sábado, 24 de junio de 2023

LAS DOS TÁCTICAS – Por Paul Copin–Albancelli (ex masón). Acompañado de dos breves textos anti-masónicos, uno de S.S. Papa León XIII y otro de D. Félix Sardá y Salvany.


 


   El mundo atraviesa actualmente una de las horas más trágicas de su historia política y social. La eterna lucha entre el bien y el mal que constituye la trama de la vida humana se presenta ante nuestro tiempo en condiciones particularmente formidables, desde hecho de que el segundo (el mal) parece haber obtenido una ventaja sobre el primero (el bien), y de manera considerable, ya no obstruyéndolo abiertamente, sino atacándolo a traición.

   Esta traición, la organizó de tal manera que los hombres de buena voluntad están expuestos, casi en cualquier momento, a encontrarse contratados, sin saberlo, por los reclutadores del mal, para dejarse agarrar por los dientes de un engranaje del que muy raramente escapan aquellos que se dejan morder y ponen, una vez atrapados, todo sus fuerzas del lado equivocado, con la íntima convicción de que se dedican al servicio de la buena causa.

   Cualquiera que haya se haya fijado y reflexionado (sobre esta cuestión) se ha dado cuenta de que las cosas son así para los buenos, y que el verdadero peligro que actualmente corre la humanidad radica en la facilidad con que el mal logra presentarse como bien.

   ¿Cómo es que los falsos profetas encuentran crédito tan fácilmente, y tan cerca de nosotros? Este es todo el problema de la hora presente. Su solución coincide con la del problema de las sociedades secretas.

   De hecho, es a la sombra de las sociedades secretas que el mal es hecho de mil maneras. Es de allí que sale ataviado con los diversos atuendos que sabe llevar para hacerse aceptar en todos los círculos, no por lo que es, sino por lo que se juzga parecer (aparentar) para engañar y seducir a aquellas mismas personas que lo repelerían más enérgicamente si se presentara a ellos sin adornos.

   Reducido el punto de vista al nivel más práctico, al mismo tiempo que lo más sintéticamente posible, la situación debe ser considerada de manera erudita (inteligente); Dos tácticas están presentes; y ese es el punto al que debe dirigirse especialmente nuestra atención, porque de la adopción de uno u otro de estas dos tácticas  depende lógicamente los éxitos del Bien o de los del Mal.

   La primera es muy sencilla. Los que la eligen se previenen de cualquier cálculo sutil. Se limitan a actuar con honestidad y franqueza. Actuando abiertamente, ¿qué podría ser más natural cuando se actúa con lealtad? Uno es la consecuencia del otro.

   La segunda búsqueda por el contrario es sombra y misterio. Ella procede por oscuros preparativos, por maniobras, por desvíos. Su rasgo característico es que quienes lo practican se sitúan por encima de todo, en lo secreto. Y por eso, cuando meditan en una acción que requiere un esfuerzo colectivo, y por lo tanto un acuerdo previo, su principal preocupación es que este acuerdo permanezca ignorado, conducen así a la constitución de lo que se llama sociedades secretas, por una solicitud no menos natural que aquello por lo que los partidarios de la acción justa son llevados a preparativos tan visibles como sus actos.

   Que el Bien no se preocupe por esconderse, no exigiendo el secreto de quienes se alistan bajo sus banderas, una vez más, nada más natural. ¿Por qué (el bien) se escondería? El bien no sabe esconderse. Su radiación es saludable como la del calor solar.

   Que por el contrario, el mal se oculta en las organizaciones secretas allí donde le parece peligroso mostrarse a la intemperie, nada más comprensible. El mal se esconde porque es mal y no tiene necesidad de otra razón para esconderse. Que sus organizaciones secretas se basan en mentiras, nada es más lógico; porque quien hace el mal, se encuentra casi fatalmente impulsado a mentir. Que finalmente estas mismas organizaciones secretas bajan a la hipocresía, nada aún más explicable, y aún nada más inevitable. Porque, así como el mal se esconde porque es el mal y no necesita de otra razón para esconderse, miente y es un hipócrita por necesidad y sus mentiras y sus hipocresías no necesitan mayor explicación.

   Si es así, no sería temerario decir que dondequiera que haya maldad necesariamente deba encontrarse el secreto y la mentira. El secreto, la mentira y la hipocresía, por otra parte, podemos afirmar con certeza existe donde existe el mal.

   Por lo tanto nada más cierto que el punto de vista de la Iglesia, que se ha visto atacada implacablemente desde hace siglos, por hombres que se enorgullecen de ser libres pensadores (iluminados), y surgen de la masonería, organización que se basa en el SECRETO, LA MENTIRA Y LA HIPOCRESÍA.

   Asaltada de este modo, la Iglesia es evidentemente atacada por el mal. ¡Que argumento! en favor de la sublimidad de su misión en el mundo que la suministrada por el accionar de sus más feroces adversarios.

   Pero precisamente porque el ataque fue invisible, sólo en un par de siglos fue capaz de producir inmensos estragos. Como no discernimos debidamente la preparación, era tan natural que no sabíamos tomar las precauciones requeridas por la situación.

   El mundo civilizado, sin embargo, fue advertido del susto que estaba a punto de tener que sufrir. El Papado denunció las organizaciones secretas y particularmente la Masonería de la primera mitad del siglo XVIII y, en diferentes momentos, renovó sus advertencias. El mundo miró en la dirección indicada por los Romanos Pontífices. Pero las precauciones (también) fueron bien tomadas por la perfidia de los asaltantes. Y por entonces la masonería se presentó con miradas tan inocentes, tan ingenua, tan tonta incluso, y al mismo tiempo parecía tan exclusivamente ocupado con la filantropía, tan inocentemente enamorada de la filosofía humanitarista, que se creía sinceramente que era un error por parte de líderes de la Iglesia. Nos preguntamos por qué la asociación masónica afectó el misterio, mientras que su objeto parecía no comportarse de cualquier manera. Pero esta contradicción fue enmascarada por apariencias de infantilismo tales, que sólo  causaba risa.  Se pensó que la francmasonería,  haría que la gente creyera que es una sociedad secreta para atraer clientes, sabiendo que el misterio ejerce sobre ciertos hombres un enorme influjo.  Se pensó que en realidad, es una empresa secreta que da risa (cómo ya de dijo). La prueba es que sabíamos de su existencia, su objetivo y  nombres de algunos  de sus miembros.

   Pero lo cierto es que “No” teníamos idea de que la organización masónica es ordenada, de manera que lo que se nos aparece como “una” sociedad es en realidad un “conjunto” de sociedades, algunas de las cuales son “visibles” y se muestran como hablábamos antes, pero las otras son “invisibles”, tienen un aspecto completamente diferente y hacen maniobrar al primero sin que ellos lo sospechen (la invisible, controla la visible). Por lo tanto, es comprensible que el mundo cristiano haya permanecido sordo a las advertencias justificadas de los Papas y que la Francmasonería nunca habría sido conocida, sino después, que los que la mueven (invisiblemente) se vieron en la obligación de actuar.

sábado, 10 de junio de 2023

“CON CRISTO O CONTRA CRISTO” por el R. P. Joaquín Sáenz y Arriaga. (Segunda parte “1 de 2”)


 



   Nota de Nicky Pío: Seguimos con la publicación de la Revista “LOOK” Por: JOSEPH RODDY. Hasta este punto de la lectura, quiero resaltar una táctica que se viene empleando contra la Iglesia de Cristo, desde su fundación hasta el presente, y que no falla. “LA QUINTA COLUMNA” Es decir la infiltración, tantas veces denunciado por el libro “Complot Contra la Iglesia”  de Maurice Penay.

 

“CON CRISTO O CONTRA CRISTO” por el R. P. Joaquín Sáenz y Arriaga.  (Segunda parte “1 de 2”)

 

COMO LOS JUDIOS CAMBIARON EL PENSAMIENTO CATÓLICO (2) Por: JOSEPH RODDY. Revista LOOK   25 Enero 1966.

 

   Cerca de dos semanas antes de esto, Mons. George Higgins de la National Catholic Welfare Conference de Washington D.C., prestó su ayuda para obtener una audiencia papal al embajador de las Naciones Unidas, Arthur J. Goldberg, quien era entonces Juez de la Suprema Corte de Justicia. El Rabino Heschel aleccionó a Goldberg antes de que éste discutiese con el Papa la Declaración.

   El Cardenal de Boston, Richard Cushing, quiso también ofrecer sus servicios. Por medio de su representante en Roma, consiguió otra audiencia papal para el rabino Heschel, cuyos recelos sobrepasaban a los del Cardenal. Teniendo como compañero a Shuster, del Comité Judío Americano, Heschel habló seriamente sobre el Deicidio y culpabilidad judaica en la muerte de Cristo, exigiendo también al Papa que presionase para obtener una declaración en la que se prohibiese a los católicos hacer labor de proselitismo entre los judíos. Paulo, algún tanto contrariado y molesto, no parecía estar de acuerdo. Shuster desazonado, se disoció de Heschel, empezando a hablar en francés, que el Papa entiende y habla, pero el rabino no. Todos estuvieron de acuerdo en que la audiencia no había terminado con la cordialidad con que habían empezado.

   Solamente Heschel y otros pocos opinaron que la audiencia había sido benéfica. Heschel invitó a un periódico israelita, para publicar que el texto de la próxima Declaración saldría libre de cualquier tono de controversia. Para el Comité Judío Americano aquella entrevista fue tan irritante como las anteriores. La audiencia del rabino con Paulo en el Vaticano, así como la reunión de Bea con los miembros del Comité Judío Americano en Nueva York, fueron concedidas bajo la condición de que serían conservadas en secreto.

   El descubrir estas secretas conferencias en la cima hizo que los conservadores empezasen a señalar a los judíos americanos como el nuevo poder detrás de la Iglesia. Pero dentro del Concilio las cosas aparecían todavía peores para los conservadores.

   En la Asamblea Conciliar, los conservadores tenían la impresión de que los Obispos estaban trabajando por los intereses judíos. Para su discusión tenían ahora los Prelados el nuevo esquema, algún tanto debilitado en comparación con los anteriores. Los Cardenales de San Louis y de Chicago, Joseph Ritter y el ya difunto Albert Meyer, pidieron volver al esquema más fuerte. Cushing exigía que la negación del Deicidio fuese de nuevo mencionada. El Obispo Steven Leven de San Antonio pidió que se limpiase el texto de todo argumento que pudiera ser controvertido y, sin darse cuenta, expresó una visión profética acerca del Deicidio. “Nosotros debemos arrancar esa palabra del vocabulario cristiano, dijo, para que así nunca pueda ser usada de nuevo en contra de los judíos”.

   Estas conversaciones inquietaron a los Obispos árabes, que afirmaban que una declaración favorable a los judíos, expondría a los católicos a una persecución, mientras los árabes estuviesen en lucha contra los israelíes. Deicidio, culpa hereditaria y expresiones de invitación a conversión de los judíos, parecían como otros tantos puntos de discusión para los árabes.   Ellos no querían ninguna declaración; su punto de vista invariable era que cualquier declaración tendría un valor político en contra de ellos.

   Los aliados, en esta guerra santa, eran los conservadores italianos, españoles y sudamericanos. Estos conservadores veían la estructura de la fe sacudida por los teólogos liberales, quienes pensaban que las doctrinas de la Iglesia podían cambiar. Para los conservadores esto estaba cerca de la herejía, mientras que para los liberales esto era pura fe. Más allá de la fe, los liberales tenían los votos, y devolvieron la Declaración al Secretariado para que fuese reforzada. Mientras la Declaración estaba siendo reestructurada, los conservadores querían que fuese reducida a un párrafo en la Constitución de la Iglesia.

   Pero, cuando la Declaración apareció, al fin de la Tercera Sesión del Concilio, era enteramente un nuevo documento llamado: “Declaración de la Relación de la iglesia con las Religiones No-Cristianas”. Con esta redacción, la Declaración fue aprobada por los Obispos con una votación de 1770 votos en favor, contra 185 votos en contra. Gran regocijo provocó esta votación entre los judíos de los Estados Unidos, al saber que finalmente su Declaración había sido aprobada.

   En realidad esto no era cierto. La votación solamente se refería a la substancia del texto en general. Pero, dado que muchos votos iban condicionados, (placet iuxta modum, es decir: sí, pero con modificación), el tiempo que pasó entre la Tercera y Cuarta Sesión fue empleado en hacer las modificaciones, que los 31 miembros del Secretariado pensaron que eran aceptables. Según las reglas del Concilio estas modificaciones, después de la votación ya hecha, sólo podían referirse a expresiones del lenguaje, pero no a la substancia del texto. Mas el problema, que preocupaba a los filósofos entonces, consistía en determinar lo que realmente era substancial o meramente accidental al texto. Y los mismos teólogos también tenían sus incertidumbres en este punto.

   Pero, al principio, había menos obstáculos ocultos a los que enfrentarse. En Segni, cerca de Roma, el Obispo Luigi Carli escribió, en el número de su revista diocesana de febrero de 1965, que los judíos del tiempo de Cristo y sus descendientes hasta nuestros días, eran colectivamente culpables de la muerte de Jesucristo. Unas semanas más tarde, el domingo de Pasión, en una Misa al aire libre en Roma, el Papa Paulo habló de la crucifixión diciendo que los judíos fueron los principales actores de la muerte de Jesús. El jefe de los rabinos de Roma Elio Toaff respondió con desencanto: “Hasta las más distinguidas personalidades católicas hacían resurgir los prejuicios de la Pascua que se aproximaba”.

viernes, 2 de junio de 2023

Santa Mariana de Jesús Paredes y Flores. — 2 de junio (+ 1645)


 



   La inocentísima y penitente virgen, Santa Mariana de Jesús, nació de esclarecido linaje en la ciudad de Quito de la América meridional. Casi desde la cuna tomó el camino de la perfección, y se dio tanta prisa a correr por él, que al empezar, pudo parecer que acababa. Apenas tenía diez años, hizo ya los tres votos de pobreza, castidad y obediencia, que suelen hacerse en la profesión religiosa.

   Como oyese un día las alabanzas de aquellos tres santos mártires de la Compañía de Jesús, que en el Japón habían sido crucificados y alanceados por la fe que predicaban, encendiéndose la santa niña en vivos deseos de ganar almas a Cristo y derramar su sangre en esta demanda, dejó secretamente, como santa Teresa de Jesús, la casa de sus padres y se puso en camino para ir a la conversión de los pueblos bárbaros e idólatras: mas no pudiendo llevar a cabo su intento, se hizo en una pieza muy retirada de su casa su yermo y soledad, donde apartada de todas las cosas del mundo, pudiese vivir para solo Dios. Allí imitó la vida asperísima y penitente que leemos de los admirables anacoretas de la Tebaida. Llevaba hincada en la cabeza una corona de punzantes espinas, ceñía su delicado cuerpo con áspero silicio, poníase piedrecillas en los zapatos, tomaba su breve descanso sobre una cruz sembrada de espinas, y afligía varias veces así de día como de noche todos los miembros de su cuerpo con inauditas invenciones de tormentos.

   Eran tan extraordinarios y maravillosos sus ayunos que pasaba a veces ocho y diez días sin comer más de una onza de pan duro. A pesar de este extremado rigor que usaba consigo, era tan blanda y afable con los demás, que fácilmente rendía los corazones de cuantos trataba, y los ganaba para Jesucristo; y así redujo a vida honesta y virtuosa a muchos pecadores de toda condición y estado que se hallaban encenagados en los vicios, o muy apartados del camino de su salvación. Las consolaciones y soberanos favores que recibía en su íntimo trato con Dios, no son para declararse con palabras humanas. Viéronla levantada de la tierra y brillando su rostro con una luz del cielo: tuvo excelente don de profecía y discreción de espíritu, curó a muchos enfermos, y resucitó a una mujer difunta.

   Finalmente habiéndose ofrecido al Señor para satisfacer con su muerte por los pecados del pueblo afligido a la sazón por la pestilencia que hacía en Quito grandes estragos, a la edad de veintiséis años entregó su alma al celestial Esposo.

   Una maravilla del cielo se vio momentos después de espirar la purísima doncella: y fué que de su sangre cuajada brotó una blanquísima y hermosísima azucena: por cuyo soberano acontecimiento comenzaron a apellidar a la santa con el nombre de Azucena de Quito.

 

   Reflexión: ¡Qué contraste forma la vida de esta santísima doncella con la que llevan las doncellas mundanas de nuestros días, ataviados con todas las invenciones de la moda y escandalizando con su inmodestia y profanidad! Pero aquella con su retiro, su modestia, su honestidad y mortificación admirable fué una grande santa, y está gozando de inefable gloria en el cielo; y ¿qué será de esas jóvenes tan vanas, distraídas, orgullosas y sensuales, tan enemigas de la verdadera piedad, y tan amigas de los placeres del mundo?

 

   Oración: ¡Oh Dios! que hasta en medio de los lazos del mundo quisiste que la bienaventurada María Ana floreciese como lirio entre las espinas, por su virginal castidad y asidua penitencia; concédenos por sus méritos e intercesión, que nos apartemos de los vicios y sigamos la senda de las virtudes. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

 

 

FLOS SANCTORVM


jueves, 1 de junio de 2023

MEDITACIÓN: SOBRE LAS TRES DISPOSICIONES REQUERIDAS PARA LA ORACIÓN MENTAL


 


I. ¿Quieres gustar la dulzura que hay al conversar con Dios en la oración? Evita las reuniones mundanas: la voz de este divino Esposo no se hace oír en las plazas públicas; habla al corazón sólo en la soledad. Huye de los hombres y de sus vanas conversaciones y encontrarás a Dios en la oración. Habla a mi corazón, divino Maestro mío; en adelante estará sordo para todas las creaturas para no escucharos más que a Vos.

 

II. Sosiega el tumulto de tus pasiones, si quieres orar a Dios con atención y recibir sus santas inspiraciones. Mientras tu alma esté turbada por las tempestades que en ti excitan el odio, el amor, el deseo de hacerte notar, no experimentarás jamás las dulzuras de la oración; ahora bien, ¿quieres un secreto para domar pronto tus pasiones? Ama la soledad. Las pasiones son vencidas sin lucha cuando la soledad secunda a la gracia. (Casiodoro).

 

III. Acostúmbrate poco a poco a pensar en Dios: mantén tu espíritu recogido lo más que puedas, y no te costará mucho trabajo orar a Dios sin distracción. Para lograrlo, es menester que toda tu vida sea casi una oración continua. Ah señor, es tan dulce y tan consolador conversar con Vos en todo tiempo; en todo lugar puedo yo gozar de esta dicha y no hago caso de ella; cuando haya gustado la dulzura de la conversación con Dios, la sociedad de los hombres me disgustará. Desolada está la tierra, porque no hay quien reflexione en su corazón. (Jeremías).

 

Tratad de adquirir la verdadera devoción.

Orad por vuestro obispo.