ASMODEO EL DEMONIO DE LA LUJURIA
7°) El séptimo medio propuesto, es la memoria y
consideración de los novísimos, acerca de los cuales dice la santa Escritura: Acuérdate
de los novísimos, y jamás pecarás (Eccles. VII, 40).
Y aunque es remedio contra todos los
pecados, porque refrena las pasiones y apetitos desordenados, pero en
particular contra la liviandad, es medicina eficacísima y muy experimentada.
Así dice el Seráfico Doctor San Buenaventura: “La
concupiscencia de los ojos la desprecia el pecador cuando piensa que se ha de
convertir en polvo; la de la carne la reprime y supedita cuando se acuerda que
ha de ser pasto de gusanos; y la soberbia de la vida la humilla, cuando
reflexiona que el que quiso dominar a todos, ha de ser colocado bajo los pies
de todos en el sepulcro”.
San Gregorio escribe que “nada vale tanto para domar el apetito de
los deseos carnales como el pensar qué será después de muerto aquel objeto que
en vida nos seduce;” y de sí mismo
confiesa San Agustín que nada lo arrancaba del golfo profundo de los
carnales deleites en que sumergido se hallaba, como el temor de la muerte y del
juicio futuro. Del glorioso atleta San Antonio Abad escribe
San Atanasio en su vida que, tentado por el demonio con
variadas y horrendas representaciones deshonestas, el Santo “oponía a la
liviandad sugerida los gusanos dolorosos y las llamas vengadoras del abismo.”. San Bernardo habla así al pecador: “Si el amor del Señor
no te contiene, ni logra refrenarte, por lo menos conténgante el temor del
juicio, el miedo del infierno, los lazos de la muerte, los dolores infernales,
aquel fuego abrasador, aquel gusano que por toda la eternidad ha de roer tu
alma y cuerpo, aquel hediondo azufre, aquella llama inextinguible y todos los males
que allí están epilogados”.
Nota Alarino que el horrible ardor de la
liviandad muy justamente se castiga con el horrible ardor de las llamas
infernales, y el Abad Guerrico dice que a los impuros “acabará por devorarlos
el último fuego del infierno, que comenzaron a encender con sus obras de
lujuria”.
R.
P. FR. ANTONIO ARBIOL
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