La IRA es el apetito desordenado de venganza contra quien
pensamos que nos ofendió.
Contra
esta pestilencia nos provee de medicina el Apóstol diciendo en (Ephes. IV):
Toda amargura del corazón, toda ira, e indignación, y clamor, y blasfemia sea
quitada de vosotros, como toda malicia. Y sed entre vosotros benignos y
misericordiosos, perdonando unos a otros, como Dios nos perdonó por Cristo.
Deste vicio dice el Señor por San Mateo: El que se airare contra su hermano, quedará
obligado dar cuenta en el juicio, y quien le dijere necio, o alguna palabra
injuriosa, será condenado a las penas del infierno.
Pues cuando este furioso vicio tentare tu
corazón, acuérdate de salirle al encuentro con las consideraciones siguientes.
Primeramente considera que aun los animales brutos por la mayor parte viven en
paz con los de su misma especie. Los elefantes andan juntos con los elefantes;
las vacas y las ovejas viven juntas en sus rebaños; los pájaros vuelan en
bandos; las grullas se relevan para velar de noche, y andan en compañía; lo
mismo hace las cigüeñas, los ciervos, los delfines v otros muchos animales.
Pues la unidad y concierto de las hormigas y de las abejas a todos es
manifiesta. Y entre las mismas fieras, por crudelísimas que sean, hay común
paz. La fiereza de los leones cesa con los de su género; el puerco montes no
acomete a otro puerco; un lince no pelea con otro lince; un dragón no se ensaña
contra otro dragón; finalmente, los
mismos espíritus malignos, que son los primeros autores de toda nuestra
discordia, entre sí tienen su liga, y de común consentimiento conservan su
tiranía. Solamente los hombres (a quien más convenía la humanidad y la paz, y a
quien fuera más necesaria) tienen entre sí entrañables odios y discordias, que
es mucho para sentir. Y no es menos para notar que la misma naturaleza dio a
todos los animales armas para pelear: al caballo pies, al toro cuernos, al
jabalín dientes, a las abejas aguijón, a las aves picos y uñas: tanto que hasta
a las pulgas y mosquitos dio habilidad para morder y sacar sangre; pero a ti,
hombre, porque te crió para paz y concordia, crió desarmado y desnudo, porque
no tuvieses con qué hacer mal. Mira, pues, cuan contra tu naturaleza es
vengarte de otro, y hacer mal a quien mal te hace, mayormente con armas
buscadas fuera de ti, las cuales naturaleza te negó.
Considera también que la ira y apetito de
venganza es vicio propio de bestias fieras de cuyas iras dice el Sabio que le
había dado Dios conocimiento y por consiguiente, que bastardeas y tuerces mucho
de la generosidad y nobleza de tu condición, imitando la de los leones y
serpientes, y de los otros fieros animales. De un león escribe Eliano que habiendo recibido una lanzada en cierta montería,
al cabo de un año pasando el que le hirió por aquel mismo lugar en compañía del
rey Juba y de otra mucha gente que le seguía, el león le reconoció, y rompiendo
por toda la gente sin poder ser resistido, no paró hasta llegar al que le había
herido, y hacerlo pedazos. Lo mismo vemos también cada día que hacen los
toros con los que los traen muy acosados, por tomar venganza de ellos. Y de estos son imitadores los hombres
feroces y airados, los cuales, pudiendo amansar la ira con la razón y
discreción de hombres, quieren antes seguir el ímpetu y furor de bestias,
preciándose y usando más de la parte más vil, que tienen común con ellas, que
de la más divina, que es propia de ángeles. Y si dices que es cosa muy dura amansar el corazón embravecido, ¿cómo no miras cuánto más duro fué lo que el Hijo de Dios
padeció por ti? ¿Quién eras tú cuando Él por ti derramó su sangre? ¿Por ventura
no eras su enemigo? ¿No consideras también con cuánta mansedumbre te sufre Él,
pecando tú a cada hora, y cuan misericordiosamente te recibe cuando a Él te vuelves?
Dirás que no merece tu enemigo perdón: ¿Por ventura mereces tú que Dios te
perdone? Quieres que Dios use contigo de misericordia. ¿Y tú quieres usar con
tu prójimo de justicia? Mira que si tu enemigo es indigno de perdón, tú
eres digno para haber de perdonar, y Cristo dignísimo por quien le perdones.
Considera también que todo el tiempo que
estás en odio, no puedes ofrecer a Dios sacrificio que le sea agradable. Por lo
cual dice el Salvador (Mateo): Si ofreces tu ofrenda en el altar, y allí se te
acordare que tu prójimo está ofendido de ti, ve primero y reconcíliate con él,
y entonces vuelve a ofrecer tu don. Donde puedes claramente conocer cuán grande
sea la culpa de la discordia entre los hermanos, pues en cuanto ella dura,
estás en discordia con Dios, y no le agrada cosa que hagas. Conforme a lo cual
dice San Gregorio: Ninguna cosa valen los bienes que hacemos, si
no sufrimos mansamente los males que padecemos.