domingo, 31 de julio de 2022

Secularización de los últimos momentos de la vida, o sea la muerte sin sacerdote (Segunda parte, final) – Por D. P. Benoit.


 


Nota de Nicky Pío: Para estas dos publicaciones se tomó sólo un fragmento (sin sacarlo de contexto) de una obra en dos tomos. Todo lo anticristiano de cuanto se dice en estas dos transcripciones, siguiendo al autor, se le atribuye a la masonería. Esto nos hace pensar que si así ya estaban las cosas en siglo XIX, imaginen lo que es el siglo XXI. Todo lo que la secta satánica  anhelaba en aquella época,  hoy se cumplido mucho más alla de sus expectativas. Existen muchos ejemplos de masones que a la hora de la muerte pidieron un sacerdote católico y la masonería se tomó el trabajo que no llegará hasta el moribundo. Incluso hay casos históricos. Cierto es que la secta no ha podido impedir siempre que el sacerdote católico llegue a dar los últimos auxilios a los enfermos de la secta, pero ¡NO!, porque la masonería lo haya deseado, ¡NO! Ellos odian a los sacerdotes, porque estos actúan en nombre Cristo, y el los demonios odian a Cristo, como odian a sus ministros. Pero si algunos masones tuvieron la suerte de tener en los últimos momentos un sacerdote católico, fue por la providencia, la infinita misericordia, y voluntad del Dios de los católicos. Por eso, masones, piensen bien donde están entrando, o donde ya entraron, pues cuando llega la hora de morir y dar cuentas a Cristo, no hay poder ni dinero, ni nada sobre este mundo, que les libre del terrible juicio que le espera, juicio que hacía temblar de miedo, incluso a los más grandes Santos. Abandonen la secta satánica mientras hay todavía oportunidad, esperanza, Dios perdona cualquier pecado siempre que haya verdadera contrición del corazón. En ustedes está elegir, una eternidad de gozo infinito en el cielo, o el horror infinito, inimaginable para el hombre, en el infierno, que también es eterno. María Santísima les conceda la gracia, del arrepentimiento, y la perseverancia final, en el seno de la Una, Santa, Católica, Apostólica Iglesia que Cristo fundó, para salvación de los hombres.

   Seguimos con la segunda y última parte de esta publicación.

 

Los entierros civiles.

   Si, lo confesamos, dice el racionalismo, la lglesia ha hecho de las honras fúnebres un instrumento de reinado para “la superstición” pues bien, nosotros queremos hacer de ellas un medio de conquista en manos de la “razón” Haremos a nuestros hermanos magníficos entierros. Habrá gran concurrencia; celebraremos con discursos la conducta “ilustrada” del difunto; le tributaremos grandes honores. Pero ¡Nada de sacerdotes! ¡Nada de ceremonias sagradas!

   En efecto, contrista muchos años ha a los países católicos el espectáculo de lo que se llama (según los masones) “entierros civiles”.

   Los entierros civiles son exequias transformadas en demostraciones de impiedad: el difunto parece que hasta en brazos de la muerte protesta que persevera en el racionalismo, rechaza al sacerdote, desprecia las oraciones de la Iglesia. Sus parientes y amigos se acercan a él para aplaudir su apostasía y tomar parte en la misma. ¡Qué profanación! La impiedad naturalmente flaquea a los golpes de la muerte; aquí se confirma y obstina.

Secularización de los cementerios. Secularización completa de las honras fúnebres.

   No lodo se limita a esto. Los católicos tienen cementerios consagrados por la Religión: Secularicemos “los cementerios”. Pueden ser sepultados con las ceremonias y oraciones de la Iglesia: Restrinjamos, y luego hagamos desaparecer este derecho. (Nota de Nicky Pío: vean cómo la masonería siguió un plan, una estrategia sin tiempo, en el cual procedieron por pasos, ya es conocido en la actualidad, como (casi) eliminaron todo lo sagrado respecto de la muerte, no digo ya del satánico masón, sino del mismo cristiano, pues todo fué secularizado, y para lograr esto buena mano le dio el clero apóstata infiltrado en la Iglesia Católica, y mezclado entre el clero sano y santo, sin dejar de lado la influencia de la política que ellos manejan, así como sus leyes)

   Se empieza por trasladar los cementerios lejos de los edificios consagrados al culto. Se alega la higiene pública; pero en realidad se tienen otras miras.

   El cementerio que rodea la iglesia, forma parte de ella en cierto modo: el suelo de la casa de Dios parece prolongarse en la tierra del “campo de la muerte,” y los fieles que reposan alrededor de la iglesia se hallan, como si en la misma iglesia estuvieran enterrados, bajo la protección de la cruz, de las reliquias de los Santos y de la adorable Eucaristía; ofrécese el divino sacrificio por los que duermen al rededor del templo, lo mismo que por los vivos que en su recinto rezan; y los fieles se sienten atraídos hacia el lugar santo por los recuerdos dulces y tristes a la vez que los encadenan al cementerio. Por esto se declama furiosamente contra la vecindad de los cementerios. Son un peligro para la vida corporal. “Es indecible la frecuencia de fiebres pútridas producidas en verano por los cementerios (Moleschott, “filósofo materialista” La circulación de la vida, carta 19.)”. Hasta se los presenta como un peligro para la vida intelectual: “Los cementerios dentro de las poblaciones hacen languidecer el pensamiento” (Moleschott, “filósofo materialista” La circulación de la vida, carta 19.)” Estas declamaciones impresionan pronto al pueblo. Entonces se aleja los cementerios de los edificios sagrados, para que pierdan la consagración que reciben de su augusta vecindad.

   Y luego, lo que es más grave, se sustrae los cementerios a la jurisdicción de la Iglesia, para someterlos exclusivamente a la del Estado. Desde entonces la Iglesia no puede ya sepultar a sus hijos en un lugar que le pertenezca: creyentes e incrédulos sin distinción son arrojados a un mismo “campo de la muerte.” Profanan los cementerios. “Quizás reclamarán los católicos la facultad de abrir nuevos lugares para la común sepultura, o la de tener siquiera otros para la sepultura privada.

   Les negaremos este derecho (dicen los masones), o si se lo concedemos sabremos juntarle tantas cargas y excepciones que resultará ilusorio.

   Pronto se prohibirá al sacerdote acompañar el cortejo fúnebre al cementerio: La presencia del sacerdote fuera de la Iglesia ¿no es una ofensa y amenaza a la razón? Durante algún tiempo podrá practicar todavía en la iglesia las sagradas ceremonias junto a los despojos mortales del fiel; pero un día, la misma iglesia será “secularizada;” los últimos vestigios de la superstición (Nota de Nicky Pío: los masones llaman a nuestra religión católica: superstición, en contraposición al culto diabólico que ellos llaman: razón o iluminismo), recogidos interinamente en los templos, desaparecerán enteramente, y sólo la razón presidirá en adelante los entierros.

Supresión de los cementerios y la puesta en práctica de la cremación.

sábado, 30 de julio de 2022

Secularización de los últimos momentos de la vida, o sea la muerte sin sacerdote (Primera parte) – Por D. P. Benoit.

 



La muerte cristiana.

   “El árbol donde cayere, allí se queda, dice la Escritura, a la derecha si cayere hacia la derecha, a la izquierda si cayere hacia la izquierda (Eccl. XI, 3.)» Aquel que muriere en gracia entrará en la gloria; el que muriere en pecado incurrirá en la condenación eterna. Quien en el postrer momento estuviere sobrenaturalmente unido con Dios por la fe y la caridad, eternamente estará unido con El en la visión bienaventurada; y aquel a quien hallare la muerte en oposición con su fin sobrenatural, sufrirá su eterna “pérdida (Pena de daño)”

   Por lo que debe el fiel echar mano a todos los auxilios que la misericordia de Jesucristo se dignó prepararle para aquella temible hora de la cual depende la eternidad. Debe purificar su conciencia con el sacramento de la Penitencia; y “ningún fiel, dice San Agustín, por más que esté cierto de su justicia, debe aventurarse a afrontar la muerte sin este socorro.” Debe recibir la Sagrada Eucaristía, como viático para el grande y terrible paso. Debe recibir la Extremaunción, sacramento de los últimos combates, remedio supremo que es consumación de la penitencia, borra las últimas reliquias del pecado y prepara al alma para la salvación.

   La Iglesia abre también para sus hijos en aquella hora solemne el tesoro de las indulgencias. Rodea su lecho de agonía con sus oraciones y consuelos. Allí están los sacerdotes trayéndoles con su palabra luz y fortaleza, y gracias misteriosas con su sola presencia. “Dichosos los muertos que mueren en el Señor, porque el Espíritu de Dios les manda descansar de sus trabajos (Apoc. XIV, 13.) “Entran en el sepulcro con la abundancia de sus merecimientos, como la gavilla cargada de trigo es llevada al granero del padre de familia (Job. V, 26.)” “Muera mi alma con la muerte de los justos, y sea semejante a la suya mi hora postrera (Núm. XIII, 10.)

Secularización de la muerte.

   El fin sobrenatural es “un sueño de la fantasía.” ¿Por qué consagrar los últimos momentos de la existencia a “lo que no es ni puede ser”? Debemos pasar toda la vida en la práctica del bien honesto; no debemos perder ningún momento en “ceremonias ridiculas.” “El hombre está dotado de razón: ésta es su antorcha, en vida y muerte.” “La Iglesia quiere dominar a los moribundos para reconquistar a los vivos,” impidámosle acercarse a los enfermos, para no perder nuestro imperio sobre los parientes y amigos. “Trata de apoderarse de los últimos momentos, a fin de desacreditar toda una vida gastada lejos de ella”: hagamos que la hora postrera sea la confirmación de los actos de toda la vida, en vez de ser su retractación. “Los moribundos ya no tienen libertad de espíritu; la Iglesia se aprovecha de ello para engañarlos”: formemos asociaciones para defender “a nuestros hermanos” de los intentos de la Iglesia; liguémonos con juramento contra las tentativas del sacerdote; hagamos guardia al pié de nuestros enfermos. “No podemos sufrir que la muerte supersticiosa de nuestros hermanos sea una protesta eterna contra su vida ilustrada.”

   Y en efecto, como veremos al hablar de las sociedades secretas, “algunos furiosos han organizado asociaciones satánicas, cuyos miembros juran no recibir al sacerdote junto a su lecho de muerte, dan a sus consocios el derecho de impedirle la entrada en caso de que tuvieran la debilidad de llamarle, y se comprometen a dar guardia junto a los socios enfermos para alejarle. A. estos sectarios se les conoce con el nombre de solidarios. ¡Ay! ¡Solidaridad para la impenitencia final! ¡Sociedad de socorros mutuos contra la misericordia de Dios, para rechazar el cielo, para arrojar las almas al infierno! ¿Es capaz de mayor rabia el mismo Satanás?

Las exequias cristianas.

MEDITACIÓN BUENO ES SERVIR A DIOS Y NO AL MUNDO.


 


   I. Muy pocas cosas pide Dios a sus servidores, y esas cosas son honrosas, útiles y agradables. Es honroso servir a Dios, aun en el mundo, porque los servidores de Dios son respetados desde que son conocidos. Es útil servirle: Dios no tiene necesidad de nosotros, nosotros no podemos pasarnos sin Él. Este servicio es agradable, porque la práctica de la virtud es conforme con la razón, y Dios colma de consuelos celestiales a quienes les sirven. Experimenta la verdad de lo que te digo: sirve a Dios fielmente y pronto confesarás que el placer de servir a un Señor tan bondadoso excede al trabajo de guardar sus mandamientos.

   II. Los adoradores del mundo, por el contrario, sufren intolerable servidumbre. ¿Acaso no es una vergüenza ser esclavo del demonio y de las propias pasiones? Los hombres voluptuosos desprecian, en el fondo de su corazón, a sus compañeros de libertinaje. La felicidad no puede reinar en un corazón desgarrado por los remordimientos de la conciencia y agitado por las tempestades de las pasiones. Un poco de oro, una falsa estima, que habrá de abandonarse muy pronto, he ahí las vanas recompensas con que premia el mundo a sus secuaces; y, con todo, hay que sufrir más para contentar al mundo que para contentar a Dios (San Agustín).

   III. ¿De dónde proviene que el mundo tenga más seguidores y Jesucristo tan pocos servidores? De que se dejan las enseñanzas de Jesucristo para no pensar sino en las máximas del mundo. ¡Quiérese gozar de los bienes presentes y se desprecian los de la vida futura! Se sigue la costumbre y el empuje de las pasiones, y no la doctrina infalible de Jesucristo. Llamóse Jesucristo Verdad y no costumbre (Tertuliano).

 

El amor de Dios. Orad por Persia.


San Abdón y San Senén, mártires. – 30 de Julio (+ 250).


 


   Los nobilísimos y portentosos mártires de Cristo Abdón y Senén fueron persas de nación, y caballeros principales y muy ricos en su patria; los cuales siendo cristianos y viendo padecer a los que lo eran graves tormentos y muertes atroces, imperando Decio y persiguiendo crudamente a la Iglesia, se ocupaban en consolar las almas de los que padecían por Cristo, y en dar sepultura a los cuerpos de los que con muerte habían alcanzado la vida. Supo esto Decio: mandóle prender y traer a su presencia, habiéndolos oído, y sabiendo por su misma confesión que eran cristianos, les mandó echar cadenas y prisiones, y guardar con otros cautivos de su misma nación que tenía presos, porque quería volver a Roma y entrar triunfando, y acompañado de todos estos presos y cautivos para que su triunfo fuese más ilustre y glorioso. Hízose así: entró en Roma el emperador con gran pompa acompañado de gran multitud de persas cautivos, entre los cuales iban los santos mártires Abdón y Senén ricamente vestidos, como nobles que eran, y como presos, cargados de cadenas y grillos. Después mandó Decio a Claudio, pontífice del Capitolio, que trajese un ídolo y le pusiese en un altar, y exhortándoles que le adorasen, porque así gozarían de su libertad, nobleza y riquezas. Más los santos, con gran constancia y firmeza, le respondieron que ellos a solo Jesucristo adoraban y reconocían por Dios, y a Él le habían ofrecido sacrificio de sí mismos. Amenazólos con las fieras, y ellos se rieron. Sacáronlos al anfiteatro, y quisieron por fuerza hacerlos arrodillar delante de una estatua del sol, que allí estaba; pero los mártires la escupieron, y fueron azotados y atormentados cruelmente con plomos en los azotes, y estando desnudos y llagados, aunque vestidos de Cristo y hermoseados de su divina gracia, soltaron contra ellos dos leones ferocísimos y cuatro osos terribles, los cuales, en lugar de devorar a los santos, se echaron a sus pies y los reverenciaron, sin hacerles ningún mal. El juez Valeriano, atribuyendo este milagro a arte mágica, mandó que los matasen; y allí los despedazaron con muchos y despiadados golpes y heridas que les dieron, y sus almas hermosas y resplandecientes subieron al cielo a gozar de Dios, dejando sus cuerpos feos y revueltos en su sangre. Los cuales estuvieron tres días sin sepultura, para escarmiento y terror de los cristianos; pero después vino Quirino, subdiácono (que se dice escribió la vida de estos santos), y de noche recogió sus sagrados cadáveres y los puso en un arca de plomo, y los guardó en su casa con gran devoción. Ya imperando el gran Constantino, por revelación celestial fueron descubiertos y trasladados al cementerio de Ponciano.

   Reflexión: Decía Marco Tulio, adulando al emperador Cayo César que acababa de perdonar generosamente a Marco Marcelo: “Has rendido muchas naciones y domado gentes bárbaras y triunfado de todos tus enemigos; pero hoy has alcanzado la más ilustre victoria, porque perdonando a tu enemigo te has vencido a ti mismo”. ¿Pues quién duda que según esta filosofía, mayor victoria alcanzaran los santos Abdón y Senén atados al carro triunfal de Decio, que el otro emperador que acababa de sujetar a los persas? ¡Oh! ¡Cuán grande gloria es padecer afrentas por Cristo! “Más gloriosa, dice san Crisóstomo, es esa ignominia que la honra de un trono real, y del imperio del mundo”.

   Oración: Oh Dios, que concediste a tus bienaventurados mártires Abdón y Senén un don copioso de tu gracia, para llegar a tan grande gloria; otórganos a rastros, siervos tuyos, el perdón de nuestros pecados, para que por sus méritos nos veamos libres de todas las adversidades. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

 

“FLOS SANCTORVM”

 

 


viernes, 29 de julio de 2022

MEDITACIÓN SOBRE LA VERDADERA PRUDENCIA DEL CRISTIANO


 


   I. La verdadera prudencia del cristiano consiste en regular la vida según las máximas del Evangelio; hay que mirar las cosas de este mundo con los ojos de la fe. El hombre político, el médico, el orador siguen las reglas de su respectivo arte: ¡Sólo el cristiano quiere hacer profesión de cristianismo sin observar sus preceptos! Se declara discípulo del Evangelio no obstante vivir una vida contraria al Evangelio. Leen el Evangelio y se entregan a la impureza; se dicen discípulos de una ley santa y llevan una vida criminal (Salviano).

   II. ¿De qué proviene que no obremos según las máximas del Cielo? Es que no meditamos lo suficiente. ¿Podríamos acaso amar las riquezas y los placeres, si pensásemos seriamente en la muerte que está próxima, en el juicio que le sigue, en la eternidad de dicha o de infelicidad que será nuestra herencia?

   III. Sería menester meditar cada día una verdad del Evangelio y elegir una de ellas en particular con la que entretuviésemos nuestra alma, que fuera como nuestro lema y nuestro grito de guerra en nuestra lucha contra el demonio. Los santos tuvieron su divisa particular; San Francisco: Mi Dios y mi todo; Santa Teresa: O padecer o morir; San Ignacio de Loyola: A la mayor gloria de Dios; el cardenal de Bérulle: Nada mortal para un corazón inmortal. Siguiendo el ejemplo de estos grandes hombres, elige en la Escritura o en los Padres una palabra y no la pierdas de vista. ¿De qué sirve al hombre ganar todo el universo, si llega a perder su alma?

 

   El deseo de la sabiduría. Orad por los prisioneros


miércoles, 27 de julio de 2022

MEDITACIÓN SOBRE LAS ENFERMEDADES DE NUESTRA ALMA.


 


I. El pecador está ciego: no ve ni las recompensas del paraíso ni las penas del infierno, ni la belleza de la virtud ni la fealdad del vicio; no considera sino el falso brillo de las riquezas, los encantos falaces de los placeres y el vano aparato de la gloria mundana. Pecador, abre por fin tus ojos; considera que esos tesoros te abandonarán a tu muerte, que esos placeres y esos honores se desvanecerán como un sueño. Di a la vanagloria: adiós, eres sólo falsía y, en partiendo, eres nada (San Clemente de Alejandría).

 

   II. El pecador está enfermo. El desorden de los humores es la causa de las enfermedades del cuerpo; el desorden de las pasiones es la fuente de las enfermedades del alma; ellas turban nuestra razón y le impiden dirigirse a Dios. ¿De dónde provienen tus pecados? Del desorden de tus pasiones: amas lo que deberías odiar, te horroriza lo que deberías amar. Pasa revista a tus pasiones, examina tus deseos, tus inclinaciones y tus aversiones; y, después que hayas conocido su desorden, di a Dios: Señor, el que no os ama está enfermo.

 

   III. El pecador no sólo está enfermo, sino que está muerto, puesto que ha perdido la gracia; es más difícil convertir a un pecador que resucitar a un muerto. ¡Oh supremo Médico de nuestras almas, Vos que habéis dado vuestra vida para librarnos de la muerte del pecado, resucitadnos! Hagamos todo lo que podamos para salir del pecado y pidamos a Dios que tenga piedad de nosotros. Estoy enfermo, llamo al médico; estoy ciego, corro a la luz; estoy muerto, suspiro por la vida. Vos sois el Médico, la Luz y la Vida, ¡oh Dios de Nazaret! (San Agustín).

 

   El conocimiento de sí mismo. Orad por los enfermos.


San Pantaleón, médico y mártir. — 27 de julio (+ 305.)


 


   El médico, taumaturgo y mártir de Cristo San Pantaleón, nació en Nicomedia de Bitinia, y fué hijo de Eustorquio, hombre rico y noble, aunque gentil, y de Ebula, señora cristiana, la cual murió dejando a Pantaleón muy niño.

   Púsole el padre a los estudios de retórica y filosofía, y después a los de la medicina, en la cual salió nuestro santo muy aventajado. Estaba a esta sazón escondido en una pequeña casa por temor de la persecución, un venerable sacerdote de vida santísima, llamado Hermolao, el cual trabó amistad con Pantaleón y poco a poco le vino a persuadir que el autor de la vida y señor de la salud temporal y eterna era Jesucristo: y como un día viese Pantaleón un niño muerto, y junto a él una víbora que parecía decir que ella había cometido aquel homicidio, movido del Señor dijo entre sí: “Ahora veré yo si es verdad lo que Hermolao me dice”. Y llegándose al niño, dijóle: “Levántate vivo en el nombre de Jesucristo, y tú, bestia ponzoñosa, padece el mal que le has hecho”. Luego el niño se levantó con vida y la víbora quedó muerta: y visto este milagro se fué a Hermolao y le pidió el bautismo. De allí a pocos días entró en casa de Pantaleón ya cristiano, un hombre ciego, y poniéndole el santo las manos sobre los ojos, invocando el nombre de Jesucristo, luego le restituyó la vista, y con ella le dio juntamente la luz del alma, persuadiéndole que se hiciese cristiano.

   Presenció este prodigio el padre de Pantaleón, y luego quiso también bautizarlos. De aquí se comenzó a divulgar la fama del santo médico; y por las muchas enfermedades incurables que sanaba en el nombre del Señor, teníanle grande envidia los otros médicos y le acusaron delante del emperador Maximiano que estaba a la sazón en Nicomedia.

   Confesó claramente Pantaleón que era cristiano, y concertaron que trajesen un enfermo del todo desahuciado de los médicos y de sus sacerdotes, con la invocación de cualquiera de sus dioses, le procurasen dar la salud, y que él también invocaría a Jesucristo, y que el que le sanase fuese tenido por verdadero Dios. Hízose así: trajeron un paralítico de muchos años: los sacerdotes de los ídolos hicieron sus diligencias fueron en vano. Y Pantaleón tomando por la mano al paralítico, le dijo: “Levántate sano en nombre de Jesucristo, Hijo de Dios vivo”. Y el enfermo se levantó sano, haciendo gracias a Dios; y muchos de los circunstantes se convirtieron a la fe.

   Más como los sacerdotes de los ídolos persuadiesen al emperador que Pantaleón era un gran mago y enemigo de los dioses, el tirano ejercitó en él diversos suplicios, el potro, las uñas de hierro, el plomo derretido, las fieras y la espada; de todos los cuales salió el santo milagrosamente ileso; hasta que animando él mismo al verdugo que había de cortarle la cabeza, en la segunda herida, entregó su espíritu al Criador.

 

   Reflexión: Este glorioso santo no solamente fué portentoso en su vida y en su martirio, más lo es también perpetuamente después de su muerte; porque en la ciudad de Ravello, en el reino de Ñapóles, se conserva en la iglesia catedral una redoma de su sangre, y cada año en el día de su martirio se derrite y descuaja, estando el resto del tiempo cuajada y dura, y la sacan aquel día en procesión. Semejante prodigio hace el Señor con la sangre de este mismo santo que se conserva también en una ampollita de cristal en la iglesia de las Agustinas del real convento de la Encarnación de Madrid.

 

   Oración: Suplicámoste, oh Dios omnipotente, nos concedas por la intercesión de tu bienaventurado mártir Pantaleón, que seamos libres de todas las calamidades del cuerpo y de todos los malos pensamientos del alma. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

 

“FLOS SANCTORVM”


martes, 26 de julio de 2022

Oración a San Joaquín y Santa Ana – Áncora de Salvación (1949) – R. P. José Mach. S. J.


 


   Gloriosísimos padres de María Santísima, felicísimos abuelos de Jesús, modelos perfectísimos de casados y dulces abogados míos, alegróme con vosotros de aquel gozo y consuelo que tuvisteis cuando después de una larga esterilidad y de fervorosas oraciones, os avisó el Ángel que tendríais tan santa Hija. ¡Oh! ¡Quién supiera imitar vuestras heroicas virtudes! ¡Quién fuera, como vosotros, frecuentes en la oración, compasivo con los pobres, amante de la soledad, sufrido en los trabajos, y callado en los improperios! A lo menos por las gracias con que os previno el cielo para tan inminente dignidad, alcanzadme que, haciendo siempre la voluntad divina, y venciendo mis pasiones, logre la dicha de gozar de vuestra amable compañía en la gloria. Os lo pido por el amor de vuestra benditísima Hija y por los méritos de vuestro santísimo Nieto Jesús. Amén.


MEDITACIÓN SOBRE TRES CONDICIONES REQUERIDAS PARA QUE NUESTRAS ORACIONES SEAN EFICACES.


 


I. Sólo después de veinte años de súplicas y de mortificaciones, Santa Ana fue escuchada. No te desanimes si Dios no te concede de inmediato lo que le pides: persevera en la oración; obtendrás lo que pidas, siempre que pidas cosas buenas y que lo pidas con humildad y confianza. Aplazas el escuchar, oh Dios mío, a fin de enseñarnos a pedir; finges no oír, a fin de que perseveremos (San Anselmo).

 

II. Un ángel vino a anunciar a Santa Ana que su oración había sido acogida, y ella creyó sin titubear. Nuestro Señor mismo ha dicho que todo lo que pidieres en su nombre, te será concedido; ¡y todavía lo dudas! Dios puede y quiere concederte la gracia que le pides; no carece de poder ni de voluntad para esto, puesto que es omnipotente y más vivamente quiere hacernos don de sus mercedes que lo que nosotros mismos queremos tenerlas. Ruega, pues, pero hazlo con fe viva e inquebrantable; pide por los méritos de Jesucristo. ¿No es verdad, acaso, que te diriges a Dios sólo después de haber agotado todos los medios mundanos?

 

III. Santa Ana, agradecida por el favor que el cielo le había acordado, ofreció a Dios en el Templo, a la hija que le había dado. ¿Has agradecido tú las gracias que de Él has recibido? ¿Tal vez las has olvidado, acaso has abusado de ellas para ofender a Dios tu bienhechor? No es digno de recibir nuevos beneficios quien no agradece los que ha recibido (San Bernardo).

 

La mortificación. Orad por la perseverancia de los buenos.

 


Santa Ana, madre de la Madre de Dios. — 26 de julio.


 


Santa Ana, dichosa madre de nuestra Señora la Virgen santísima, fué natural de Belén e hija de Matán y de Emerenciana, y esposa del glorioso Joaquín, galileo, de la ciudad de Nazaret.

   Eran los santos esposos Joaquín y Ana de la tribu de Judá y del real linaje de David; y ejercitábanse continuamente en la guarda de la ley de Dios. Dícese que dividían la renta que cada año cobraban de su hacienda, en tres partes, de las cuales la una gastaban en su casa y familia, la otra en el templo y sus ministros, y la tercera empleaban en socorrer las necesidades de los pobres.

   Vivían muy afligidos estos santos casados por haberlo sido veinte años sin tener fruto de bendición, por lo cual andaban como avergonzados y corridos, por considerarse entre los hebreos la esterilidad como nota de ignominia. Llevaba Ana en paciencia esta prueba de su acrisolada virtud, con gran rendimiento a la voluntad del Señor; mas no por eso dejaba de mirar con santa envidia a aquellas dichosas mujeres que algún día habían de tener afinidad y parentesco con el deseado Mesías. Y como se acordase de que la madre de Samuel, llamada también Ana, por haber clamado al Señor, alcanzó el hijo que deseaba, animada santa Ana con este ejemplo, suplicó con gran fervor al Señor se compadeciese de su sierva, prometiendo que si le hacía merced de concederle algún fruto, se lo consagraría luego v lo destinaría, al templo para su santo servicio. Oyó el Señor benignamente las súplicas humildes de Ana, y es piadosa creencia que le reveló que sería madre de una hija, a quien pondría por nombre María, la cual sería llena del Espíritu Santo, y más dichosa que Sara, Raquel, Judit y Ester; porque sería bendita entre todas las mujeres y la llamarían bienaventurada todas las generaciones. Esta fué la soberana recompensa con que el Señor glorificó a santa Ana y a su bienaventurado esposo san Joaquín, haciéndolos padres de la Madre de Dios hecho hombre. Después de haber criado con gran cuidado a la santísima niña, y llegado el tiempo de cumplir su voto, la llevaron al templo de Jerusalén, donde fué recibida con mucho gozo entre las otras vírgenes y santas viudas que allí moraban en unas habitaciones vecinas al templo, y se ocupaban en sus labores, oraciones y demás oficios ordenados al servicio de Dios. No pudieron Joaquín y Ana ausentarse de su hija tan querida, y se vinieron a vivir en Jerusalén en una casa que no estaba lejos del templo, gozando de la conversación de su hija hasta que el Señor los llevó para sí: muriendo san Joaquín a la edad de ochenta años, y Ana a los setenta y nueve.

 

   Reflexión: Los gloriosos padres de la Santísima Virgen fueron venerados en Oriente desde los primeros siglos de la Iglesia, y luego se extendió su devoción a los fieles del Occidente, los cuales levantaron en su  honra muchos templos y santuarios. Seamos pues devotos de santa Ana, que ella es la gloriosa abuela de Jesucristo Hijo de Dios y la madre de la Virgen Madre de Dios. Mucho desea y estima el divino nieto y la hija de santa Ana que la honremos por tan excelsa dignidad, y es bien loable la costumbre de algunas piadosas señoras que en el día de santa Ana visten alguna pobre doncella, y nunca salen sin recompensa las oraciones y obsequios que se hacen a la madre de la Tesorera de todas las gracias.

   Oración: Oh Dios, que te dignaste otorgar a la bienaventurada santa Ana la gracia de que fuese madre de la Madre de tu unigénito Hijo; concédenos por tu bondad que los que celebramos su fiesta, merezcamos alcanzar su poderoso patrocinio. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

 

FLOS SANCTORVM.


lunes, 25 de julio de 2022

MEDITACIÓN SOBRE LA VIDA DE SANTIAGO APÓSTOL.


 


   I. Santiago dejó su barca, sus redes, su padre y todo lo que poseía, al primer llamado del Salvador. Jesús te llama a ti desde hace muchos años a una vida más santa, y todavía estás en medio de los estorbos del mundo. Tus inclinaciones, tus riquezas, tus empresas, son otras tantas redes que te impiden ir a Dios. Rompe tus ataduras; esas ocupaciones que te divierten y cautivan, son indignas de un corazón hecho para amar a Dios.

   II. Este santo Apóstol no vio siempre el éxito responder a sus esperanzas; pero sus decepciones no lo abatían, porque regulaba su conducta según la de Dios. Haz todo lo que esté en tu poder para cumplir dignamente la tarea que Dios te ha confiado. Si el éxito corona tus trabajos, bendice al Señor por ello y a Él refiere toda la gloria que provenga. Si no obtienes lo que esperas, no te quejes, es cosa de Dios proporcionar el éxito que a Él le plazca. Acaso te perdería la vanidad si llevases a buen fin todas tus empresas.

   III. Santiago volvió a Jerusalén, su patria; y sus conciudadanos, como recompensa a sus trabajos, le dieron muerte. Prepárate a recibir el mal por el bien que haces a tu prójimo. Los sufrimientos y las aflicciones nunca faltarán a los que buscan a Dios; es una señal infalible de que Dios quiere recompensarlos en el otro mundo. No puede faltar la gloria a los justos que soportan el sufrimiento y las tribulaciones; espérales la corona eterna.

   Tened celo por las almas. Orad por los peregrinos.


domingo, 24 de julio de 2022

Descargar el libro completo en PDF. "LOS JUDIOS Y LA MASONERIA" del Presbítero Serra y Caussa.

 



DESCARGAR: AQUÍ.


MEDITACIÓN: TODOS BUSCAN SUS INTERESES


 


   I. Cada cual procura sus intereses. El avaro busca las riquezas; el voluptuoso, los placeres; el soberbio, los honores. Saca de esta verdad dos conclusiones: la primera, que no hay que contar con la abnegación de los hombres, sino que hay que confiar en la bondad de Dios; la segunda, que debes deplorar la ceguera del mundo que se adhiere enteramente a bienes pasajeros, mientras descuida los bienes eternos. Que la gloria de Dios sea el fin de todas tus acciones y no tu gloria propia o tu placer.

 

   II. Muy pocas personas hay que busquen la gloria de Jesucristo; hasta es lo más frecuente que los que parecen consagrados a los intereses de Dios, busquen todavía su propia gloria o algún interés temporal. ¿Cuál es el fin que persigues en todo lo que emprendes? En vano pretenderás trabajar por Dios: tu conducta y tus acciones desmienten tus palabras. ¿Puede acaso la lengua negar lo que hace la mano y la palabra destruir lo que ejecutan los actos? (Tertuliano).

 

   III. El mejor medio que hay para procurar tus intereses y trabajar para ti mismo es servir a Dios, porque es el medio que tienes para poner orden en tu negocio más grande, que es la salvación de tu alma. Dios mío, ¡cuán bueno sois! Nada puedo hacer por ti sin trabajar para mí. Y, a la vez, ¡cuán culpable soy para querer más perderme ofendiéndoos que salvarme sirviéndoos! Dios puede ser feliz sin mí, sin Él yo no puedo ser sino desgraciado. Dios no tiene necesidad de tenernos por servidores, y nosotros tenemos necesidad de tenerlo por Señor (San Agustín).

 

   Velad por vuestra salvación. Orad por los enemigos de la Iglesia.

 


Santa Cristina, virgen y mártir. — 24 de julio (+ 300)


 


   La maravillosa virgen y mártir de Cristo, santa Cristina, nació en Tiro de Toscana, población que estaba junto al lago de Volsena. El padre de la santa niña Cristina se llamó Urbano; era de la ilustre familia de los Anicios, y gobernaba la ciudad en calidad de prefecto, nombrado por los emperadores Diocleciano y Maximiano, cuyos edictos contra los fieles de Cristo ejecutaba con gran diligencia y bárbara crueldad.

 

   El lugar del tribunal fué la escuela en que la niña Cristina aprendió las primeras lecciones de nuestra santa fe, porque asistiendo frecuentemente a los interrogatorios de los mártires, entendió que eran dignos de desprecio los ídolos vanos, y que había un solo Dios verdadero, y que sólo Dios podía dar a los cristianos aquella invencible fortaleza con que triunfaban en los suplicios, y menospreciaban la vida temporal por alcanzar la eterna. Algunas señoras cristianas perfeccionaron la instrucción de la niña, y fué bautizada secretamente.

 

   Diez años tenía no más cuando deseosa del martirio tomó los ídolos de oro y de plata que su padre tenía, los quebró e hizo pedazos y los repartió a los pobres. De lo cual tuvo tan grande enojo su padre, que él mismo la mandó desnudar y azotar cruelmente por sus criados; y no contento con esta crueldad la hizo otro día atormentar con garfios de hierro, hasta arrancarle algunos pedazos de sus carnes, los cuales tomó ella en la mano y los ofreció a su padre, diciendo: “Toma, cruel tirano, y come también, si quieres, esa carne que engendraste.” Mandóla poner después en una rueda de hierro algo levantada del suelo, y debajo encender carbones y echar en ellos aceite; mas el Señor la defendió de este suplicio, y la sacó viva y sana de entre las llamas. Otro día la mandó el padre atar un gran peso al cuello y echar en el lago de Volsena; pero los ángeles la libraron y sacaron a tierra sin lesión alguna, con grande rabia y despecho de su bárbaro padre, el cual imaginando nuevos suplicios, no pudo ejecutarlos, por haber sido hallado muerto en la cama.

 

   Sucedióle en el oficio de juez el no menos cruel Dión, el cual mandó llevar a la santa niña, raída la cabeza, al templo de Apolo; y el ídolo cayo en tierra hecho pedazos; quedo de esto el prefecto tan asombrado  que cayó allí muerto, por cuyos prodigios se convirtieron muchos gentiles a la fe de Cristo.

 

   A Dión sucedió otro juez llamado Julián, no menos impío y feroz; porque mandó encender un horno, donde tuvo a la santa niña por espacio de cinco días, y del cual salió ella alabando a Dios, sin haber recibido lesión alguna. Cortáronle la lengua para que no pudiese invocar a Jesucristo, y sin lengua hablaba y no cesaba de bendecir al Señor. Finalmente fué atada a un madero y asaeteada y con este martirio envió su alma al cielo.

 

   Reflexión: ¡Con qué regocijo sería recibida de los ángeles aquella alma purísima que revestida de la fortaleza de Dios había salido con victoria de tres tiranos y de tan dura y larga pelea! ¡Qué trabajos podemos nosotros padecer por amor de Cristo, que puedan compararse con los que pasó la santa niña Cristina! ¡Verdaderamente es nada todo lo que hacemos por servir a Dios y ganar el cielo! Una niña de diez años como santa Cristina nos cubrirá de vergüenza en el día del juicio, sino sólo servimos a Dios con tan poca generosidad, sino que aun rehusamos aceptar con paciencia las cruces que el Señor nos envía.

 

   Oración: Suplicámoste, Señor, nos alcance el perdón de nuestros pecados la intercesión de la bienaventurada virgen y mártir Cristina que tanto te agradó así por el mérito de su castidad, como por la ostentación que hizo de tu poder en su constancia hasta la muerte. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

 

 

FLOS SANCTORVM.