lunes, 22 de julio de 2024

Grandeza contra mezquindad, del Caballero Cristiano – Por Manuel García Morente.

 



   De esa condición primaria del caballero, paladín de su propio ideal, derívanse un cierto número de preferencias más concretas, que vamos a enumerar rápidamente. En primer lugar, la preferencia de la grandeza sobre la mezquindad. Pero ¿qué es la grandeza y qué es la mezquindad? Grandeza es el sentimiento de la personal valía; es el acto por el cual damos un valor superior a lo que somos sobre lo que tenemos. Mezquindad es justo lo contrario, esto es, el acto por el cual preferimos lo que tenemos a lo que somos. El caballero cristiano cultiva la grandeza, porque desprecia las cosas incluso las suyas, las que él posee. Pone siempre su ser por encima de su haber. Se confiere a sí mismo un valor infinito y eterno. En cambio, no concede valor ninguno a las cosas que tiene. Vale uno por lo que es y no por lo que posse. Don Quijote lo afirma: “Dondequiera que yo esté, allí está la cabecera.”

 

   Antes, pues, consentirá el caballero cristiano sufrir toda clase de penurias y de pobrezas y verse privado de toda cosa, que rebajar su ser con el gesto vil, innoble, de la mezquindad, que es adulación a las cosas materiales. El adulador atribuye falsamente al adulado valores y modalidades que éste no tiene; de igual modo el mezquino supone falsamente en las cosas materiales valores que éstas no poseen. El caballero cristiano no adula ni a las personas ni a las cosas. Su grandeza le protege de cualquier mezquindad. Prefiere padecer toda escasez y sufrir trabajos que doblegar la conciencia que de sí mismo tiene.

 

   Esta preferencia por lo grande sobre lo mezquino, documentaríase fácilmente en mil hechos de la historia española, en innumerables productos del arte y de la vida españoles. El Escorial, por ejemplo, es la ilustración en piedra de esa preferencia; es pura grandeza pobre. La sobriedad de las formas personales y estéticas —a veces rayana en austeridad y aun en tosquedad— impresiona a todo el que se acerca a la vida española; y no es sino un derivado inmediato de esa preferencia esencial de lo grande a lo mezquino. La generosidad, a veces loca, del español; el desprecio impresionante con que trata las cosas materiales; la sencillez sublime con que se despoja de todo; la disposición tranquila al sacrificio de todo bien material; he aquí algunas de las consecuencias prácticas de esa condición hispánica que hemos llamado grandeza. El alma española no puede nunca conceder a lo material más valor que el de un simple medio para realzar y engarzar el valor supremo de la persona.

 

“IDEA DE LA HISPANIDAD”


domingo, 16 de junio de 2024

Arrojo contra timidez del Caballero Cristiano – Por Manuel García Morente.


 


   Otra consecuencia del “ser” caballeresco es la preferencia del arrojo a la timidez o de la valentía al apocamiento. El caballero cristiano es esencialmente valeroso, intrépido. No siente miedo más que ante Dios y ante sí mismo. Pero ¿qué sentido tiene esta valentía? O dicho de otro modo: ¿por qué no conoce el miedo el caballero cristiano?

 

   Lo característico, a mi juicio, de la intrepidez hispánica es, en términos generales, su carácter espiritualista o ideológico, o también podríamos decir religioso. En efecto, se puede ser valiente —o por lo menos dar la impresión de la valentía— de dos maneras: por una especie de embotamiento del cuerpo y de la conciencia al dolor físico, o por un predominio decisivo de ciertas convicciones ideales. En el primer caso situaríamos la valentía de los primitivos, de los hombres toscos, rudos, endurecidos, encallecidos física y psíquicamente; es una valentía hecha en su mayor parte de inconsciencia y de anestesia fisiológica; es una propiedad —¿cualidad o defecto?— de la raza, de la fisiología, de la constitución somática. En el segundo caso situaríamos la valentía de los que van a la lucha y a la muerte sostenidos por una idea, una convicción, la adhesión a una causa. Éstos saben bien lo que sacrifican; pero saben también por qué lo sacrifican. Tipo supremo: los mártires. Sin duda alguna, este segundo modo de la valentía es la que merece más propiamente el nombre de humana. La primera es animal; está en relación con el sexo, con la fisiología, con la anatomía, con la especie o la variedad biológica. La segunda, la humana, es superior a esas limitaciones o condicionalidades “naturales”; es superior al sexo, a la edad, a la efectividad fisiológica y anatómica. Depende exclusivamente del poder que la idea —la convicción— ejerza sobre la voluntad —la resolución.

 

   Ahora bien; una de las características esenciales del caballero cristiano —y, por consiguiente, del alma hispánica— es la tenacidad y eficacia de las convicciones. Precisamente porque el caballero no toma sus normas fuera, sino dentro de sí mismo, en su propia conciencia individual, son esas normas acicates eficacísimos y tenaces, es decir, capaces de levantar el corazón por encima de todo obstáculo. La valentía del caballero cristiano deriva de la profundidad de sus convicciones y de la superioridad inquebrantable en su propia esencia y valía. De nadie espera y de nadie teme nada el caballero, que cifra toda su vida en Dios y en sí mismo, es decir, en su propio esfuerzo personal. Escaso y escueto, o abundante y rico en matices, el ideario del caballero tiene la suprema virtud de ser suyo, de ser auténtico, de estar íntimamente incorporado a la personalidad propia. Por eso es eficaz, ejecutivo y sustentador de la intrépida acción. El caballero no conoce la indecisión, la vacilación típica del hombre moderno, cuya ideología, hecha de lecturas atropelladas, de seudocultura verbal, no tiene ni arraigo ni orientación fija. El hombre moderno anda por la vida como náufrago; va buscando asidero de leño en leño, de teoría en teoría. Pero como en ninguna de esas teorías cree de veras, resulta siempre víctima de la última ilusión y traidor a la penúltima. El caballero, en cambio, cree en lo que piensa y piensa en lo que cree. Su vida avanza con rumbo fijo, neto y claro, sostenida por una tranquila certidumbre y seguridad, por un ánimo impávido y sereno, que ni el evidente e inminente fracaso es capaz de quebrantar.

 

   Esa seguridad en sí mismo del caballero cristiano es, por una parte, sumisión al destino, y por otra parte, desprecio de la muerte. Ahora bien; la sumisión del caballero a su destino no debe entenderse como fatalismo. Ni su desprecio de la muerte como abatimiento. (…) Se debe observar que esa sumisión al destino no se basa en una idea fatalista o determinista del universo, sino que, por el contrario, se funda en la idea opuesta, en la idea de que el destino personal es obra personal, es decir, congruente con el ser o esencia de la persona, que “hace” su propio destino. Cada caballero se forja su propia vida; pero no una vida cualquiera, sino la que está en lo profundo dé su voluntad, es decir, de su índole personal. Y de su congruencia entre lo que cada cual es y lo que cada cual hace, o entre la índole personal y los hechos de la vida, responde en el fondo la Providencia, Dios eterno, juez universal e infinitamente justo. La fe tranquila, sin nubes, del caballero cristiano es el fundamento de su tranquila y serena sumisión a la voluntad de Dios.

 

   El desprecio a la muerte tampoco procede ni de fatalismo ni de abatimiento o embotamiento fisiológico, sino de firme convicción religiosa; según la cual el caballero cristiano considera la breve vida del mundo como efímero y deleznable tránsito a la vida eterna. ¿Cómo va a conceder valor a la vida terrenal quien, por el contrario, percibe en ella un lugar de esfuerzo, un seno de penitencia, un valle de lágrimas, hecho sólo para prueba de la santificación creciente? Así la fe religiosa del caballero cristiano, compenetrada estrechamente con su personal fe y confianza en sí mismo, es la que sirve de base a la virtud de la valentía o del arrojo.

 

“IDEA DE LA HISPANIDAD”


sábado, 8 de junio de 2024

¡Liberalismo y Absolutismo! Son lo mismo, (analogía entre el gobierno de la familia y del Estado) – Por el Pbro. Félix Sardá y Salvany.


 



   Nota de Nicky Pío: En esta obrita “LIBERALISMO CASERO” cuyo fragmento transcribo, el autor hace una brillante analogía entre el “Gobierno de la familia” y el “Gobierno del estado”. Cuando preparaba el material para publicarlo, no podía dejar de pensar en nuestros gobernantes, la claridad de este autor ya conocido por su monumental obra “EL LIBERALISMO ES PECADO” pone en esta obrita una doble enseñanza, tanto para el que quiere gobernar cristianamente a su familia, cómo para el que quiere gobernar cristianamente su Patria. La obrita está a manera de dialogo. No se pierdan esta lectura, la recomiendo encarecidamente…

 

   Gran verdad dejáis asentada en el capítulo anterior, cuando decís que en muchas casas a la moderna, el padre ha dejado de ser el jefe verdadero de ella, reduciéndose todo su papel a mera presidencia honoraria o ha reinado de rey constitucional. Sin embargo, juzgo que no andáis tan exacto, cuando afirmáis que ése es achaque general de las casas del día. En muchas, no lo dudéis, se manda todavía duro y recio como en el antiguo régimen. A ésas no las podréis ciertamente acusar vos de vicio de Liberalismo:

   —Más que a las otras tal vez, según sea por ese modo duro y recio de gobernar a que estáis aludiendo.

   —Pues no os comprendo, a fe.

   —No se me hace extraño, porque en esta materia andan más que en otra alguna, en miserable confusión las ideas, aun entre personas que como vos presumen, y no sin razón, de más que medianamente ilustradas.

   —Gracias por el obsequio, pero explicaos de una vez.

   —Todo el toque de la explicación o clave del enigma está en tener noción exacta (cristianamente hablando, que es como debemos hablar siempre los cristianos), de lo que se entiende o entenderse debe por gobernar. Para el vulgo de las gentes, y son aquí vulgo muchas que ciertamente no se lo figuran, gobernar es sencillamente imponer uno a muchos su propia voluntad, y creen se es tanto más liberal cuanto por más flojitos o suavizados procedimientos se verifica tal imposición, y que se es tanto menos liberal cuanto más a palo limpio se verifica. ¿No es verdad que así suele entenderse por el común de los mortales la diferencia entre Liberalismo y absolutismo?

   —Sí, en efecto.

   —Pues hay en eso grosera equivocación.

   No son verdaderos opuestos entre sí ¡Liberalismo y absolutismo! Al revés, un consecuente liberal suele resultar casi siempre un perfecto absolutista, y el más brutal absolutista no es al fin y al cabo más que un perfecto liberal.

   —Aquí sí que os pierdo la pista.

   —Voy a poneros en ella en un santiamén.

   Liberal es todo aquel que ha erigido en criterio y norma de gobierno su propia razón y voluntad, con independencia más o menos franca de la razón y voluntad divinas.

   ¿Comprendéis eso?

   —Paréceme que sí.

   —Por lo mismo comprenderéis también que esa manera de gobernar por criterio y razón propia sin sujeción alguna a la divina ley, lo mismo puede darse en una república democrática, que en una monarquía templada o en otra absoluta, si el rey o el presidente o la asamblea han erigido en principio que pueden legislar y por ende gobernar según a ellos se les antoje, sin limitación alguna por parte de otro poder superior del cual deban en todo reconocerse súbditos.

   —También eso comprendo.

   —Tenemos, pues, que no está el Liberalismo en que se gobierne con corona real o imperial, o con gorro frigio, o con sombrero de copa; ni en que dicte leyes una asamblea libre, o las dicte un príncipe más o menos asesorado o sin asesorar; sino en que tales príncipe o asamblea o caballero particular dejen de reconocer sobre sí el poder divino del cual son simples mandatarios, y sobre su ley humana otra ley eterna y revelada de la que deben ser mera traducción y aplicación las humanas legislaciones, y sobre su jurisdicción y temporal señorío otra jurisdicción y señorío sobrenaturales a quien deben rendir obediencia y de quien reconocerse a su vez  humildes vasallos. Dejar de reconocer eso, es ser liberal, sea cualquiera la forma de gobierno en que eso suceda. Reconocer tal divina jurisdicción y someterse a tal vasallaje, y a tenor de él gobernar en nombre de Dios a los hombres, es no ser liberal, es ser autoridad genuinamente cristiana.

   —Ciertamente. Lo veo claro.

   —Apliquémoslo ahora a lo que estamos tratando, o sea al gobierno de la familia. Además de los infelices padres calzonazos que no gobiernan en ella ni bien ni mal, porque han abdicado en sus súbditos este empleo, hay los otros que tomándolo en diverso sentido presumen de ser en casa el único rey, o mejor el único dios, para que a su querer se dobleguen todos sin más razón que la de ser querer suyo. Falsos padres o mejor...

   —¿Tiranos verdaderos, querréis decir?

   —Habéis acertado la palabra y completado la frase. Tiranos, que aman mucho, muchísimo la libertad, para monopolizarla toda en su provecho, y en daño y opresión de los demás. Tiranos, que erigen en cetro el palo, y en razón el capricho, y en ley de gobierno el todo el mundo boca abajo, por la sola fuerza de su voluntad despótica. Tiranos, que no merecen ser llamados padres de familia, sino cómitres de galeotes o capataces de esclavos, que no comprenden ni estiman para nada la nobleza de la obediencia y respeto filial, sino los terrores y vil abyección de la servidumbre. ¿Habéis conocido padres, digo mal, fieras domésticas de este jaez?

   —A docenas.

   —Pues yo también, y a todos he calificado de casos fulminantes de Liberalismo de la peor especie, liberalismo que, como en el de los Estados, consiste en declararse el padre libre y emancipado del freno de la ley de Dios, para más a sus anchas y con mayor libertad explotar y oprimir a sus infelices subordinados.

   —Sí, tenéis razón, muchísima razón.

   —Pues bien. Ni el miserable cobarde que se resigna a llevar sobre sí la imposición de cualquier antojo de su familia, ni el fiero dictador que como yugo de bestias quiere que aguante ella su propia imposición, nos ofrecen el verdadero ideal del jefe de familia según Dios, única autoridad legítima del hogar doméstico; del padre, en una palabra, digno de este nombre y con carácter y procedimientos de tal. Es, sí, todo eso, es verdadero padre cristiano, el que entiende que para mandar bien a los otros es preciso hacerse antes ejemplo vivo de la más exacta obediencia a la divina ley, como que gobernar no es en definitiva más que cumplirla el gobernante y hacerla cumplir a los gobernados. ¿No os parece sencilla esta fórmula?

   —Y clara y transparente como el agua…

   —A pesar de lo cual anda el mundo fatigándose en elaborar prolijas y penosas teorías de gobierno, que nacen y mueren en un día; cuando tan a mano tiene la tan sencilla y casera que os acabo de indicar.

 

“LIBERALISMO CASERO”

(Año 1897)


martes, 21 de mayo de 2024

Supervivencia del plan judío – Por Alberto Ezcurra Medrano.

 



 

 

   Que los judíos, a pesar de las persecuciones medievales, no abandonaron el ideal talmúdico de dominación universal, lo prueban, aparte de los hechos, numerosos testimonios de fuente israelita.

 

   Isaac Abravanel, estadista y filósofo judío del siglo XII, anuncia en sus comentarios sobre Jeremías: “Cuando llegará el Mesías, el hijo de David, matará a todos los enemigos. Todos los pueblos vendrán entonces al monte del Señor y quedarán sometidos a los israelitas” (Isaac Abravanel, “Comentarios sobre Jeremías”, cap. XXX.)

 

   Juan Reuchlin, célebre humanista del siglo XIV, profundo conocedor de las disciplinas talmúdicas, en las que fue iniciado por el judío Obadías de Sfomo, escribía lo siguiente: “Los judíos esperan con impaciencia el ruido de armas, las guerras y las ruinas de los reinos. Su esperanza consiste en un triunfo semejante al de Moisés sobre los Cananeos, que será el preludio de un glorioso retorno a Jerusalén, restaurada en su antiguo esplendor”.

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   “Esas ideas son el alma de los comentarios rabínicos sobre los profetas. Y así, en todos los tiempos, los israelitas están preparados para este acontecimiento, término supremo de las aspiraciones de la raza judía” (Cit. por Delassus, “La Conjuration Antichretienne”, T. II, pág. 690/91).

 

   El rabino convertido Drach, afirma en su obra “L’Eglise et la Synagogue”: “Según la doctrina enseñada por los maestros de Israel, el Mesías debe ser un gran conquistador, que someterá las naciones a la esclavitud de los judíos. Estos retomarán la Tierra Santa, triunfantes y cargados de las riquezas que habrán arrebatado a los infieles. Entonces todos los pueblos estarán sujetos a los judíos y a éstos pertenecerán los bienes y el poder de los vencidos. Es por un saludo a ese mismo triunfador y por la esperanza de los bienes que debe procurar a su pueblo, como los rabinos terminan de ordinario sus discursos”. (Cit. por Delassus, Ob. cit. T. II, pág. 698.)

 

   Todo esto no pertenece al pasado. En nuestros días, por el contrario, los judíos parecen presentir cercano el triunfo y hablan de él sin eufemismos, aunque luego protesten cuando los cristianos se los hechan en cara. “Salimos de una noche larga y obscura, llena de terrores ––dice Alfred Nossig–– Ante nuestras miradas se extiende un panorama de dimensiones gigantescas, el globo terráqueo. Allí nos lleva nuestro camino. Divisamos aún sobre nuestras cabezas grandes nubes de tormenta. Centenares de los nuestros pagan todavía con la vida su fidelidad a nuestro pacto. ¡Pero ya suena la aurora de nuestro día, el nuestro!”. (Alfred Nossig, “Intégrales judentum" (1922), pág. 21.)

 

   “La unidad del género humano se efectuará por la unidad religiosa ––dice otro judío contemporáneo, Isidoro Loeb –– Las naciones se reunirán para llevar sus ofrendas al pueblo de Dios. Toda la fortuna de las naciones pasará al pueblo judío, el fruto de los graneros de Egipto, los ahorros de Etiopía, le pertenecerán; marcharán ellos en cadena detrás del pueblo judío, como si fuesen cautivos, y se prosternarán delante de él” (Isidore Loeb, “La littérature des pauvres dans la Bible” (1892, págs. 218/19.)

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   Pero ese ideal continúa siendo activo y no meramente contemplativo. Continúa requiriendo, lo mismo ahora que hace quince siglos, un plan de acción y una autoridad que lo ejecute.

 

   “En casi todos los grandes cambios de las ideas –– dice “L’Universe Israelite”–– se descubre una acción judía, sea ruidosa y visible, sea sorda u oculta. De ese modo, la historia judía se extiende a lo largo de la historia universal y la penetra por mil tramas’’ (“L'Universe Israelite”, 26 de julio de 1907, pág. 585.)

 

   “Como único pueblo cosmopolita en el mundo ––dice otro de sus periódicos–– los judíos están obligados a actuar, y actúan como un disolvente de toda distinción de nacionalidad o de raza. El ideal supremo del Judaísmo no es que los judíos se reúnan un día con un fin separatista, sino que el mundo entero quede impregnado de la enseñanza judía, y que una Fraternidad Universal de las Naciones, un judaísmo agrandado, absorba todas las razas y todas las religiones”. (“The Jewish World”, 9 de febrero de 1883.)

 

   En el mismo sentido se expresa el rabino Loeb, en una reunión de judíos ortodoxos, el 24 de enero de 1912. “Vivimos en un estado cristiano, lo que es incompatible con los intereses del Judaísmo; el estado cristiano, por tanto, tiene que ser suprimido”. (Cit. por Stauf von der March, “Die Juden im Urteil der Zeiten” 1921 pag. 117.)

 

   El Estado cristiano “tiene” que ser suprimido; los judíos “están obligados a actuar y actúan”; su acción “se extiende a lo largo de la historia universal”. Ellos mismos lo dicen. Y todo ello supone un plan y autoridad. ¿Pero no se extinguió esa autoridad ––y con ella el plan–– en el siglo XI, con la muerte del Exilarca Ezequías?

 

   Basta la lógica para demostrar lo contrario. De ella hace uso abundante Copin Albancelli, cuando razona de la siguiente forma: “Concluir que no existe gobierno nacional judío porque no se lo ve, es un absurdo. El gobierno nacional judío puede ser un gobierno oculto, como el de la Masonería. Los que detentan el gobierno masónico lo ocultan, porque tienen interés en ello; los que detentan el gobierno judío pueden hacer lo mismo.”

 

   “En lugar de declarar a priori que no existe un gobierno nacional judío, habría que averiguar si ese gobierno existe o no; esto solo es lógico.”

 

   “Luego, examinando las cosas de una manera positiva, apoyando nuestro examen sobre hechos, debemos concluir en la existencia del gobierno nacional judío, por el solo hecho de que la raza judía ha conservado su culto, su ideal religioso y nacional, así como la comunidad de intereses entre sus hijos, no obstante siglos pasados en dispersión.”

 

   “Si reflexionamos al respecto como conviene, nos diremos: Hay comunidad de ideal patriótico y comunidad de intereses entre los hombres, solo donde hay una organización, es decir, un gobierno: la comunidad de ideal y la comunidad de intereses existen entre los judíos; luego, una organización nacional, es decir, un gobierno judío, existe también”.  (Copin Albancelli, “La conjration juive contre le monde chretien” (1909), págs. 324/25.)

 

   Cabría aquí la pregunta de por qué hubieron de darse los judíos un gobierno secreto. A ello responde así Copin Albancelli: “De ninguna manera debe sorprendernos esto. Por el contrario, deberíamos sorprendernos de que así no fuera; y esto, por la siguiente razón, muy simple: Las condiciones de existencia del pueblo judío han sido, después de la dispersión, absolutamente especiales; por consiguiente, el gobierno de ese pueblo ha debido ser, también, especial. ¿Y cuál podría ser ese gobierno? Lógicamente, y en virtud de las condiciones de existencia, no podría ser otro que el gobierno secreto. Tal es el razonamiento verdaderamente positivo.”

 

   “Pueblo eternamente invasor, pero en condiciones tales que en ninguna parte está en su casa, porque por todas partes sus colonias son ahogadas en las masas en cuyo seno se instalan; por consiguiente, pueblo eternamente en la situación de las naciones invadidas que rehúsan dejarse absorber; por consiguiente aún, pueblo eternamente conspirador, porque es débil; deliberando secretamente; intrigando secretamente; forzando a organizar toda su vida de una manera secreta; entregándose a esto durante siglos; haciendo del secreto una segunda naturaleza; y así obligado por la fuerza de las cosas a no administrarse y gobernarse, o a administrarse y gobernarse secretamente. Es rigurosamente lógico” (Copin Albancelli, ob. cit. págs. 327/28.)

 

   Todo el razonamiento de Copin Albancelli es, en efecto, rigurosamente lógico; pero no constituye la única prueba de la existencia  de un gobierno judío secreto. Hay pruebas históricas y documentales.

 

   El Exilarcado de Babilonia fue un régimen de transición entre el gobierno público de Judea y el secreto de tiempos posteriores. Su autoridad oculta era mucho mayor que la oficialmente reconocida por el Califato. Cuando este llegó a sospecharlo, concluyó con el Exilarcado en Babilonia; pero ello estuvo lejos de significar su fin definitivo. Aunque cada vez más oculto, aún se pueden seguir los rastros del gobierno judío en el curso de la historia.

 

   Para aquel entonces, ya los árabes, con la ayuda de los judíos, habían conquistado toda España. “Para la población judía de España –– dice Sachar –– la llegada de los invasores fue una merced divina” (Abram León Sachar, “Historia de los Judíos”, pág. 227.) Y otro historiador judío, Graetz, añade éstas significativas palabras: “España o Andalucía mahometanas, en las condiciones políticas o cultural históricas de aquellos tiempos, eran terrenos muy propicios para reemplazar a Babilonia como centro de dirección del Judaísmo mundial” (Graetz, “Historia del pueblo judío”, T. I, pág. 223.) Tan privilegiada era la situación de los judíos, que uno de ellos, Abu Yussuf Chasdai ibn Schaprut, llegó en el siglo X a ser ministro de relaciones exteriores en la corte de Abderrahman III.

 

   No es extraño entonces que los hijos de Ezequías, último Exilarca de Babilonia, huyeran a España, siendo protegidos en Granada por Josef ben Samuel ha-Nagrid. (Enciclopedia Espasa, art. Exilarca, T. XXII, pág. 1518.)

 

   Poco sabemos de la breve vida del Exilarcado en España. El gobierno judío se iba ocultando cada vez más. Parece ser que participó en disensiones internas de los musulmanes y que, a raíz de ello, el Exilarca Josef ibn Nagrela fue muerto junto con 1.600 familias israelitas en Granada, en el año 1066. Desde entonces, el misterio que rodea al gobierno judío se hace más profundo. A fines del siglo comienza la reacción cristiana en Europa. Todo hace suponer, pues, que continuó buscando el refugio de la Media Luna. Cuando en 1453 cayó Constantinopla en poder de los turcos, se constituyó a la vez en centro judaico. “Durante las persecuciones del siglo XV –– dice Sachar –– miles de judíos huyeron hacia el Este y fueron bien recibidos en las provincias turcas... Pronto Constantinopla se jactó de la colonia judía más grande de Europa, ascendente a más de 30.000 almas” (Abram León Sachar, ob. cit. págs. 292/93.)

 

   Dos documentos de fines del siglo XV nos descubren al gobierno judío instalado en Constantinopla. Y no sólo eso, sino también su nuevo plan para la conquista del mundo. Vale la pena examinarlos con atención.

   Se trata de dos cartas que han sido publicadas varias veces.

 

   En 1583 por Julián de Medrano en su obra “La Silvacuriosa”.

 

    En 1640 por el presbítero Bouis, en “La Real Corona de los Reyes de Arlés”. En 1880 fueron puestas sobre el tapete por “L’armana provencau” y por la “Revue des études juives”, publicación esta última fundada bajo el patrocinio de James Rothschild.

 

   La primera carta fue escrita por el Rabino de la ciudad de Arlés, con motivo de la expulsión de los judíos ordenada por Carlos VIII. Está dirigida a los judíos de Constantinopla y dice así:

 

   “Honorables judíos, salud y gracia. Vosotros debéis saber que el Rey de Francia, que es de nuevo dueño del país de Provenza, nos ha obligado por bando a ser cristianos o a salir de su territorio. Y los de Arlés, de Aix y de Marsella, quieren tomar nuestros bienes, amenazan nuestras vidas, arruinan nuestras sinagogas y nos causan muchos perjuicios; lo que nos produce incertidumbre acerca de lo que debemos hacer por la Ley de Moisés. He aquí por qué os rogamos queráis sabiamente ordenarnos lo que debemos hacer. Chamor, Rabino de los Judíos de Arlés, el 13 de Sabath, 1489”.

 

La respuesta de los judíos de Constantinopla a los de Arlés y de Provenza, fue la siguiente:

 

   “Amados hermanos en Moisés, hemos recibido vuestra carta, en la que nos hacéis conocer las ansiedades y los infortunios que sufrís. Hemos sido invadidos de una pena tan grande como la vuestra. El consejo de los grandes sátrapas y rabinos es el siguiente:

 

   “A lo que decís, que el Rey de Francia os obliga a haceros cristianos, hacedlo, puesto que no podéis hacer otra cosa; pero que la ley de Moisés se conserve en vuestro corazón.”

 

   “A lo que decís, que se trata de despojaros de vuestros bienes: Haced de vuestros hijos comerciantes, a fin de que, poco a poco, despojen a los cristianos de los suyos.”

 

   “A lo que decís, que se atenta contra vuestras vidas, haced a vuestros hijos médicos y boticarios, con el fin de que quiten sus vidas a los cristianos.”

 

   “A lo que decís, que destruyen vuestras sinagogas, haced a vuestros hijos canónigos y clérigos, con el fin de que destruyan sus iglesias.”

 

   “A lo que decís, de que se os hacen muchas otras vejaciones: haced de suerte que vuestros hijos sean abogados y notarios, y que siempre se mezclen en los asuntos de los Estados, con el fin de que, poniendo a los cristianos bajo vuestro yugo, vosotros dominéis el mundo y os podáis vengar de ellos.”

 

   “No os desviéis de esta orden que os damos, porque veréis por experiencia que, de humillados que sois, llegaréis al hecho del poder.”

 

“V.S.S.V.F.F., Príncipe de los Judíos de Constantinopla, el 21 de Casleu, 1484”.”

 

   He aquí la prueba de la existencia, en pleno siglo XV, de un gobierno judío en Constantinopla. Y he aquí como, en plena persecución, no preocupa tanto a ese gobierno el problema inmediato que ella plantea, sino que continúa alentando el ideal de dominación universal y traza un plan, admirable en su hipocresía, para llegar hasta él.

 

   Desde entonces, los rastros del gobierno judío desaparecen por completo. En quince siglos había aprendido definitivamente el arte de ocultarse. Es posible, sin embargo, que haya pasado por Amberes, Hamburgo y Cracovia, radicándose finalmente en Estados Unidos. (Véase Poncins, “Las fuerzas secretas de la Revolución”, pág. 221… En junio de 1922, el judío Walter Rathenau, ministro de hacienda en Alemania bajo el gobierno de Ebert, declaró que: “solo 300 hombres gobiernan los destinos de Europa”, y añadió que esos 300 judíos, de origen alemán, “tienen el poder de terminar con cualquiera forma de estado que les parezca excesiva”. (Bernardo Gentilini. “¿Se acerca el reinado del Anticristo?”, págs. 78/9.)” Pocos días después Walter Rathenau  murió asesinado.

 

   Se dijo que por nacionalistas alemanes. Pero hay quien piensa que pagó así la indiscreción con que levantó el velo de un secreto mantenido durante tantos siglos.

 

   Si el gobierno judío se ha podido mantener oculto desde el siglo XV, no ha ocurrido lo mismo con su plan.

 

   En 1786 un rayo mata a un sacerdote apóstata y sobre su cadáver se descubren documentos que dan la pista al gobierno bávaro para ordenar dos oportunos allanamientos. Se encuentra así el plan de dominio mundial del Iluminismo, que hoy se exhibe en los archivos de Múnich. El fundador e inspirador de la secta es un judío: Weishaupt.

 

   En 1845, la documentación secreta de la Alta Venta cae en manos de la policía romana, que la deposita en los archivos del Vaticano. Se trata de otro plan de dominio mundial. Gran parte de los miembros de la Alta Venta son también judíos.

 

   En 1881, Sir John Readlif da a conocer el discurso de un gran rabino pronunciado a mediados del siglo XIX, ante la tumba de Simeón Ben Jhuda. Lo publica “La Contemporain” de París, en su edición del l2 de julio. Otro plan de dominio mundial.

 

   En diciembre de 1901, el profesor Sergio Nilus publica las “Actas secretas del Congreso Sionista Universal reunido en Basilea el año 1897”, documento más conocido por “Protocolos de los Sabios de Sión”. Es el más admirable y completo plan judío, coincidente en sus líneas generales con los anteriores. Los judíos hacen desaparecer al principio todas las ediciones y en poco tiempo se convierte en una rareza bibliográfica. “Una circular del Comité Sionista de 1901 –– dice Roger Lambélín –– atestigua que el Doctor Herlz se quejó amargamente en esta época de los descuidos que habían permitido a los no iniciados arrancar algunos secretos de los Congresos”. (Roger Lambelin, “El peligro judío en la civilización contemporánea”, pág. 79.)

 

   Naturalmente los judíos, a pesar de haber proclamado durante veinte siglos, en el Talmud inclusive, su aspiración al dominio mundial, niegan la autenticidad de todos estos planes. Según ellos, no son otra cosa que “canallescas falsificaciones antisemitas”.

 

   En 1933 llegaron a iniciar, a propósito de los “Protocolos de los Sabios de Sión”, un monumental proceso, difundido a los cuatro vientos, con el propósito de probar su falsedad. Pero en definitiva no lograron probar nada y los editores, acusados por “literatura inmoral” y condenados en primera instancia, fueron absueltos por la Corte de Apelaciones de Berna. (La argumentación contra la autenticidad de los “Protocolos de los Sabios de Sión” ha sido sintetizada por el P. Pierre Charles en un artículo publicado en la “Nouvelle Revue Theologique” (Bélgica, 1935), que ha sido traducido, editado y profusamente difundido en Buenos Aires, en 1945, junto con una conferencia pro-semita del mismo autor, bajo el título de “El Evangelio del Amor”.

 

   El P. Charles sostiene que los “Protocolos” son falsos, porque son, a la vez, una estupidez y un plagio. Pero no olvidemos que cuando hay el propósito de encontrar estupidez en algo se la encuentra siempre. Taine creyó encontrarla en la Suma Teológica. Muchas aparentes estupideces de los “Protocolos” adquieren valor, no por su simpleza o carencia de originalidad, sino porque están destinadas a ser puestas en ejecución por un supergobierno. Y aunque hubiera algunas cuestiones de detalle, no alcanzaría a desvirtuar la indudablemente extraordinaria visión de conjunto que han tenido sus autores, ni menos a probar la falsedad de todo el plan. En cuanto al consabido plagio del “Diálogo en los infiernos” de Joly, el perito Fleischauer, en el proceso de Berna, probó que dicha obra pudo servir de base a los autores judíos de los “Protocolos” y no, como se supone, a los falsificadores. Nada prueba, tampoco, que lo esencial del plan no haya sido anterior al libro de Joly y que este, habiendo tenido, vaya a saber por qué medio, conocimiento del mismo, sea el verdadero plagiario.

 

   En resumen, si bien la autenticidad de los “Protocolos” está en tela de juicio, su falsedad está muy lejos de ser cosa demostrada, como creen muchos. Por eso no hemos renunciado a incluirlos en esta enumeración de planes judíos de dominio mundial, en la cual, por otra parte, no están solos.

 

   Y vaya esta nota como justificación de su inclusión, ya que, como se verá enseguida, no atribuimos demasiada importancia al problema de la autenticidad o falsedad de los mismos.)

 

   El plan judío, según ellos, es falso. Pero por una extraña casualidad, el plan judío se realiza. ¿Qué nos interesa entonces discutir sobre la autenticidad de uno de esos documentos, o de todos ellos, si el plan judío no está solo en el papel, sino en los hechos de la historia y del presente?

 

 

“HISTORIA DEL ANTICRISTO”

viernes, 10 de mayo de 2024

EL USO DEL CALIZ NO ES NECESARIO A LOS SEGLARES PARA COMULGAR – Por el P. Eugenio Couet. DE LA CONGREGACIÓN DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO.


 



Hace ya largo tiempo que acostumbra la Iglesia católica administrar la santa Eucaristía a los fieles bajo la sola especie del pan; pues hubo grandes inconvenientes que ocasionaron la supresión del cáliz: más obrando de esta suerte, la Iglesia no ha disminuido nada al tesoro divino que distribuye a sus hijos en el Sacramento, pues Jesucristo todo entero sin división ni disminución se da en cada una de las especies.

   Algunos herejes lo han negado, y a veces aun los católicos han dudado también; asi lo hacían aquellos de quienes habla Alejandro de Halés, que profesó mucho tiempo con gloria la teología en Paris en donde murió en 1245; mas fueron convencidos por un prodigio admirable, de que la Iglesia obra siempre con sabiduría y no puede errar.

 

   Un doctor irrefragable refiere que muchos; religiosos vinieron un día a pedir al prior de su monasterio les diese la comunión con las dos especies; pues no podían creer, decían, que recibían a Jesucristo todo entero si no se le daba al mismo tiempo el pan y el vino consagrados en el altar. El sacerdote procura sacarlos de su error pero en vano; entonces pone en manos de Dios la causa que no podía ganar y comienza el santo Sacrificio. Dios es toda bondad y misericordia; y para confirmar la enseñanza de su Iglesia y las  palabras del santo prior, y para disipar para siempre la ilusión de los incrédulos vino él mismo en auxilio de la verdad desconocida.

   Al dividir el celebrante la sagrada Hostia, brotó la sangre de la fractura y la patena se llenó hasta los bordes; hace una señal, se acercan los incrédulos y quedan asombrados: ven que la Sangre de Jesucristo está verdaderamente en la  Hostia lo mismo que en el cáliz. El religioso junta en seguida los dos fragmentos y la sangre que había brotado de ellos, vuelve a entrar sin dejar ninguna señal.

   Todas las dudas quedaron disipadas y los monjes arrepentidos confesaron con el sacerdote lo que más tarde el Concilio de Trento definió tan claramente diciendo: «Anatema al que niegue que el Augusto Sacramento bajo cada especie y bajo cada una de las partes en que se dividen estas especies, contiene a Jesucristo todo entero.»

 

   Un hecho conmovedor de la historia de los santos de Bélgica tiene relación con este mismo asunto. —La Bienaventurada Adela de Schaerbeek enterrada con el olor de sus virtudes en el monasterio de Santa María de la Cumbre, situado a las puertas de Bruselas: celoso el Señor de conservar para sí solo el corazón de su fiel sierva quiso obligarla a vivir en un aislamiento absoluto; hirióla con la enfermedad de la lepra e inmediatamente se le prohibió toda relación con sus hermanas. Por premio de esta dura prueba heroicamente aceptada, fue Adela colmada de celestiales consuelos: muchas veces durante la Misa se la vió caer en éxtasis y permanecer fuera de sí en santos arrobamientos: sin embargo, una cosa llenaba de tristeza su alma y le causaba a veces amargas penas; su enfermedad impedía que se le diese como a sus compañeras, según la costumbre de la orden del Cister, la santa Comunión bajo la especie del vino con el cáliz; y un día que se quejaba amorosamente a su divino Esposo de verse privada de tan gran bien: «Hija muy amada, le dijo el Salvador, inundando su corazón de delicias inefables; no te turbes, y deja de quejarte como si se disminuyese en algo el don que te hago de mí mismo en el Sacramento. Quién tiene fe firme, sabe bien que todos los que participan de mi Cuerpo reciben también al mismo tiempo toda mi sangre preciosa; porque en este misterio de amor si se posee una parte se tiene todo; ¿y cómo se puede pensar en que se llame parte, cuando realmente es el todo?»

 

LOS MILAGROS VISIBLES DE LA EUCARISTÍA

Atravez de los tiempos y lugares

Año 1909.

 


viernes, 19 de abril de 2024

SOBRE LA MUERTE “Puede llegar en cualquier momento en cualquier lugar” ¿estás preparado? – Por San Alfonso María de Ligorio.

 




   Considera ¡oh hombre! que esta vida debe acabarse: la sentencia está ya pronunciada: es preciso que mueras. La muerte es cierta pero no se sabe cuándo vendrá. ¿Qué se necesita para morir? La menor lesión del corazon, una vena que se rompa en el pecho, una sofocación catarral, un flujo de sangre, la mordedura de un animal venenoso, una fiebre, una herida, una úlcera, una inundación, un terremoto, un rayo, cada una de estas cosas es bastante para quitar la vida. La muerte puede venir a sorprenderte cuando menos pienses en Ella. ¡Cuántos hay, que por la noche se han acostado llenos de salud y se hallaron muertos al día siguiente!  ¿Y esto no puede sucederte igualmente a ti? Tantas personas que han sido asaltadas por una muerte repentina, no esperaban ciertamente morir de este modo; y sin embargo, asi fué como han muerto.

   Y si entonces se hallaban en estado de pecado, ¿dónde están al presente? ¿Dónde estarán por toda la eternidad? Como quiera que sea es cierto que llegará el momento en que tú entrarás en una noche que durará siempre o en un día que no se acabará jamás. Jesucristo ha dicho: «Yo vendré como un ladrón, ocultamente y de improviso.» Este buen Señor, te lo previene a tiempo, porque desea tu salvación. Corresponde tú, a las miras de Dios y aprovéchate de su aviso, preparándote para morir bien, antes que llegue la muerte. “Estote parati” (Estad preparado) (Math. 24. 41.) Entonces no es tiempo de prepararse, sino más bien de hallarse dispuesto. Que debes morir es indudable: la escena de este mundo debe acabar para ti, pero cuando no lo sabes. ¿Quién sabe si antes de un año, antes de un mes, mañana mismo habrás dejado ya de vivir?

   ¡Oh Jesús mío! iluminadme y perdonadme.

Los dos amigos y el oso (fábula) – Por Félix María Samaniego.

 


   


A dos amigos se apareció un oso:

el uno, muy medroso,

en las ramas de un árbol se asegura;

el otro, abandonado, a la ventura,

se finge muerto repentinamente.

El Oso se le acerca lentamente:

mas como este animal, según se cuenta,

de cadáveres nunca se alimenta,

sin ofenderlo lo registra y toca,

huélele las narices y la boca;

 no le siente el aliento,

ni el menor movimiento;

y así, se fue diciendo sin recelo:

«Este tan muerto está como mi abuelo.»

Entonces el cobarde,

 de su grande amistad haciendo alarde,

del árbol se desprende muy ligero,

corre, llega y abraza al compañero,

 pondera la fortuna

de haberle hallado sin lesión alguna,

y al fin le dice:

 

—Sepas que he notado

que el Oso te decía algún recado.

¿Qué pudo ser?

 

—Diréte lo que ha sido;

Estas dos palabritas al oído:

APARTA TU AMISTAD DE LA PERSONA

QUE SI TE VE EN RIESGO TE ABANDONA.