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sábado, 28 de septiembre de 2024

Sermones sobre los demonios – Por Jacques-Bénigne Bossuet.


 



   Que hay en el mundo cierta clase de espíritus malignos que llamamos demonios, además del testimonio evidente de las divinas Escrituras, es algo que ha sido reconocido por el común consentimiento de todas las naciones y de todos los pueblos. Lo que los llevó a esta creencia fueron ciertos efectos extraordinarios y prodigiosos que sólo podían relacionarse con algún mal principio y alguna virtud secreta cuya operación era maligna y perniciosa. Las historias griegas y romanas nos hablan en varios lugares de voces escuchadas inesperadamente y de varias apariciones fúnebres que ocurrieron a personas muy serias y en circunstancias que les daban mucha confianza. Y esto lo confirma aún más esta ciencia oscura de la magia, a la que se han dedicado varias personas excesivamente curiosa en todas partes de la tierra. Los caldeos y los sabios de Egipto, y especialmente esa secta de filósofos indios que los griegos llaman gimnosofistas, asombraron al pueblo con diversas ilusiones y con predicciones demasiado precisas para provenir puramente del conocimiento de los astros. Añadamos también ciertas agitaciones y espíritus y cuerpos, que incluso los paganos atribuían a la virtud de los demonios. Estos oráculos engañosos, y estos terribles movimientos de los ídolos, y los prodigios que sucedieron en las entrañas de los animales, y tantos otros accidentes monstruosos de los sacrificios de los idólatras, tan famosos en los autores profanos, ¿a qué los atribuiremos nosotros, cristianos? ¿Si no fuera por alguna causa oculta que se complace en mantener a los hombres en una religión sacrílega mediante milagros llenos de ilusión, sólo podría ser maliciosa? Tanto es así que los seguidores de Platón y Pitágoras, que de común acuerdo son los que de todos los filósofos han tenido mayor conocimiento y los que han investigado más curiosamente las cosas sobrenaturales, han afirmado como una constante de verdad que había demonios, espíritus de naturaleza oscura y maliciosa, hasta entonces que ordenaban ciertos sacrificios para apaciguarlos y hacerlos favorables a nosotros. Ignorantes y ciegos que eran los que pensaban apagar a través de sus víctimas este odio furioso e implacable que los demonios han concebido contra el género humano, como os mostraré a su debido tiempo. Y el emperador Juliano el Apóstata, cuando por odio a la religión cristiana quiso hacer venerable el paganismo, viendo que nuestros padres habían descubierto con demasiada claridad su locura, decidió enriquecer con misterios su impía y ridícula religión; observó exactamente las abstinencias y sacrificios que estos filósofos habían enseñado; quería hacerlos pasar por instituciones santas y misteriosas tomadas de los viejos libros del Imperio y de la doctrina secreta de los platónicos. Ahora bien, lo que te digo aquí sobre sus sentimientos, no te convenzas de que es para sustentar lo que creemos por la autoridad de los paganos. No permita Dios que olvide tanto la dignidad de este púlpito y la piedad de esta audiencia, como para querer establecer por razones y autoridades extranjeras lo que tan manifiestamente nos enseña la santa palabra de Dios y la tradición eclesiástica; pero pensé que no sería inútil señalaros en este lugar que la malignidad de los demonios es tan grande que no pueden ocultarla, y que incluso fue descubierta por los idólatras, que eran sus esclavos y de quienes eran las deidades.

 

   Intentar ahora demostrar que existen demonios mediante el testimonio de las Sagradas Cartas, ¿no sería un esfuerzo inútil, ya que es una verdad tan reconocida y que nos es atestiguada en todas las páginas del Nuevo Testamento? Por lo tanto, para aprovechar el poco tiempo que nos hemos reservado para alguna instrucción más útil, iré con asistencia divina a reconocer a este enemigo que avanza tan decididamente contra nosotros, para daros un informe fiel de sus progresos y de sus progresos. . sus diseños. Os diré ante todo, con los santos Padres, de qué naturaleza son estos espíritus malignos, cuáles son sus fuerzas, cuáles son sus máquinas. Después intentaré explicaros las causas que les llevaron a declararnos una guerra tan cruel y sangrienta. Y como espero que Dios me dé la gracia de afrontar estas cosas, no mediante preguntas curiosas, sino mediante una doctrina sólidamente cristiana, no será difícil sacar de ella una importante instrucción, mostrándome de qué manera debemos resistir  esta legión de demonios, enemigo nuestras almas.


lunes, 4 de marzo de 2024

Expulsión de demonios –Por Augusto Saudreau. Canónigo Honorario D´ Angers. (Traducido del francés por Nicky Pío).

 




Para que los demonios queden libres entre ellos y los cuerpos del poseído y para dejarlo a voluntad (libres del cuerpo del poseso), es necesario, después de haberles hecho sufrir durante mucho tiempo, para debilitarlos y evitar su regreso, se le da la orden de partir, pero a veces se resisten y sólo después de una larga lucha son expulsados. Otros, veces y más a menudo se van, pero regresan, entonces, nuevas peleas son necesarias para los exorcistas, una y otra vez.

   En cuanto a la orden ritual de exigir a los demonios una señal de su salida definitiva; Lo mejor es no dejarles elegir, sino dejarles que fijen una señal.

   Los demonios poseedores a veces quedan atrapados; por orden de Dios, están cautivos en el cuerpo donde entraron, pero les gustaría dejarlos, al  menos de vez en cuando (y de hecho así suele ser), pero ya no pueden hacerlo por orden de Dios. En este caso, el exorcismo ya no tiene el propósito de expulsarlos, sino estrechar sus vínculos, reducir sus fuerzas, y finalmente, hacerles casi imposible herir (al poseso). Ahora entonces todos los medios empleados por el exorcista, los esfuerzos generosos de la víctima, las oraciones y conjuros, las obras y las prácticas del exorcista poco a poco debilitan a los demonios; llega un momento en que la mayoría de los actos que inicialmente podían realizar (estos demonios) se les vuelven imposibles.

    Otros demonios más poderosos pueden venir y echarles una mano, especialmente si los hechizos continúan. Estos últimos (demonios) no poseen, sino que atacan desde fuera; asustan al paciente, lo golpean, pueden causarles molestias, a veces heridas; En presencia (de los demonios externos), los propios demonios cautivos son más fuertes y formidables. Si el exorcista continúa  usando los  remedios rituales, los enemigos de fuera que obsesionan, como los de dentro que poseen, pierden gradualmente su poder y el sufrimiento de la víctima se vuelve más fácil de soportar.

 

“EL ESTADO MÍSTICO”

SU NATURALEZA – SUS FASES

Y

LOS HECHOS EXTRAORDINARIOS DE LA VIDA ESPIRITUAL

Año 1921


lunes, 5 de marzo de 2018

DEMONIOS – Por Cornelio Á Lápide. (Parte X y final de esta publicación)





Es muy difícil escapar de los demonios.

   Los demonios, dice Salvio, tienden al hombre tantos lazos seductores en la tierra, que es casi imposible escaparse de ellos; evitando muchos de estos lazos, solemos acabar casi siempre por ser cogidos en alguna parte: (Lib. VI. de Provid.).

   Se dice en el Evangelio que Jesucristo ahuyentaba una multitud de espíritus infernales del cuerpo de los poseídos. Y habiendo preguntado a un demonio que se había apoderado de un desgraciado, cómo se llamaba: Me llamo Legión, contestó, porque somos muchos: (Marc. V. 9).

   De modo que, cuando un demonio no puede vencer solo, reúne un gran número; se reúnen todos, si es preciso, para coger y a exterminar a un alma; la atacan por todas partes...

Alegría de los demonios cuando pueden vencer y asesinar un alma.

   El demonio, dice Isaías, habita los sepulcros y los templos de los ídolos, come la carne del cerdo, y echa en sus tazas un caldo profano o prohibido. (LXV. 4). Esto significa que el demonio se alegra de la muerte de los hombres, y que desea habitar entre aquellos que ha privado de la vida y de la gracia...

   El demonio se ríe de su presa, y la devora con alegría...

   Todos mis enemigos, dice el profeta Jeremías, han sabido mis desastres, y se han regocijado: (Lament. 1 -21). Se gozan en el mal que han hecho, dicen los Proverbios, y hacen gala de su maldad: (II. 14).

   Su maligna alegría se manifiesta cuando consigue destruir el reino de Jesucristo su placer es tener cómplices en la tierra y en los infiernos Habiéndose perdido sin esperanza, y hundido sin recurso, dice Bossuet, no son ya capaces sino de aquella negra y maligna alegría que sienten los malos en tener cómplices, los envidiosos en tener compañeros, los iracundos abatidos en arrastrar en pos de si a los demás. No seremos los únicos miserables, dicen.

   Han querido igualarnos a los hombres, y helos finalmente que ya son nuestros iguales en el pecado y en los tormentos. Esta igualdad les gusta No les queda más que el placer oscuro, maligno y cruel de hacer víctimas, después de haber perdido para siempre la felicidad suprema.

Los demonios son los ejecutores de la justicia de Dios.

   El demonio, dice Orígenes, es un tirano a quien Dios entrega los hombres para atormentarlos y castigarlos cuando se rebelan contra admirable majestad, a fin de que humillados, afligidos y abatidos, a vuelvan a él y se sujeten a su divino yugo: (Homil.). Y si no se corrigen, los demonios serán los ejecutores de las venganzas de Dios durante la eternidad...

   Los demonios, dice el Eclesiástico, son espíritus creados para ministros de la venganza divina; los cuales con su furor hacen sufrir continuamente sus castigos, y aplacaran la cólera de aquel Señor que les crio: (XXXIX. 33-34). Han sido creados para la venganza, es decir, destinados a cumplir la venganza divina. Dios ha hecho de los demonios los perseguidores y los verdugos de los impíos; son los ministros de su ira, y castigan los crímenes de los pecadores obstinados: habiéndose estos sujetado voluntariamente A los demonios con sus pecados, les estarán también sujetos, a pesar suyo, para sufrir la pena de sus extravíos.

   Después de su caída los demonios han conservado su poder y la fuerza de voluntad. Si se dice que la fuerza de la voluntad de los ángeles rebeldes provenía, antes de su caída, de la conformidad de esta voluntad con la de Dios, conformidad que han perdido, no se piensa en que Dios quiere hacerlos servir de ministros de su justicia, y que asi la voluntad de los demonios se halla conforme con la de Dios: satisfaciendo su voluntad depravada, ejecutan lo que Dios ha decidido por una voluntad que es siempre buena.

Castigo de los demonios.

   El juicio de los demonios, que  hace tiempo que les amenaza, va viniendo a grandes pasos, dice San Pedro: (II. II. 3). Están encadenados, atormentados y tenidos como en reserva hasta el día del juicio: (id. II. II. 4).

   Orgulloso Satanás, dice Isaías, has sido precipitado al infierno: (XIV. 15). Condenados a un suplicio eterno y sufriendo la terrible maldición de Dios, los demonios están en la más honda mazmorra del infierno, debajo de todos los réprobos.

De qué modo se triunfa de los demonios.

   Fortaleceos en el Señor y en su virtud omnipotente, dice San Pablo: (Ephes. VI. 10).

   Para poder contrarrestar a las asechanzas del diablo, revestíos de toda la armadura de Dios: (Ibid. VI. 11).

   Emplead sobre todo el escudo de la fe para poder apagar todos los dardos inflamados del espíritu maligno: (Ibid. VI. 16). San Pedro indica el mismo medio: Resistid al demonio firmes en la fe, dice: (I. V. 9).

   La tentación de nuestro enemigo el demonio es terrible, dice San Bernardo; pero nuestra oración es todavía más temible para él. Su malignidad y su doblez tratan de dañarnos; pero nuestra sencillez y nuestra caridad le oponen una victoriosa resistencia, y constituyen su tormento. No puede sostener nuestra humildad; nuestro amor hacia Dios le abrasa; nuestra mansedumbre y nuestra obediencia le atormentan: (Serm, in Cant.).

   Cuando pisoteamos los pecados, nos sobreponemos al poder del demonio, dice San Crisóstomo; si nos irritamos contra él, se irritará inútilmente contra nosotros; y por el contrario, si nos manifestamos débiles con él, será cruel con nosotros: (Homil. XXII).

   No perdáis jamás de vista la mirada de vuestro adversario, que inmóvil os contempla, dice San Basilio: (In Epist. S. Petri).
   El que quiere arrojar al demonio, debe empezar por hacerse dueño de las inclinaciones de su corazon...

   La resistencia detiene al demonio, la energía le subyuga, la fe estrella su poder. Fortificada con la esperanza, inflamada con la caridad, y armada con la oración, la fe queda victoriosa de Satanás...

   Los príncipes de las tinieblas, dice San Bernardo, se espantan de la luz de las buenas obras; porque las tinieblas no pueden resistir la luz: (Serm, in Cant.).

   Sed sobrios y estad alerta, dice el apóstol San Pedro: (I. V. 8).

   Resistid al demonio, dice el apóstol Santiago, y huirá lejos de vosotros.

   A fin de quedar victorioso, el soldado de Jesucristo debe prepararse, ceñirse, armarse y proveerse de todo lo necesario en el combate que debe presentar al demonio.

   Por lo demás, desde que Jesucristo ha destruido con su muerte el imperio del demonio, el poder de este espíritu se ha debilitado mucho, sobre todo respecto del cristiano consagrado a Dios por el bautismo, y salvado asi de las potencias tenebrosas Libertándonos de nuestros pecados, que nos tenían bajo el yugo de los espíritus malignos, Jesucristo con su preciosa sangre, dice Clemente de Alejandría, nos ha emancipado de los amos crueles a quienes estábamos sujetos.

   San Agustín nos enseña que, cuando la Escritura nos exhorta a resistir al demonio y a combatir contra él, entiende que debemos resistir a nuestras pasiones y a nuestros desarreglados apetitos; porque por medio de ellos nos subyuga el demonio.

   La confesion, la sagrada comunion, el temor de Dios, el pensamiento de su presencia y la señal de la cruz son armas que nos hacen invencibles y abaten siempre al demonio.



“Tesoros de Cornelio Á Lápide”












domingo, 25 de febrero de 2018

DEMONIOS – Por Cornelio Á Lápide. (Parte IX)





El demonio es el dios del Siglo.


   El dios de este siglo, dice San Pablo, ha cegado el entendimiento de los incrédulos: (II. Cor. IV. 4).

   El dios de este siglo es el demonio, qne es el dios de los que viven según la corrupción del siglo. Es el dios de este siglo, no por derecho de creación, sino por su perversidad, sus escándalos, sus sugestiones, su imperio y su tiranía...

   Lo propio del orgullo, dice el elocuente Obispo de Meax, es atribuirlo todo a sí mismo; y por esto los soberbios se consideran los dioses de ellos mismos, sacudiendo el yugo de la autoridad soberana. Por esta razón, habiéndose henchido el demonio con una arrogancia extraordinaria, las Escrituras han dicho que había aspirado a la divinidad. Escalaré el cielo, dijo, colocaré mi trono encima de los astros, y seré semejante al Altísimo. (Isai XIV. 13-14). Arrojado del cielo, y precipitado en el abismo, y reunidos con él todos los compañeros de su insolente empresa, conspiró con ellos para sublevar contra Dios a todas las criaturas. Pero, no contento con sublevarlas, concibió entonces el insolente designio de someterlo todo en el mundo a su tiranía: atacó a Adán, y le hizo su esclavo: enorgullecido con este éxito feliz, y no olvidando su primer designio de igualarse a la naturaleza divina, se declaró abiertamente rival de Dios; y tratando de revestirse de la majestad divina, como no tiene poder de hacer nuevas criaturas para oponerlas a su dueño, ¿qué hizo? Por lo menos adulteró todas las obras de Dios, dice el grave  Tertuliano: enseñó a los hombres el modo de corromper su uso; y  los astros, y los elementos, y las plantas, y los animales, todo lo hizo servir de idolatría; abolió el conocimiento de Dios, y por toda la redondez de la tierra se hizo adorar en lugar suyo, según lo que dijo el Salmista: Los dioses de las naciones son los demonios: (XCV. 5). Por esto el Hijo de Dios lo llama el príncipe del mundo: (Juan. XIV. 30). Y el Apóstol el dios de este siglo: (II. Cor. IV. 4).

   ¿Y con qué insolencia se ha portado este rival de Dios? ¡Siempre ha tratado de hacer lo que Dios hacía, afectando la misma pompa. Dios tiene sus vírgenes que le están consagradas ¿No ha tenido el diablo sus vestales? ¿No ha tenido sus altares y sus templos, sus misterios y sus sacrificios, y ministros de sus impuras ceremonias que hizo tan semejantes como pudo a las de Dios, porque tiene envidia de Dios, y en todo quiere parecer su igual?

   Cuando Jesucristo vino a la tierra, añade Bossuet (Hist. universal), todo era dios menos el mismo Dios, y el universo no era más que un vasto templo de ídolos.

   Como las pasiones y el pecado son hijos del demonio, este padre hace también adorar a sus hijos, o más bien se hace adorar en las pasiones y en el pecado. Asi es que el avaro adora el oro, el borracho a Baco; el impúdico adora a Cupido y a Venus, etc. He aquí pues a todos los hombres amantes de sus depravadas pasiones adoradores de los demonios; son idólatras: y he aquí al demonio adorado en las pasiones, en los crímenes y en los escándalos...

El demonio no se cansa nunca es muy perseverante en perseguirnos.

miércoles, 14 de febrero de 2018

DEMONIOS – Por Cornelio Á Lápide. (Parte VIII)






Crueldad y furor del Demonio contra los hombres


   El demonio, como león rugiente, anda girando alrededor de vosotros en busca de presa que devorar, dice el apóstol San Pedro, (1Pedro V, 8)… No dice el Apóstol que el demonio trata de morder, sino que traía de devorar...

   ¡Ay de la tierra y del mar! dice el Apocalípsis, porque el diablo bajó a vosotros arrojado del cielo y está lleno de furor, sabiendo que le queda poco tiempo (Apoc. XII. 12).

   Simón, Simón, dijo Jesucristo a Pedro, mira que Satanás va tras de vosotros para zarandearos como el trigo cuando se criba:
Simón, Simón. (Luc. XXIL 31).

   El dragón, dice el Apocalípsis, se irritó, y marchóse a guerrear: ( Apoc XII. 17).

   La crueldad y la rabia del demonio, dice el Salmista, le llevan a perseguirme, A apoderarse de mí, y a hundir en el polvo mi gloria. (Salmo VII. 6). Mis enemigos, añade, me tienen cercado por todas partes; tienen puestas sus miras para dar conmigo en tierra; están acechándome como el león preparado a arrojarse sobre su presa, o como el leoncillo qne en lugares escondidos está en espera: levántate, o Dios mío; prevén el golpe, y arrójalos por el suelo, libra mi alma de las garras del impío. (Salmo. XVI. 11-13). El jabalí del bosque todo lo ha destruido, y se apacentó en ella esa fiera singular o solitaria: (Salmo LXXIX. 14).

   Serviréis á dioses extraños, que no os darán descanso ni de día ni de noche, dice el profeta Jeremías (XVI. 13). Estos pretendidos dioses, que son tan crueles, son los demonios...

   Cada vez que pecamos, dice San Jerónimo, caemos bajo el imperio del demonio, que jamás nos da descanso, pues nos impele siempre a añadir un crimen a otro crimen hasta hacer de ellos una montaña.

Devastaciones producidas por los demonios

jueves, 18 de enero de 2018

DEMONIOS – Por Cornelio Á Lápide. (Parte VII)





Odio del Demonio contra los hombres y guerra que le hace.


   El demonio, que se ha declarado enemigo personal de Dios, no pudiendo hacer nada contra Él, se venga con su imagen (el hombre), dice Bossuet, y desgarrándola la deshonra, llenando su espíritu envidioso de malos deseos de venganza. Espíritu negro, espíritu tenebroso, espíritu furioso y desesperado, que afecta un fausto insolente en vez de su grandeza natural; que emplea astucias maliciosas en vez de una sabiduría celestial; que no respira más que odio, disensión y envidia en vez de la caridad y de la sociedad fraternal. Parece que Satanás y todos sus ángeles dicen: no seremos nosotros los únicos miserables; ¡cuántos hombres morirán de nuestra mano! ¡Ah! ¡Cuántos sitios vamos a dejar vacantes, y cuántos se hallarán entre los criminales que pudieran haberse sentado entre los jueces! El odio de los demonios contra nosotros es tal, notadlo bien y pasmaos de tanto exceso, es tal el odio que contra nosotros tienen, que se placen no sólo en arruinarnos, sino también en manchar nuestra alma y degradarla. Si, prefieren todavía corrompernos a atormentarnos, prefieren quitar la inocencia a quitar el reposo, hacernos malos a hacernos desgraciados. Y es verdad que cuando estos crueles vencedores se han hecho dueños de un alma, entran en ella con furia, la roban, la saquean y la violan. Estos corruptores la violan, no tanto para satisfacerse, como para deshonrarla y envilecerla. La inclinan a que se entregue a ellos, y luego la  desprecian: la tratan como son tratadas las mujeres que vienen a ser el ludibrio de aquellos por quienes se han cobarde o indignamente prostituido...


   Los demonios están llenos de odio y de envidia contra nosotros; nos hacen una guerra encarnizada a causa de las gracias y de los bienes celestiales que Dios nos concede, y porque estamos destinados a ocupar un día los tronos que han perdido con su orgullo...

   El demonio es vuestro enemigo, dice el apóstol San Pedro: El demonio es un instigador de querellas, un falso testigo, un acusador. ––Nos ataca a nosotros, ataca nuestra salvación y nuestra felicidad eterna. Quiere conquistarnos a fin de tenernos por compañeros, después de habernos tenido por cómplices. Y todo esto, por odio a Dios, a fin de que Dios no reciba nuestras adoraciones. Su orgullo le inspira un odio tan grande a Dios, que, según al parecer de varios graves autores, aun cuando Dios le prometiese perdonarle a condición de que se humillase, preferiría sufrir eternamente antes que renunciar a su orgullo y a su odio 2 ° Nos hace la guerra por envidia Nos la hace por orgullo; quisiera que nos volviésemos semejantes a él para dominarnos y reinar sobre nosotros...

   Tenemos que sostener un combate contra los demonios, dice San Pablo... Es una lucha sin tregua...

   Los odios más furiosos y más implacables entre los hombres no son más que una sombra, comparados con los de los demonios. En ellos todo es odio, celos, deseos de eterna venganza...

El demonio tuvo la audacia de atacar al mismo Jesucristo.

martes, 24 de octubre de 2017

DEMONIOS – Por Cornelio Á Lápide. (Parte VI)






Malicia, habilidad, y astucia del Demonio.

   El  demonio, dice San Cipriano, es llamado serpiente, porque se desliza y arrastra como ella; se adelanta insensiblemente, ocultando su marcha a fin de engañar. Su astucia es tan grande, sus planes tan hábiles y capciosos, que hace tomar la noche por el día, el día por la noche, el veneno por el remedio; lleva la desesperación bajo pretexto de esperanza, y la deserción bajo pretexto de fidelidad; ofrece a nuestros homenajes al Anti-Cristo bajo el nombre de Cristo. De esta suerte, haciendo pasar la mentira por verdad, escamotea sutilmente la verdad misma.

   Satanás se transforma en ángel de luz para seducir, dice el gran Apóstol.

   La malicia, la habilidad y las astucias de Satanás se manifiestan:

   1° en que observa cuáles son los lugares menos fortificados, como dice San Jerónimo.

   2° en que, como también dice San Jerónimo, no presenta jamás al hombre el pecado descubierto, sino que se sirve de rodeos; no se lanza de repente, sino que se adelanta poco a poco y echa completamente a pique la débil navecilla. Para hacer caer en el pecado, se oculta; porque es tan asqueroso, tan horrible y tan infecto, que si se presentase, haría morir de miedo a todo el mundo; nadie querría acercarse a él. Oculta la fealdad del pecado, de aquel pecado, que, hijo de Satanás, es asqueroso, horrible e infecto como su padre; disfraza el pecado con la apariencia y el nombre de dulzura, de flores lozanas, da felicidad y hasta de virtud. Oculta el anzuelo del pecado, y sobre todo del deleite, a fin de que quedéis cogidos a este aguijón penetrante y mortal, mientras saboreáis un placer engañoso y emponzoñado. Impele al hombre al vicio paso a paso; comienza por hacerle cometer faltas ligeras, y le arrastra asi á las mayores.

   El demonio, tan audaz, bien quisiera, si se atreviese y pudiese, hacernos desde luego tan malvados como él; pero, demasiado astuto, prevé que no tendría éxito su seducción. Bien quisiera atacarnos a campo abierto; pero, demasiado maligno, teme que se le escape su presa. Va por grados, dice Bossuet, y se oculta. Su fealdad, como ya hemos dicho, y la fealdad del pecado que quiere hacer cometer, darían horror: oculta una y otro; porque si el hombre pudiese ver al demonio y al pecado tales como son, jamás, jamás se daría al demonio ni al pecado...

   El demonio se arrastra como la serpiente, y toma sus movimientos y rodeos; ya enseña la cabeza, ya la cola. Se arrastra cuando está lejos, para que no le vean, y muerde cuando está cerca...

   Estudia nuestras inclinaciones y las admite: asi es que no tentará por impureza al avaro, porque para ser libertino habría de ser pródigo. No tentará por avaricia al impúdico. Transportará en espíritu al ambicioso a la cumbre del poder; llevará al orgulloso a adorarse a sí mismo; enviará hambre al hombro dominado por la gula, etc...

   Seduce al libertino de un modo, al sabio de otro, al escrupuloso de diferente manera. Ataca al niño, a los jóvenes, al hombre adulto, al anciano; a cada uno según su edad, su parte débil, su inclinación.

   Ataca ora al cuerpo, ora al espíritu, ora al corazon Hiere ya por fuera, ya por dentro; busca el paraje más débil; sube por asalto; presenta la flor, y oculta la espina; dora la copa Mirad esta flor: ¡qué hermosa! respirad el agradable olor que despide Examinad esta copa: ¡qué excelente licor contiene! bebed, bebed... Pero, ¡deteneos! esta flor y esta copa está envenenada; si las tocáis, moriréis al momento para la eternidad...

   No es más que un pensamiento, dice aquel maligno espíritu, una simple mirada, una complacencia probadlo, ya os detendréis cuando queráis. Si buscáis la felicidad, aquí la podréis hallar... Tened cuidado; ya se avanza el asesino; el incendio empieza por una chispa… Que un buque vaya a pique, ya recibiendo de repente una gran cantidad de agua, ya tomándola poco a poco, el hecho es qne el buque va a pique… El demonio, este monstruo astuto, dice Bossuet, va por grados; inclina primero a Judas a la avaricia, luego le induce a vender a su Dios, más tarde a la traición, y por fin a la desesperación, a la cuerda, al infierno.

   Ved como el maligno espíritu ataca a nuestros primeros padres. La serpiente, dice la Escritura, que era el más astuto de todos los animales, dijo a la mujer: ¿Por qué motivo os ha mandado Dios que no comieseis del fruto de todos los árboles del paraíso? (Gen. III. 1). Esta sola pregunta es un crimen. ¿Por qué, serpiente infernal, te metes en lo qne Dios ha mandado? Lo que Dios ha prescrito es sagrado ¿No obra asi Satanás respecto de todos los hombres para seducirlos? ¿Por qué no habéis de hacer esto? les dice: ¿Por qué no habéis de ver a tal persona? ¿Por qué no habéis de ir a tal sitio? ¿Por qué, etc.?

   Eva le respondió: Dios nos ha prohibido comer del fruto del árbol que está en medio del paraíso, para que no muramos. (Gen. III. 2-3). ¡Imprudente Eva! ha tenido la debilidad de escuchar un instante a la serpiente, y sólo por esto ha empezado a sucumbir y a ser culpable. ¡Ay de mí! ¿No nos conducimos nosotros también de este modo?...

   La serpiente, viendo la debilidad de Eva, va más lejos: al crimen de la pregunta une el crimen de la negativa, y responde a la mujer: De ninguna manera, no sufriréis la muerte (Gen. III. A). ¿No obra el demonio de una manera parecida con nosotros? No hay tanto mal en esto como se dice; es exageración; son demasiado severos. ¡Qué! ¿El infierno por tan poca cosa?... En tercer lugar, al crimen de la pregunta y de la negativa, la serpiente añade el crimen de la afirmación, para instar a Eva y seducirla del todo: No moriréis, dice, porque Dios sabe que el día que comáis de esta fruta se abrirán vuestros ojos, y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal. (Gen. III. 5).

   Ya está Eva seducida y perdida. La mujer vió, pues, que aquella fruta era buena “para comer, y bella a los ojos, y de un aspecto  deleitable; y cogió del fruto, y comióle; y dió también a su marido, que comió como ella. (Gen. III. 6). Y los ojos de ambos quedaron abiertos; y reconocieron que estaban desnudos, etc. (Gen. III. 7). Estos son los felices y los dioses que ha hecho el demonio. Todos los que escuchan a la serpiente, hallan las mismas recompensas...

lunes, 25 de septiembre de 2017

DEMONIOS – Por Cornelio Á Lápide. (Parte V)




El demonio está en todas partes; vigila sin cesar para perdernos.


   El demonio está en el aire, en las aguas, en la tierra, en el infierno...

   Nuestros perseguidores, dice Jeremías, han sido más rápidos que las águilas: nos han perseguido en las montañas; nos han tendido lazos en el desierto (Lamentaciones. IV, 19) En un abrir y cerrar de ojos están en donde quieren; andan más veloces que el pensamiento; todo lo ven sin ser vistos; todo lo oyen sin ser oídos ni apercibidos. El demonio está siempre en acecho, y da vueltas sin cesar al rededor nuestro, buscando víctimas: (I. Petr. V. 9).

   Estas idas y venidas, este círculo que forma al rededor nuestro, indican: que el demonio es un vagabundo entregado a la instabilidad, porque, al abandonar a Dios con el pecado, ha perdido la estabilidad de espíritu. El, que quería sentarse en el trono del Omnipotente, ha sido condenado a andar siempre errante, a no sentarse nunca, ni siquiera en el infierno. Jamás tendrá descanso ni sueño. Estas expresiones indican también la ira y el deseo insaciable de dañar que le animan. Pintan sus astucias, sus engaños y sus rodeos. Príncipe del mundo, recorre sin cesar su imperio. Ojea como un cazador. Las vueltas que da, son el emblema de su sagacidad y de sus exploraciones. Obliga a los hombres culpables a acabar de recorrer el círculo de sus iniquidades, a fin de caer entonces en el círculo de la desdicha eternidad...

Ciencia del demonio.


   Satanás, antes de atacar, examina el vicio, la inclinación, la parte débil de cada uno.

   Oíd a San León: Satanás, dice, conoce a quien ha de abrasar con el fuego de la codicia, a quien ha de coger por la gula, a quien ha de poseer por la lujuria, a quien ha de inocular el veneno de la envidia; conoce al que ha de turbarse por los pesares, excederse por la alegría, agobiarse por el temor, y dejarse seducir por la admiración.

   Tantea las inclinaciones de cada uno; descubre sus cuidados, escudriña sus afectos, busca los medios de dañar, explotando sobre todo las inclinaciones del hombre.

   Conoce todo lo que pasa en la tierra. Ve los pensamientos, los deseos, las palabras, los pasos, las acciones y las omisiones de todos los hombres Sabe y conoce todo lo qne ha sucedido desde el principio del mundo Sondea las entrañas y los corazones. Sabe todos los giros y rodeos, los pliegues y dobleces que tiene que seguir para insinuarse, seducir, vencer, derribar, asesinar y llevar al infierno...

   Todo en él se convierte en ojos, en oídos, en lengua, en espíritu, en inteligencia, en astucia, en ciencia. Aunque sumergido en las más profundas tinieblas, todo lo ve, todo lo comprende, todo lo nota, todo lo aprecia...


“Tesoros de Cornelio Á Lápide”








jueves, 31 de agosto de 2017

DEMONIOS – Por Cornelio Á Lápide. (Parte IV)




El demonio es débil


   Sujetaos a Dios, dice el apóstol Santiago: resistid al demonio, y huirá de vosotros. Resistidle con una fe viva y firme, dice el apóstol San Pedro.

   Cuando el demonio se acerca y trata de excitar en vosotros movimientos de ira, de orgullo, de impureza, etc., resistidle con valor; y al momento le ahuyentaréis. Porque delante de un alma firme, el demonio tiembla; con los que titubean, es, por el contrario, terrible como un león.

   Él enemigo antiguo, dice San Gregorio, es fuerte contra los que le escuchan, y débil contra los que le oponen resistencia. Sí cedemos a sus sugestiones, es formidable como un león, es vencedor; pero si le rechazamos fuerte y prontamente, queda aplastado como una hormiga.

   Asi pues, para los unos es un león, y para los otros una hormiga: las almas carnales tienen trabajo para escaparse de su crueldad; mientras que las almas puras pisan su debilidad con el pié de la virtud.

   ¿De qué modo, dice Isaías, arrancaremos su presa a un hombre tan esforzado? ¿Cómo recobrar aquello que ha arrebatado un varón tan valiente? He aquí lo que dice el Señor: Le serán quitados al hombre esforzado los prisioneros que ha hecho, y será recobrada la presa que arrebató el valiente.

   Si consideráis la naturaleza del demonio, dice Orígenes, es un gigante, y nosotros unos pigmeos; pero si seguimos a Jesús, que le ha privado de su fuerza, el demonio no nos inspirará ya ningún temor.

   El demonio es muy débil, ante los hombres valerosos y heroicos.

   Es un león rugiente, es terrible: Leo rugiens. (I. Petr. V. 8). Es una serpiente que se arrastra por el suelo; es muy débil. Dios, que le ha dejado sus fuerzas para suplicio suyo, le ha puesto un freno. No puede dominar más que a aquellos a quienes Dios desprecia y abandona: ¡triste poder y reino vergonzoso!...

   El demonio es débil, puesto que emplea la habilidad, la astucia, los rodeos, la mentira; es débil, puesto qne se arrastra y se oculta. Es impotente; Jesucristo le ha derrotado ¿Quién es el que le vence y le derriba? El que está vigilante, el que huye, que ruega, el que desconfía de sí mismo y se mortifica.

   Una sola palabra de Jesucristo ahuyentaba a legiones de espíritus infernales del cuerpo de los poseídos: ¿qué fuerza no ha de tener la presencia de Jesucristo, su gracia, la sagrada comunion? Sólo una señal de la cruz asusta a los espíritus de las tinieblas, y les hace huir, San Bernardo asegura que cualquiera que invoque los santos nombres de Jesús, de María y de José, es invencible, aunque todos los demonios luchen contra él. Tertuliano decía a los perseguidores de la religión, que un poseído, cualquiera que fuese, no podía resistir a un simple cristiano. El demonio es pues muy débil. (Apolog.). Una simple resistencia estrella sus fuerzas y le pone en derrota, dice el apóstol Santiago (IV. 7).

   Los Santos de todos los siglos, de todas las edades y de todos los sexos, han triunfado del demonio y le han aplastado la cabeza; siguiendo su ejemplo, todos nosotros podemos quedar victoriosos de este enemigo salvaje...




“Tesoros de Cornelio Á Lápide”

martes, 1 de agosto de 2017

DEMONIOS – Por Cornelio Á Lápide. (Parte III)







El demonio es fuerte.


   El  Evangelio llama al demonio el fuerte armado: Fortis armatus. (Luc. XI. 21).  ¿Tratáis de indagar cuál es la naturaleza de este enemigo? Es un espíritu ¿Deseáis verle? Es invisible... ¿Queréis conocer su carácter? Es muy malo y muy astuto ¿Su poder? Es, dice San Pablo, el dueño y el gobernador del mundo, esto es, de los siglos: Mundi rectores. (Efesios. VI. 12). Revestíos, dice aquel gran apóstol, de toda la armadura de Dios para poder contrarrestar a las asechanzas del diablo; porque no es nuestra pelea solamente contra hombres de carne y sangre, sino contra los príncipes y potestades, contra los adalides de estas tinieblas del mundo, contra los espíritus malignos esparcidos en los aires (Efesios VI 11- 12).

   Notad estas palabras: principados, potencias, príncipes, del mundo. Según los santos Padres, los demonios han conservado, después de su caída el mismo nombre jerárquico que tenían en el cielo antes de haber caído. Como en un ejército, unos mandan, otros obedecen y tienen señalado un puesto más bajo. De ahí su fuerza inmensa. Los que son llamados principados, potencias, príncipes, son jefes entre los demonios.

   Si tenéis deseos de conocer el lugar que ocupa el demonio, sabed que domina la tierra y cae sobre nosotros desde lo alto de los aires… Si buscáis su morada, sabed que está en todas partes, noche y día… Si preguntáis cuál es su inteligencia, sabed que es muy vasta y superior a la de los hombres más sabios...

   Hombres de gran fuerza, dice el Salmista hablando de los demonios, arremeten contra mí: Irruerunt in me fortes. (LVIII. 4). ¿Cómo arrancar su presa a un hombre esforzado? dice Isaías: ¿cómo recobrar aquellos que ha arrebatado un varón valiente? (XLIX. 24).

   Sí consideráis su naturaleza, el demonio es un gigante, dice Orígenes. (Homil VII c. XII).

   Espíritus inteligentes, activos, ágiles y vigilando sin cesar, los demonios tienen un gran poder, triplicado todavía por su audacia, su odio y crueldad. Cayendo, han conservado todas sus fuerzas. Los demonios son tan fuertes, que San Pablo baste los llama dioses de este siglo: (II. Cor. IV. 4).

   Semejantes expresiones nos prueban con evidencia cuán fuerte y poderoso es el diablo...

   Lo que obliga a decir con mucha razón a San Crisóstomo: Si los demonios están asi organizados en ejércitos, si son espíritus, si son los amos del mundo, ¿cómo, decidme, os entregáis al placer, y cómo los venceremos sin armas?

   Añadid a la fuerza y al poder de los demonios, su número prodigioso. Y toda esta espantosa multitud no cesa de hacernos una guerra encarnizada...

De qué modo es fuerte el demonio y contra quien.