Recomendamos muy
encarecidamente la lectura de este material, cuya única finalidad es “SALVAR ALMAS” En estas líneas
encontraran, las mujeres casadas sanos consejos y claras advertencias sobre las
consecuencias de este grave pecado, asi como podrán aprender a enseñar a sus
hijas sobre los peligros del adulterio y como escapar de él. Advertimos también que el hombre no está
exento de tan terrible pecado.
Si no se les hace inteligible alguna parte
del artículo por la manera en que se expresa el autor. Nos lo hacen saber y se
lo explicaremos con gusto.
Y te juzgaré como son juzgadas las adulteras, y las que
derraman sangre; y te haré víctima de furor y de celos. Ezequiel Cap. 16, Vers. 38.
¡Oh! Mujeres, no
necesitáis más que oír las escrituras,
para confundiros, porque en él para aterrar Dios al Pueblo que mató a Cristo,
dice, que lo ha de juzgar con el rigor que a las adulteras, ¡O qué asombro! Ved, cual será, o
adulteras, el rigor con que se ha de juzgar esta culpa, cuando amenaza Dios con
él para espantar a otros, ¿Cuál será,
cuando aún en el divino idioma, se alza con la antonomasia de los rigores? ¿Cuál será, cuando guarda este rigor, para
encarecer su ira? En fin, es el pendón negro, que enarbola su justicia,
quando se desafuera: “judicabo te
judidiciis adulterarum”.
Repara, que no dice a juzgarlos con el
castigo de los adúlteros, sino de las adulteras; y es, porque como es más grave
esta culpa en la mujer que en el hombre
es también más grave su pena. Es más grave su culpa, ya porque rompe más frenos
para caer, pues además de los espirituales quebranta los de su natural
modestia; ya porque regularmente da ocasión al pecado, pues no surtiría efecto,
si ella no hubiera dado, o permitido la causa. Por esto amenaza Dios con el
castigo en las escrituras, no de los adúlteros, sino de las adulteras:
Adulterarum.
Prosigue diciendo, se portará como el marido
celoso, que encuentra a su mujer adulterando. Notad, que en este delito, a diferencia de otros, se embravece el
marido con una ira, que ni da, ni toma tiempo para la venganza, que ni la
compasión lo mitiga, ni ruegos lo templan; antes, echando por tierra a cuantos
se interponen, se arroja con una daga desesperado a ella; y después de haberla
degollado, reproduce en su pecho tanta herida, que a no quedar sobradamente muerta
del acero, muriera anegada de su sangre: Et dabo te in sanguinem. Usa Dios de
este símil, porque entre los humanos es el más inexorable, no porque esta ira
sea ni aun sombra de la suya. ¿Qué tiene que ver un castigó con otro? Pues
allí, la adultera, ya (puede aunque no suceda) entre los agonizantes vuelcos de
la muerte salvar con una contrición su alma; pero Dios quita la vida temporal,
y el tiempo para la eterna. Esta sí que es venganza digna de temerse (Luc. 12.
V. 5.) “Voy a deciros a quién debéis temer: Temed aquel a aquel que, después de
haber dado la muerte, tiene poder de arrojar
en la Gehenna. Sí, os lo digo, a Aquel temedle”
En fin, para que conozcas el exceso, dice en
las escrituras, que no solo te ha de castigar cómo poseído de celos, si no de
furor: Et dabo te in sanguinem furoris,
celi. La ira de los celos compara la escritura al
Infierno: Dura sicut infernus emulatio. Luego, si a la ira del Infierno se
añade la del furor, ya no hay con quien compararla por no haber extremo que
aventaje a la ira del abismo. Considera, pues, a un Dios sumamente Omnipotente
sumamente; sobre airado, celoso; sumamente celoso, enfurecido: ¿hasta dónde llegará con su venganza? Por esto le rogaba David no lo castigara
tomado del furor: Ne in furore tuo arguas me. ¿Y tú, o delicada, y pobre mujer,
no temes lo que hacía temblar a un David, que no temía Osos, ni Leones?
No temes nublado tan sangriento, porque te
lo finges muy distante: ¡pero ha desventurada, cuan presto caerá sobre tí este
aguadero de tempestades! ¿Tiénete consolada la seguridad de que no hay riesgo
de que tu marido, vea, sepa, ni castigue tu traición, y no te aflige el que la Vé,
la sabe, y la ha de castigar todo un Dios, armado de ira, furor, y celos?
Un remedio tienes para tu enmienda, que es
temer a Dios más que a tu esposo; asi no ofenderás a tu esposo, ni a Dios;
porque a diferencia del marido, Dios siempre te verá, y tu esposo por no ser a
su vista desleal ,(por no verte) siempre le parecerás fiel. Y
no harás mucho con esto; pues si temes más a una araña, que te corre por el
hombro, que a un mosquito, porque la
araña te puede hacer más daño; más debes temer a Dios, que al marido, pues
cuantas muertes podía darte éste, son un mosquito, respecto del mal que puede
hacerte Dios; pues todo el mal de aquel no puede pasar del cuerpo: razón por
que no merece ser el más temido; pero el de Dios se extiende a la perdición eterna,
y temporal de tu alma, y Cuerpo; que como es todo lo que hay que perder, es
solamente lo que es digno de todo tu temor:
No te digo más, que lo que Cristo por San Mateo 16 Ver. 26: Porque ¿De qué
sirve al hombre si gana el mundo entero, más pierde su alma?… Verdad es,
que no ha de ser un temor dé Dios, como el asido con alfileres, que en llegado
la tentación te lo desprendas, sino un temor clavado en el pecho, como lo pedía
David. Y si el motivo era el temor de los juicios, adultera, cual ha de ser el
tuyo. No hay otro medio para evadirlo, que desde ahora clavar este temor de
Dios en tu corazón, y tu corazón en él, como Susana, que se resolvió a perder
la vida, mas no la honra suya, y de los suyos, por no cometer un adulterio, un
adulterio que no lo había de saber la tierra entera; y nada temió, según el
Crisóstomo, por temer solo a quien nada se le esconde, que es Dios. Y esta
honrada y generosa determinación le valió no perder la honra, ni la vida con
que le amenazaban, y ganar para con los hombres; honra, mientras el mundo fuere
mundo; y para con Dios honra, y alabanza, mientras Dios fuere Dios.
Ya, pues, o casada, te
mostré el agua, y el fuego y extiende a tu elección la mano, hacia el agua de
la pureza que te salve, o hacia al fuego de la lascivia, para que te abrase, y te Condene. Dios, que
es verdadero por naturaleza, te desengaña para que no te dejes engañar del
hombre, que por su naturaleza es mentiroso. Ese amor que te muestra el hombre,
sabe que no es a tí sino a sí mismo: no ama tus méritos, sino a su pasión.
No caigas en el error que yo, (condenada por
adultera) y no trates de apegarte de
esas ficciones. Mira con qué ansia, con qué sed, y a costa de qué inclemencias
solícitas sigue un Cazador a la perdiz, o liebre, las cuales, aun sin discurso
no estiman, antes huyen de quien las busca, por saber no las siguen, ni desean
por afecto a ellas, sino por satisfacer su gusto al Cazador que es el de
quitarles la vida.
Considera, o simple mujer, que por lo mismo,
y para lo mismo te obsequia, sigue y busca ese mal hombre, no por admiración a
tu persona, sino para satisfacer a su apetito; no para darte obsequio sino,
para quitarte la mejor vida.
¿Cómo puedes creer que te quiera bien,
aunque lo exprese el que te solicita, y desea tanto mal? ¿Pues qué, si supieras
lo que en su concepto desciendes, si condesciendes, no es ponderable lo que
bajas, aun en su estimación misma, qué será en la de los que, o lo saben, o lo
presumen? Con que para con ninguno ganas,
y pierdes para contigo, para con Dios, para con los hombres, y aun para con el
mismo cómplice: Y después de perdición tan universal en esa vida, te espera en
esta un juicio, y rigor, que no tiene ejemplar, y que sirve de ejemplar para
explicar Dios con él sus rigores más graves, y juicios más horrendos.
“GRITOS
DESDE EL INFIERNO”
Dr.
José Boneta
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.