Pío XII repitió tal prohibición el 11 de enero de 1951, añadiendo para los fieles en general una exhortación, en la cual les aconseja que se cuiden de pertenecer a sociedades condenadas por la Iglesia o simplemente sospechosas, a tenor del canon 684 del Código de derecho canónico.
Tal referencia al canon 684 carecería de
sentido si no involucrara una prohibición por lo menos tácita o implícita.
La
Santa Sede, aclarando la frase curial “non
expedit”,
indicó que “prohibitionem
importat”, o
sea, constituye una prohibición. Y L’Osservatore Romano, diario oficioso
del Vaticano, daba tres razones
principales de tal prohibición, a saber: “Por
su origen masónico, por sus probadas hostilidades hacia la Iglesia Católica y
por su código moral, tan parecido, en casi su totalidad al de la masonería”.
L’Osservatore Romano del
27 de enero de 1951 continúa diciendo: “El
espíritu laico y arreligioso caracteriza al Rótary y, en particular, con
relación a los problemas en los que el católico no puede prescindir de las
enseñanzas de la Iglesia Católica; como, por ejemplo, en el campo moral y en
materia de justicia social. Este carácter aparece evidente en el artículo 3° de
los Estatutos y en todo el conjunto de los once artículos del así llamado
Código Ético del Rótary... De hecho fácilmente se deriva de dicho
articulado un espíritu laico y un indiferentismo religioso; se presta a la
infiltración en los Rótary de elementos masónicos y anticlericales, como de
hecho ha acontecido en algunas naciones,
en donde ha prevalecido un influjo masónico, y la acción de los clubes rotarios
ha resultado un contraste con la actividad y fines de la iglesia... Corresponde
a los obispos establecer en el caso concreto, en su propia diócesis, si el
Rótary que actúa en ella debe o no considerarse o tenerse como una asociación “sospechosa”
(como reza el canon 684...).
Los obispos deberán proceder considerando al Rótary en su conjunto con relación
a los intereses religiosos de toda la Nación” (Aica, Boletín Informativo n° 405
del 31 de marzo de 1964.)
En
la Revista Eclesiástica Argentina de
mayo-junio de 1960, páginas 268 y 269, se lee: “El
decreto 42 del Concilio Plenario Argentino establece que no es permitido a los
sacerdotes asistir a las reuniones de la asociación del Rótary Club, ni dar su
nombre a ella”. La
resolución 92 de mayo de 1936, del Venerable Episcopado Argentino, dice:
“Deben
nuestros fieles andar muy cautos en dar su nombre y apoyo a las asociaciones de
carácter internacional con principios doctrinarios no conformes a las
enseñanzas de la Iglesia y con gobierno sustraído a toda dirección o influencia
de la misma”.
En
la página 105 del Boletín Eclesiástico del Arzobispado de Buenos Aires,
publicación oficial de setiembre de 1962, se lee: “Recuérdase
a los señores sacerdotes que, por disposición de la Santa Sede, no solamente no
pueden ser miembros del Rótary, sino, además, participar en las reuniones de
esa institución. Y por voluntad del S. Emcia. Rdma., el Señor Cardenal
Arzobispo Primado, expresada el 22 de mayo de 1961, también les está prohibida aun la
mera asistencia a los actos del Rótary Club; de ahí que no pueden bendecir o inaugurar obras de esa institución. Respecto a los católicos seglares, S.
Emcia. Rdma. Ha declarado lo siguiente: “Mientras
las asociaciones del Rótary Club respeten los principios cristianos, la Iglesia
no inquieta a los católicos que ya forman parto de ellas; tolera
que continúen. Pero, en el caso de ser consultada, o pudiendo advertir a los
católicos, desaconseja su ingreso
al Rótary Club; prefiriendo que sus fieles formen parte de las asociaciones
activas de la Iglesia, ya sea con fines de apostolado, o de cultura, pero
siempre definidamente católicas”.
En el mes de junio de 1964, añadía para los
sacerdotes en la página 67: “Los
sacerdotes de esta arquidiócesis han de atenerse a la siguiente norma, dada por
el Emmo. Sr. Cardenal Arzobispo Primado: Desde ahora, en casos particulares, se
puede solicitar la correspondiente autorización del Ordinario Local para
aceptar invitación del Rótary Club, y hablar, siempre que fuere oportuno, y el
sacerdote juzgue que puede contribuir al mejor conocimiento de la Iglesia y de
su doctrina moral para bien de la comunidad”.
Los rotarios argentinos, al conocer tal decisión de la Santa Sede, hablaron de las “injustas apreciaciones del Vaticano, de reviviscencias de la intolerancia medieval”, de que “la Iglesia ha cometido un error muy serio”; y que tal actitud manifiesta en ElIa “una autoridad espiritual llena de soberbia”. Con tales apreciaciones sobre el supremo magisterio del Vicario de Cristo en la tierra ¿cómo puede llamarse católico un rotario?