jueves, 26 de junio de 2025

LA FESTIVIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. “Viernes después de la octava del Corpus Christi”


 

   El protestantismo en el siglo XVI, y el jansenismo en el XVII, habían puesto  todos los medios posibles para desfigurar uno de los dogmas esenciales del cristianismo, cual es el amor de Dios a todos los hombres.

 

   Era pues menester que el Espíritu de amor, que rige siempre a la Iglesia, encontrase un medio nuevo para oponerse a la herejía avasalladora, a fin de que la Esposa de Cristo, lejos de ver disminuir su amor a Jesús, lo sintiese acrecentado cada día más y más.

 

   En el culto católico, en esa norma tan segura de nuestra creencia, fue donde se verificó tal manifestación, al instituirse la festividad del Corazón sacratísimo de Jesús.

martes, 24 de junio de 2025

SAN AGUSTÍN PIDE PERDÓN Y AMOR DE DIOS – De las “Confesiones de San Agustín. Libro I. Capítulo V.



 

   


   5. ¿Quién me dará que yo descanse en Vos? ¿Quién me dará que vengáis a mi corazón y le embriaguéis para que olvide yo mis males, y me abrace con mi único bien, que sois Vos? ¿Qué sois Vos para mí? Apiadaos de mí, para que yo hable. ¿Qué soy yo para Vos que mandáis que os ame, y si no lo hago, os enojáis conmigo, y me amenazáis con ingentes miserias? ¿Acaso es pequeña miseria el no amaros? ¡Ay de mí! Decidme, por vuestras misericordias, Señor Dios mío, ¿qué sois Vos para mí? Decid a mi alma: “Yo soy tu salud” (Ps. 34. 3). ¡Decidlo de modo que yo lo oiga! Ved aquí. Señor, los oídos de mi corazón delante de Vos; abridlos y decid a mi alma: ¡Yo soy tu salud! Correré tras esta voz y me asiré de Vos. ¡No me ocultéis vuestro rostro! (Ps. 143, 7). Muera yo (1) para que no muera, con tal de veros.

 

   (1) Alude al Éxodo, 33, 20, donde dice Dios.: No me verá hombre alguno y vivirá.

 

  6. Estrecha es la casa de mi alma para que a elIa vengáis: ensanchadla Vos. Ruinosa está; reparadla. Cosas tiene que ofenderán vuestros ojos: lo sé, y lo confieso; más ¿quién la limpiará?, o ¿a quién, fuera de Vos, clamaré? “De mis culpas ocultas limpiadme. Señor, y de las ajenas perdonad a vuestro siervo” (Ps. 18, 13, 14). “Creo, y por eso hablo” (Ps. 115, 1). Vos, Señor, lo sabéis. “¿Acaso no os he confesado ya mis delitos contra mí mismo. Dios mío, y Vos me habéis perdonado la impiedad de mi corazón?” (Ps. 31, 5). No entro “en pleito con Vos” (Job. 9, 3), que sois la Verdad; “y no quiero engañarme a mí mismo, para que mi iniquidad no mienta contra sí misma” (Ps. 26. 12). No entro, pues, en pleito con Vos; “porque si os ponéis, Señor, a examinar las iniquidades, Señor, ¿quién quedará en pie?” (Ps. 129, 3).

 

“APOSTOLADO DE LA PRENSA”

AÑO 1958.

         

 

sábado, 21 de junio de 2025

NO VINE A TRAER LA PAZ – Por el P. Alberto Moreno S.I.


 



   Él no vino a traer la paz. ¿Y por qué entonces los ángeles anuncian al mundo a su llegada; «Paz a los hombres de buena voluntad»? ¿Y por qué entonces Él mismo nos dice: «Mi paz os dejo, mi paz os doy»?

 

   Porque hay dos especies de paz: la paz de Dios, la paz del mundo.

 

   La paz de Dios, esa que el «mundo no puede dar» según la palabra del Maestro. La paz del mundo, que no puede jamás unirse con la paz de Dios, la única que es verdadera paz.

 

   Y Cristo vino al mundo a darnos la paz de Dios, y no a traernos la paz del mundo.  Al contrario, vino a traernos la espada para luchar contra el mundo. Vino a armarnos soldados y a ponerse Él al frente como nuestro Capitán. Él fue el primero en declarar la guerra al mundo: a su soberbia, a su sensualidad, a su codicia. Y quiere que nosotros, sus soldados, le acompañemos sin descanso en esta guerra.

 

   No puedo ser cobarde: ¡con Él a la lucha!

 

   El mundo odia a Cristo, porque Cristo vino a declararle la guerra, porque no le deja gozar de su paz, paz falsa y engañosa, paz fingida e hipócrita;  esa paz que el mundo pone en el goce de los placeres, en la satisfacción de sus ansias de honor y de gloria, en la abundancia de los bienes terrenos.

 

   Y el mundo me odiará también a mí si con Cristo le declaro la guerra, y guerra a muerte.

 

   Tengo que ser siempre soldado,  y soldado en campaña, listo para el combate, sin temor y sin miedo. El mundo puede luchar contra mí; pero Cristo, mi Capitán, venció al mundo:

 

   Confidite. Ego vici mundum.  «Confía —me dice Él—. Yo vencí al mundo.»

 

   Y con Él, yo también le venceré. Y podré así gozar de la paz anunciada por los ángeles en el día del nacimiento del Príncipe de la paz. Y podré así gozar de la paz que Cristo nos dejó al despedirse para subir al cielo.

 

   Esa es la paz verdadera. Esa es la paz que «el mundo no puede dar».

 

“ENTRE EL Y YO”

martes, 17 de junio de 2025

EL PERDÓN DEL JUSTO Y EL PERDÓN DEL PERFECTO - Por Nicky Pío

 



   Santo Tomás de Aquino dice: Existen dos formas de perdonar la del “justo”, y la del “perfecto”. El “justo” perdona la ofensa al que ofendió, si este último le pide perdón. 


   Pero el “perfecto” pide perdón cuando ha sido ofendido, es decir, pide perdón a quien lo ha ofendido. Por aquello de las Escrituras que dice “Busca tú la paz”.


   Saber esto y practicarlo es muy útil en cualquier tipo  de relación. Por ejemplo: Es común las peleas en el matrimonio, pero si aun teniendo la razón, siendo la parte ofendida, se pide perdón, ayuda mucho a mantener la paz del hogar. Es literalmente lo que hacía Santa Rita, que tenía un esposo con carácter irascible. Practicando el perdón del perfecto, pudo domar a su esposo, y reducirlo a mansedumbre. 


   El Cura de Ars nos advierte que el no perdonar, y las constantes peleas entre los esposos, no es sino la antesala del infierno.

EL GRITO SORDO DE LA ORACIÓN.


 

   

   Cuando tu grito de auxilio no la oyen los hombres por la dureza de su corazón, sólo queda recurrir a la oración confiada. No sólo tu lengua puede proferir sonidos, también tu alma. Cuando se expresa, es tan fuerte su grito que retumba en todo el Cielo.

 

   ¿Pero dónde va mi llamada? Te preguntarás. Cuanto sale del corazón afligido de un hijo de María, este llega directo a su Corazón Inmaculado. Ella no es sorda a los dolores, a los padecimientos, y al peligro de sus hijos, cómo Madre siempre está atenta a sus necesidades.

 

   Lo que no llega con palabras al corazón de los hombres, llega al Corazón de María, con una mirada triste, con un sollozo, con un pensamiento, de muchas formas. Pero sobre todo, con la oración que brota de tu alma.

 

   Sábes hijo mío, que para hablar con Jesús y con María, no nos necesarias las palabras, acaso un persona privada de su voz, es decir un mudo, ¿no puede dialogar con María? ¿No puede rezarle? ¿Nunca te has puesto a pensar en ello?...Que el mundo no te escuche, no significa que no te puedas comunicar con Dios.

 

   El grito sordo de la oración, es muy poderosa, pues en ella se encierra todo tu ser acongojado, todo penar, todo pesar, todo aquello que no sólo no quieren oír los hombres, sino lo que Tú mismo no puedes siquiera expresar. El llanto ahogado de una viuda es una oración, el corazón oprimido de un pobre es una oración, el dolor de un padre con su hijo enfermo es una oración. El llanto de un niño es una oración.

 

   Cuando no puedes más, y caes de rodillas, y tus abrazos lánguidos desfallecen a tus lados.  También es una oración, y siempre será oída, siempre, aunque ni tú mismo lo creas así, pues no está en tu entendimiento, está en tu corazón, que en muchos casos habla, más y mejor que mil palabras. Será talvez por eso, que dijo Nuestro Señor, “no empleéis muchas palabras en la oración” Ya sé de ante mano que necesitáis, y que lo necesitáis.

 

   Por ello, cuando creas que nadie puede oírte, mira al cielo, y reza con todo tu corazón, con todo tu entendimiento, tu Madre no es sorda a tus lamentos, ella no te juzga, ni tus circunstancias, le basta saber que sufres, y quiere consolarte y darte todo su amor… Si el dolor ahogan tus palabras en la garganta, si no puede mirar porque tu vista está nublada por el llanto, es cuando más serás oído, es el grito sordo de tu oración, todo el Cielo se conmueve ante tu padecer, no temas hijo mío, ya está en camino la consolación…

jueves, 12 de junio de 2025

“El Pan de San Antonio” Origen de la Obra.

 



   Comentario de Nicky Pío: Esta era la forma en que se pedía antiguamente a San Antonio, muchos católicos no lo saben. Pueden empezar hoy. Siempre habrá alguien cerca para ofrecer lo que se llama “la limosna del Pan de San Antonio”. No se pierdan esta lectura, y trasmitan esta piadosa costumbre que ya casi desapareció, junto a otras tantas piadosas y beneficiosas costumbres católicas, para el alma y el cuerpo.

 

   En Marzo de 1890, una piadosa señora de Tolón, dueña de una modesta tienda de lienzos situada en la calle de Lafayette, al abrir su almacén observó que habia perdido la llave. Llamado el cerrajero, probó éste cuantas llaves maestras tenia en su taller, y no logrando su objeto, trató de descerrajar la puerta; más la señora Luisa Bouffier, que así se llamaba la dueña del establecimiento, acordándose en aquel instante de San Antonio de Padua, sintióse movida a ofrecerle una limosna de pan en favor de los pobres si se abría el almacén, sin arrancar la cerradura.

 

   —Aguarde Ud., maestro—dijo—acabo de ofrecer una limosna a los pobres si San Antonio hace un milagro; pruebe Ud. de nuevo cualquiera de las llaves que acaba de usar.

 

   Hízolo así y la primera llave que introdujo abrió la puerta sin ofrecer la más pequeña resistencia.

   Grande fué la sorpresa y la gratitud de la piadosa señora Bouffier, y no menos la admiración de las personas que presenciaron el suceso, tanto que algunos días después eran ya muchas las que acudían a San Antonio en sus necesidades, ofreciendo limosnas de pan, y que, cumplido sus deseos, cumplan ellas por su parte dando de comer al hambriento.

 

   Una amiga de la Señora Bouffier, testigo de los primeros milagros, hizo promesa de dar un kilógramo de pan diario durante toda su vida si lograba que cierta persona de su familia abandonase un vicio que desde antiguo le esclavizaba. A poco la gracia fué concedida, el vicio desapareció, y la señora, además de comenzar a cumplir puntualmente su promesa, compró una estatua de San Antonio y se la regaló a la señora Bouffier para que la colocase en un cuartito de la trastienda convertido en improvisado oratorio.

 

   A contar desde ese día fueron innumerables las gentes que comenzaron a acudir a aquel rinconcillo a pagar al Santo los favores y gracias recibidas. Ya era un soldado o un oficial de marina que, partiendo para largo viaje, había prometido a San Antonio cinco francos mensuales de pan si regresaba sin accidente alguno, y lo habia logrado. Ya era una madre que habia pedido y obtenido la salud de su hijo o el buen éxito de un examen; ya era una familia que habia solicitado la conversión de una persona querida que iba a morir; ya era una pobre criada sin colocación o un obrero sin trabajo que habían visto satisfechas sus aspiraciones. Cuantos ofrecían limosnas de pan para los necesitados, obtenían favores a manos llenas.

 

   Era muy natural que las limosnas crecieran. Algún tiempo después ascendía ya a dos mil reales el importe del pan que la señora Bouffier repartía mensualmente a los pobres.

 

“Tomado del Eco Franciscano” – Año 1899.


sábado, 7 de junio de 2025

¡SER AGRADECIDOS!



   En realidad muchas veces vivimos como miserables teniendo muchas riquezas. No sabemos valorar lo que Dios nos ha regalado en el paisaje, en la familia, en los amigos, y en nuestro propio cuerpo. Vivimos echando de menos lo que no tenemos, más que valorando y agradeciendo lo que poseemos.

 

   “Un hombre descontento con su suerte, exclamaba:

 

   — ¡Dios manda riqueza a los demás, y a mí no me da nada! ¿Cómo puedo vivir así?

 

   Un anciano oyó sus palabras y le dijo:

 

   — ¿Eres tú tan pobre como crees? ¿No recibiste de Dios la juventud y la salud?

 

   — No digo que no, fue su respuesta. Y puedo estar orgulloso de mi fuerza y de mi juventud.

 

   El viejo tomó entonces la mano derecha de aquél hombre y le preguntó:

 

   — ¿Te dejarías cortar esta mano por un millón de pesos?

 

   — ¡No! Indudablemente que no.

 

   — ¿Y la izquierda?

 

   — Tampoco.

 

   — ¿Aceptarías quedar ciego por diez millones de pesos?

 

   — ¡Dios me libre de ellos! No daría ni uno solo de mis ojos por todo el dinero del mundo.

 

   — Ya ves, agregó el anciano, cuánta riqueza te ha dado Dios. ¡Y sin embargo te quejas!”

 

   Este relato tan simple nos enseña tanto. Parece tan obvio que nuestros ojos contemplen los paisajes. Parece tan obvio que nuestros oídos puedan escuchar la música. Parece tan obvio que nuestros pies nos encaminen hacia donde nosotros deseamos. Parece tan obvio que nuestros labios puedan modular las palabras. Parece tan obvio rodearse de familiares y de amigos y reír y jugar con ellos… ¡Sí! Parece todo muy obvio. Hasta el día en que una desgracia nos aqueja.

 

   Debemos reconocerlo sin ambigüedad: no sabemos vivir agradecidos de lo que Dios nos ha regalado con enorme generosidad y cariño. No sabemos gozar lo que hemos recibido. Una cierta cultura de la queja, del desgano, de la tristeza y del lamento, nos hace vivir pensando en lo que no tenemos y en lo que nos hace falta, más que en alegrarnos y emocionarnos por lo que se nos ha dado.

 

   No se trata sólo de ponerle preció a una mano, a los ojos, a los pulmones o al corazón. Se trata más bien de tener la sabiduría de vivir con optimismo y con realismo. La vida es siempre breve para amarse y para amar. Tener los ojos lánguidos por los bienes materiales, por los éxitos económicos o por los triunfos deportivos académicos, nos hace desaprovechar lo que sencillamente nos rodea, a quienes con silencio y humildad nos aman, y lo que nosotros mismo somos o tenemos.

 

   La vida es tan breve para el amor…

 

Miguel Ortega Riquelme

 

Fuente. Familia Cristiana.

 

LOS TRES EFECTOS DEL ESPÍRITU SANTO – POR SANTO TOMÁS DE VILLANUEVA.



   El espíritu santo, al venir al mundo, esto es, al corazón que se ha entregado al mundo, obra tres efectos:

 

   1) Convencernos del pecado, mostrándonos su fealdad.

 

   2) Hacernos ver la belleza de la justicia, enseñándonos toda la verdad.

 

  3) Elevar nuestros afectos, con la consideración de los bienes o castigos futuros, esto es, nos enseña las cosas que han de venir.

 

   CONVENCE DEL PECADO. Sera como fuego fundido y como leña de batanero, y se pondrá a fundir y depurar la plata…, y la depurara como se depura el oro (Malaquías. 3,2). Así obra el Espíritu Santo en nuestros corazones, quemando todo lo que sea vicio y pecado. Estos sus reproches interiores son un signo de su amor, mayor inclusive que los castigos materiales, que no tienden más que a hacernos advertir tales reproches. Cuando el Hijo se ha marchado de nosotros, ha ido al Padre para excusar nuestros pecados; cuando el Espíritu Santo viene, es para echárnoslos en cara y que los conozcamos. El uno y el otro nos excusan, y los dos trabajan para una sola cosa, para salvarnos.

 

   Miserables los que no conocen su pecado, porque se creen tan ricos que no necesitan a nadie, cuando en realidad no pasan de ser ciegos y desnudos (Apoc. 3,17). Me avergüenzo de ver a un mundo en la iniquidad, viviendo alegre y tranquilo. Ya está la segur en la raíz del árbol (Lc. 3,9).   Pasan los días, y en un momento caeréis en el infierno. Vivís en una paz bien amarga (Is. 38,17), porque no vivís en la paz de la virtud, sino en la paz de la inconsciencia, de las tinieblas del espíritu, la deformidad del corazón y la falta de la luz divina. Cuando Dios se aleja del corazón, descienden sobre él las tinieblas y el endurecimiento, y los pecados se convierten en castigo del pecador.

 

   ILUMINA LA INTELIGENCIA. Os enseñará toda verdad (Juan. 16,13). ¡Oh doctor, cuyo púlpito está en el cielo y los alumnos en la tierra; que en un momento nos instruye y da toda ciencia! Yo quisiera ver aquellos antiguos maestros que fueron profetas, a quienes ilumino el Espíritu santo, junto a aquellos niños y pastores convertidos en salmistas, a aquel perseguidor convertido en doctor de las naciones, a aquel publicano en evangelista. Pero todavía me admira más lo que los apóstoles y santos han hecho después que el Paráclito descendió sobre la tierra, Enséñenos a todos este mismo Espíritu y repártanos el olor de su perfume.

 

   ANUNCIA EL PORVENIR. Todo hombre es un profeta. Su vida anuncia el cielo. No considerar las cosas que se ven, sino las que no se ven; vivir de la fe y no de la tierra, es también profetizar. El solo hecho de huir de los bienes presentes es anunciar las delicias del cielo y hacer temer los tormentos del infierno. Los que se mortifican profetizan la eternidad.

 

 

CUENTO ESTUDIANTIL: UN MILAGRO DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS – Del Apostolado de la Buena Prensa. Mes de junio de 1894.

 



   Era Luis un joven excelente: virtuoso, sano, guapo, rico, listo y muy aplicado. Las gentes decían de él: de tales padres, tal hijo; y con esto queda explicado, lo que eran los padres de Luis: un perfectísimo caballero y una señora ejemplar.

 

   Fernando competía en todo con Luis, menos en la virtud. Verdad que los padres de Fernando, patricios corrompidos, no pensaban más que en fiestas, comilonas y cosas peores. Tenían oratorio en casa; pero nunca oían Misa. Tenían capellán; pero habían olvidado ya la última vez que recibieron los Sacramentos, Fernando no fué educado ni bien ni mal, porque no fué educado de ninguna manera. A los diez y siete años era un lindo salvaje que saludaba correctamente a las gentes, y sabia vestirse muy bien. Por seguir la costumbre, lo habían matriculado a los diez años en el Instituto; el chico adelantó, porque era muy despejado, y no de mal fondo. Cuando fué bachiller, el mayordomo de la casa dispuso que fuera abogado: los padres de Fernando apenas si se enteraban de nada, de esto.

 

   Durante el curso, Fernando se distrajo canallescamente. Sin la vigilancia, que es el apoyo de la juventud, dejó de ir a clase, y en cambio se le vio en los lupanares, en los garitos, en todos los centros de disipación. Luis, en cambio, fué el mejor de los alumnos. Sus profesores le tomaron grande afecto, y decían do él que era la más hermosa esperanza de aquella generación escolar.

 

   A últimos de Mayo, Femado fué a encontrar a Luis, y le dijo: «Chico, no sé ni una palabra de las asignaturas, ni tengo apuntes, ni programa, ni nada. ¿Quisieras tú que repasásemos juntos, o mejor dicho, quisieras enseñarme algo de lo que sabes?

 

   —Con mil amores—respondió, Luis bondadosamente—pero te advierto que yo no sé lo bastante para poner cátedra, ni aunque yo fuese un Séneca, tendríamos tiempo material para desflorar las asignaturas.

 

   A pesar de lo cual, y después de nuevas instancias de Fernando, quedó convenido el repaso.

 

   En la primera tarde Luis explicó a Fernando la primera lección. Fernando, que era de natural generoso, exclamó:

 

   — ¡Chico! ¡Tú sabes más que Briján (es decir. más que un docto), y con que claridad lo explicas todo! Diez lecciones tuyas valen por un curso.

 

   Luis se sonrojó; pero reponiéndose pronto de la turbación que le produjo el elogio, dijo a su camarada:

 

   —Tanto como Briján no sé; pero más que; tú, efectivamente. Y eso que eres mucho más listo que yo. Pero, chico, yo desde que empieza el curso cumplo con mi obligación y  estudio diariamente.

 

   —¡Qué aburrido es eso, Luis!, . .

   —Entonces para ti lo di vertido es puramente el vicio.

   —No puedo negar que me arrastra.

   —Pues ahorca los hábitos de estudiante y dedícate a taur.

   —Chico, yo estudio por el bien parecer.

   —Pues mira, para esto no tienes que molestarte en volver por aquí. Yo no me asocio al pecado de hipocresía que quieres cometer, asociación que sería una verdadera complicidad.

   — ¡Qué puritano eres!

   —No, soy católico, apostólico y romano.

   —Y yo también—repuso Fernando—aunque no soy fanático.

   —Aunque soy un tunante, debías haber dicho.

   —Cuidado. ¿Qué es eso de tunante?

 

   Luis explicó a Fernando lo que es ser tunante, y cómo los que hacen lo que él se vanagloriaba de hacer, son verdaderos tunantes. Femando quedó pensativo, y después de un rato de meditación, dijo:

 

      —Chico, me has dado dos buenas lecciones; pero la segunda es mejor que la primera. Y se puso triste.

 

   Al otro día, Fernando entró en el gabinete de su amigo, y de buenas a primeras le dijo:

 

   —No vengo a molestarte con mi inoportuno repaso. El curso queda perdido yo mismo me he calabaceado. Pero vengo a hacerte una pregunta. Ayer me demostraste, como dos y tres son cinco, que yo soy un tunante; y yo sé que tú no lo eres. ¿Quieres decirme de qué recurso te vales, qué medio empleas para, no serlo?

 

   Luis se levantó, y señaló A su amigo un hermoso cuadro que pendía de las paredes de su gabinete, y que representaba el “Sagrado Corazón de Jesús”.

 

   —Mira—dijo —esa bendita imagen. Delante de ella, puesto de rodillas, he aprendido a no ser tunante.

 

   —Ya comprendo—gimió Fernando apoyando su juvenil cabeza sobre el hombro de su amigo. —Tú tienes religión, y yo, hijo, no la tengo, en parte porque he olvidado la poca  que me enseñaron, en parte porque nunca , me la enseñaron bien.

 

   —Pues yo te la enseñaré —dijo Luis; —ayer decías —añadió sonriéndose —que no pinto mal para maestro.

   —En cuanto te examines...

   —¿Qué exámenes, ni qué chilindrinas? Tú  no te examinas porque no has estudiado. Yo no me examinaré tampoco porque quiero seguir la carrera contigo, que eres mi mejor amigo, mi hermano del alma. El curso que viene estudiaremos juntos; nadie nos corre.

 

   —Es demasiada abnegación esa—dijo Fernando sollozando.

 

   Pero asi fué; aquellos repasos siguieron; pero no de las asignaturas, sino do aquella otra asignatura, que es la principal de todas. Luis era el misionero, Fernando el catecúmeno.

 

   El día 9 de Junio comulgaron juntos. La madre de Fernando, decía: «A mi hijo me lo han hecho un beato.» El padre: «Me pillaron al chico los ultramontanos.»

 

   Pero Fernando tiene fundadas esperanzas de que sus padres no han de tardar en matricularse también en la asignatura que él llama festivamente: Arte de no ser tunante. Es un favor especial que el muchacho tiene pedido al “Sagrado Corazón de Jesús”.

 

 

viernes, 6 de junio de 2025

PRIMER VIERNES DE MES dedicado al SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. El origen de esta hermosa devoción.

 



¡Oh Jesús mío!,

que en el dolor y en la alegría

se haga tu voluntad y no la mía.

 

   Un día de la Octava del Corpus, el 16 de junio de 1675, se le apareció a Santa Margarita María de Alacoque el Sagrado Corazón de Jesús, rodeado de llamas de amor, coronados de espinas, con una herida abierta y manando sangre y con una cruz saliendo de su interior, y oyó de sus labios estas palabras: “He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres y, en cambio, no recibe de la mayor parte de ellos más que ingratitudes, irreverencias y desprecios en este santo sacramento de amor”. Pide amor, reparación y desagravio.

 

   En mayo de 1688 hace a la misma santa esta Gran promesa: “Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor omnipotente concederá a todos aquellos que comulgasen nueve Primeros Viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final; no morirán  en desgracia mía, ni sin recibir los sacramentos; y mi Corazón divino será su refugio en aquel último momento”, y además:

 

—Les daré todas las gracias necesarias a su estado.

—Pondré paz en sus familias.

—Les consolaré en todas penas.

—Seré su amparo y refugio seguro durante la vida, y sobre todo en la hora de la muerte.

—Derramaré abundantes bendiciones sobre todas sus empresas.

—Los pecadores encontrarán en mi Corazón la fuente y océano infinito de la misericordia.

—Las almas tibias se harán fervorosas.

—Y las fervorosas se elevarán a gran perfección.

—Bendeciré las casas en que la imagen de mi Corazón sea expuesta y honrada.

—Daré a los sacerdotes el don de mover los corazones más empedernidos.

—Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi Corazón y jamás será borrado de él.

 

Por el Padre Celso Mejido Díaz Misionero del Sagrado Corazón

lunes, 2 de junio de 2025

EL ¡DETENTE! EXPLICACIONES.

 

 



  Vamos a ir dando de a poco algunas enseñanzas sobre el ¡DETENTE!

 

   Esta piadosa práctica, otrora muy difundida entre los católicos, es un modo simple, pero espléndido, de manifestar permanentemente nuestra gratitud y amor al Sagrado Corazón, víctima de nuestros pecados. Y de recibir, al mismo tiempo, innumerables beneficios, junto con una protección extraordinaria contra todos los peligros, como veremos.

 

   ¿Qué es un Detente? ¿Una armadura espiritual?

 

   El Detente o Escudo del Sagrado Corazón de Jesús —también conocido como salvaguardia, o incluso como pequeño escapulario del Sagrado Corazón— es un sencillo emblema con la imagen del Sagrado Corazón y la divisa: ¡Deténte! El Corazón de Jesús está conmigo. ¡Venga a nosotros el tu reino! Por inspiración divina, surgió como un pequeño pero poderoso Escudo que la Divina Providencia colocó a nuestra disposición a fin de protegernos contra los más diversos peligros que enfrentamos en nuestra vida cotidiana.

 

   Para ello, basta llevarlo consigo, no siendo necesario que esté bendito, pues el bienaventurado Papa Pío IX extendió su bendición a todos los Detentes – El Beato Pío IX concedió aprobación definitiva a la devoción del Detente, diciendo: “Voy a bendecir este Corazón, y quiero que todos aquellos que fueron hechos según este modelo reciban esta misma bendición”.

sábado, 24 de mayo de 2025

MARÍA AUXILIADORA – 24 de Mayo.

Nuestra Señora Auxilio de los Cristianos.

AUXILIUM CHRISTIANORUM. ORA PRO NOBIS

 

   Esta fiesta fue instituida por Pío VII para perpetuar el recuerdo de su entrada triunfal en Roma el 24 de mayo de 1814, a la vuelta de su cautiverio en Francia, por obra y opresión de Napoleón I.

 

   También tiene por objeto agradecer a la Santísima Virgen su protección continua, varias veces atestiguada con prodigios extraordinarios sobre el pueblo cristiano, en defensa contra moros, turcos, herejes y enemigos declarados de la cristiandad. En especial nos recuerda la insigne victoria de Lepanto, en que las armas cristianas, y sobre todos las españolas, derrocaron el imperio de los turcos, gracias a las universales Rogativas ordenadas por el Papa San Pío V. Este Santo Pontífice introdujo en las letanías lauretanas la invocación de “auxilio de los cristianos”.

 

   Apóstol destacado de esta devoción mariana fue San Juan Bosco (1815-1888), fundador de los salesianos, que tanta ayuda recibió de María. Las hijas de Don Bosco, las Religiosas de María Auxiliadora, han propagado intensamente la devoción a esta advocación mariana y han rodeado a María, Auxilio de los cristianos, de apiñada y entusiasta juventud femenina, flor de sus colegios y liceos.

 

A MARÍA AUXILIADORA.

 

   Madre amable de mi vida, Auxilio de los cristianos, la pena que me atormenta, pongo en tus divinas manos.

   Dios te salve María…

 

   Tú qué sabes mis congojas, pues todas te las confío, da la paz a los turbados y alivia el corazón mío.

   Dios te salve María…

 

   Y aunque tu amor no merezco, no recurriré a Ti en vano, pues eres Madre de Dios y Auxilio de los cristianos.

   Dios te salve María…

 

MEMORARE.

 

   Acordáos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a tu protección haya sido abandonado; animado con esta confianza, me presento a ti. ¡Oh Madre de Dios!, no desoigas mis súplicas; escúchalas y acógelas benignamente, ¡oh clemente, oh dulce Virgen María!

 

   Pedir la gracia que se desea…Rezar una Salve.

 

 ORACIÓN.

 

   Omnipotente y misericordioso Dios, que para defensa del pueblo cristiano le has preparado de modo admirable un auxilio perpetuo en la bienaventurada Virgen María; haz que, después de luchar en esta vida confortados con tal auxilio, merezcamos la victoria sobre el maligno enemigo en la hora de la muerte. Por J. C. N. S.

 

viernes, 23 de mayo de 2025

NO TE PREOCUPES POR NADA… (NIHIL SOLLICITI SITI...) – P. Alberto Moreno S.I.


 

  No viváis preocupados... Nuestro Señor no condena la previsión prudente. Pero condena esa preocupación, tan frecuente y tan absurda del mañana: ¿qué comeré o con qué me vestiré?

 

   Vuestro Padre celestial sabe que necesitáis estas cosas. Mi Padre  “sabe” lo dice Cristo. ¿Puedo entonces dudar siquiera de que me dé lo necesario? Es mi Padre, y conoce mi necesidad; eso tiene que bastarme para alejar de mí esa preocupación inquietante del mañana.

 

   Trabajar, si –es la ley de la vida–, y trabajar con esfuerzo, con constancia, pero también con paz, y, sobre todo, con una confianza absoluta en la providencia del Padre celestial.

 

    ¿Me preocupa mi salud?

    ¿Me preocupa mi oficio?

    ¿Me preocupa mi porvenir?

 

    ¡Cuántas preocupaciones inútiles y nocivas! Ellas no van a hacerme ni más fuerte ni más sano; no van a hacerme más inteligente ni a dar mayor eficacia a mi trabajo; no van a cambiar el rumbo de las cosas.

 

   ¿Acaso mi salud no está en manos de Dios?

   Y mi oficio, ¿no es él quien me lo ha señalado?

   ¿Y no está en sus manos amorosas y paternales mi porvenir?

 

   Y así, todas esas preocupaciones vanas se desharían como neblina al salir el sol. Si no me preocupara, si yo dejara reinar en mi alma esa confianza filial en mi Padre celestial, que sabe lo que me hace falta. ¡Qué diferente sería mi vida!

 

   Él da de comer a los pajarillos del campo. Él viste las flores con esos encantos maravillosos. Él abre su mano y llena de bendición a todos los animales. ¿Y me abandonará a mí, que soy su hijo? ¿No soy yo para Él mucho más que las flores y las aves? ¿No dio Él por mi alma el precio de la sangre de su Hijo Unigénito?

    

   ¡Que absurdas son mis preocupaciones cuando las miro a esta luz divina que la Providencia difunde sobre ellas!

 

   Y, sin embargo, las desecho una vez..., y vuelven de nuevo y me quitan la paz y me pongo a devorarme los sesos buscando la manera..., ¿de qué? De engañarme a mí mismo. Porque confiar en mis pobres medios humanos, ¿qué otra cosa es sino engañarme tristemente?

 

   “Prever está bien. Preocuparme está mal” Es faltar a la confianza que debo a la Providencia de mi Padre Celestial. Es pretender adelantarme a lo que ella amorosamente ha dispuesto sobre mí y ha preparado para mi bien.

    

   ¿Por qué, pues no abandonarme confiado y tranquilo en el seno de esa Providencia de mi Dios? “Nihil mihi deerit”: nada me faltará.

 

“ENTRE ÉL Y YO”