Es
también curiosa esta otra leyenda: la del encuentro de Gutenberg, inventor de
la imprenta, con el diablo.
Gutenberg, hacia el año 1400, tuvo la gran
dicha de ver salir de su rudimentario taller el primer libro impreso, y este
era el mejor de la humanidad, el libro digno de que con él se consagrara la
gran invención: la Biblia.
Cuando Gutenberg sacó de la prensa la
primera copia, la tomó en sus temblorosas manos, la besó y la estrechó contra
su corazón, como un padre feliz hace con su recién nacido primogénito.
Pero he aquí que, mientras el gran inventor
se encuentra inundado de gozo por la gran victoria, se le aparece el mismísimo Satanás, sonriéndose repugnante y
sarcásticamente, y, golpeándole con una mano en las espaldas, le grita:
¡Bravo, amigo!... Tú
has hecho hoy a nuestra causa el mayor de los servicios. Te estoy agradecido y
te ofrezco la mitad de mi reino...
Gutenberg, espantado, miraba al extraño
interlocutor, sin comprender una palabra de lo que decía....
–– ¿Qué quieres decir?..., preguntó.
Y Satanás, con una sonrisa cada vez más
repugnante, le repitió:
––Si, me has hecho un servicio de oro... Has fabricado un
arma para mí... que vale, ella sola, por un ejército de los más astutos y
valientes demonios. ¡Ah, Gutenberg..., la victoria es nuestra!... Hoy la tenemos en la
mano. Si tantos siglos de lucha contra Dios fueron esfuerzos inútiles, hoy tu
intervención reanimará nuestra suerte. ¡Es nuestro desquite, el desquite de
Satanás!...
–– Pero no comprendo... no puedo comprender…
–– murmuró Gutenberg, con la palidez de la muerte en el
rostro, herido en lo más vivo del corazón, como lo puede estar un padre a quien
se le repite: ¡Tu hijo es un miserable,
es un criminal!...
Y, con un movimiento enérgico, Gutenberg
coge el libro acabado de imprimir y se lo muestra a Satanás.
–– ¿Ves?
Esta es la Sagrada Biblia. Yo la haré correr por el mundo en miles y miles de
ejemplares a poco precio. La regalare a los pobres, como se regala un pedazo de
pan. De esa manera todos los hombres la podrán leer, la podrán estudiar... Y la
Biblia, tú lo sabes muy bien, es la historia de tus derrotas, es la historia
del amor de Dios, de tu perversidad, oh Satanás!...
Satanás a estas palabras, rechino los
dientes, como desgarrado por un atroz martirio, vaciló un instante, pero,
volviendo a su sarcasmo, continuó amenazador:
–– ¡Rechazas, oh Gutenberg,
la gloria y las riquezas que te he propuesto!... Pues bien ¡oh miserable,
imprime tu Biblia... si, la historia de mi tormento! Imprímela en miles de
ejemplares... pero voy a decirte lo que pienso hacer en adelante...
Y, ante los ojos de Gutenberg, desfiló una
extraña visión.
En un taller, como jamás él lo había visto,
centenares y centenares de obreros trabajaban febrilmente.
Máquinas enormes, como monstruos, engullían
pliegos inmensos de papel blanco, y al momento arrojaban de si hojas impresas,
libros, carteles, ilustraciones, periódicos, etc.
–– ¿Qué es esto?, pregunto Gutenberg,
espantado.
Y Satanás, triunfante y sarcástico, le
respondió:
–– ¿No la conoces? Es tu máquina de imprimir.... Tú la
has inventado, y mis fieles servidores la llevaran hasta el súmmum de la
perfección, de modo que pueda correr con la velocidad del relámpago... Pero
esto ¡no te debe interesar mucho!... Acércate a aquella pila de papel impreso,
toma y lee... Es la victoria que te he preanunciado... No es la Biblia que tú
tienes en las manos....
Y la mirada de Satanás manifestaba todo el
orgullo del triunfo.
Gutenberg se acercó a aquel montón de
papeles impresos que la potente maquina vomitaba, como un río represado y de
manantiales inexhaustos.
Tomó y leyó
Como buen cristiano y hombre honrado que
era, no tuvo necesidad de leer mucho.
Llenósele el corazón de profunda
indignación. Enroscó la hoja y se la lanzó a Satanás a la cara, gritándole:
–– ¡Que indignidad!.... ¡Que miserable
eres!... Pero no te reirás de mí, no te servirás de mi obra.
Tomó en sus manos una gran maza, la levantó
sobre la preciosa invención...; unos pocos golpes y todo quedará hecho
pedazos...; pero Satanás no se reirá.
Y he aquí que, cuando la maza estaba para
descargar su golpe, impulsada por toda la energía de un hombre generoso y
desesperado, le detiene una mano invisible, y una voz grita:
–– ¿No, Gutenberg!... ¡No arruines la obra
de Dios!
La imprenta en manos de Satanás será el
instrumento de la perversión, de la corrupción, de la mentira. Pero la imprenta en manos de Dios será el apóstol
de la verdad y de la luz; será el sol que ahuyentara las tinieblas, será otra
victoria que el Triunfador del Gólgota podrá escribir en su libro de oro...
Gutenberg
miró a la cara de su nuevo interlocutor... ¡Era un ángel!... Se puso de
rodillas, para dar gracias, y adorar el poder y la sabiduría de Dios...
Satanás, humillado, escondido en un rincón,
quiso no obstante decir una palabra:
–– Pues bien, acepto el
reto. Será un gran duelo: tu Dios contra mí, Satanás...
Y desapareció entre horribles carcajadas.
Es
una mera leyenda, ya lo hemos dicho. No debemos confundir la leyenda con la
realidad. Satanás, realmente, se ha aparecido: la historia cita casos en
los que no se puede poner en duda la intervención personal del demonio. ¿Se habrá también aparecido a Gutenberg?
No nos interesa saberlo. Lo que esta fuera de toda
discusión es el hecho de que Satanás se ha servido y continúa sirviéndose de la
prensa para envenenar las almas con el error y la inmoralidad.
“Si se apareciesen de repente las almas
condenadas por las malas lecturas, quedaríamos maravillados de su número, decía
De Maistre: Si los libros nos pudiesen hablar, nos
revelarían cosas increíbles sobre el apostolado de perversión que han ejercido
en las almas.”
También hoy el impreso malo, los libros y
periódicos sectarios o inmorales, son una peste, y una peste horrible, que
produce estragos inmensos en las almas.
En
las calles, en las más insignificantes aldeas, en todas las esquinas, se
exponen las más lubricas caricaturas, las más asquerosas figuras en colores,
las más inmundas pornografías, que sonrojan a las almas aun honestas, pero que
mientras tanto atraen la curiosidad de los muchachos que van a la escuela y que
se arremolinan junto a ellas, y que en aquellos impresos y en aquellas figuras
aprenden vicios y corrupción; mientras la misma civilización pagana quería que
ante los ojos de los niños se levantase un baluarte de pudor; máxima debetur
puero reverentia: al niño se debe la máxima reverencia.
Libros y periódicos escritos en estilo
tabernario, impreso tan mal, que al día siguiente no son ya legibles, corren
aún en las manos de muchos, porque excitan las malas pasiones y satisfacen
todas las curiosidades, licitas o ilícito, poco importa. Así es, bajo el
hermoso cielo de España, entre las fragantes rosas y los cándidos lirios
perfumados, se publican una cantidad de libros obscenos, cuyo contenido es
capaz de ruborizar a un negro; bajo el amplio manto del arte romanesco y
novelesco, se esconde la desecha mercancía.
Amados
lectores: escucharemos la voz de la conciencia, la voz del Papa y de los
Obispos: no nos entreguemos jamás a la lectura de libros, periódicos, revistas,
si antes no estamos seguros de su bondad. Obrando de otra manera, a través del
papel impreso, nos inoculará Satanás su diabólico veneno de muerte.
“EL
DIABLO”
¿Existe?
¿Quién es? ¿Qué hace? ¿Cómo se vence?
DESIDERIO COSTA, S.P.
Pía
Sociedad de San Pablo, Año 1940