viernes, 29 de marzo de 2019

DE LOS VICIOS Y DE SUS REMEDIOS: REMEDIOS CONTRA LA IRA





La IRA es el apetito desordenado de venganza contra quien pensamos que nos ofendió.

   Contra esta pestilencia nos provee de medicina el Apóstol diciendo en (Ephes. IV): Toda amargura del corazón, toda ira, e indignación, y clamor, y blasfemia sea quitada de vosotros, como toda malicia. Y sed entre vosotros benignos y misericordiosos, perdonando unos a otros, como Dios nos perdonó por Cristo. Deste vicio dice el Señor por San Mateo: El que se airare contra su hermano, quedará obligado dar cuenta en el juicio, y quien le dijere necio, o alguna palabra injuriosa, será condenado a las penas del infierno.

   Pues cuando este furioso vicio tentare tu corazón, acuérdate de salirle al encuentro con las consideraciones siguientes. Primeramente considera que aun los animales brutos por la mayor parte viven en paz con los de su misma especie. Los elefantes andan juntos con los elefantes; las vacas y las ovejas viven juntas en sus rebaños; los pájaros vuelan en bandos; las grullas se relevan para velar de noche, y andan en compañía; lo mismo hace las cigüeñas, los ciervos, los delfines v otros muchos animales. Pues la unidad y concierto de las hormigas y de las abejas a todos es manifiesta. Y entre las mismas fieras, por crudelísimas que sean, hay común paz. La fiereza de los leones cesa con los de su género; el puerco montes no acomete a otro puerco; un lince no pelea con otro lince; un dragón no se ensaña contra otro dragón; finalmente, los mismos espíritus malignos, que son los primeros autores de toda nuestra discordia, entre sí tienen su liga, y de común consentimiento conservan su tiranía. Solamente los hombres (a quien más convenía la humanidad y la paz, y a quien fuera más necesaria) tienen entre sí entrañables odios y discordias, que es mucho para sentir. Y no es menos para notar que la misma naturaleza dio a todos los animales armas para pelear: al caballo pies, al toro cuernos, al jabalín dientes, a las abejas aguijón, a las aves picos y uñas: tanto que hasta a las pulgas y mosquitos dio habilidad para morder y sacar sangre; pero a ti, hombre, porque te crió para paz y concordia, crió desarmado y desnudo, porque no tuvieses con qué hacer mal. Mira, pues, cuan contra tu naturaleza es vengarte de otro, y hacer mal a quien mal te hace, mayormente con armas buscadas fuera de ti, las cuales naturaleza te negó.

   Considera también que la ira y apetito de venganza es vicio propio de bestias fieras de cuyas iras dice el Sabio que le había dado Dios conocimiento y por consiguiente, que bastardeas y tuerces mucho de la generosidad y nobleza de tu condición, imitando la de los leones y serpientes, y de los otros fieros animales. De un león escribe Eliano que habiendo recibido una lanzada en cierta montería, al cabo de un año pasando el que le hirió por aquel mismo lugar en compañía del rey Juba y de otra mucha gente que le seguía, el león le reconoció, y rompiendo por toda la gente sin poder ser resistido, no paró hasta llegar al que le había herido, y hacerlo pedazos. Lo mismo vemos también cada día que hacen los toros con los que los traen muy acosados, por tomar venganza de ellos. Y de estos son imitadores los hombres feroces y airados, los cuales, pudiendo amansar la ira con la razón y discreción de hombres, quieren antes seguir el ímpetu y furor de bestias, preciándose y usando más de la parte más vil, que tienen común con ellas, que de la más divina, que es propia de ángeles. Y si dices que es cosa muy dura amansar el corazón embravecido, ¿cómo no miras cuánto más duro fué lo que el Hijo de Dios padeció por ti? ¿Quién eras tú cuando Él por ti derramó su sangre? ¿Por ventura no eras su enemigo? ¿No consideras también con cuánta mansedumbre te sufre Él, pecando tú a cada hora, y cuan misericordiosamente te recibe cuando a Él te vuelves? Dirás que no merece tu enemigo perdón: ¿Por ventura mereces tú que Dios te perdone? Quieres que Dios use contigo de misericordia. ¿Y tú quieres usar con tu prójimo de justicia? Mira que si tu enemigo es indigno de perdón, tú eres digno para haber de perdonar, y Cristo dignísimo por quien le perdones.
   Considera también que todo el tiempo que estás en odio, no puedes ofrecer a Dios sacrificio que le sea agradable. Por lo cual dice el Salvador (Mateo): Si ofreces tu ofrenda en el altar, y allí se te acordare que tu prójimo está ofendido de ti, ve primero y reconcíliate con él, y entonces vuelve a ofrecer tu don. Donde puedes claramente conocer cuán grande sea la culpa de la discordia entre los hermanos, pues en cuanto ella dura, estás en discordia con Dios, y no le agrada cosa que hagas. Conforme a lo cual dice San Gregorio: Ninguna cosa valen los bienes que hacemos, si no sufrimos mansamente los males que padecemos.

miércoles, 13 de marzo de 2019

DE LOS VICIOS Y DE SUS REMEDIOS: REMEDIOS CONTRA LA GULA – Por Fray Luis de Granada.






   La GULA es el apetito desordenado de comer y beber. De este vicio nos aparta Cristo diciendo: Mirad no se hagan pesados vuestros corazones con demasiado comer y beber, y con los cuidados de este mundo.

   Pues cuando este feo vicio tentare tu corazón, podrás resistirle con las consideraciones siguientes. Primeramente considera que por un pecado de gula vino la muerte a todo el género humano. Y de aquí viene a ser ésta la primera batalla que te conviene vencer; porque cuanto menos la vencieres, tanto serán más terribles las otras, y tú más flaco para ellas. Por esto comienza por la gula, si quieres alcanzar victoria: si ésta no vences primero, de balde trabajarás en las otras. Porque entonces podrás sojuzgar los enemigos que vienen de fuera, cuando tuvieres muertos los que nacen de dentro. Y con poco fruto hace guerra los extraños quien dentro de su casa tiene los enemigos. Por esto el diablo tentó a nuestro Salvador primero de gula (Mateo IV), queriendo luego apoderarse de la puerta de todos los otros vicios.

   Pon también los ojos en aquella singular abstinencia de Cristo nuestro Salvador: el cual no sólo después del ayuno del desierto, mas también otras muchas veces trató muy ásperamente su carne santísima, y padeció hambre, no sólo para nuestro remedio, sino también para nuestro ejemplo. Pues si aquél que con su vista mantiene los ángeles y da de comer a las aves del aire, padeció hambre por ti, ¿cuánta razón será que tú también por ti la padezcas? ¿Con qué título te precias de siervo de Cristo, si sufriendo Él hambre, tú gastas la vida en comer y beber, y padeciendo Él trabajos por tu salvación, tú no los quieres padecer por la tuya? Y si te es pesada la cruz de la abstinencia, pon los ojos en la hiel y vinagre que el Señor probó en la cruz: porque como dice San Bernardo: no hay manjar tan desabrido, que no se haga sabroso, si fuere templado con la hiel y vinagre de Cristo.

   Considera también la abstinencia de todos aquellos santos Padres del yermo, los cuales apartándose a los desiertos, crucificaron con Cristo su carne con todos sus apetitos y pudieron con el favor de este Señor sustentarse muchos años con raíces de yerbas, y hacer tan grandes abstinencias que parecen a los hombres increíbles. Pues si éstos así imitaron Cristo, y por este camino fueron al cielo, cómo quieres tú ir adonde ellos fueron, caminando por deleites y regalos.