martes, 24 de octubre de 2017

DEMONIOS – Por Cornelio Á Lápide. (Parte VI)






Malicia, habilidad, y astucia del Demonio.

   El  demonio, dice San Cipriano, es llamado serpiente, porque se desliza y arrastra como ella; se adelanta insensiblemente, ocultando su marcha a fin de engañar. Su astucia es tan grande, sus planes tan hábiles y capciosos, que hace tomar la noche por el día, el día por la noche, el veneno por el remedio; lleva la desesperación bajo pretexto de esperanza, y la deserción bajo pretexto de fidelidad; ofrece a nuestros homenajes al Anti-Cristo bajo el nombre de Cristo. De esta suerte, haciendo pasar la mentira por verdad, escamotea sutilmente la verdad misma.

   Satanás se transforma en ángel de luz para seducir, dice el gran Apóstol.

   La malicia, la habilidad y las astucias de Satanás se manifiestan:

   1° en que observa cuáles son los lugares menos fortificados, como dice San Jerónimo.

   2° en que, como también dice San Jerónimo, no presenta jamás al hombre el pecado descubierto, sino que se sirve de rodeos; no se lanza de repente, sino que se adelanta poco a poco y echa completamente a pique la débil navecilla. Para hacer caer en el pecado, se oculta; porque es tan asqueroso, tan horrible y tan infecto, que si se presentase, haría morir de miedo a todo el mundo; nadie querría acercarse a él. Oculta la fealdad del pecado, de aquel pecado, que, hijo de Satanás, es asqueroso, horrible e infecto como su padre; disfraza el pecado con la apariencia y el nombre de dulzura, de flores lozanas, da felicidad y hasta de virtud. Oculta el anzuelo del pecado, y sobre todo del deleite, a fin de que quedéis cogidos a este aguijón penetrante y mortal, mientras saboreáis un placer engañoso y emponzoñado. Impele al hombre al vicio paso a paso; comienza por hacerle cometer faltas ligeras, y le arrastra asi á las mayores.

   El demonio, tan audaz, bien quisiera, si se atreviese y pudiese, hacernos desde luego tan malvados como él; pero, demasiado astuto, prevé que no tendría éxito su seducción. Bien quisiera atacarnos a campo abierto; pero, demasiado maligno, teme que se le escape su presa. Va por grados, dice Bossuet, y se oculta. Su fealdad, como ya hemos dicho, y la fealdad del pecado que quiere hacer cometer, darían horror: oculta una y otro; porque si el hombre pudiese ver al demonio y al pecado tales como son, jamás, jamás se daría al demonio ni al pecado...

   El demonio se arrastra como la serpiente, y toma sus movimientos y rodeos; ya enseña la cabeza, ya la cola. Se arrastra cuando está lejos, para que no le vean, y muerde cuando está cerca...

   Estudia nuestras inclinaciones y las admite: asi es que no tentará por impureza al avaro, porque para ser libertino habría de ser pródigo. No tentará por avaricia al impúdico. Transportará en espíritu al ambicioso a la cumbre del poder; llevará al orgulloso a adorarse a sí mismo; enviará hambre al hombro dominado por la gula, etc...

   Seduce al libertino de un modo, al sabio de otro, al escrupuloso de diferente manera. Ataca al niño, a los jóvenes, al hombre adulto, al anciano; a cada uno según su edad, su parte débil, su inclinación.

   Ataca ora al cuerpo, ora al espíritu, ora al corazon Hiere ya por fuera, ya por dentro; busca el paraje más débil; sube por asalto; presenta la flor, y oculta la espina; dora la copa Mirad esta flor: ¡qué hermosa! respirad el agradable olor que despide Examinad esta copa: ¡qué excelente licor contiene! bebed, bebed... Pero, ¡deteneos! esta flor y esta copa está envenenada; si las tocáis, moriréis al momento para la eternidad...

   No es más que un pensamiento, dice aquel maligno espíritu, una simple mirada, una complacencia probadlo, ya os detendréis cuando queráis. Si buscáis la felicidad, aquí la podréis hallar... Tened cuidado; ya se avanza el asesino; el incendio empieza por una chispa… Que un buque vaya a pique, ya recibiendo de repente una gran cantidad de agua, ya tomándola poco a poco, el hecho es qne el buque va a pique… El demonio, este monstruo astuto, dice Bossuet, va por grados; inclina primero a Judas a la avaricia, luego le induce a vender a su Dios, más tarde a la traición, y por fin a la desesperación, a la cuerda, al infierno.

   Ved como el maligno espíritu ataca a nuestros primeros padres. La serpiente, dice la Escritura, que era el más astuto de todos los animales, dijo a la mujer: ¿Por qué motivo os ha mandado Dios que no comieseis del fruto de todos los árboles del paraíso? (Gen. III. 1). Esta sola pregunta es un crimen. ¿Por qué, serpiente infernal, te metes en lo qne Dios ha mandado? Lo que Dios ha prescrito es sagrado ¿No obra asi Satanás respecto de todos los hombres para seducirlos? ¿Por qué no habéis de hacer esto? les dice: ¿Por qué no habéis de ver a tal persona? ¿Por qué no habéis de ir a tal sitio? ¿Por qué, etc.?

   Eva le respondió: Dios nos ha prohibido comer del fruto del árbol que está en medio del paraíso, para que no muramos. (Gen. III. 2-3). ¡Imprudente Eva! ha tenido la debilidad de escuchar un instante a la serpiente, y sólo por esto ha empezado a sucumbir y a ser culpable. ¡Ay de mí! ¿No nos conducimos nosotros también de este modo?...

   La serpiente, viendo la debilidad de Eva, va más lejos: al crimen de la pregunta une el crimen de la negativa, y responde a la mujer: De ninguna manera, no sufriréis la muerte (Gen. III. A). ¿No obra el demonio de una manera parecida con nosotros? No hay tanto mal en esto como se dice; es exageración; son demasiado severos. ¡Qué! ¿El infierno por tan poca cosa?... En tercer lugar, al crimen de la pregunta y de la negativa, la serpiente añade el crimen de la afirmación, para instar a Eva y seducirla del todo: No moriréis, dice, porque Dios sabe que el día que comáis de esta fruta se abrirán vuestros ojos, y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal. (Gen. III. 5).

   Ya está Eva seducida y perdida. La mujer vió, pues, que aquella fruta era buena “para comer, y bella a los ojos, y de un aspecto  deleitable; y cogió del fruto, y comióle; y dió también a su marido, que comió como ella. (Gen. III. 6). Y los ojos de ambos quedaron abiertos; y reconocieron que estaban desnudos, etc. (Gen. III. 7). Estos son los felices y los dioses que ha hecho el demonio. Todos los que escuchan a la serpiente, hallan las mismas recompensas...

lunes, 23 de octubre de 2017

De la oración que se hace ante el Santísimo Sacramento – Por San Alfonso María de Ligorio.





   



   En cualquier lugar en que se haga la oración, es siempre agradable a Dios; mas parece que Jesucristo agradece de un modo particular la que se le hace ante el Santísimo Sacramento, porque otorga más abundantemente sus gracias y sus luces a los que se llegan a visitarle.  Se ha quedado en este Sacramento, no sólo para alimento de las almas que lo reciben en la santa comunión, sino también para que los que le busquen puedan gozar de su presencia en todo tiempo y en todo lugar. Van los piadosos peregrinos a Loreto donde Jesús vivió, y a Jerusalén en donde fué crucificado; pero, ¡cuánto mayor no ha de ser nuestra oración, al tener delante de nuestros ojos el tabernáculo, en que este mismo Dios, que habitó con nosotros y por nosotros murió en el Calvario, reside noche y día personalmente!

   No es permitido a toda clase de personas hablar privadamente a los reyes de la tierra; mas todos sin excepción, ricos y pobres, nobles y plebeyos, pueden hablar cuando quieran al Rey del Cielo, Jesucristo, y exponerle sus necesidades, y pedirle sus mercedes en este Santo Sacramento, donde está pronto a dar audiencia a todos, y a todos les oye y los consuela.

   La gente del mundo que no conoce otros placeres que los terrenos, no concibe qué placer pueda gozarse al pie del altar en donde está la hostia consagrada; más para las almas que son amantes de Dios, las horas y los días enteros pasados delante del Santísimo Sacramento no son más que minutos: tan dulces son los goces que el Señor allí les da a probar.

   ¿Pero cómo podrían los mundanos gozar de estas dulzuras, ellos cuyo corazón y cabeza no están llenos sino de tierra? San Francisco de Borja decía que para que reinase en nuestros corazones el amor divino, era menester antes quitar de ellos la tierra; de otra manera, el amor divino, ni siquiera entra allí, porque no encuentra lugar donde estar. Cesad, dice David, y ved que yo soy Dios. Para percibir el sabor de Dios y experimentar cuán dulce es para quien le ama, es menester quedar vacante, esto es, despegarse de los afectos terrenos. ¿Queréis encontrar a Dios? Desprendeos de las criaturas y lo encontraréis, decía Santa Teresa.

   ¿Qué debe hacer un alma delante del Santísimo Sacramento? Amar y rogar. No debe permanecer allí para percibir dulzuras y consuelos, sino solamente para agradar a Dios con actos de amor, para entregarse enteramente a Dios, despojándose de toda voluntad propia, y ofreciéndose a su divina Majestad, diciendo: Dios mío, yo os amo, y sólo a vos quiero amar. Haced que os ame siempre: después disponed de mí y de todas mis cosas y mis bienes como sea de vuestro agrado.

   Entre todos los actos de amor divino, el más agradable al Señor es el que hacen continuamente los elegidos en el cielo, el cual consiste en regocijarse por la beatitud infinita de Dios. Los elegidos aman a Dios más que a sí mismos: más desean la felicidad de aquél a, quien aman que la suya propia; y viendo que Dios goza de una felicidad infinita, recibirían por ello un contentamiento infinito; mas por cuanto la criatura no es capaz de un contentamiento infinito, queda llena de él, de modo que el gozo de Dios hace el gozo de ella y su paraíso.

   Estos actos de amor, aunque hechos acá en la tierra sin experimentar dulzura sensible, son muy agradables a Dios. No siempre concede sus consuelos en esta vida a las almas que más quiere: no se los concede sino muy rara vez, y entonces, no tanto es para recompensar sus buenas obras (la recompensa completa se la reserva en el cielo), como por darles más fuerzas para soportar con paciencia los disgustos y adversidades de la vida presente, y en especial las distracciones y sequedades a que están sujetas las almas piadosas en medio de la oración.

   En cuanto a las distracciones, no hay que hacer caso: basta que las alejemos cuando nos enteramos de ellas: los mismos santos las experimentan algunas veces; mas no por esto cesan de orar, y nosotros debemos imitarlos. San Francisco de Sales dice que, aunque en la oración no hiciéramos más que desechar y volver a desechar las distracciones, todavía la oración es de gran provecho.

   Cuanto a las sequedades, la mayor pena de las almas piadosas es el hallarse a veces sin ningún sentimiento de devoción, sin voluntad y hasta sin ningún deseo sensible de amar al Señor, y con esto frecuentemente se les añade el temor de estar en desgracia de Dios por sus culpas, y de ser de él abandonadas. En tan profundas tinieblas no saben hallar la salida, y les parece que tienen cerradas todas las puertas. Continúe entonces el alma su oración: resista al demonio: procure unir su desolación a la que Jesucristo experimento en la cruz; y si no puede decir otra cosa, diga a lo menos con algo de espíritu: Dios mío, quiero amaros, quiero ser enteramente de vos: tened piedad de mí, no me abandonéis. Diga también, como decía una alma santa a Dios cuando más desolada se sentía: Os amo, por más que parezca que me aborrecéis: huid lejos de mí y donde queráis, que yo os seguiré a todas partes para amaros. Acto de amor.


miércoles, 18 de octubre de 2017

DECLARACIÓN DEL EPISCOPADO ARGENTINO SOBRE LA MASONERÍA. (Y sobre el comunismo. Del año 1959)







Queridos amigos de este blog, recomiendo la lectura de este material válido para cualquier país católico del mundo, pues su contenido es una constante aplicable en todos los casos. Infórmense debidamente o no van a entender jamás los acontecimientos que se vienen sucediendo y que tanto mal hacen, a la Iglesia y a la sociedad católica. Resalto una vez más la íntima relación entre masonería y comunismo. Luego hablaremos a quienes están subordinados ambos.

“El Episcopado Argentino en su Reunión Plenaria, ante las diversas manifestaciones hechas en la prensa por la masonería, se siente en la obligación de hacer una pública declaración en cumplimiento de la recomendación de S.S. León XIII”: “Lo primero que procuraréis hacer será arrancar a los masones sus máscaras para que sean conocidos tales cuales son” (Encíclica “Humanum Genus”).

Los Papas, pilotos supremos e infalibles de la civilización, comprendieron el peligro que amenazaba al mundo a través de las sectas y lo señalaron desde la primera hora declarando palmariamente la conjuración satánica que se cernía sobre la humanidad.

Desde Clemente XII, en su Encíclica “In Emminenti” de 1738, hasta nuestros días, reiteradamente los soberanos Pontífices han condenado las sectas masónicas, y el Código de Derecho Canónico señala: “Los que dan su nombre a la secta masónica o a otras asociaciones del mismo género incurren en excomunión” (Canon 2335).

El 24 de julio de 1958 (en la Octava Semana de Formación Pastoral), S.S. Pío XII señaló como “raíces de la apostasía moderna, el ateísmo científico, el materialismo dialéctico, el racionalismo, el laicismo, y la masonería, madre común de todas ellas”.

Doctrina y fines de la masonería

El inmortal Pontífice León XIII, en la carta Encíclica “Humanum Genus” ––condenatoria de la masonería–– al afirmar que “junto al reino de Dios en la tierra, que es la verdadera Iglesia de Cristo, existe otro reino, el de Satán, bajo cuyo imperio se encuentran todos los que rehúsan obedecer a la ley divina y eterna y acometen empresas contra Dios, o prescinden de Él”, nos advierte que “en nuestros días todos los que favorecen al segundo de estos bandos parecen conspirar de común acuerdo y pelear con la mayor vehemencia, siéndoles guía y auxilio la sociedad que llaman de los masones. Audazmente se animan ––continúa el Papa–– contra la Majestad de Dios y maquinan abiertamente y en público la ruina de la Santa iglesia, y esto con el propósito de despojar enteramente a los pueblos cristianos de los beneficios que les granjeó Jesucristo Nuestro Salvador”. Más adelante dice León XIII:Entre los puntos de doctrina en que parece haber influido en gran manera la perversidad de los errores masónicos se hallan las enormidades sostenidas por los socialistas y comunistas y los ataques contra la verdadera y genuina noción de la familia cristiana, la cual tiene su origen en el matrimonio uno e indisoluble; y contra la educación cristiana de la juventud y la forma de la potestad política modelada según los principios de la sabiduría cristiana. Por eso, a ejemplo de nuestros Predecesores, hemos resuelto declararnos de frente contra la sociedad masónica, contra el sistema de su doctrina y sus intentos y manera de sentir y obrar, para más y más poner en claro su fuerza maléfica e impedir así el contagio de su funesta peste. Hay varias sectas ––anota el Papa–– que si bien diferentes en nombre, forma y origen, se hallan sin embargo unidas entre sí por cierta comunión de propósitos y afinidad entre sus opiniones capitales, concordando de hecho con la secta masónica: especie de centro de donde todas ellas salen y adonde todas vuelven”.

“Su último y principal intento no es otro que el de destruir hasta los fundamentos todo el orden religioso y civil establecido por el cristianismo; levantando, a su manera, otro nuevo fundamento y leyes sacadas de las entrañas del Naturalismo , el cual sostiene que la naturaleza y la razón humana ha de ser en todo maestra y soberana absoluta”. Luego, el Papa enumera algunos intentos masónicos por los cuales los sectarios “niegan toda divina revelación, atacan con saña a la Iglesia Católica, cuyo deber propio es guardar y defender en incorrupta pureza el depósito de las doctrinas reveladas por Dios; propugnan la separación de la iglesia y el Estado, fomentan el indiferentismo religioso, sostiene la igualdad de todos los cultos, privan a la Iglesia de su libertad, propician la educación laica obligatoria, con exclusión de toda idea religiosa, el matrimonio civil, el divorcio absoluto y el ateísmo de estado” (Encíclica “Humanum Genus”).

Medios recomendados en la actualidad por la masonería

En 1958, en la cuarta conferencia Interamericana de la Masonería, realizada en Santiago de Chile, se manifestó que, “La Orden presta ayuda a sus adeptos para que puedan alcanzar altas jerarquías en la vida pública de las naciones”; y luego se desarrolló el temario titulado: “Defensa del laicismo”. Señalóse a continuación la nueva táctica de la masonería con la que coinciden también las últimas consignas del comunismo internacional. Los masones deben procurar el laicismo en todos los órdenes y los comunistas la subversión del orden social como terreno apto para sus intentos finales. La consigna es la siguiente: “Intensificar la campaña laicista por intermedio de los diversos partidos políticos influenciados. Tratar de apaciguar la alarma de la Iglesia Católica contra la masonería evitando la acción masónica directa. Incrementar la acción conducente al quebrantamiento de la unidad de los movimientos obreros, para apresurar luego su copamiento. La masonería y el comunismo persiguen momentáneamente el mismo objeto en América latina; por lo cual debe procurarse la mayor armonía en la acción, sin que aparezca públicamente su alianza”.

Segundo Congreso Internacional por la Fraternidad Universal

Una prueba de todo esto tenemos en el “Segundo Congreso Internacional por la Fraternidad Universal”.

La masonería mundial y el comunismo se aprestan a realizar en la ciudad de Montevideo, el denominado “Segundo Congreso Internacional por la Fraternidad Universal”. Es éste un congreso masónico de inspiración comunista que aspira a hacer servir los fines masónicos de “fraternidad universal” a la expansión del comunismo soviético internacional. Se realizará este congreso en los días de la próxima Semana Santa (del 26 al 28 de marzo) y se propone aprestarse para “luchar por la confraternidad humana y la paz del mundo”. Dos lemas en que ocultan sus perversas intenciones la Masonería y el Comunismo.

Masonería y Comunismo

“El Marxismo y la Masonería tienen el ideal común de la felicidad terrestre. Un masón puede aceptar enteramente las concepciones filosóficas del marxismo. Ningún conflicto es posible entre los principios del marxismo y de la masonería”: lo afirma el gran Maestre de la Masonería de París.

Para lograr sus fines, la masonería se vale de la Alta Finanza, de la alta política y de la prensa mundial; el marxismo se vale de la revolución en lo social y económico contra la patria, la familia, la propiedad, la moral y la religión.

Los masones cumplen su fin con medios secretamente subversivos; los comunistas con medios abiertamente subversivos. La masonería mueve a las minorías políticas sectarias; el comunismo se apoya en una política de masas, explotando los anhelos de justicia social.

A los jóvenes

Morada de la eternidad – Por San Alfonso María de Ligorio.


   

   El hombre irá a la morada de la eternidad.  Es un error llamar nuestra casa a la que al presente habitamos: la casa de nuestro cuerpo será dentro de poco una sepultura donde habrá de estar hasta el día del juicio, y la casa de nuestra alma será o el cielo o el infierno, según hayan sido nuestros méritos, y allí deberá estar por toda la eternidad.

   No irán nuestros cadáveres por sí mismos a la sepultura, otros los llevarán; pero el alma ella misma pasará a la morada que habrá merecido: morada de eterno gozo o de eterno dolor. Según el bien o el mal que hace el hombre, así él va por su pie á, la casa del cielo o a la del infierno, y ya no se muda más de casa.

   Los que viven en la tierra suelen cambiar de habitación, sea por capricho, sea por necesidad. En la eternidad nunca se muda de casa. En donde se entra por primera vez, allí se ha de habitar para siempre. El que entre en el cielo será dichoso para siempre; el que entre en el infierno será eternamente desdichado.

   El que entre en el cielo estará siempre en compañía de Dios y de los santos, siempre en paz, siempre contento, porque los elegidos están siempre rebosando de gozo sin temor de perderlo jamás. Si en los bienaventurados entrase el temor de perder  aquella dicha que gozan, ya no serían bienaventurados, porque la sola sospecha de perder aquel gozo que poseen les perturbaría la paz en que viven. Al contrario, los que entran en el infierno estarán eternamente separados de Dios, siempre penando en aquel fuego con los condenados.

      No penséis que los tormentos del infierno sean semejantes a los que se padecen en este mundo, donde con acostumbrarse se va disminuyendo la pena. Así como las delicias del paraíso no causarán jamás tedio, sino que parecerán siempre nuevas como el primer día de gozarlas, según lo significa el cántico eterno de los bienaventurados: Y cantaban como un cántico nuevo. Así por el contrario, en el infierno las penas no se disminuirán en toda la eternidad; ninguna costumbre podrá jamás aliviarlas.

   Los infelices réprobos sentirán por toda la eternidad el mismo tormento que sintieron la primera vez que quedaron  sometidos a ellas.

   San Agustín dice que los que creen en la eternidad y no se convierten a Dios, han perdido la fe o el juicio

   Desdichado del pecador que entra en la eternidad, sin haberla conocido, exclama San Cesáreo, y que ha descuidado pensar en ella. Y añade después: Dos veces desdichados en primer lugar porque caen en aquel abismo de fuego; y después, porque una vez que habrán entrado, no volverán a salir de él. Las puertas del infierno se abren para dar entrada a las almas de los condenados; pero no para darles salida.

   No: los santos no han hecho jamás bastante para su salvación: sepultándose en los yermos, alimentándose con yerbas del campo, durmiendo sobre duras piedras, no han hecho nada demás, dice San Bernardo, porque no hay demasiada seguridad donde peligre la eternidad; cuando se trata de la eternidad, jamás se toman bastantes precauciones.

   Así pues, cuando el Señor nos envía alguna cruz con la enfermedad, con la pobreza, o con otro cualquier mal, pensemos en el infierno que tenemos merecido, y todos nuestros sufrimientos nos parecerán ligeros. Digamos entonces con Job: Peque y de veras delinquí, y no he sido castigado como merecía. ¿Cómo podré yo quejarme cuando me enviéis, Señor, algunas tribulaciones, yo que he merecido el infierno?

   ¡Oh Jesús mío! no me arrojéis al infierno, porque en el infierno ya no podría amaros, sino que habría de aborreceros para siempre.


   Privadme, Señor, de todo, de los bienes, de la salud, de la vida, pero no me privéis de vuestro amor. Disponed que os ame y os alabe, y después castigadme siempre, y haced de mi lo que cumpla a vuestra voluntad. ¡Oh Virgen María! madre de Dios, interceded por mí.

sábado, 14 de octubre de 2017

Un moribundo ante su Crucifijo – Por San Alfonso María de Ligorio.

   



   Jesús mío, mi Redentor, que vais A ser mi juez dentro de poco, tened misericordia de mí, antes que llegue el terrible momento en que me habéis de juzgar. No me espantan mis pecados ni el rigor de vuestro juicio, cuando os miro muerto en esa cruz para salvarme.

   Consoladme sin embargo en la agonía en que me encuentro: mis enemigos quieren asustarme, diciéndome que no hay salvación para mí; pero yo no quiero perder un solo instante mi confianza en vuestra infinita bondad, diciendo con el Profeta: Mas tu eres mi amparador. Consoladme, decid a mi alma: Yo soy tu salud.

   No se pierdan las ignominias y el dolor que habéis sufrido, ni la preciosa sangre que habéis derramado por mí. Sobre todo yo os ruego por el dolor que experimentásteis cuando vuestra alma bendita se separó de vuestro cuerpo sacrosanto, que tengaís piedad de mi alma cuando salga de mi cuerpo.

   Verdad es que a menudo os he ofendido con mis pecados; pero en este momento os amo más que a todas las cosas, más que a mí mismo: me arrepiento de todo corazón de los disgustos que os he causado, y los detesto y los abomino más que a todo mal. Conozco que he merecido mil veces el infierno por las ofensas que os he hecho; pero la dolorosa muerte que por mí sufristeis, y las gracias sin número que me habéis concedido, me permiten esperar que al comparecer ante vos me daréis el ósculo de paz.

   Lleno de confianza en vuestra bondad, ¡oh Dios mío! me entrego en vuestros paternales brazos. Las ofensas que os he inferido me han hecho merecer el infierno; pero yo espero por esa sangre preciosa, que ya me hayáis perdonado, y que pueda algún día ir a cantar en el cielo vuestras misericordias:
Misericordias Domini in aeternum cantabo.

   Acepto de buena voluntad las penas que me están preparadas en el purgatorio; justo es que el fuego purifique en mi las injurias que os he hecho. ¡Oh santa prisión! ¿Cuándo me encontraré encerrado dentro de ti, seguro de no poder perder ya a mi Dios?

   ¡Oh sagrado fuego del purgatorio! ¡Cuándo me purificarás de tantas manchas y me harás digno de entrar en la patria de los bienaventurados! ¡Oh eterno Padre! Por los merecimientos de la muerte de Jesucristo, hacedme morir en vuestra gracia y en vuestro amor, para que os ame eternamente en el cielo. Os doy gracias por los beneficios que me habéis concedido durante mi vida y sobre todo por la gracia grande de concederme la Santa Fe, y de haberme hecho recibir en estos últimos días de mi vida todos los Santos Sacramentos.

   Ya que disponéis mi muerte, quiero morir por agradaros, que poco sea que yo muera por vos, ¡oh Jesús mío! por vos que habéis muerto ¡por mí! Diré con San Francisco: Moriré  por tu amor, puesto que tú te dignaste morir por el mío.

   Recibo la muerte con tranquilidad: acepto con gozo todas las penas que tendré que sufrir aún, hasta el momento en que expire. Dadme fuerza para sufrirlas con perfecta conformidad a vuestra santísima voluntad. Ofrezco estas penas para mayor gloria vuestra, y las uno a las que sufristeis vos en vuestra pasión. Eterno Padre, os consagro mi vida y todo mi ser: os pido que os dignéis de aceptar este sacrificio mío por los méritos del gran sacrificio que Jesucristo vuestro hijo os Ofreció de sí mismo en la cruz.

   ¡Oh Virgen María! Madre de Dios, que me habéis alcanzado tantas gracias del Señor durante mi vida, os doy gracias de todo corazón; no me abandonéis en mis últimos  instantes, en que más que nunca necesito de vuestra intercesión. Rogad a Jesús por mí, y aumentad vuestras súplicas: alcanzadme más dolor de mis pecados y más amor de Dios, a fin de que vaya a amarle eternamente en vuestra con todas mis fuerzas en el cielo. Virgen María, mi esperanza, yo confío en vos.

viernes, 13 de octubre de 2017

Dichosos los que son fíeles a Dios en la adversidad – Por San Alfonso María de Ligorio.









   La fidelidad de los soldados se prueba en los combates y no en el reposo. La tierra es para nosotros un campo de batalla en donde cada uno está puesto para pelear y vencer para salvarse. El que no consigue la victoria está perdido para siempre. Job decía: Todos los días de mí presente milicia, estoy esperando hasta que llegue mi mudanza. Job tenía que luchar con tantos enemigos, pero le consolaba la esperanza de que saliendo vencedor y resucitando después de la muerte, mudaría de estado.

   San Pablo habla de esta mudanza, y manifiesta gozo por ella: Los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos mudados. En el cielo cambiamos de condición. El cielo no es un lugar de trabajo, sino de descanso; no de temor, sino de seguridad; no de tristeza y tedio sino de alegría y de gozos eternos. Con la esperanza, pues, de tales delicias animémonos a pelear hasta la muerte. No nos declaremos jamás vencidos por nuestros enemigos, hasta que venga el término de la batalla, hasta que llegue nuestra mudanza, y podamos entrar en posesión de la eterna dicha.

   Por cierto tiempo sufrirá el que padece, mas después volverá la alegría. ¡Feliz aquél que sufre en esta vida por Dios! Sufre por algún tiempo, pero sus gozos serán eternos en la Corte celestial. Allí tendrán fin las persecuciones, las tentaciones, las enfermedades, las tribulaciones y todas las miserias de esta vida. Dios nos dará una vida llena de delicias y que no tendrá fin. Ahora es tiempo de podar la viña y de quitar de en medio todos los obstáculos que pudieran entorpecer nuestro camino hacia la tierra prometida del cielo.

   La amputación no puede hacerse sin dolor: es menester conformarse: después se nos dará en consuelos lo que habremos pasado en sufrimientos. Dios es fiel a todos los que sufren acá abajo con paciencia por su amor; les ha prometido, que él mismo será su recompensa, y esta recompensa es superior a todos nuestros padecimientos.

   Entre tanto, antes de recibir la corona de la vida eterna, quiere Dios que seamos probados por medio de las tentaciones: Bienaventurado el varón que sufre tentación: porque después que fuere probado, recibirá la corona de vida que Dios ha prometido a los que le aman. ¡Dichosos los que en la adversidad permanecen fieles a Dios!

   Creen algunos, que cuando todos sus negocios marchan con feliz éxito y ningún contratiempo los aflige, es señal de que son amados de Dios; pero se engañan, porque Dios prueba la paciencia y la fidelidad de sus siervos, no por medio de la prosperidad, sino de la adversidad, para premiarlos después con aquella corona que no se marchita como las coronas que conceden los mundanos; con aquella corona de gloria y de eternidad de que habla San Pablo: Recibiréis corona de gloria que no se puede Marchitar. Porque ¿a quién la tiene Dios ofrecida? A los que le aman: pues el amor divino nos dará valor para combatir y alcanzar la victoria.

   Al amor de Dios es necesario unir la humildad; porque al modo que el oro y la plata se prueban en el fuego, así los hombres aceptables a Dios se prueban en la fragua de la humildad. En las humillaciones se descubren los santos, en ellas se prueba si son oro o plomo. Tal sujeto que es tenido por santo, y al recibir un agravio, se turba y se lamenta con todos: y quiere vengarse del que se lo ha hecho. ¿Qué significa eso? Que es plomo.

   El Señor dice: En tu humildad, ten paciencia. El soberbio mira las humillaciones que recibe, como otras tantas injusticias insoportable: el humilde al contrario, juzgándose digno de que le maltraten todos, lo sufre todo con paciente resignación. Los que han cometido pecados mortales, echen una ojeada sobre el infierno que han merecido, y a su aspecto llevarán con paciencia todos los desprecios, todos los dolores.

   Amemos, pues, al Señor: seamos humildes, y cuanto hagamos, hagámoslo no por darnos gusto a nosotros, sino por agradar a Dios. ¡Maldito amor propio, que se mezcla en todo cuanto hacemos: aun en los ejercicios espirituales, en la oración, en la penitencia y en todas las obras de piedad va sacando partido! Pocas son las almas espirituales que no caigan en esto del amor propio.

   ¿Dónde podrá hallarse una alma de fortaleza bastante, tan despojada de pasiones e intereses que persevere amando a Jesucristo, hasta en medio del dolor, del abatimiento, de las penas de espíritu, y de los sinsabores de la vida? Salomón dice, que una alma capaz de tanto, es una preciosidad venida de lejanos confines y muy rara: Mujer fuerte, ¿quién la hallará? lejos, y de los últimos confines de la tierra su precio.

   ¡Oh Jesús crucificado! yo soy uno de aquéllos que hasta en sus devociones encuentran medio de satisfacer su gusto y amor propio, tan disconforme de vos, que llevasteis una vida llena de dolores, privada de todo consuelo por el amor de los hombres: concededme vuestro auxilio para que en adelante no atienda más que a vuestra divina voluntad y gloria. Quisiera amaros sin interés alguno; pero soy flaco, y preciso será que vos me concedáis fuerzas para cumplir mis promesas.

   Todo me entrego a vos, disponed de mí a vuestro gusto. Haced que yo os ame; es lo único que os pido. ¡Oh Virgen María, dulce Madre! Alcanzadme con vuestros ruegos fidelidad a Dios.



lunes, 9 de octubre de 2017

La MASONERÍA CONTRA LA MORAL CATÓLICA. (Una lectura imperdible e imprescindible.)




   


   Amigas y amigos del blog este artículo les va a ayudar a comprender un poco más el origen, del porqué, de tanta inmoralidad en el mundo de hoy. Y como siempre les digo si quieren comprender el presente vayan al pasado. Pongan mucha atención a las fechas de cuanto ya era un programa, un protocolo a seguir para lograr lo que hoy vemos, en el hogar, en las escuelas, en las leyes, en la sociedad toda. Mucha de la inmoralidad que hoy sufrimos fué planificada hace más de un siglo. “El enemigo maneja estrategias y esta es conocida como estrategia sin tiempo” por eso los masones dicen: el masón cae pero la lucha continua. Esta lucha claro está, es contra la Iglesia Católica y todo cuanto enseña de bueno y moral.


   El fin que se propone la Masonería exige de su parte la destrucción de la moral cristiana. “El otro vehemente empeño de los masones es destruir, escribe León XIII, los principales fundamentos de lo justo y de lo honesto, y hacerse auxiliares de los que a imitación del animal, quisieran fuera lícito cuanto agrada…”.

   “El fin último de la Secta es destruir toda religión para sustituirla por el naturalismo; por esto profesa la indiferencia religiosa, exaltando indebidamente a la razón humana, ostentando una falsa tolerancia, combatiendo a la Iglesia y a la Santa Sede y yendo hasta renegar de las mismas verdades fundamentales.”  León XIII, “Humanum Genus".

   La van destruyendo en sus propios miembros, estableciendo que, según lo escribía el filósofo Fíchte, masón, “Todo es permitido contra los que se opongan a la realización de nuestros planes: la violencia, la  astucia, el hierro, el fuego, el puñal, el veneno. El fin justifica los medios

   Acostumbra a sus miembros a la mentira y a la hipocresía; no teme llevarlos al crimen, si llega el caso. (Los crímenes masónicos no son fruto de la imaginación, Sino hechos que un historiador serio no puede negar). En todos fomenta el indiferentismo en materia religiosa, para empezar, y los conduce luego al ateísmo, y aun al ateísmo militante.

   Pero eso no basta. “La Masonería misma proclama el principio de una moral universal, común a todos los pueblos y aplicable a todas las condiciones”, escribía el Masón Varache en 1932. Se trata evidentemente de una moral puramente naturalista, de una moral laica, de una moral pagana. Y para establecerla en el mundo, hay que suprimir la moral cristiana. De ahí:

   “La masonería universal es la causa de la irreligión, de la inmoralidad, del materialismo, del egoísmo y del desenfreno de las pasiones... Ella es la causa y el principio de la disolución social... Ella fomentó la corrupción administrativa y el antagonismo de clases y de razas en la sociedad; y por su culpa, los libros, las novelas, las revistas, los diarios y los espectáculos están al servicio del error y del vicio. Todo trabajo salido de las logias lleva el sello indeleble de su secreto jurado, a saber: Descatolizar el mundo… Corromper para descatolizar”. Así escribía Monseñor Mariano Soler, primer arzobispo de Montevideo. Bien podría llamarse la Masonería “Empresa de desmoralización”

   “Su ley (la de los masones) es la mentira; Satanás; su Dios, y la ignominia su culto” (Pío VIII Encíclica. “Traditi humilitati”, 24-V-1829)

   Y para quien no diera crédito a los testimonios, bastaría mirar las obras que produce la secta. Se ha atacado a la familia, a la mujer, al niño.

CONTRA LA FAMILIA

   La ley sobre el divorcio es esencialmente masónica. Ya en 1771, el masón Mercier podía profetizar —sin dificultad se comprende–– la próxima institución del divorcio… que veinte años más tarde votaba la Revolución Francesa, en nombre de los derechos de la libertad individual... Poco después, tuvo que suprimirse; tan grandes eran los desastres producidos. Y toca otra vez a un masón, Nanguet el haberlo reintroducido en las leyes francesas en 1882.

CONTRA LA MUJER

   Vendice escribía a Nubius, jefe de la Alta Venta, asociación masónica italiana del siglo pasado (siglo XIX): Oía recientemente a un amigo nuestro reírse de modo filosófico de nuestros proyectos y decir: “Para aplastar al catolicismo, hay que empezar por suprimir a la mujer” Tiene razón; “Ya que se puede suprimir a la mujer, corrompamos con ella a la Iglesia…” Y las decisiones de los más recientes Conventos no desmienten estos antiguos proyectos. En el año de 1936, decía un masón: “El jefe de familia ha dejado de ser jefe. La mujer se ha emancipado. La familia en cuanto unidad desaparece…”

   Nuestro comentario: Vaya si esto es una gran verdad hoy, sólo miren los nuevos códigos civiles que rigen las relaciones familiares.

CONTRA EL NIÑO

Una resignación perfecta a la voluntad de Dios – Por San Alfonso María de Ligorio.








   Jesucristo hablando de sí mismo dice: Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió (Juan IV, 34.)  El alimento en esta vida mortal nos conserva la vida, y por esto dijo Jesús que hacer la voluntad de su Padre era su alimento. Tal debe ser también el alimento de nuestra alma. Nuestra vida está en el cumplimiento de la voluntad divina (Salmo XXIX, 6.); si no la cumplimos, somos muertos.

   El sabio ha dicho: Los fieles en el amor descansarán en él (Sabiduría III, 9.) Los que son poco fieles en amar a Dios quisieran que Dios se acomodase a ellos, se conformase a su voluntad o hiciese todo cuanto les viniese en deseo. Pero los que aman a Dios, descansan en él: se conforman y se acomodan a todo lo que es voluntad del Señor, a todo lo que quiere disponer de ellos y de cuanto les pertenece.

   En todas sus tribulaciones, en sus enfermedades, en sus humillaciones, en la pérdida de sus bienes o de sus parientes, tienen siempre en la boca y en el corazón aquél Hágase tu voluntad, que es el dicho usual de los santos. Dios no quiere para nosotros sino lo mejor, esto es, nuestra santificación: Pues esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación (I Timoteo IV, 8.) Procuremos, pues, aquietar nuestra voluntad uniéndola siempre a la de Dios, y asimismo procuremos aquietar el entendimiento, pensando que todo lo  que hace el Señor es lo mejor para nosotros. Los que no obran así, no gozarán jamás de paz verdadera.

   Toda la perfección que nos es dado conseguir en esta tierra de prueba y, por consiguiente, lugar de penas y de afanes, es sufrir con paciencia todo lo que puede contrariar a nuestro amor propio; y para sufrirlo con paciencia, el mejor medio es querer sufrirlo todo para hacer la voluntad de Dios: Acomódate pues a él y tendrás paz. El que se somete a la divina voluntad goza siempre de paz, y nada de cuanto le acontece le aflige (Proverbios XII, 21.)  Pues, ¿por qué el justo no se aflige jamás en sus adversidades? Porque sabe que cuanto le sucede en este mundo es por disposición de Dios.

   La resignación a la voluntad divina despunta, digámoslo así, todas las espinas, y quita el amargor a todas las tribulaciones de la vida. Un cántico devoto, hablando de la voluntad divina, dice así:

Tú de cruces haces dichas,
Tú tornas dulce la muerte;
Quien contigo unirse sabe
Cruces ni temor no tiene.
¡Oh tú, voluntad divina
Cuán digna de mi amor eres!

sábado, 7 de octubre de 2017

Nuestra Señora del Santo Rosario



   Entre las devociones de la Virgen, la más celebrada es la del Rosario, que algunos graves autores dicen ser tan antigua como la Iglesia; pero no hay duda que quien merece y con sobrada razón el título  primer propagador del Rosario, es santo Domingo de Guzmán, por haber sido el primero que lo enseñó y predicó con el método y orden admirable de meditar los misterios de nuestra fe, repartidos en tres clases: de gozosos, dolorosos y gloriosos, que él aprendió de nuestra Señora, y lo transmitió a la Iglesia como cosa venida del cielo para provecho de todo el mundo, culto de la Virgen santísima y gloria del mismo Dios. Se lo inspiró la Reina de los ángeles, para destruir la herejía de los Albigenses, los cuales ponían su lengua sacrílega en la pureza virginal: y por esto quiso el Señor oponer a las injurias hechas a su Madre, alabanzas de su Madre, y por medio de su Rosario, que aconsejó santo Domingo rezasen los capitanes y soldados del ejército católico, que gobernaba Simón de Monforte, les dio una insigne victoria, pues contando ellos con solos ochocientos caballos y mil infantes, y sus enemigos los albigenses con cien mil hombres, perecieron de estos muchos millares, y solos siete u ocho de los católicos. No menos eficaz y poderosa fué la virtud del santo Rosario en la famosa batalla naval de Lepanto. Después que el gran turco Selim II rompió las paces con la república de Venecia, se coligaron con ella el Papa y el rey católico Felipe II, y dispusieron una poderosa armada de que iba por general don Juan de Austria, hijo del invicto emperador Carlos V. Los turcos contaban doscientas treinta galeras reales, con otras muchas galeotas y barcos menores; los cristianos llevaban más de doscientas galeras, ochenta y una del rey de España, ciento nueve de Venecia, y doce del sumo Pontífice, tres de Malta, y otras de caballeros particulares. Al llegar nuestra armada a vista del enemigo, que estaba en el golfo de Lepanto, mandó su alteza enarbolar una devota imagen del Redentor crucificado, y muchas de la Virgen nuestra Señora, y todos puestos de rodillas, confesados y arrepentidos de sus culpas, le suplicaron que les diese victoria de los enemigos superiores en número y orgullosos por sus repetidos triunfos. Acometiéronse después con increíble ímpetu, y se peleó por espacio de dos horas con extraño valor; quedando en breve desbaratada la armada de los turcos: treinta mil con su bajá muertos, diez mil cautivos, ciento ochenta naves presas, noventa sumergidas, quince mil cristianos rescatados, casi trescientos tiros de artillería cogidos, y un despojo incalculable de dineros, joyas y armas. Murieron de nuestra parte seis mil hombres, pero pocos de cuenta. Esta insigne victoria se consiguió en el primer domingo de octubre de 1571, día consagrado a nuestra Señora del Rosario.

   Reflexión: Parecería superfluo el recordar a cristianos la tan saludable devoción del Rosario, si no se viese de algunos años acá tan decaída en muchos, que por otra parte se precian de devotos de María. Además, el pontífice reinante, con sus repetidas encíclicas, no cesa de exhortar a los fieles a tan hermosa práctica. Sigamos, pues, sus consejos, y renuévese en el seno de las familias la piadosa costumbre de obsequiar a la Virgen con el rezo del Rosario, pues así lloverán sobre nuestros hogares las celestes bendiciones.

   Oración: Oh Dios, cuyo Unigénito por su vida, muerte y resurrección nos adquirió los premios de la vida eterna, te suplicamos nos concedas, que meditando éstos misterios en el santísimo Rosario de la inmaculada Virgen María, no sólo imitemos lo que contienen, sino que alcancemos lo que prometen. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

“FLOS SACTORVM”