario que más directamente ha dañado a la familia ya que sus principios o máximas han sido condenados por la Iglesia Católica a través de sus representantes en la tierra.


Introducción.

   Antes que nada, me podrían decir: “pero qué importancia tiene este tema si ya el comunismo ha desaparecido en toda la anteriormente llamada: Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) y ha dejado de ser una corriente política para el mundo, desapareciendo también los partidos comunistas, en casi todos los países del orbe. Solamente en algunas naciones con gobierno comunista, fuera del “Soviet” Ruso, se ha mantenido este régimen de gobierno: China Nacionalista, Corea del Norte, Vietnam de Norte, Cuba, Venezuela y Nicaragua, asi como algunos otros países más pequeños, en  Asia y Africa. Pero ha disminuido claramente su penetrancia (su aplicación de la doctrina socialista a la sociedad. por parte de los directivos comunistas, en cada país). “También es conveniente señalar que la política extensionista ha desaparecido en todos estos gobiernos.”

   Así es que, a pesar de lo señalado anteriormente, este tema es muy importante pues fue un paso esencial en el proceso destructivo de la familia católica. El comunismo es tal vez el proceso revolucionario que más directamente ha dañado a la familia, ya que sus principios o máximas (el ateísmo de estado, la igualdad de clases sociales –todos igual de pobres– y la supresión de las libertades particulares –propiedad privada, libertad del culto católico y propiedades, como donde vivir o cuantos hijos tener–) han sido condenadas por la Iglesia Católica a través de sus representantes en la tierra. Tres Papas anteriores, han refutado cada una de estas máximas solas o en su conjunto. Estos tres Papas, en el siglo XIX y principios del XX, –Pío IX, León XIII y Pío XI han escrito sendas encíclicas al respecto (referencias 1, 2 y 3). 1 Pío IX. Encíclica Quanta cura, 8 de diciembre de 1864. 2 León Xlll. Encíclica Quod Apostolici Muneris 28 de diciembre de 1878. 3 Pío XI. Encíclica Cuadragésimo Anno 15 de mayo de 1931.

   Ellos condenan explícitamente al comunismo. Pío IX le llama falsa y perversa doctrina, doctrina pestilente (Quanta cura) y Pío XI dice: “Católico y socialista son términos antitéticos... nadie puede ser buen católico y verdadero socialista”.

   Recordemos aquella máxima de Marx en su libro “El capitalismo”; “la religión es el opio de los pueblos”. Y entenderemos por qué Pío XII consideraba al comunismo como “intrínsecamente perverso” *Pío XII. Alocución a la juventud italiana. Ciudad del Vaticano. 1953

El proceso destructivo en Europa y la expansión del comunismo.

   El comunismo encuentra sus raíces en los abusos del capitalismo. El mundo liberal y capitalista del siglo XIX destrozó la antigua cristiandad. El liberalismo desmanteló las estructuras históricas de la sociedad europea. Tomando como ejemplo lo que le sucedió al obrero de esa sociedad europea en la edad media podemos entender mejor lo que sucedió en el resto de las personas que integran una familia. Aquí les mostramos el proceso:

   –Los obreros perdieron todos sus derechos, salvo uno: el derecho de vender su trabajo al mejor postor. Con esto, el hombre perdió todo sentido de responsabilidad para con la sociedad dentro de la cual vivía. Si valía solamente en términos de la fuerza de sus brazos, él no era responsable por lo que pasaba dentro de un mundo que ya había dejado de ser suyo. El hombre se redujo a ser un trabajador para una sociedad dentro de la cual no figuraba ni como participante ni como miembro. Desarraigado de la comunidad, el hombre perdió su sentido de patria. No se sentía leal a aquello que no le era leal a él. Junto con la responsabilidad desapareció también la seguridad. El trabajador industrial servía hasta que su salud y sus fuerzas se debilitasen. Al ocurrir esto, dejaba de ser útil para la fábrica y sus dueños. Puesto que su sueldo solía ser lo mínimo que su patrón podía pagarle, generalmente el trabajador no podía ahorrar nada para los años de su vejez. Se apoderaba de las masas industrializadas un sentido angustioso de inseguridad. Sus antiguos gremios habían desaparecido con la aniquilación de una economía basada en la artesanía. Pues todavía no habían aparecido los sindicatos modernos, el trabajador sentíase totalmente aislado, solo, sin ningún remedio para la incertidumbre de su vida. Aunque el campo todavía retenía hasta cierto punto su antigua independencia, ésta se había perdido en la ciudad.

   Por lo tanto, la destrucción externa de la sociedad tradicional produjo una destrucción interior. Los antiguos valores, tanto los humanos como los espirituales, no habían perdido su verdad, pero sí habían perdido su eficacia.

   ¿Dónde estaban estos valores? En gran parte, la Iglesia no actuaba con bastante prisa para contrarrestar o corregir los cambios producidos por el nacimiento de la gran ciudad industrial. A menudo los obreros estaban sin parroquias y sin sacerdotes, sobre todo en Francia y en Alemania. La falta de justicia y de caridad dentro del torbellino industrial, hizo que la fe desapareciera poco a poco dentro de las conciencias de los desposeídos. Esto produjo un vacío espiritual en el corazón del siglo del materialismo. Ya hemos visto que los apóstoles del liberalismo pregonaban una filosofía cuyo primer principio era la búsqueda de la riqueza y cuyo único deber era el cumplimiento de la palabra sobre los contratos entre las empresas y los obreros. El mundo se marchitaba hasta resultar materialista y nada más materialista. La nueva prosperidad de la burguesía disfrazaba un abismo espiritual y se apoyaba en la injusticia y la pobreza de los demás. Europa se descompuso no solamente desde fuera, en las instituciones de la sociedad, sino también desde dentro del corazón, del alma humana.

   El comunismo trataba de llenar este vacío. Pero hay que recordar que el vacío liberal fue el que engendró el comunismo como hijo suyo. El comunismo es el producto más típico y más importante del liberalismo. El caos de la sociedad no tenía sentido en términos cristianos, a menos que lo tuviera en términos del pecado. Pero este caos sí tenía sentido, y resultó perfectamente racional, dentro del pensamiento comunista.

¿Y el comunismo cómo destruye a la familia?

   Comentamos antes que este enemigo de la familia es el que más directamente la ha dañado. Utilizando las siguientes estrategias se afectó en forma importante a las familias, desquiciándolas.

1.- EL ATEÍSMO DEL ESTADO

   En primer lugar es una estrategia directa del comunismo, la de convertir a las sociedades en ateas, o sea, el ataque directo contra Dios. Esto en sí mismo, es muy grave y es con mucho, la principal arma contra las familias. Una sociedad sin Dios es una sociedad muerta. Lo mismo le sucede a una familia. Aquellas que no tienen a Dios por centro, no son realmente familias. Esto es lo que intentó hacer la revolución bolchevique en Europa. Quitar a Dios de los individuos, de las familias y de la sociedad.

jueves, 5 de diciembre de 2019

“DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN” – Por el Cardenal Carlos Salotti (de la vida de San José Cafasso)






   Quien ama a Dios en la persona de Jesús, ama también a esa mujer bella y pura que en los designios del Eterno fué escogida para ser madre del Verbo y para participar en el misterio de la redención del género humano. María es un nombre muy amado de la cristiandad. Desde el niño que en los vagidos de la cuna comienza a balbucirlo, hasta el anciano que en el lecho de muerte, invoca confiado su protección, todos los creyentes rodean de ternísimo afecto a la Virgen Nazarena. En su honor se canta el himno secular que vibran todas las notas de ternura, piedad, devoción y gratitud que Ella ha sabido merecerse cumpliendo con soberana generosidad su oficio de madre. Los santos no han podido separar el amor de Dios del amor de María; son como dos notas de una misma arpa, armonizadas en un ritmo que absorbe y junta en un afecto único todas las potencias del espíritu.

   San José Cafasso decía que para manifestar la devoción a la Santísima Virgen es necesario: “Tener siempre presente a María Santísima como el pensamiento y la vista más dulce y consoladora en esta mísera tierra, sentir y hablar de Ella con gusto y satisfacción, amarla tiernamente como el objeto más caro a nuestro corazón, después de Dios, poner en Ella ilimitada confianza en todas las contingencias de la vida, y finalmente, mostrarle nuestra devoción con las prácticas y ejercicios que más la agradan”. Estos caracteres con los cuales se manifiesta en los santos el amor a María, brillaron con magnífica luz en la persona de Don Cafasso, el cual, al honrar y venerar a la madre de Dios y de los hombres, alcanzó esa ternura y fervor que admiramos en los grandes héroes de la Iglesia.

   En efecto, nuestro Santo tuvo siempre en María su pensamiento y su corazón. Profería con respeto su nombre, invocaba sus favores, celebraba con amor sus fiestas, y de Ella obtenía consuelo y fortaleza en las dificultades de la vida. Y como el amor, cuanto más intenso, tanto más sale del corazón y se manifiesta en las palabras, así Don Cafasso no podía menos de hablar continuamente de su buena madre celestial. Desde la cátedra, el púlpito y el confesonario discurría a menudo de la Santísima Virgen con acentos que tocaban el alma y llenaban de devoción. No dejaba escapar ocasión para sugerir pequeños sacrificios y mortificaciones en su honor. La saludaba como a la más tierna de las madres, la compañera, la confidente del sacerdote en las fatigas del apostolado. Por eso, escribía y enseñaba: “El sacerdote que es devoto suyo y que, como otro Jesús le está sujeto, cariñoso y sumiso, no se aleja mucho del divino modelo; vive con ella; con ella conversa y se familiariza; le descubre sus secretos, sus penas y sus consuelos; divide con Ella sus temores y sus esperanzas, con Ella concierta sus empresas y por Ella soporta las fatigas”.

   Y así como hubiera querido tener mil lenguas para ensalzarla, hubiera deseado tener mil corazones para amarla. Después de Dios, la Virgen era el principal objeto de su amor. Amar es imitar. En verdad el Santo se preocupó siempre por imitar las virtudes más gratas a María; el recogimiento interno, la humildad, la modestia, y sobre todo, la pureza virginal, por la que parecía más un ángel que un hombre. Y de esta pureza inmaculada obtenía la inspiración para despertar en los pecadores horror al pecado. Del amor nace la confianza íntima e ilimitada que anima a pedir sin temor de ser desatendido; Don Cafasso, en efecto, señalaba a María como remedio de todos los males y bálsamo de todos los sufrimientos; invitaba por esto a confiar, en la protección de la que, por ser la criatura más grande del paraíso y por haber sido constituida Reina del cielo y de la tierra, no dejaba de asistir a los que a Ella recurren con amor y confianza. La protección más eficaz que él aconsejaba a los fieles para sostenerse en las luchas y adversidades era precisamente el amor y la confianza en el poderoso instrumento de la misericordia divina.

   Su amor a Nuestra Señora se manifestaba claramente en las prácticas devotas que sabía le eran más gratas: recitar todos los días el Rosario y la Corona de la Inmaculada; llevar el escapulario azul de la Inmaculada y el del Carmen; honrar en su capilla privada una imagen con el Niño en los brazos; rendirle honores especiales en el bello mes de las flores a Ella consagrado; celebrar magníficas fiestas para agradecer la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción; inculcar especiales actos de mortificación en honor de María; eran estas las principales prácticas con que la veneraba, deseando al mismo tiempo que fuera amada y venerada por todos.

   El sábado se lo dedicaba todo entero. Rendía especial homenaje a la buena madre en tal día, con oraciones y ayunos, y le pedía como insigne favor la gracia de morir un sábado y de ser asistido por Ella en los últimos momentos de la vida. En el ejercicio de la buena muerte, compuesto por él mismo, y en las oraciones que rezaba cada día de Ja semana, junto con la visita al Santísimo Sacramento, se leen aspiraciones verdaderamente dignas de un santo. Con el pensamiento ocupado en la meditación de la última hora, pedía a su tierna madre la gracia inefable de verla aparecer en el lecho de muerte para consolarse con su asistencia y con su ayuda, “¡Oh! no me faltéis en esta hora, le decía, ya que en Vos he puesto toda mi esperanza; y para que me concedáis este favor, mis lágrimas, gemidos, suspiros y angustias de esa hora sean otras tantas voces que os llamen del cielo a visitarme”.

   El alma de Don Cafasso se sentía fuertemente atraída hacia la Consolata, la Virgen que siempre ha protegido la ciudad de Turín, velando amorosa por sus destinos. En el santuario a Ella dedicado, palpita el corazón de todos los piamonteses, que desde los Alpes cubiertos de nieve y desde los valles ubérrimos donde ondean las mieses, corren a invocar el patrocinio de la hermosa Madonna. Todos los sábados iba el Santo a saludarla a su santuario; allá iba también a celebrar la Misa por los enfermos; y a los atribulados que venían a él, les aconsejaba poner sus cuidados y contar sus cuitas ante el altar de la Virgen. Tal devoción a la celestial patrona era un reflejo del amor a Dios hasta cuyo trono hacía llegar, por medio de María, el cántico de sus plegarias y el homenaje de su reconocimiento.


DE LA VIDA DE “SAN JOSÉ CAFASSO” año 1948.

lunes, 2 de diciembre de 2019

“SANTA TERESA DE JESÚS Y LA PERFECCIÓN ESPIRITUAL” Exposición del R.P. Osvaldo Lira Pérez. “SEMANA TOMISTA”.





 “SANTA TERESA DE JESÚS Y LA PERFECCIÓN ESPIRITUAL” Exposición del R.P. Osvaldo Lira Pérez. “SEMANA TOMISTA”. El Padre pertenecía a la SS.CC. Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y de María y de la Adoración Perpetua del Santísimo Sacramento del Altar. Murió en 1996. Era un gran tomista, teólogo y filósofo chileno. En esta exposición trata sobre la íntima relación que hubo entre la gran “SANTA TERESA DE JESÚS” y la “ORDEN DE LOS DOMINICOS”


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“LA EUCARISTÍA” Exposición del R.P. Osvaldo Lira Pérez. Pronunciada en 1983 en la Pontificia Universidad Católica de Chile





 “LA EUCARISTÍA” Exposición del R.P. Osvaldo Lira Pérez. Pronunciada en 1983 en la Pontificia Universidad Católica de Chile en el ciclo de foros “El hombre y Dios”. El Padre pertenecía a la SS.CC. Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y de María y de la Adoración Perpetua del Santísimo Sacramento del Altar. Murió en 1996. Era un gran tomista, teólogo y filósofo chileno.

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