domingo, 29 de mayo de 2022

El infierno espera a los que callan pecados mortales en la confesión. “EL JOVEN RELIGIOSO DE SAN ANTONINO” – Por Monseñor de Segur.


 


El sábio arzobispo de Florencia San Antonino refiere en sus escritos un hecho no menos terrible que el anterior (se refiere al terrible caso de Raymond Diocrés, 1084), y que hacia la mitad del siglo XV había asombrado a todo el Norte de Italia.

   Un joven de buena familia, que a los diez y seis o diez y siete años había tenido la desgracia de callar un pecado mortal en la confesión, y de comulgar en este estado, Habia ido dilatando de semana en semana y de mes en mes la penosa manifestación de sus sacrilegios, continuando, sin embargo, sus frecuentes confesiones y comuniones por un miserable respeto humano. Atormentado de remordimientos, pretendía acallarlos imponiéndose tan grandes penitencias, que le hacían pasar por un Santo.

   Pero como no lo consiguiese así tampoco, se resolvió a entrar en un convento. “Allí al menos, se decía, lo declararé todo y expiaré seriamente mis afrentosos pecados.” Más, por su desdicha, fué recibido como un Santo por los superiores, que ya le conocían de oídas, y con esto la vergüenza que sentía de aclarar sus graves pecados se sobrepuso una vez más. Dilató su confesión sincera para más adelante; redobló sus penitencias, y un año, dos años, tres años fué pasando en tan deplorable estado, sin atreverse jamás a revelar el peso horrible y vergonzoso que le abrumaba.

   Al fin una enfermedad grave vino, al parecer, a facilitarle el medio de descargar su conciencia. “Ahora voy, se dijo, a confesarlo todo de una vez; voy a hacer una confesión general antes de morir.” Pero sobreponiéndose aún entonces el amor propio al arrepentimiento, embrollo de tal manera la confesión de sus faltas, que el confesor no pudo entenderle. Quedóle todavía un vago deseo de volver sobre aquel asunto al día siguiente; pero le sobrevino un acceso de delirio, y desgraciadamente murió así.

   Los frailes, que ignoraban la horrorosa realidad, se decían unos á, otros: “Si éste no está en el cielo, ¿quién de nosotros podrá entrar allá?” Y hacían tocar a las manos del cadáver cruces, rosarios y medallas.

   El cuerpo fué llevado con cierta especie de veneración a la iglesia del monasterio, y quedó expuesto en el coro hasta la mañana del día siguiente, en que debían celebrarse sus funerales.

   Algunos momentos antes de la hora señalada para el entierro, uno de los frailes, encargado de tocar la campana, se encontró de repente cerca del altar con el difunto, rodeado de cadenas que parecían enrojecidas por el fuego, y mostrando en toda su persona ciertas señales de incandescencia.

   El pobre fraile, lleno de espanto, cayó de rodillas, fijos los ojos en la aterradora aparición; y entonces el réprobo le dijo: “No reguéis por mí: estoy en el infierno por toda la eternidad.” Y enseguida le contó la triste historia de su malhadada vergüenza y de sus sacrilegios, después de lo cual desapareció, dejando en la iglesia un olor infecto, como para atestiguar la verdad de todo lo que el fraile acababa de ver y de escuchar.

 

   Enterados del caso los superiores, hicieron llevar de allí el cadáver, juzgándole indigno de sepultura eclesiástica.

 

 

“EL INFIERNO”

 

SI LO HAY—QUE COSA SEA—COMO HUIR DE Él.

Por

MONSEÑOR DE SEGUR.


ASISTENCIA ESPIRITUAL A LOS ENFERMOS. (Afectos que se han de sugerir al enfermo)


 


AFECTOS QUE SE HAN DE SUGERIR AL ENFERMO

   Las preces, afectos y jaculatorias, que ponemos a continuación, se dirán con voz dulce y suave, y no tan alta ni con tanta insistencia, que moleste al moribundo, ni tan seguidas una tras otra las jaculatorias, que no se le deje descansar un ratito después de cada una.

 

DE CONFIANZA

   En vuestras manos encomiendo mi espíritu, porque Vos me habéis redimido, ¡oh Dios de verdad y de misericordia!

   Jesús mío, ¿cómo me habéis de negar el perdón, no habiéndome negado la sangre y la vida?

   ¡Oh Señor y Dios mío! en Vos confío, y no quedarán defraudadas mis esperanzas.

   ¡Oh buen Jesús!, ponedme en el interior de vuestras llagas.

   Pasión sagrada de Jesús, tú eres mi esperanza.

   Llagas amorosas de mi Jesús, vosotras sois mi esperanza.

   Sangre preciosísima de mi Jesús, tú eres mi esperanza.

   Muerte santísima de Jesús, tú eres mi esperanza.

   María, Madre dulcísima, Yos me habéis de salvar; apiadaos de mí, pobre pecador.

   ¡Oh María, Madre de Dios y de los pecadores! rogad por mí a Jesús.

   Glorioso Patriarca San José, interceded por mí. Por Vos espero que me miren con compasión Jesús y María.

 

DE CONTRICIÓN

   Jesús mío y juez mío, perdonadme antes de juzgarme.

   ¡Ah Dios mío! ¡Quién no os hubiera ofendido jamás!

   No, Dios mío, no merecíais Vos, que yo os tratara con tal ingratitud.

   Me pesa, Dios mío, con toda mi alma, y sobre todas las cosas, de haberos ofendido.

   Padre mío amorosísimo; yo me alejé de Vos, desprecié vuestra gracia, os perdí voluntariamente; mas Vos, perdonadme por el amor y por la sangre de Jesucristo.

   Señor y Dios mío, en la vida que me resta, sea breve o larga, quiero amaros de todo corazón.

   Dios mío, yo os ofrezco los dolores de mi enfermedad y la muerte, en expiación de las ofensas que os he hecho.

   Señor mío, harta razón tenéis para castigarme, porque os he ofendido en extremo; pero afligidme, Dios mío, en esta vida, y no me castiguéis en la otra.

   ¡Oh María, Madre mía! alcanzadme un verdadero dolor de mis pecados, el perdón y la perseverancia.

 

DE AMOR

   Dios mío, bondad infinita y digno de todo amor, os amo sobre todas las cosas; os amo más que a mí mismo; os amo con todo mi corazón.

   Señor mío, no soy digno de amaros, por haberos ofendido; mas por amor de Jesucristo, haced que yo os ame con toda mi alma.

   ¡Oh Jesús mío! quiero padecer y morir por Vos, ya que Vos padecisteis hasta morir por mí en el árbol santo de la cruz.

   Señor mío, castigadme como queráis, pero no me privéis de poder amaros.

   Dios mío, dadme la salvación, para maros en el cielo con un amor eterno e infinito.

Jesús mío, yo quiero padecer cuanto Vos queráis, y morir si ésta es vuestra voluntad.

   Señor mío, no permitáis que tenga que separarme de Vos.

   Dios mío, hacedme todo vuestro antes que muera, para que no pueda perderos jamás. Yo desearía amaros cuanto merecéis.

   ¡Oh María, Madre mía! yo os amo mucho y deseo amaros eternamente en el cielo: unidme todo a mi Dios.

 

DE RESIGNACIÓN

   Dios mío y mi Señor, héme aquí dispuesto a cumplir en todo vuestra santísima voluntad: sólo, quiero lo que Vos queráis, deseo padecer cuanto Vos queráis, y morir como Vos queráis.

   Señor mío, en vuestras manos encomiendo mi alma y mi cuerpo, mi vida y mi muerte. Ora me consoléis, ora me aflijáis, yo os amaré siempre, y siempre bendeciré vuestro santo nombre.

   ¡Oh Padre Eterno! aceptad mi muerte; yo os la ofrezco unida a la de mi Señor Jesucristo.

   ¡Oh voluntad de Dios! tú eres mi único amor.

   ¡Oh beneplácito, de mi Dios! te lo sacrifico todo.

   Yo os amaré siempre en el cielo. Vos también siempre me amaréis, y de este modo nos amaremos mutuamente por toda la eternidad.

   ¡Oh Dios mío, amor mío y mi todo!

   ¡Jesús mío, ¿cuándo podré besar las llagas, que por mí os abrieron en vuestra dolorosa pasión?

   ¡Oh María! ¿Cuándo llegaré a verme a vuestros pies, para no separarme más de-vuestra compañía?

 Ea, pues, Señora, abogada nuestra, volved hacia mí vuestros ojos misericordiosos.

   ¡Oh Madre mía! mostradme, después de este destierro a Jesús.


ASISTENCIA ESPIRITUAL

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LOS ENFERMOS

Con licencia eclesiástica.

SOCIEDAD SAN MIGUEL PROPAGACIÓN DE BUENOS LIBROS

Buenos Aires - Sarmiento 1949 — AÑO 1928 —

 


BREVE PRÁCTICA DEL MES DE MAYO – CONSAGRADO A LA MADRE DE DIOS – POR D. FÉLIX SARDÁ Y SALVANY, PBRO. Año 1899. (Día 29 de Mayo)


 


   IMPORTANTE: Para las oraciones de todos los días y el obsequio  (flores espirituales), ver publicación del 1 de Mayo.


XXIX.

María en su Resurrección. — Nuestra carne glorificada.

 

   No podía permitir el Eterno que la carne purísima de la que había tomado la suya para su encarnación el Verbo, pasase por la corrupción del sepulcro y aguardase en él la hora de la resurrección antes del universal juicio. Así, según pías y venerandas tradiciones, María resucitó como su Hijo Divino, al tercer día de su fallecimiento.

   No al tercer día, pero sí un día, resucitarás tú, cristiano, y también a tu pobre carne reserva el Señor antes del universal juicio los resplandores de la resurrección. Sí, esta carne vil y miserable que te acompaña en el viaje de la vida, participará de la glorificación del alma justa, pues participó de sus luchas y trabajos y la ayudó para su santificación. Respeta, pues, ese cuerpo grosero que un día será un cuerpo glorificado, pero respétale como se respeta al que se quiere bien, es decir, no permitiéndole encenagarse en los charcos del pecado, ni degradarse condescendiendo a ruines concupiscencias. Cuerpo es que ha de tener un día su trono en los cielos; bien puede tascar el freno durante su permanencia en la tierra, donde ha de granjearse méritos para esta tan preciosa herencia. Carne es, que un día ha de resplandecer como astro de maravillosa luz, a semejanza de Cristo y de su Madre resucitados: vergüenza sería, pues, permitirle se redujese durante esta su peregrinación a la ruin condición de las bestias. No llegaría a ocupar un lugar en la celestial jerarquía de los Ángeles, si acá no hubiese sabido vivir más que con los instintos de los brutos. Note aflija, pues, cuerpo mío, no te aflija la mortificación, aunque sea dura; no se te haga recia de llevar la cruz, aunque sea pesada. Mucho se puede y debe trabajar por lo que mucho vale, y sólo a ese precio compraron Cristo y su Madre las glorias de su triunfante Resurrección.

   A ese precio las quiero comprar yo desde hoy, Madre mía; alcanzadme fuerzas para reducir mi cuerpo a esa debida sujeción que puede merecerme tanta gloria.


sábado, 28 de mayo de 2022

ASISTENCIA ESPIRITUAL A LOS ENFERMOS. (EN LA HABITACION DEL ENFERMO)


 


EN LA HABITACION DEL ENFERMO

 

   Se procurará que desaparezcan del cuarto del enfermo todos los objetos peligrosos, como armas, pinturas poco honestas, y señaladamente las personas que pudieran serle ocasión de pecado; y a éstas se les ha de echar y no permitir la entrada en el aposento, aun cuando por otra parte parezcan útiles para el servicio del enfermo.

   Por fin, se irán preparando las cosas necesarias para recibir con la posible decencia al Señor de cielo y tierra, que se digna visitar al enfermo y ser su viático para la eternidad.

   Las cosas, que se han de preparar, son las siguientes:

   Una mesa cubierta con un paño blanco muy limpio.

   En el centro de la mesa un crucifijo.

  A los lados dos velas de cera, si se puede; si no, de esperma o cebo.

  Un vaso de agua bendita y una ramita verde.

   Otro vaso con agua clara, para que el sacerdote se purifique los dedos.

   Un platillo con migas de pan y un poco de algodón limpio. Entre tanto que llegue el sacerdote, se leerán algunas oraciones al enfermo para disponerlo a la confesión y comunión; y se procurará que en el aposento no se hable de cosas inútiles; que no entren parientes a llorar y dar gritos; y que los circunstantes se ocupen en rezar el Rosario con otras preces por él moribundo.

   Luego que se anuncia la llegada del sacerdote, todas las personas, que no sean absolutamente necesarias para el cuidado del enfermo, saldrán con la cabeza descubierta y con cirios en las manos, si se puede, para acompañar al Santísimo.

   Mientras se administre al enfermo, recen por él los circunstantes.

   Como el demonio hace increíbles esfuerzos para perder las almas, especialmente en la hora de la muerte, es de desear que el sacerdote asista al enfermo hasta el último suspiro: caso que esto no fuere posible, toca a los amigos o parientes del paciente ayudarle a pasar santamente el tiempo que media entre la recepción de los sacramentos y la muerte, sugiriéndole algunos actos que le conserven en la presencia de Dios y en los sentimientos de conformidad con su adorable voluntad. Bueno es poner a su vista un crucifijo, algunas imágenes de la Santísima Virgen, del Angel de la Guarda, de San José u otros Santos de su devoción; presentarle el crucifijo, para que adore y reverencie las preciosas llagas de nuestro bondadoso Salvador; rociarle a menudo y todo el aposento con agua bendita, la cual ahuyenta a los espíritus infernales (1).

(1) Nota. Es práctica muy recomendable la imposición del Escapulario del Carmen por un Padre, que tenga facultad para ello.


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LOS ENFERMOS

Con licencia eclesiástica.

SOCIEDAD SAN MIGUEL PROPAGACIÓN DE BUENOS LIBROS

Buenos Aires - Sarmiento 1949 — AÑO 1928 —

 

 


BREVE PRÁCTICA DEL MES DE MAYO – CONSAGRADO A LA MADRE DE DIOS – POR D. FÉLIX SARDÁ Y SALVANY, PBRO. Año 1899. (Día 28 de Mayo)

 




IMPORTANTE: Para las oraciones de todos los días y el obsequio  (flores espirituales), ver publicación del 1 de Mayo.


XXVIII.

María, en su tránsito glorioso. — Perfecta unión con Dios.

   Llegó entre tanto la hora suspirada. María, como hija de Adán, debía morir; pero su muerte fué apacible y suavísima, como hubiera sido la de todos los hombres al no haber contraído la primera culpa de aquel padre prevaricador, del cual María es preservada, pues fué concebida sin pecado original y librada de sus consecuencias. Su muerte no fué, pues, otra cosa que el suavísimo desprenderse su alma del cuerpo mortal para volar a la íntima unión con Dios. (Nota: El dogma de la “Asunción”  implica que la Virgen fue asunta al cielo en cuerpo y alma)

   Muere, alma mía, desde ahora a todo lo terreno, y únete desde ahora cuanto te sea posible con unión de verdadero afecto a tu Dios y Señor, para que sea perfecta un día está tu unión con El al romperse los lazos que te tienen en este miserable cuerpo aprisionada. Bajo este punto de vista debes mirar la muerte, a fin de que no te sea espantosa, sino risueña y apacible su perspectiva. Así la miró María, y así la miraron los Santos, y viéronla venir con calma y sosiego; esperándola como se espera la visita de un buen amigo que nos viene a dar una fausta noticia. Observa a María en su lecho de muerte. Sobre su frente y sobre sus ojos diríase se reflejan ya anticipados los resplandores de la eternidad feliz. No merecemos tanta dicha nosotros, que no tuvimos en esta vida su integridad e inocencia; pero si lloramos arrepentidos, la misericordia de Dios guardará todavía inefables sonrisas para la hora de nuestra agonía. Vamos a poseer para siempre a Dios; vamos a vernos estrechados en su dulce abrazo, y ése eternamente, y sin temor de perderle ya más. Abrazo más estrecho entre el Criador y su criatura no existirá sino en la unión personal que tienen la naturaleza humana y la divina en el Verbo encarnado. Así me querrá Dios, y así me querrá para siempre, y así me tendrá eternamente unido a su dulcísimo Corazón.

   Hagámonos dignos de una muerte dichosa que nos traslade, como a María, de las borrascas de este mundo al puerto seguro de aquella feliz y suspirada unión.

 

 

 

 

 

 

viernes, 27 de mayo de 2022

ASISTENCIA ESPIRITUAL A LOS ENFERMOS. (Funesto descuido)

 




A MARÍA

   A vos, celestial Señora, constituida madre nuestra por vuestro moribundo Hijo, a vos, que asististeis a. la agonía del Patriarca San José y presenciasteis la angustiosa muerte de Jesús, a vos ofrece hoy este humilde opúsculo la Sociedad San Miguel, Propagación de Buenos Libros, que, accediendo al pedido de muchas personas, ha reunido en este librito los pensamientos y afectos, que en la última enfermedad conviene sugerir a los enfermos, para disponerlos a morir cristianamente.



  Oh Madre de Piedad, escuchad benigna las súplicas de las familias cristianas, para que ninguno muera en sus hogares sin haber recibido el Santo Viático.

   Buenos Aires, festividad de los Dolores de Nuestra Señora del año 1928.

 

FUNESTO DESCUIDO

   Lo es, y lo es en grado sumo, el de muchas familias con sus enfermos, a quienes no disponen convenientemente, en caso de gravedad, para recibir los santos sacramentos.

   Proporcionar los últimos socorros de la religión a los enfermos es, no sólo un acto de caridad meritoria a los ojos de Dios, sino también un deber sagrado que no se infringe sin incurrir en una responsabilidad terrible. Si uno se hace culpable de homicidio cuando deja morir de hambre a su semejante, ¿qué nombre dar al crimen horroroso de dejar perecer un alma por no suministrarle los auxilios de nuestra santa Religión?  Y, sin embargo, ¡cuántas veces nos muestra la experiencia que se comete este crimen aun por familias católicas! Sea por quiméricos terrores o sea por una inexcusable debilidad, se llama al sacerdote lo más tarde posible y a veces cuando el enfermo está ya destituido de los sentidos. No hablamos aquí de las familias que esperan ex-profeso a que el enfermo entre en agonía y que hacen de la religión una vana formalidad de pura conveniencia.

   ¡Apartemos la vista de tanta indignidad! Hablamos de esas familias, en las que aún queda bastante fe para considerar los sacramentos como cosas santas, para desear que los enfermos los reciban con disposición cristiana y en las que, sin embargo, no se les habla de confesarse sino después que se ha perdido toda esperanza de curación. ¿Y qué sucede a menudo en este caso? Se vacila todavía, se dilata el momento; los terribles síntomas se declaran; entonces se apresuran, corren en busca de un sacerdote, pero llegan tarde ¡todo ha concluido! ¡No permita Dios que seáis tratados así en vuestra última hora!

    Pero, ¿qué es lo que detiene en el cumplimiento de esta misión sagrada? — “No me atrevo a hablarle de un sacerdote”, decís, “temo asustarle”. —Y aun cuando se asustase, ¡preferís exponer su alma a la condenación eterna o a una larga expiación en el purgatorio? ¡Asustarle! Pues si durmiese al borde de un abismo o en una casa invadida por las llamas, ¿vacilaríais en despertarle por no asustarle?

   Decís, que llamaréis al sacerdote, cuando el enfermo lo pida. ¿ Pero ignoráis, que rara vez se dan cuenta los enfermos de su gravedad? Vuestro es el deber de preparar al enfermo, para que reciba a tiempo los auxilios religiosos. Acudid con tiempo a vuestra parroquia o al sacerdote conocido, que os facilitará el cumplimiento de este grave deber.

   Desterrad de vuestra mente la falsa preocupación de que el enfermo se asustará si le habláis de sacramentos.

   La experiencia enseña, que el enfermo sabe, que el sacerdote viene a llenar a su lado el más dulce y benéfico de todos los ministerios, a purificar y consolar su alma, a traerle, en fin, en medio de las más crueles angustias, la paz y la dulzura de Jesucristo. (Nota). En algunos países existen Ligas, cuyos adherentes se comprometen a avisarse mutuamente en caso de enfermedad grave, para recibir a tiempo los auxilios espirituales. ¿Por qué no podrían establecerse, también aquí entre nosotros?

   La primera diligencia que se ha de hacer cuando se advierta que un enfermo está de peligro, es llamar al párroco o al confesor, para que le administre los sacramentos de la Penitencia, Eucaristía y Extremaunción y le aplique la indulgencia plenaria en el artículo de la muerte.

 

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Buenos Aires - Sarmiento 1949 — AÑO 1928 —

BREVE PRÁCTICA DEL MES DE MAYO – CONSAGRADO A LA MADRE DE DIOS – POR D. FÉLIX SARDÁ Y SALVANY, PBRO. Año 1899. (Día 27 de Mayo)

 



   IMPORTANTE: Para las oraciones de todos los días y el obsequio  (flores espirituales), ver publicación del 1 de Mayo.


XXVII.

María en su ancianidad. — Preparación para la muerte. (Aclaración: sabemos que la María fué preservada de las consecuencias del pecado original)

 

   La tradición nos dice que llego María Santísima á muy avanzada edad, pues quiso el Señor dejarla mucho tiempo en la tierra para consuelo de los primeros cristianos. La ancianidad de María era su completa sazón y madurez para el cielo, al que iba a ser trasladada; y durante estos años postreros de su vida mortal su único suspiro era ya morir para más íntimamente unirse con su Dios y Señor.

   Los años, oh cristiano, que Dios te concede en esta vida mortal debes considerarlos como breves momentos de preparación para aquel momento supremo del cual depende tu suerte definitiva por toda la eternidad. La vida para el hombre, y mucho más para el cristiano, no debe ser más que el aprendizaje de bien morir. La muerte siempre ante los ojos no hace triste y tediosa la vida, como presumen los mundanos; hácela, sí, seria, formal y de graves y elevados pensamientos.

   La balanza de la muerte es la más exacta para pesar con ella todos los asuntos de la vida. Frívolos son y livianos los que ella declara tales, verdadera importancia y peso tienen aquellos a quienes ella se los da. Mas por esto mismo debe ser la muerte objeto de larga y detenida preparación. Si para algo es corta la vida del hombre, es para disponerla a viaje de tales consecuencias. En un instante se muere, pero en largos años tal vez no se aprende aún a bien morir. Sea éste, oh mortal, tu ejercicio de cada día. “Cada día muero,” decía un Santo; y éste es el medio más acertado de aprender a morir; ejercitarse a morir todos los días. Darle cada día voluntariamente al mundo la despedida que forzosamente tendremos que darle al fin. No traer pegada al cuerpo y menos al corazón, sino únicamente prendida con alfileres, la vestidura de que en aquella hora violentamente se nos ha de despojar.

   ¡Cristiano! esa debe ser tu ciencia principal, esa la más ingeniosa de las artes e industrias, y en que debes procurar salir perfectamente adiestrado.

 


jueves, 26 de mayo de 2022

BREVE PRÁCTICA DEL MES DE MAYO – CONSAGRADO A LA MADRE DE DIOS – POR D. FÉLIX SARDÁ Y SALVANY, PBRO. Año 1899. (Día 26 de Mayo


 


   IMPORTANTE: Para las oraciones de todos los días y el obsequio  (flores espirituales), ver publicación del 1 de Mayo.


XXVI

María en las primeras persecuciones. — No temer la persecución.

 

   Tras las primeras conquistas de la fe vinieron las primeras iras del infierno contra ella, y corrió la sangre de los primeros Mártires. Los Apóstoles fueron varias veces víctimas de las rencorosas vejaciones de los judíos, y después en diferentes lugares derramaron casi toda su sangre por Jesucristo. Esteban fué por igual causa apedreado. María daba valor a esos primeros atletas con su palabra y con su oración.

   El odio contra la verdad ha armado en todos tiempos el brazo de los malvados contra los seguidores de ella. “Todos los que quieran piadosamente vivir según Jesucristo, ha dicho San Pablo, padecerán persecución.” Nuestro siglo ha visto correr sangre de cristianos por el solo delito de serlo, y muchas infernales revoluciones han añadido no pocos de esos héroes al martirologio de los anteriores siglos. Mas, aun cuando a tanto no se llega, aun cuando no se extrema la vejación hasta el punto de herir y matar los cuerpos, es indudable que se ejerce con saña y crueldad bastantes para afligir más de una vez con verdadero martirio a los muchos fieles discípulos de Cristo en su fama, en su honra, en sus intereses, en su tranquilidad, en su porvenir y en el de sus familias. ¡Ay! acordaos en estos casos de que las primeras lágrimas y congojas de la persecución por causa de la fe fueron consoladas por María Santísima, que no sin razón se llama Reina de los Mártires. Y desde entonces la devoción a María ha sido el consuelo de todos los oprimidos por causa de su Divino Hijo, en los diferentes formidables combates que por El y por su fe se han sostenido hasta hoy en el mundo.

   ¡Oh Madre! ¡Cuán necesitados estamos hoy de que socorra vuestro poder a los cristianos, en mil formas distintas fieramente perseguidos por el odio revolucionario! ¡Sednos, oh Madre, escudo de protección!

 

 

 


miércoles, 25 de mayo de 2022

¿CATOLICOS MASONES?


 


A pesar de tantos avisos y condenaciones de parte de la Iglesia, muchos católicos se dejan engañar por las apariencias y confiando más en su propio juicio que en el de la Iglesia, y en la larga experiencia que tiene, dan su nombre a la Masonería. En un artículo publicado en el Osservatore Romano el 19-111-1950, el Rvdmo. Padre Cordovani, Maestro del Sagrado Palacio, escribía con razón: “Estos binomios forzados de católicos revolucionarios, católicos comunistas, católicos masones, etc, son una burla para nosotros que no queremos ninguna mancha, y que sabemos con Tertuliano que en el mundo nada más grande existe que un cristiano verdadero, un cristiano sin adjetivo ni adición... Si los que viven fuera de la Iglesia no se dan cuenta de ello, ya es grave, pero si nosotros mismos no nos diéramos cuenta de ello, no tendríamos excusa”.

   Existen pues católicos que se han afiliado a la Masonería. Y por la malicia esencial que tiene la Masonería, y por la apostasía práctica que supone tal inscripción, la Iglesia ha introducido en su legislación ciertas disposiciones y ciertos castigos. Ha decidido que los que dan su nombre a la secta masónica incurren ipso facto en excomunión simplemente reservada a la Sede Apotólica. Sólo el Papa, de suyo, puede absolver de la excomunión en que incurren los masones. El mismo Código del Derecho Canónico prohíbe a los sacerdotes asistir a matrimonios en que alguno de los contrayentes sea conocido como masón, Al masón que muere sin haber dado alguna señal de arrepentimiento, priva la Iglesia     de la sepultura eclesiástica y de los funerales litúrgicos.

   ¿Existen pues por desgracia católicos masones? Sí, existen, y muchos son del clero.





* * *

   “Es perfectamente natural que esta Sede Apostólica denunciase de un modo público la secta de los masones como una asociación criminal”. (León XIII, “Humanum Genus”).



* * *

“Las Sociedades Secretas que están siempre prontas para apoyar la lucha contra Dios y contra la Iglesia, de cualquier parte que venga, conducirán ciertamente a todas las naciones a la ruina”. (Pío XI., “Caritate compulsi”, 1932).



* * *

   “Yo también, durante un tiempo, creía exagerado lo que se afirmaba acerca de la Masonería; pero después, por la experiencia de mi ministerio, he tenido la ocasión de palpar directamente las llagas que ha abierto. Luego me convencí de que todo lo que se ha publicado en torno a esta Asociación Infernal, no ha revelado aún toda la verdad.”

   Cardenal Sarto, futuro Papa San Pío X, cuando era Patriarca de Venecia. (Nouvelles de Chrétienté; N° 198).



 

“Colección Fe integra”


MEDITACIÓN: ESTA VIDA ES UNA PRISIÓN PARA EL ALMA


  

LA MUERTE DE SAN FRANCISCO JAVIER. S.J.


I. Nuestro cuerpo es la prisión de nuestra alma; las cadenas, de que está cargada en esta prisión le impiden elevarse hasta Dios. El Rey David y el Apóstol de los gentiles dolíanse de esta cautividad. Y tú, oh hombre, amas esta prisión y temes la libertad. ¡Ah! si conocieses la dicha que se gusta en el cielo en la libertad de los hijos de Dios, pedirías al Señor que rompa tus cadenas. ¡Habitantes del cielo, cuán felices sois por haber dejado esta prisión para ir a habitar un palacio de luz!

 

II. Nuestras cadenas son nuestras pasiones, nuestra concupiscencia, nuestros deseos y nuestros odios; ello es lo que nos ata a la tierra y nos impide elevarnos hasta Dios. ¡Señor, romped mis cadenas, desasidme de las creaturas, y entonces comenzaré ya desde esta vida el sacrificio de alabanza que debo continuar durante la eternidad! El primer grado de la libertad es no ser esclavo de las pasiones (San Agustín).

 

III. Estamos, todos, condenados a muerte y sólo por ésta saldremos de nuestra prisión terrenal; es una sentencia que se ejecuta enseguida en algunos y después en otros. Tu cuerpo se consume, tus ojos se debilitan, tus cabellos encanecen… ¿Qué significa eso, si no que tu prisión se desmorona, que pronto tu alma encontrará salida para obtener la libertad? Tiembla, pues, pecador, porque saldrás de esta cautividad para entrar en el infierno. Regocijaos, almas justas; saldréis de la prisión para ascender a un trono. Que lo queramos o no, avanzamos cada día, cada instante, hacia nuestro fin (San Gregorio).

 

Tened constancia en las tribulaciones. Orad por los que son perseguidos.

BREVE PRÁCTICA DEL MES DE MAYO – CONSAGRADO A LA MADRE DE DIOS – POR D. FÉLIX SARDÁ Y SALVANY, PBRO. Año 1899. (Día 25 DE Mayo)

 




   IMPORTANTE: Para las oraciones de todos los días y el obsequio  (flores espirituales), ver publicación del 1 de Mayo.



XXV.

María en la naciente Iglesia. — Ayudar a los principiantes en la virtud.

 

   Del Cenáculo de Pentecostés y de las primeras predicaciones de los Apóstoles nació por aquellos días la Iglesia de Dios. Los convertidos fueron inmediatamente muchos, y asombraban al mundo con el buen olor de sus fervorosos ejemplos. María era el alma de aquella naciente sociedad. Al calor de sus brazos y al jugo de sus pechos, podemos decir, se amamantó aquella primera generación cristiana.

   Seamos, como la Madre de Dios, ayos y protectores solícitos de los que dan sus primeros pasos en la virtud. De Job se escribe que entre las infinitas obras de caridad en que se ejercitaba para con sus prójimos, era la principal hacerse ojo para el ciego y pie para el cojo. Así debe ser el alma celosa de la gloria de Dios y del espiritual provecho de sus hermanos. ¡Cuántos de éstos hubieran tal vez crecido y desarrollándo en la fe y en las prácticas piadosas, si buenamente se hubiesen encontrado al emprender su camino con un amigo que les hubiese dado la mano y librado de tropezar, o levantado de sus primeras caídas! ¡Bien hacen los que no pudiendo merecer en la Iglesia de Dios el dictado de apóstoles y doctores, se prestan humildemente a ejercer para con sus hermanos débiles lo que llama el Apóstol oficio de ayos o pedagogos! En todas partes se da campo abierto para esa acción, en el hogar doméstico, en los públicos concursos, en las escuelas y en los talleres, donde quiera que un alma pueda influir sobre otra con su buen obrar o con su buen hablar. María entre los primeros cristianos era el reflejo y el recuerdo constante de las enseñanzas de su Divino Jesús. El buen cristiano en medio del mundo puede serlo por medio de su acción y de su conversación perfectamente adecuadas a la norma evangélica.

¡Oh Reina de los Apóstoles y más apóstol Vos que todos ellos! Alcanzad de Dios a los devotos vuestros y a mí muy en particular ese espíritu de ferviente y generoso apostolado