6°) El sexto medio es
la devoción y recurso a la Virgen María, especialmente en el misterio de su
purísima Concepción. San Buenaventura afirma
que la soberana Reina ama y favorece a todos los que con deseo de ser castos se
acogen a su amparo. A todos invita como
árbol celestial, diciendo: Pasad a mi todos los que me apetecéis… que mis Flores
son frutos de honor y de honestidad (Eccles. XXIV, 26). San Ambrosio escribe que la Virgen María, no
sólo fué purísima sino que comunicaba la castidad y pureza a cuantos la
miraban, y lo mismo hace ahora desde el cielo con los que acuden a su patrocinio.
De san Edmundo, Arzobispo cantuariense se lee, que combatido
fuertemente de la liviandad, se acogió a María santísima, y puso en el dedo de una imagen suya un
anillo que llevaba, y volviéndolo a tomar lo trajo en su dedo en señal de fidelidad,
siendo este remedio tan poderoso, que aunque fué terriblemente combatido por el
demonio, y muy solicitado de perversas criaturas, salió siempre triunfante
conservando toda su vida la pureza de alma y cuerpo. De san Bernardino de Sena escribe
san Antonio, que logró singulares triunfos en la virtud dé
la castidad con la protección de María santísima. Santa Justina se
halló muy afligida en los combates de la castidad, cuando el mago Cipriano por
medio del demonio le hacía terrible guerra; pero invocando la santa joven el
patrocinio de María santísima, no solo salió victoriosa, sino que ganó
para Dios al turbador de su corazón, el que juntamente con Santa Justina padeció
después el martirio. De semejantes hechos están llenas las Vidas de los
Santos.
El Pontífice Inocencio III escribe,
que “todo el que sienta la impugnación
de los enemigos, ya del mundo, o de la carne, o del demonio, mire el escuadrón
de batallones ordenado, solicite la ayuda de María, y ella, por
su hijo enviará desde el santuario el auxilio, y desde Sion guardará.”
En figura de esto, dos veces pelearon los
hijos de Israel contra la tribu de Benjamín, para castigar la espantosa
liviandad de que en ella se habían hecho culpables; y en ambas fueron vencidos;
pero cuando salieron la tercera vez favorecidos con el arca de la alianza,
entonces quedaron vencedores y triunfantes, para significar que no tenemos
seguridad de obtener la victoria en los combates contra la carne, mientras no
tengamos de nuestra parte a la que saludamos en sus Letanías con el mismo
nombre de Arca de alianza, María, Señora nuestra. Compárase también
con el cedro y con la mirra, cuando la Iglesia en el Oficio Parvo le aplica
estas palabras: Como el cedro he sido exaltada
en el Líbano; como la mirra escogida he exhalado olor de suavidad, (Eccles.
XXIV, 17 al 20) sobre cuyas palabras dice un piadoso autor: “Compárase á la
mirra y al cedro, porque así como el olor de la mirra destierra a los gusanos,
y el del cedro a las serpientes, así el olor de su virginidad destierra y
arroja de los corazones los apetitos y pasiones brutales”.
Especialmente
la devoción a la Purísima Concepción de nuestra Señora, tiene particular
virtud contra la impureza, y el P. Maestro Ávila, en el capítulo 14 del Audi filia, dice
haber visto provechos notables, por medio de esa devoción, en personas
molestadas de tentaciones impuras. Y hoy, extendidísima esa devoción después de
la declaración dogmática de ese misterio, y de la aparición de la santísima Virgen en Lourdes,
ha venido a ser su remedio específico, universalísimo y casi infalible en esa
materia.
R.
P. FR. ANTONIO ARBIOL
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