viernes, 19 de noviembre de 2021

Regla para distinguir la verdad católica del error – Por San Vicente de Lerins.


 



 Habiendo interrogado con frecuencia y con el mayor cuidado y atención a numerosísimas personas, sobresalientes en santidad y en doctrina, sobre. cómo poder distinguir por medio de una regla segura, general y normativa, la verdad de la fe católica de la falsedad perversa de la herejía, casi todas me han dado la misma respuesta: “Todo cristiano que quiera desenmascarar las intrigas de los herejes que brotan a nuestro alrededor, evitar sus trampas y mantenerse íntegro e incólume en una fe incontaminada, debe, con la ayuda de Dios, pertrechar su fe de dos maneras: con la autoridad de la ley divina ante todo, y con la tradición de la Iglesia Católica”.

   Sin embargo, alguno podría objetar: Puesto que el Canon de las Escrituras es de por sí más que suficientemente perfecto para todo, ¿qué necesidad hay de que se le añada la autoridad de la interpretación de la Iglesia?

   Precisamente porque la Escritura, a causa de su misma sublimidad, no es entendida por todos de modo idéntico y universal. De hecho, las mismas palabras son interpretadas de manera diferente por unos y por otros. Se podría decir que tantas son las interpretaciones como los lectores. Vemos, por ejemplo, que Novaciano explica la Escritura de un modo, Sabelio  de otro, Donato, Arrio, Eunomio, Macedonio de otro; y de manera diversa la interpretan Fotino, Apolinar, Prisciliano, Joviniano, Pelagio, Celestio y, Nestorio.

   Es pues, sumamente necesario, ante las múltiples y enrevesadas (complejas, difícil de entender) tortuosidades del error, que la interpretación de los Profetas y de los Apóstoles se haga siguiendo la pauta del sentir católico. En la Iglesia Católica hay que poner el mayor cuidado para mantener lo que ha sido creído en todas partes, siempre y por todos. Esto es lo verdadera y propiamente católico, según la idea de universalidad que se encierra en la misma etimología de la palabra. Pero esto se conseguirá si nosotros seguimos la universalidad, la antigüedad, el consenso general. Seguiremos la universalidad, si confesamos como verdadera y única fe la que la Iglesia entera profesa en todo el mundo; la antigüedad, si no nos separamos de ninguna forma de los sentimientos que notoriamente proclamaron nuestros santos predecesores y padres; el consenso general, por último, si, en esta misma antigüedad, abrazamos las definiciones y las doctrinas de todos, o de casi todos, los Obispos y Maestros.

 

“El Conmonitorio”

 


viernes, 12 de noviembre de 2021

SAINT – YVES D’ALVEYDRE (1842–1909) La Iglesia Católica en el sistema sinárquico – Por Pierre Virion


 


   Saint–Yves era Cabalista, amigo de Stanislas de Guaita; Martinista con Papus; se había formado en el ocultismo estudiando a Fabre d’Olivet.

   La Iglesia Universal Sinárquica, tal como Saint–Yves la describe en sus obras, es el conjunto sincretista de todas las religiones, consideradas como iguales, con cierta primacía de animación atribuida a la Cábala y, especialmente hacia el final de su vida, una importancia particular atribuida al Hinduismo. He aquí las familias religiosas llamadas a entrar en esa Iglesia Universal:

   1. La Iglesia Evangélica [sic] con el Evangelio y sus autoridades: episcopado, Papa, Concilio.

   2. La Iglesia mosaica, con la Torah y su autoridad, el Gaon de Jerusalén.

   3. La Iglesia de los Vedas y su autoridad, la Logia “Agartha”, inspirada directamente por los ángeles, según Saint–Yves.

   Y añade: “El Protestantismo de Lútero, el Islam de Mahoma y el Budismo de Cakya-Monni son las tres ramas de ese triple tronco universal”.

   En Occidente ese sincretismo tiene que convertirse, en su opinión, no sólo en orgánico sino también en doctrinal.

    “Jesucristo, el poder de consagración de los obispos, he aquí, con la Cosmogonía de Moisés y el Decálogo, el fondo religioso sobre el cual puede y debe llegarse a un entendimiento, a través de todos los cultos de la cristiandad”.

   Misión de los Soberanos, p. 444.

   Una iglesia nueva, otra fe, otro culto, un ecumenismo masónico.

 

“LA MASONERÍA DENTRO DE LA IGLESIA”


El rico que no quería restituir a la hora de su muerte – Por monseñor Gaume


 

   Un sujeto muy rico, cuya opulencia se debía en gran parte a injusticias las más notorias, contrajo una enfermedad peligrosa. Sabía que la gangrena corroía sus úlceras, y sin embargo no podía resolverse a restituir, y cuando le tocaban esta cuerda, respondía: ¿Que será de mis tres hijos? ¡Van a, quedar sumidos en la indigencia! Esta respuesta llegó a oídos de un eclesiástico, quien, so pretexto de conocer un gran remedio contra la gangrena, logró introducirse cerca del enfermo.

   —El remedio que yo sé, dijo, es infalible y muy sencillo, y además no le causará a Ud. ningún dolor; pero es caro, carísimo.

   —Cueste lo que cueste, respondió el enfermo, doscientos, dos mil duros, ¿qué importa? ¿Cuál es?

   —Se reduce, contestó el Religioso, a verter en las partes gangrenadas un poco de gordura de una persona viva, sana y robusta; es insignificante lo que se necesita: toda la dificultad está en encontrar una persona que por dos mil duros se deje abrasar una mano un cuarto de hora a lo más.

   —¡Triste de mí! exclamó el enfermo. ¿Dónde encontrar esa persona?

   —Tranquilícese Ud., repuso el sacerdote. ¿No tiene Ud. hijos? ¿Sabe Ud. de lo que son capaces a favor de un padre que les deja tantas riquezas? Llame Ud. al mayor, le ama tiernamente y es su heredero; bastará decirle: Puedes salvar la vida a tu padre si consientes en dejarte quemar una mano, y no dudo aceptará. Si rehusare, llame Ud. al segundo, prometiendo dejarlo por heredero; y si también rehusare, haga lo mismo con el tercero.

   Llamaron, en efecto, a los hijos, hiciéronles la proposición, pero todos se negaron rotundamente, diciendo: ¡Está loco nuestro padre!

   —No lo alcanzo, dijo entonces el sacerdote volviéndose al enfermo; sólo sé que será Ud. un insensato en perder su cuerpo y su alma, y sufrir eternamente el fuego del infierno, por unos hijos que no quieren salvarle la vida sufriendo durante un cuarto de hora el fuego de la tierra. Este sí que sería el mayor de los dislates.

   —Tiene Ud. razón, repuso el enfermo; Ud. me ha abierto los ojos. Vayan luego por el notario, y entre tanto sírvase Ud. confesarme.

   Entonces, poniéndose de acuerdo con el sacerdote, dispuso lo conveniente para reparar sus injusticias en lo posible, sin consideración a la futura suerte de sus hijos.

 

“CLAMORES DE ULTRATUMBA”

M. R. P. Fr José Coll.

Año 1900.

 


Algunos luciferianos o abogados de Lucifer: Boullan y los Mariavitas – Por Monseñor Cristiani.

 






La secta de los Mariavitas, están vigente como hace más de 100 años, cuando asomó por primera vez su cabeza de serpiente. Nació en el seno de la alta magia negra. Pero no me voy adelantar con este tema. Lo vamos a profundizar, porque actualmente existen y están en varios países. Hace unos cinco años más o menos me consultaron sobre esta secta, condenada por el Papa SAN PÍO X. Muchos son los incautos que caen en ella, porque esta secta luciferina se auto-demonima “católica” y porque profesan una herética y blasfema devoción a María. Vamos a comenzar con un texto de Monseñor Cristiani, Luego vamos profundizar sobre esta secta. Será necesario profundizar sobre ciertos personajes de la Magia negra, sobre todo de los siglos XIX y XX (no en sus obras) sus libros son demasiado peligrosos leerlos, pero si a manera de breve reseña biográfica, así, se van a tener una visión de conjunto en la que nace y se expande esta terrible secta diabólica. Muchos de los nombres que van ir apareciendo en nuestra investigación el autor PIERRE VIRION los vincula con el CVII, según Virion el “Concilio Vaticano II” se gestó en las entrañas de las logias masónicas y en las mentes de estos brujos, versados en la alta magia…


  En el presente capítulo, desearíamos dar algunos ejemplos recientes de luciferianismo. El primero será el del abate Boullan (Seguimos de cerca aquí las páginas que le son dedicadas en Satán de los Estudios carmelitanos, completándolas con algunos datos extraídos de la Enciclopedia católica).

   Jean-Antoine Boullan nació el 18 de febrero de 1824, en Saint- Porchaire (Charente-Maritime), y murió en Lyon el 4 de enero de 1893. Sabemos poca cosa de su carrera, aparte de que se hizo sacerdote en 1848. Frecuentó a escritores ocultistas, vivió en un medio que él mismo definió, en su “Confesión”, como de mujeres “locas y demoníacas, según el juicio que uno puede formarse”. Una de estas mujeres es, además, epiléptica. Ahora bien, en esa misma “Confesión” reconoce que “no tenía aptitudes” para dirigir a las mujeres.

   Parece mucho más probable que fuese “dirigido” por ellas. Es, no obstante, inteligente. Pero está trabajando por una curiosidad malsana a la vez que por inclinaciones sensuales que llegan hasta la obsesión. Explica él mismo sus faltas en la forma siguiente: “Mis pecados — escribe — tienen una triple fuente, origen y principio: en primer lugar, la debilidad y la fragilidad de mi naturaleza corrompida; las ilusiones del demonio propias a engañarme y extraviar mi espíritu; por fin, mi modo de entender las cosas, que me arrastra a varias cosas dignas de censura y reprensión.”

   Semejante confesión presenta las marcas de la sinceridad. El abate Boullan reconoce entonces sus errores y sus faltas. Existe en él una mezcla de buenas intenciones, mediante las cuales se ciega, y de acciones culpables sobre las cuales intenta ilusionarse. Pretende haber querido sanar a posesos. Para ello ha tratado de estudiar los efectos del pecado y los límites de la acción del diablo en el transcurso de sus “experiencias” con mujeres perversas. Se deja —podemos creerlo — convertir por Satán al punto de considerarse “Juan Bautista vuelto a descender sobre la tierra”. Se hace sucesor del herético Vintras, quien “se consideraba una reencarnación del profeta Elias”.

   Sabemos que en el Evangelio, Juan Bautista está presentado como un nuevo Elias. Un sucesor de Vintras no podía ser, pues, sino Juan Bautista. Desde el momento que es esto, tiene una misión. Ha nacido reformador. Necesita agrupar a su alrededor discípulos para levantar el “poder de Dios” contra la Iglesia Romana. Según él, la Iglesia Romana está librada a Satán. Los sacerdotes católicos son, de acuerdo con su expresión, “los demonios del sacerdocio”.

   La cuestión dinero le preocupa en grado sumo. Su “Confesión” nos lo muestra “ganando mucha plata” en París, antes de fundar su obra. No dice de dónde viene este dinero. Pero se le va a la cabeza. Compra un castillo y gasta en él sumas considerables. En su espíritu el bien y el mal se han convertido en algo tan confuso que comete una estafa en 1861 y, después de ser enjuiciado, pasa tres años en la cárcel (1861-1864). La investigación judicial establece que utilizaba sus seudoconocimientos sobrenaturales para explotar a las almas crédulas y substraerles dinero. Este dinero, por otra parte, no lo guardaba. Tenía el placer extraño de recibirlo de unos para repartirlo entre otros.

   En su “Confesión”, pronuncia anatemas incendiarias contra los “demonios del sacerdocio” que lo han denunciado a Roma para hacerlo condenar junto con su amiga la ex religiosa Adéle Chevalier, quien fué objeto de un milagro en La Salette y que después cayó en el vicio, arrastrando al abate Boullan junto con ella en su caída. Será llevado ante los tribunales eclesiásticos romanos y encarcelado en las prisiones del Santo Oficio, de donde lo liberará la invasión de los piamonteses en 1870.

   A todos los que lo persiguieron, el abate Boullan les prometía las penas del infierno, eternas o temporales, como asimismo la prisión en la torre de Babel, o el castigo de pagarle todas sus deudas.

   Sus extravagancias son tales que los mismos discípulos de Vintras lo excluyen de su círculo.

   La historia de este sacerdote extraviado, que fué víctima del ocultismo y el erotismo, sería sencillamente lamentable y común si no hubiera pertenecido a una cadena y dejado una continuación.

   Perteneció a una cadena y su caso nos da una vislumbre afligente de todo un mundo de manifestaciones y de intrigas tenebrosas. El ocultismo de Eliphas Lévi, el ilusionismo de Vintras, ésta reencarnación de Elias, la teosofía de Madame Blavatsky, las creaciones de Guaita, luego de sár Péladan, bajo el título de Rosa-Cruz, y quizá también, en un plano más amplio todavía, los ritos misteriosos de la francmasonería “iniciática” — condenando el ateísmo del Gran Oriente de Francia — no son más que una cantidad determinada de estas doctrinas esotéricas que se agitan en las profundidades de nuestras sociedades modernas. Y en todo esto no es indudablemente injusto ver formas del satanismo actual.

   Pero el abate Boullan ha dejado también una descendencia: el cisma de los Mariavitas.

 

   ¿Qué son los Mariavitas?

   Los Mariavitas son una secta seudomística fundada en Polonia, en 1906, por un sacerdote excomulgado, Jan Kowalski, y por una visionaria, Felicitas Kozlowska (1862-1922).

   Ahora bien, los fundadores se vinculaban estrechamente con el abate Boullan. Habían pertenecido a sus obras, participado en su actuación, compartido su ilusionismo. Kowalski y su colega Procnievski eran ambos franciscanos. María Felicitas Kozlowska era una religiosa franciscana. Habían pertenecido a la clientela del abate Boullan y de su profetiza, la ex religiosa Adéle Chevalier, la que fué objeto de un milagro en La Salette. Se los encuentra en este medio sospechoso entre 1888 y 1893. En esta fecha el abate Boullan muere. Los polacos regresan, entonces, a su país. En 1894, empiezan los vaticinios de María Felicitas, a quien pronto llamarán la Matouchka: la madre.




   El nuevo movimiento profesa una devoción particular por la Virgen María. No hablan, muy piadosamente, sino de “imitar la vida de la Virgen María” —Mariae vitam imitari—. De ahí el nombre de Mariavitas. María Felicitas Kozlowska no teme atribuirse a sí misma la “inhabitación de la Virgen”. En 1903, el santo papa Pío X, los condena. Lejos de someterse, los Mariavitas se separan en masa de la Iglesia. Se ha calculado en casi un millón el número de sus adherentes, y en trescientos el de los sacerdotes y religiosas que los dirigen o fanatizan, en la época de la fundación oficial del cisma, en 1906. Kowalski se convierte en patriarca de la secta. Obtiene, para él y algunos colegas, la consagración episcopal — válida — por parte del episcopado viejo-católico y jansenista de Utrecht, en 1909.

   En diciembre de 1910, la condenación con la cual el papa Pío X los ha marcado es confirmada y publicada en el Acta Sanctae Sedis.

   Pero pronto estalla el escándalo. En la secta se tiene la presunción de autorizar la práctica de los “casamientos místicos” y jactarse de ello, plagiado, como el resto, del abate Boullan. Estos casamientos están destinados, se asegura, a obtener “la procreación sin concupiscencia de hijos que, en esta forma, no tendrán el pecado original”. Del “casamiento místico” se pasa muy rápido a la “poligamia mística” o “poligamia espiritual”. Los Viejos Católicos, entonces, protestan y se enfadan. En el Congreso Internacional de su secta, en 1924, en Berna, excomulgan a toda la Iglesia Mariavita, que cuenta aún en esa fecha con seiscientos mil fieles.   Desde esa época el patriarca y varios de sus obispos han tenido que responder, en su país, por graves acusaciones sobre cuestiones de costumbre, y la Corte de Justicia los ha sentenciado a condenas ruidosas. Según la Enciclopedia Católica, en el vocablo Mariaviti, tomo VIII, de 1952, su número no pasaba entonces de los cincuenta mil, con un arzobispo, tres obispos, treinta sacerdotes y quinientas hermanas. Los Mariavitas viven, según ellos, de acuerdo con las Reglas de San Francisco: los sacerdotes obedecen a la primera Regla, las religiosas a la segunda y los fieles a la de la Tercera Orden.

   De nuevo ahí el satanismo se limita a “parodiar” las organizaciones ortodoxas. ¡Ensucia al franciscanismo, por falta de poder hacer mejor!

 

“PRESENCIA DE SATÁN EN EL MUNDO MODERNO”


miércoles, 10 de noviembre de 2021

¿Por qué beso la mano del sacerdote? – Por José Vicente Álvarez de Alonso.

 




   1° Porque ella fué la que trazó sobre mi pecho y mi corazon la señal de la cruz. Dos beneficios dispensa el sacerdote señalando solemnemente con la cruz: ennoblecer las ideas y los afectos. La cruz es el arma espiritual que aleja de la inteligencia las dudas y vacilaciones que la nublan; es la figura de aquella cátedra gloriosa levantada en la cumbre del Calvario, desde la cual el maestro de las almas, la verdad encarnada, con sus sufrimientos nos enseñó a  creer, y derramó con la fe, cimentada con su sangre, la luz indefectible del espíritu. Señalando mi corazon con la figura de la cruz, unió mis sentimientos a los que agitaron al dulcísimo corazon de mi Redentor, Jesús, se vuelca inmensurable de caridad, y asi la mano del sacerdote amparó mi frente contra las invasiones del error y mi corazon contra la tiranía del odio. La cruz me sujeta a la verdad y enciende en mí el amor.

   Porque esa mano, derramando sobre mi cabeza el agua santa de la regeneración, me purificó de la culpa original y me abrió las puertas de la Iglesia. — En efecto, por el bautismo fui inscrito en el libro de la vida, fui libertado de la esclavitud del maligno espíritu, obtuve el derecho de ser llamado hijo de Dios y de participar de la herencia del Padre celestial. Asi como el maligno espíritu se valió de la mano de Eva para ofrecer a Adán, padre del género humano, la fruta prohibida, germen de la muerte, asi el Espíritu Santo, que anima la Iglesia, se sirve de la mano del sacerdote para alargar la fruta de la gracia divina, vinculada en el bautismo, que es fruta de resurrección y de inmortalidad.




   La beso, pues, respetuosamente, recordando que esa mano me levantó del abismo de las tinieblas y me trasladó de la región del pecado a la de la gracia.

   Porque esa mano es la que, autorizada por Dios, me dispensa el perdón, absolviéndome de mis culpas; la que cura las heridas abiertas en mi alma por las pasiones; la que me conforta y sostiene cuando vacilo en la pendiente de la tentación.

   Sí; la besaré reverente y me acercaré con frecuencia al tribunal de la misericordia. Junto al confesonario, que es la piscina de curación espiritual, está el sacerdote que me espera para tenderme la mano y acompañarme a tocar las aguas medicinales de mi alma. Me examinaré, me arrepentiré de mis culpas, las confesaré y me haré digno de recibir la absolución de esa mano que beso. El paralitico, de que nos habla el Evangelio, estuvo treinta y ocho años al borde de la piscina de curación, sin alcanzarla salud apetecida, y preguntándole el Salvador por qué no estaba curado despues de tanto esperar “Señor, contestó, no tengo quien me tienda la mano; baja el ángel, mueve el agua, otro desciende, y yo me quedo postrado.” Yo soy más dichoso, porque el sacerdote está siempre junto a mí, y asiéndome de la mano me hará tocar el agua regeneradora.



   Porque me señala el camino que conduce de la tierra al cielo, abriendo ante mis ojos libros de santa instrucción y presentándome ejemplares de sólida virtud. Los que no me quieren tan sólidamente como me quiere el ministro de Dios, me señalarán senderos más apacibles a la degenerada naturaleza, mostrándome el camino del deleite, de la fortuna, de la gloria terrenal; pero la mano del sacerdote, es la del amigo que me entrega el libro de la ley de Dios y el de la vida de los santos. “Estudia, me dice la doctrina de salvación, contempla los actos edificantes de los santos que fueron los discípulos de esta doctrina. De este modo me enseña el sacerdote a ser discípulo de Jesucristo, a ser firme en mi fe, y a precaverme de los que quieran pervertirme.

Porque me alarga el pan santo de la Eucaristía, con el que me alimento y robustezco cuando, abatidas las fuerzas por el cansancio del combate que sostengo contra mis pasiones, desfallecería sin el auxilio de la adorable comunion. — La mano del sacerdote es la que me administra la celestial comida, que se llama el pan de los fuertes. El pan que el sacerdote me da, es el que fortificó el corazon de las vírgenes que, no obstante su debilidad, supieron desafiar el furor de las fieras en los circos paganos; es el que comunica fuerza a los vacilantes para arrostrar las contradicciones dirigidas contra la fe y la virtud: el sagrado pan sostiene la vida, eleva los sentimientos, desarrolla el amor divino, agiganta las fuerzas del alma, purifica el corazon y nos inmortaliza. Al darme la comunion el sacerdote, me da la semilla más fecunda de la santidad.

   Porque sostiene y eleva la Sagrada Hostia, convertida en el adorable cuerpo de mi Dios, y el cáliz venerable que contiene la preciosísima sangre de aquel que me redimió.




   Santa es la mano escogida para ser el trono en que se eleva la suprema Majestad de Jesucristo, en el Sacrificio incruento de la misa. Si toda alma devota se postra con respeto ante el pesebre de Belén, porque sirvió de cuna al tierno hijo de María; si con respetuoso temor se inclina el hombre ante el Lignum crucis, por ser fragmento de aquel madero Sagrado que sostuvo al Redentor agonizante y muerto, ¿cómo no había de besar la mano, que es el pesebre en que Jesús nace y la cruz en que Jesús se sacrifica cada día en el Belén y en el Calvario del altar? Dichoso de mí si al besar la mano del sacerdote avivo la fe en los grandes misterios que por ella se repiten en la santa misa.

martes, 9 de noviembre de 2021

DE LA ORACIÓN (incluye ejemplos) – Por el R. P. ÁNGEL MARÍA DE ARCOS.

 



 

   Pregunta: — Decid: ¿Qué cosa es orar?

   Respuesta: –  Levantar el corazón a Dios.

   P. — ¿Qué se hace en la oración?

   R. — Adorar a Dios nuestro Señor y alabarle, agradecerle y suplicarle, conocerle más y amarle, llorar nuestra ingratitud, y ofrecernos a imitar las virtudes de Nuestro Señor Jesucristo.

 

   En la oración hablamos con el Rey del cielo con el fin principal de alabarle, poderle servir e ir al cielo. A Dios y al cielo hemos de dirigir entonces nuestros pensamientos y afectos, orando de lo íntimo de nuestro corazón y no sólo con los labios, y procurando alejar de nosotros cuanto nos distraiga. La oración es  un acto nobilísimo; porque si se estima en mucho ser admitido en audiencia ante un príncipe terreno, ¿cuánto más hemos de apreciar el tener esa audiencia con  el mismo Dios, Señor el más poderoso y bondadoso, que nos da cuanto somos y tenemos, que murió por nosotros, a quien tanto nos importa aplacar, único; que puede remediarnos en todas las necesidades y llevarnos al cielo? Algunos no hablan con Dios sino para  pedirle.

   Nótese bien todo lo que el Catecismo dice que  se hace en la oración, y cuide cada cual de poner por Obra, uno después de otro, todos esos actos de que están llenas las oraciones que usa la Iglesia. El adorarle humillando nuestro espíritu ante la Majestad divina, y abajándolo hasta el polvo de la tierra; sirve para levantar el corazón hacia el cielo, y es la reverencia y saludo con que nos ponemos en la presencia de Dios, persignándonos y santiguándonos en seguida devotamente.

   El alabarle por su grandeza y darle gracias por sus beneficios, hace propicio al Señor para que despache nuestras súplicas.



   Estos son los memoriales que le presentamos, y con los demás actos acabamos de ganarnos su voluntad y sacamos por fruto de la oración lo que más le agrada, y lo que para nosotros es más útil, a saber: el servir a Dios, imitando las virtudes de Jesucristo en el cumplimiento de cuanto quiere de nosotros, que es la práctica de nuestros deberes.

 

   P. — ¿De cuántas maneras es la oración?

   R. — Mental o interior y vocal o exterior, que llamamos rezar, pudiendo juntarse y alternarse la una con la otra.

 

   Sin la oración mental no suele hacerse bien la vocal. Los que puestos en oración piensan despacio y en silencio, que esto es “meditar”, alguno de los cuatro Novísimos, o un paso de la vida o pasión de Jesucristo, y al mismo tiempo consideran lo mal que sirven a un Señor tan grande y tan bueno; se sienten profundamente penetrados del santo temor y amor de Dios, conocen la propia vileza y penetran la malicia de sus pecados, con lo cual prorrumpen espontáneamente, ayudados de la gracia, en actos de contrición perfecta, en propósitos de enmendarla vida, y en súplicas pidiendo a Dios que los ayude.

   Así, de la oración mental se pasa a la vocal, y se junta la una con la otra rezando pausada y consideradamente, tanto que, rezando solos, es bueno a veces irse deteniendo, como el tiempo de un resuello, entre una palabra y otra, diciendo así el Padrenuestro, la Salve u otra oración. También se puede reflexionar un rato en un Mandamiento o en una virtud, suplicando el perdón de lo mal hecho y proponiendo enmienda.

   El Libro de la oración y la Guía de pecadores, ambos por Fray Luis de Granada, son excelentes para leerse y meditarse. Por lo menos, nunca nos hemos de poner a rezar sin pensar antes, que vamos a hablar con Dios, y recoger el pensamiento y atención a lo que recemos. El que muchos se fastidien rezando, procede de que rezan maquinalmente, como lo haría un papagayo.

   P. — ¿Es preciso orar?

   R. –– SÍ, que quien no quiere orar se condena; y Dios nos encarga la costumbre de orar.

 

   Asi lo ha establecido la divina Providencia; nos concede las primeras gracias antes de pedírselas, pero quiere que con esas gracias le pidamos otras; y esto constantemente, como mendigos de Dios, reconociendo nuestra continua miseria, y que de Dios esperamos como de Padre nuestro que es, todos los bienes. No hay santo que no se haya dado a larga, fervorosa y constante oración, y en ella negociaban con Dios todas sus cosas.

 

   P. –– ¿Hemos de confiar que Dios nos dé lo que pedimos?

   R. –– Sí; porque lo ha prometido, principalmente si estamos en su amistad.

   P. — ¿Cómo a veces no lo otorga?

   R. –– O porque no nos conviene, o porque pedimos mal.

   P. — ¿Cómo se ora bien?

   R. –– Con piedad y confianza, humildad y perseverancia.

   P. –– Y quien de todo esto se siente falto ¿qué ha de hacer?

  R. —Procurarlo, y perseverar en hacer lo que pueda.

 

   A cada paso nos repite esta promesa la Sagrada Escritura; Jesucristo mismo  la predicó e inculcó con extraordinaria aseveración, y valiéndose de las más tiernas comparaciones. “Si vosotros, dice, siendo malos, dais cosas buenas a vuestros hijos, y si os piden un huevo no les dáis un escorpión, ¿cuánto más el Padre celestial dará buen espíritu a quien se lo pida?”

   Cuanto pidiereis en la oración, se os dará; pero habéis de pedir a nombre mío, esto es, cosas que me agraden a mí, alegando mis méritos; no los propios, como el soberbio fariseo. Orando así, vemos que los buenos cristianos obtienen muchas gracias de Dios, por lo cual hasta los malos en sus aprietos acuden por oraciones, a los que tienen por varones de Dios y almas muy santas. ¿Y oye el Señor las súplicas de los que están en pecado? También, sobre todo si le piden la propia conversión, y hacen esfuerzos y no cejan hasta lograrla.

   Con todo, es cierto que no siempre concede Dios lo que piden aun los buenos. Pide un niño a la madre el cuchillo, y no se lo da, sino que ella le parte el pan; pues así Dios, si ve que le pedimos, lo que será malo o peligroso, nos da otra cosa mejor. Pide uno buen éxito en un negocio, creyendo que le conviene, y ve Dios que si aquel es rico, será avaro; si consigue aquella colocación, soberbio; si se enlaza con tal persona, que le sobrevendrán mil desgracias; por eso, atendiendo a los ruegos, le niega misericordiosamente lo que sería un castigo concedérselo.

   Porque, desengañémonos de una vez: servir a Dios y salvarnos es nuestro supremo bien, y el pecado el mayor mal de todos. Los que piden bienes de la tierra o verse libres de alguna enfermedad, lo han de pedir á condición de que convenga para su alma a gloria divina.

   Peregrinó un ciego al sepulcro de San Vedasto; rogóle que le alcanzara ver sus reliquias; obtúvole el  santo la vista, y viólas: pero vuelto el agraciado a su casa, comenzó a pensar que acaso para salvarse le hubiera estado mejor no ver; y cavó tanto en su corazón esta duda, que fué de nuevo al Santo, y pidió que sí le era mejor para salvarse, le volviera la ceguera, y en efecto quedó ciego como anteriormente. Si se hubiera de entender en absoluto la promesa hecha a la oración, nadie sería pobre, ni estaría enfermo; siempre habría excelentes cosechas, y no nos moriríamos nunca. El Apóstol suplicó varias veces a Dios que le quitase una molesta tentación, y se le respondió que le bastaba la gracia, con que luchando vencía la tentación; y al paso que le hacía sentir su propia miseria, le ayudaba a ser humilde, y le aumentaba el mérito y la corona. ¡Qué males más acerbos que los que Jesucristo padeció en su sagrada Pasión! Rogó una, dos y tres veces con ahínco, que no viniera sobre El; pero siempre a condición, de que así lo quisiera su Padre celestial. No lo quiso, y Jesucristo bebió hasta las heces cáliz tan amargo con entera buena voluntad; y de esa pasión resultó gloria al mismo Jesucristo y la salvación del género humano. Además que ciertas quejas de que Dios no acceda a nuestros ruegos, cuando van mezcladas de poca fe y menos humildad, son prueba clara de que nuestra oración no es la que debe, y quizá hasta la hemos abandonado por despecho y desesperación.

   Por otra parte, el Señor no ha fijado plazo; antes ha dicho que no desfallezcamos nunca en la oración.

   Vemos a cada paso que en necesidades urgentes se nos socorre con sólo llamar a Jesús o a María, mientras que los mismos santos tardan años en conseguir alguna merced. Cuarenta seguidos rogó San Pedro Claver por la conversión de un negro, y al fin la logró. Por las oraciones del Santo enviaba Dios mayores gracias al negro; pero como el perverso resistía a ellas, y el Señor no fuerza a nadie; por eso no tuvo efecto la conversión, hasta que por fin se rindió el pecador a la gracia. Si el Santo hubiera cesado de rogar, el negro no hubiera recibido tales gracias, o hubiera muerto desdichadamente antes de aquel tiempo.

   Otras veces es tal la gracia que demandamos y nosotros o los demás la tenemos tan desmerecida, que es preciso unir a la oración las penitencias, ayunos y limosnas, con que la misma oración es más humilde, confiada y fervorosa. Véase por todo lo dicho, cuánto importa conservar hasta la muerte la costumbre cristiana que aprendimos de nuestras madres, rezando devotamente todas las mañanas y todas las noches.

sábado, 6 de noviembre de 2021

LA PERSECUCIÓN RELIGIOSA – Por JUAN VÁZQUEZ DE MELLA Y FANJUL.


 



Nota de Nicky Pío. Estas líneas escritas en 1934, fueron providencialmente escritas para estos tiempos en que vivimos. La talla de su autor, hace de estás pocas líneas casi  una profecía, que Vázquez de Mella nisiqueira podría imaginar. Pero Dios que conoce el futuro hace surgir estas mentes prodigiosas para edificación de los católicos pusilánimes de hoy. 

 

 

“Los caracteres del mal”

 

   Quizá algunos católicos, de esos que sólo se alarman cuando ven caer a hachazos las puertas de los templos y el puñal de los sectarios tinto en la sangre de los sacerdotes, nos tachen de exagerados al saber que no nos referimos a pueblos extraños al hablar de persecución religiosa, sino a la nación propia, a España, que, siendo eminentemente católica por su pasado y, a pesar de la maldad revolucionaria, por su presente, vive, hace muchos lustros, bajo el poder de Gobiernos contrarios a sus creencias y a su historia.

   Y, sin embargo, digan lo que quieran la hipocresía y la imbecilidad, la persecución religiosa existe feroz y sañuda como se ha visto pocas veces en el transcurso del siglo.

   Verdad es que aún no se nos impide congregarnos en la iglesia a oír Misa, ni se nos prohíbe rezar ni aun defender por escrito los fueros de la Esposa de Cristo; pero está ciego quien no vea que, si aún la Revolución no ha dicho a sus hordas que echen los cristianos a las fieras, ya se considera con alientos bastantes para amordazar, por medio de iniquidades legales, al sacerdote y poner a la palabra divina en estado de sitio; y aun hacer descender del púlpito al ministro de Dios y encarcelarlo como al más abyecto criminal. Y sordo se necesita ser para no oír los rugidos salvajes de la impiedad, que sobre los escombros del altar canta la muerte de la fe en muchos corazones y la victoria de Luzbel.

   No manifiesta sus excesos con tiranía material y sanguinaria que hace del cuchillo su arma de combate, y que con sus mismas violencias despierta a los dormidos y alienta a los cobardes y pusilánimes, y es causa indirecta de saludable reacción, no; esos procedimientos los desdeña ya por anticuados, y, con doblez farisaica, va derecha a su objeto mintiendo tolerancia y libertad, y estableciendo legislaciones inicuas para clavar a su amparo el diente ponzoñoso en las almas sencillas, arrancándoles las creencias católicas, dejándolas desoladas y sombrías, apagando en ellas el fuego amoroso de la caridad y la lumbre de la esperanza, para sepultarlas bajo el doble hielo de la indiferencia y del más frío positivismo, o abrasarlas con la calentura de los odios sectarios.



   Sí: la Revolución, o, para, hablar más claro, el liberalismo en todos sus grados y matices, no necesita ya de circos ni tormentos para destrozar carne de cristianos; le basta y le sobra con las legalidades doctrinarias para hollar y escarnecer a la Esposa de Cristo.

   Esta guerra sorda, corrosiva y mansa que va envenenando los entendimientos con lluvias de sofismas y torciendo las voluntades con ríos de cieno, es lo más implacable y criminal que pudo concebir el genio satánico, porque en ella, si salen ilesos los cuerpos, perecen los corazones y resultan heridas las almas.




   No hay en el mundo espectáculo más dolorosamente triste que el que ofrece un pueblo católico caminando, en medio del orden material, a perderse en los abismos de la apostasía, acaudillado por ateos y sofistas que se fingen sus libertadores.

   Y conviene observar que, en la historia del género humano, no hay memoria de un solo pueblo que se haya apartado voluntariamente de la verdad religiosa; porque, si las revoluciones materiales se verifican muchas veces de abajo arriba, los trastornos morales siempre se realizan de arriba abajo. De aquí que el poder público sea la primera ciudadela que asalta la impiedad para corromper una nación, y que sea también la primera que hay que reconquistar para cristianizar una sociedad e impedir que se consume su apostasía.

   Y por eso también la más arbitraria tiranía personal no puede compararse en maldad con la que toma cuerpo y se encarna en las instituciones y en las leyes.

   Cuando esto sucede, los hombres se acostumbran a ver florecer y desarrollarse, bajo las disposiciones del poder soberano, la iniquidad y la injusticia; y el hábito de contemplar el mal llega a matar el instinto del bien, o a considerar como natural y corriente el desorden moral y los males sociales como hechos completamente indestructibles.

   Entonces es cuando, según la frase de Lacordaire, los pueblos se extinguen en una agonía insensible, que aman como si fuera dulce y agradable reposo.

   Y, o mucho nos equivocamos, o España, si la corriente de los hechos no cambia o no se altera profundamente, marcha hacia uno de esos períodos que aparecen como lagunas fétidas en la historia de las naciones.

   Pero se dirá: enhorabuena que se conceda que la Iglesia no vea respetados sus derechos como deben serlo. Pero ¿no se deberá reconocer igualmente que el cuadro anterior está cargado de tintas demasiado sombrías y pesimistas? De ninguna manera. En los artículos siguientes demostraremos que la realidad es más negra que nuestras palabras, y, para no ser meros declamadores, señalaremos las causas del mal y buscaremos su remedio.

 

“La persecución religiosa y la Iglesia independiente del Estado ateo”

(AÑO 1934)

 

 

 


Sociedades secretas –Por el P. Niceto Alonso Perujo. (Parte IV. Final)


 


Sociedades clérico-liberales. — “No podemos, dice el Santo Padre, disimular el amarguísimo dolor que nos aflige al ver que hay en Italia miembros de uno y otro clero hasta tal punto olvidados de su vocación, que en ninguna manera se avergüenzan aún por medio de escritos muy perniciosos, de diseminar falsas doctrinas, de excitar los ánimos de los pueblos contra Nos y esta Sede apostólica, atacar nuestro principado civil y de esta Santa Sede, y favorecer impudentemente con todo género de esfuerzos y auxilios a los perversos enemigos de la Iglesia católica y de esta Sede. Estos eclesiásticos, después de haberse apartado de sus Prelados, de Nos y de esta Sede, apoyados en el favor y auxilio del Gobierno del Piamonte y de sus Magistrados, llegaron a tal punto de temeridad, que despreciando enteramente las censuras y penas eclesiásticas, en ninguna manera han temido establecer ciertas sociedades absolutamente reprobables, llamadas Clérico-liberales, de socorro mutuo, Emancipadora del Clero italiano, y otras animadas del mismo depravado espíritu; y aunque sus Obispos les hayan justamente prohibido ejercer el santo ministerio, sin embargo, de ningún modo temen, a modo de intrusos, ejercerle criminal e ilícitamente en muchos templos. Por lo cual reprobamos y condenamos las detestables sociedades mencionadas y la mala conducta de dichos eclesiásticos. Al mismo tiempo amonestamos y exhortamos una y otra vez a estos infelices eclesiásticos que se arrepientan y vuelvan dentro de sí mismos, y atiendan a su propia salvación, considerando seriamente que ningún daño tolera menos Dios que el causado por los Sacerdotes, al ver que habiéndoles puesto para que sirvan de corrección a los demás, dan ejemplos de maldad.”


LOS SOCORROS MUTUOS-CREACIÓN DE LA MASONERÍA 

   Las Sociedades clérico-liberales se componen de clérigos impíos, libertinos y de costumbres corrompidas, como son generalmente todos los que abrazan el liberalismo, los cuales, mal avenidos con la disciplina y regularidad de su estado, niegan la obediencia a sus prelados, censuran las disposiciones de la autoridad eclesiástica, y apoyan a los gobiernos revolucionarios, y hasta secundan sus leyes contrarias a la libertad y derechos de la Iglesia.

   Estos clérigos tan altaneros contra la autoridad eclesiástica, son los más serviles hacia la autoridad civil. Son, pues, una peste para el clero, a quien tientan al par que afrentan, y por eso tales sociedades han sido justísimamente condenadas. — Si todos los fíeles están obligados a obedecer a sus Obispos, con mayor motivo los clérigos, por razón — de su estado, — de su ministerio — y del juramento que prestaron al recibir la ordenación. Pero los clérigos liberales son la piedra de escándalo de los fíeles, a quienes están obligados a edificar. Y en el delito llevan generalmente la pena, porque pierden la estimación pública, y son despreciados por los hombres de Estado, que los emplean como viles instrumentos de sus planes, Podrían citarse muchos ejemplos recientes. —Los liberales aplauden en público y desprecian en su interior a los infelices clérigos que piensan como ellos, al paso que aborrecen en secreto; pero no pueden menos de respetar a los clérigos que ellos mismos persiguen y acusan, cuando son un obstáculo a sus planes, en cumplimiento de su deber. No lo olviden los clérigos jóvenes para lo que pueda ocurrirles en el porvenir. (Nota de Nicky Pío. Y ese porvenir profético de este escrito ya llegó para quedarse)

 

“LECCIONES SOBRE EL SYLLABUS”

(Año 1894)


Sociedades secretas –Por el P. Niceto Alonso Perujo. (Parte III)

 



Nota de Nicky Pío: En esta parte se van a encontrar entre otros temas, con las llamadas “Sociedades Bíblicas” tema en la que pueden profundizar. Para los que no sepan los masones profanan las Sagradas Escrituras, colocándole en el centro de todas sus logias. Pero ellos dicen que sólo es parte del mobiliario. Aviso que esta es la penúltima entrega…

 

   Después de esto a nadie sorprenderán los repugnantes alardes de ateísmo que han hecho algunas logias, sus horrendas blasfemias, sus excitaciones incesantes contra la Iglesia y los sacerdotes, y aun contra toda religión positiva, y como consecuencia, la infernal secta de los solidarios, que se obligan entre sí, por medio de un pacto formal, a vivir sin religión y morir sin sacerdotes, a no bautizar a sus hijos, a los entierros civiles, a la enseñanza laica, a seguir las inclinaciones de la naturaleza, y otras cosas que la pluma se resiste a escribir.

   Por lo que hace a revoluciones políticas, lodo el mundo sabe que han tomado parte activa, o a lo menos han apoyado todas las acaecidas desde un siglo a esta parte, y en especial la de España en Septiembre de 1808, como lo ha demostrado cumplidamente: el erudito Sr. Lafuente en su obra citada arriba (1).

   (1) De hecho y por la fuerza de las cosas, escribe Mgr. Dupanloup, la Masonería es una sociedad política y revolucionaria: ella ejerce una influencia directa sobre las revoluciones, ella las prepara, ella las hace; y cuantos en la masonería marchan a la cabeza del movimiento, arrastrando consigo toda la masa de los adeptos, éstos, verdadero corazón y alma de la secta, tienen por fin supremo el convertirla, según la enérgica y profunda expresión de M, Enrique Martín, en Laboratorio de la revolución, ó según el Il. Pial, en iglesia de la revolución. — Estudio sobre la francmasonería, parte III, y a continuación lo demuestra con testimonios de los mismos masones, y hechos de la historia contemporánea.

   Pueden verse Los Misterios de la Masonería, por León Taxil, donde se ponen de manifiesto las ridiculeces de estos sectarios y las maldades de que son capaces, y La Iglesia y la Masonería, por X, en la que se citan con abundancia de datos la mayor parte de los crímenes realizados por esta secta en la presente centuria. —  (Nota del Editor).

   De lo cual se infiere que estas sectas merecen verdaderamente el nombre de pestes, y que han sido justísimamente condenadas por la Iglesia en nombre de los intereses de la religión, de la tranquilidad pública y de la moralidad.

   Sociedades bíblicas. “Las sociedades bíblicas y las asociaciones de los misioneros protestantes, decía en 1833 el Monthly Review, hace más de treinta años que han empezado sus trabajos. Han reunido y gastado más rentas que un príncipe, y tienen agentes en todas las partes del globo. Las islas más apartadas de los mares del Sud, del Océano Pacífico y de los mares de la India, han sido visitadas por sus enviados. Los hemos oído proclamar mil veces, no solamente que la idolatría estaba destruida en sus islas pequeñas, sino que aun la Tartaria, la Persia y la India estaban a punto de ceder a los esfuerzos de los misioneros y abrazar la religión de la cruz... La sociedad bíblica de Londres tiene solamente en Inglaterra 625 sociedades auxiliares que trabajan bajo su dirección; y hay otras muchas semejantes en París, Lyon, Tolosa y otros ¡michos puntos de Francia, asi como también en his principales capitales de Europa y América.”




Perrone nos da una idea de la asombrosa actividad que emplean estas sociedades. “Se estableció la sociedad, dice, en 1805, y desde esta fecha al 1810, o sea en un espacio de treinta y seis años, distribuyó doce millones de ejemplares de la Biblia, traducidos a 148 idiomas. En el año 1838 recaudaron estas sociedades, solo en Inglaterra, 846.316 libras esterlinas, que equivalen a unos 80 millones de reales; y los ingresos en el resto del mundo subieron a 1.500.000 libras esterlinas, o sea unos 150 millones de reales. En 1839 contaba la sociedad con cinco mil misioneros, cincuenta imprentas, trescientos coadjutores y maestros y centenares de ministros indígenas.”

   Tan colosales sacrificios, lejos de producir fruto alguno saludable, han causado gravísimos daños. Inundado el mundo de versiones Ínfleles, mutiladas y llenas de errores graves, y constituyendo a los simples fieles, y aun a los paganos, en jueces supremos del sentido de los libros santos, han convertido en germen de errores y de corrupción esas páginas enviadas del Cielo para luz de los entendimientos y santificación de las almas (2). Además exponen la Biblia a la profanación y al desprecio de los infieles, retardando así su conversión, en lugar de promoverla, pues sabido es que aquellos la destinan a usos profanos y aun indignos, y se burlan de muchas cosas que chocan con sus viejas preocupaciones. Y algunas veces han sido causa de persecuciones contra los cristianos, como sucedió en la China, por haber abandonado en la orilla del mar multitud de ejemplares vertidos al idioma de aquel país.




   (2) Por tal causa, dice el Papa Gregorio XVI en su Encíclica de 8 de Mayo de 1844, que como ya en su tiempo se lamentaba San Jerónimo, hacen común el arte de entender las Sagradas Escrituras a la habladora vieja, al anciano chocho, al palabrero sofista y a todos, de cualquiera condición que sean, con tal que sepan leer, y lo que es aún más absurdo y casi inaudito, ni aun a los infieles se niega esa común inteligencia de los libros divinos.

   Con razón, pues, han condenado repetidas veces los Romanos Pontífices estas sociedades, manifestando sus verdaderos propósitos, que son hacer la guerra a la Iglesia católica, como claramente han confesado muchos de sus miembros. Los Papas, celosos de la pureza de las Sagradas Escrituras y del respeto que merecen, han calificado a las sociedades bíblicas con el nombre de pestes (3), atendiendo a los funestos efectos que han producido. Ellas son para las almas lo que es la peste para los cuerpos.


TODA LOGIA TIENE UNA BIBLIA EN EL CENTRO

   Pero no es extraño que las hayan condenado los Romanos Pontífices, cuando los mismos protestantes las han combatido como inútiles y perjudiciales. En un folleto titulado Razones por las que no soy miembro de la sociedad bíblica, M. Arturo Perceval hacia revista de las traducciones de la Biblia hechas en Europa y Asia, y declaraba que contienen errores tan groseros y herejías tan monstruosas, que son capaces de alarmar todas las conciencias, aunque sean poco timoratas. En su indignación contra los innobles autores de estas traducciones, que habían ya costado a la sociedad muchos millones, exclamaba: “Sepan, pues, ya los pobres engañados de Inglaterra, con qué fin se emplean sus sueldos por semana. Seguramente que es para helarse la sangre en las venas de un cristiano el pensar en la presunción sacrílega de una sociedad que así se atreve a burlarse de la revelación del Todopoderoso, y que tiene la osadía de presentar a las naciones paganas, y de ofrecer a la credulidad de los que la sostienen, estos ejercicios de niños de escuela, como la palabra sagrada de Dios.

(3)  Las sociedades bíblicas han sido condenadas por todos los Pontífices que ha habido desde su origen, El nombre de peste se lo aplicaron Pío VII en su Breve de 29 de Junio de 18I6, León XII en su Encíclica de 3 de Mayo de 1821, y Pío IX en el párrafo 4° del Syllabus.

 

“LECCIONES SOBRE EL SYLLABUS”

(Año 1894)