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martes, 1 de octubre de 2024

Las quince promesas del santo Rosario. (breve historia)


 



   En el año 1475 el fraile dominico Alano de Rupe puso por escrito los acontecimientos milagrosos de que había sido protagonista unos años antes: especialmente lo que la Virgen había prometido “a todos los que recen devotamente mi Rosario”

   “Alguien que rezaba el Salterio de la Virgen María fue acometido durante siete años enteros, a veces con los sentidos y otras materialmente, por espantosas tentaciones de los demonios. Y en estos años no tuvo ningún consuelo, ni siquiera el más mínimo. Al fin, por misericordia de Dios se le apareció la Reina de Clemencia, la cual acompañada por algunos santos, visitándole de vez en cuando, al haber abatido ella personalmente las tentaciones, lo libró del peligro (…) y le encargó que predicase este Rosario”.

   Estamos a comienzos del año 1475 cuando el fraile dominico Alano de Rupe decidió poner por escrito los acontecimientos milagrosos de los que había sido protagonista unos años antes. En aquel momento se encontraba en Lille, donde participaba, como maestro de teología, en el capítulo de la Congregación reformada de Holanda.

   Comienza a escribir su memorial justo a tiempo: el 8 de septiembre de ese mismo año, el fraile dominico muere en olor de santidad en el convento de Zwolle, Holanda, a la edad de 47 años, entregando al pueblo cristiano un tesoro de inestimable valor recibido directamente da la Virgen María durante una de sus apariciones: quince promesas “para todos los que recen devotamente mi Rosario”.

   Pero ¿quién era Alano de Rupe para granjearse tanto afecto y predilección? Probablemente su nombre lo conocen sólo los historiadores de la orden dominica. Nació en Bretaña en 1428, y entró en el monasterio de la Orden de los Predicadores de Dinan, diócesis de Saint-Malo. Hizo la profesión religiosa muy joven y luego se trasladó al convento de Lille. Tras terminar los estudios de filosofía y teología en el colegio Saint-Jacques de París, el capítulo general de la Orden lo destinó en 1459 a la enseñanza para el año académico 1460-61. Mientras tanto había hecho una visita a Lille, en 1460, donde había sido nombrado miembro de la Congregación reformada de Holanda para tratar de reconducir los conventos a la estricta observancia.

“Cuando santa María le salvó”

   En aquellos años llenos de compromisos, su fama de gran teólogo se extendió por toda la Orden. Pero aún más se extendió la fama de su extraordinaria devoción a la Virgen. “El susodicho padre durante largo tiempo solía ofrecer el Rosario de María, en una asidua devoción diaria a Dios, a través de la abogada María, Madre de Dios” escribe Alano, que habla de sí mismo en tercera persona, transcurriendo pues “una vida segura con Dios en el Instituto de su vocación”. Este estado de gracia, sin embargo, no duró mucho. Cuenta Alano que, a partir de 1457, “estuvo muy afligido por la grandísima importuna molestia de otras tentaciones y por luchas muy crueles y tuvo que combatir”. “En efecto, permitiéndolo así Dios (como sólo él podía sacarlo de la tentación: cosa que la Iglesia conoce por experiencia, y hoy también sufre), fue tentado durante siete años enteros muy cruelmente por el diablo, fue azotado con látigos, y recibió duramente golpes con bastones”.

   La vida del religioso se había transformado en un verdadero calvario. Un día imprecisado del año 1464, mientras estaba como lector en el convento de la ciudad francesa de Douai, decidió incluso quitarse la vida. “Estaba una vez en una lúcida desesperación del alma, en la iglesia de su Sagrada Orden” escribe Alano. “Con la mano ya tendida de quien ha caído en tentación, pues había sacado el cuchillo, dobló el brazo y con la hoja afilada, tiró hacia su garganta un golpe tan decidido y certero para la muerte, que sin duda se hubiera cortado la garganta”. Pero en el momento en que todo parecía irremediable, sucedió algo, de improviso. “Se acercó en su socorro, misericordiosísima, la salvadora María, y con un golpe resuelto le aferró el brazo, no le permitió hacer lo que tenía pensado, le dio una bofetada al desesperado”, y le dijo: “¿Qué haces, oh mísero? Si hubieras pedido mi ayuda, como has hecho otras veces, no habrías caído en tan gran peligro”. Tras decir esto desapareció, y el desdichado se quedó solo.

Las quince Promesas

viernes, 7 de octubre de 2022

Las quince promesas del santo Rosario (Maravillosa lectura, ¡¡¡Imperdible!!!)


 


   En el año 1475 el fraile dominico Alano de Rupe puso por escrito los acontecimientos milagrosos de que había sido protagonista unos años antes: especialmente lo que la Virgen había prometido “a todos los que recen devotamente mi Rosario”

   “Alguien que rezaba el Salterio de la Virgen María fue acometido durante siete años enteros, a veces con los sentidos y otras materialmente, por espantosas tentaciones de los demonios. Y en estos años no tuvo ningún consuelo, ni siquiera el más mínimo. Al fin, por misericordia de Dios se le apareció la Reina de Clemencia, la cual acompañada por algunos santos, visitándole de vez en cuando, al haber abatido ella personalmente las tentaciones, lo libró del peligro (…) y le encargó que predicase este Rosario”.

   Estamos a comienzos del año 1475 cuando el fraile dominico Alano de Rupe decidió poner por escrito los acontecimientos milagrosos de los que había sido protagonista unos años antes. En aquel momento se encontraba en Lille, donde participaba, como maestro de teología, en el capítulo de la Congregación reformada de Holanda.

   Comienza a escribir su memorial justo a tiempo: el 8 de septiembre de ese mismo año, el fraile dominico muere en olor de santidad en el convento de Zwolle, Holanda, a la edad de 47 años, entregando al pueblo cristiano un tesoro de inestimable valor recibido directamente da la Virgen María durante una de sus apariciones: quince promesas “para todos los que recen devotamente mi Rosario”.

   Pero ¿quién era Alano de Rupe para granjearse tanto afecto y predilección? Probablemente su nombre lo conocen sólo los historiadores de la orden dominica. Nació en Bretaña en 1428, y entró en el monasterio de la Orden de los Predicadores de Dinan, diócesis de Saint-Malo. Hizo la profesión religiosa muy joven y luego se trasladó al convento de Lille. Tras terminar los estudios de filosofía y teología en el colegio Saint-Jacques de París, el capítulo general de la Orden lo destinó en 1459 a la enseñanza para el año académico 1460-61. Mientras tanto había hecho una visita a Lille, en 1460, donde había sido nombrado miembro de la Congregación reformada de Holanda para tratar de reconducir los conventos a la estricta observancia.

“Cuando santa María le salvó”

   En aquellos años llenos de compromisos, su fama de gran teólogo se extendió por toda la Orden. Pero aún más se extendió la fama de su extraordinaria devoción a la Virgen. “El susodicho padre durante largo tiempo solía ofrecer el Rosario de María, en una asidua devoción diaria a Dios, a través de la abogada María, Madre de Dios” escribe Alano, que habla de sí mismo en tercera persona, transcurriendo pues “una vida segura con Dios en el Instituto de su vocación”. Este estado de gracia, sin embargo, no duró mucho. Cuenta Alano que, a partir de 1457, “estuvo muy afligido por la grandísima importuna molestia de otras tentaciones y por luchas muy crueles y tuvo que combatir”. “En efecto, permitiéndolo así Dios (como sólo él podía sacarlo de la tentación: cosa que la Iglesia conoce por experiencia, y hoy también sufre), fue tentado durante siete años enteros muy cruelmente por el diablo, fue azotado con látigos, y recibió duramente golpes con bastones”.

   La vida del religioso se había transformado en un verdadero calvario. Un día imprecisado del año 1464, mientras estaba como lector en el convento de la ciudad francesa de Douai, decidió incluso quitarse la vida. “Estaba una vez en una lúcida desesperación del alma, en la iglesia de su Sagrada Orden” escribe Alano. “Con la mano ya tendida de quien ha caído en tentación, pues había sacado el cuchillo, dobló el brazo y con la hoja afilada, tiró hacia su garganta un golpe tan decidido y certero para la muerte, que sin duda se hubiera cortado la garganta”. Pero en el momento en que todo parecía irremediable, sucedió algo, de improviso. “Se acercó en su socorro, misericordiosísima, la salvadora María, y con un golpe resuelto le aferró el brazo, no le permitió hacer lo que tenía pensado, le dio una bofetada al desesperado”, y le dijo: “¿Qué haces, oh mísero? Si hubieras pedido mi ayuda, como has hecho otras veces, no habrías caído en tan gran peligro”. Tras decir esto desapareció, y el desdichado se quedó solo.

Las quince Promesas

   Después de esta primera aparición la situación no cambió. Al contrario, empeoró: las tentaciones volvieron a ser tan apremiantes que maduró en él la idea de abandonar la vida religiosa. Por si fuera poco, cayó enfermo tan gravemente que sus hermanos de hábito decidieron darle la extremaunción. Pero una noche, mientras “yacía desdichadamente en ardientes lamentos” se puso a invocar a la Virgen María. Y por segunda vez ella vino a visitarlo. Una luz cegadora “entre la décima y la undécima hora” iluminó su celda y “apareció majestuosa la Bienaventurada Virgen María, que lo saludó muy dulcemente”. Como verdadera madre, la Virgen se inclinó a curar la enfermedad del pobre hombre. Le colgó en el cuello una cadena entrenzada de su cabello de la que pendían ciento cincuenta piedras preciosas, con otras quince insertadas “según el número de su Rosario”, anota el fraile. María estableció un vínculo no sólo con él, sino que lo extendió “de modo espiritual e invisible a los que rezan devotamente su Rosario”.

   Y entonces la Virgen le dijo: “Regocíjate y alégrate, oh esposo, porque me has hecho regocijar tantas veces cuantas veces me has saludado en mi Rosario. Y, sin embargo, mientras yo era feliz, tú muy a menudo estabas angustiado (…), pero ¿por qué? Había establecido darte cosas dulces, por eso durante muchos años, te llevaba cosas amargas” (...) “Ea, alégrate ahora”.

   Y así sucedió: tras siete años de infierno, comenzaba para Alano otra vida: “Rezando el Rosario de María era especialmente luminoso, de una admirable delicia unida a una inexplicable alegría”. Y un día, justo mientras estaba rezando, la Virgen de nuevo “se dignó hacerle muchas brevísimas revelaciones”, anota. “Aquí están a continuación y las palabras son de la Madre de Dios:

1. A todos los que recen devotamente mi Rosario, les prometo mi protección especial y grandísimas gracias.

2. Quien persevere en el rezo de mi Rosario recibirá grandes beneficios.

3. El Rosario es un escudo poderoso contra el infierno; destruirá los vicios, librará del pecado, abatirá las herejías.

4. El Rosario hará germinar las virtudes y las buenas obras para que las almas consigan la Misericordia divina. Sustituirá en el corazón de los hombres el amor del mundo con el amor de Dios, elevándoles a desear los bienes celestiales y eternos. ¡Cuántas almas se santificarán con este medio!

5. El que se encomiende a mí con el Rosario, no perecerá.

6. El que rece devotamente mi Rosario, meditando sus misterios, no se verá oprimido por la desgracia. Si es pecador se convertirá; si justo, perseverará en gracia y será digno de la vida eterna.

7. Los verdaderos devotos de mi Rosario no morirán sin los Sacramentos de la Iglesia.

8. Todos los que recen mi Rosario tendrán durante su vida y en su muerte la luz de Dios, la plenitud de su gracia y serán partícipes de los méritos de los bienaventurados.

9. Libraré bien pronto del purgatorio a las almas devotas de mi Rosario.

10. Los verdaderos hijos de mi Rosario gozarán en el cielo de una gloria singular.

11. Todo lo que pidáis por medio del Rosario, lo alcanzaréis.

12. Socorreré en sus necesidades a los que propaguen mi Rosario.

13. He obtenido de mi Hijo que todos los miembros de la Confraternidad del Rosario tengan como hermanos a los santos del cielo durante su vida y en la hora de su muerte.

14. Los que rezan fielmente mi Rosario son todos hijos míos muy amados, hermanos y hermanas de Jesucristo.

15. La devoción a mi Rosario es una señal manifiesta de predestinación de Gloria.

Tras “entregar” las quince promesas, la Virgen se despidió pidiéndole a Alano un gesto de obediencia: “Predica cuanto has visto y oído. Y no temas, porque yo estaré siempre contigo y con todos los devotos de mi Rosario. Castigaré a los que se opongan a ti”.

   Y Alano obedeció inmediatamente: desde el bienio 1464-1465, periodo de las apariciones, hasta su muerte, el dominico no hizo más que difundir con la predicación la amada devoción mariana y crear las relativas Confraternidades. Y convenció, en 1474, al capítulo de los dominicos de Holanda a prescribir, por primera vez, el rezo del Rosario como oración que rezar por los vivos y por los muertos. En este mismo año, se erigió en la iglesia de los dominicos de Frankfurt el primer altar para una Confraternidad del Rosario.

   Mientras tanto, en su último año de vida, 1475, Alano se puso a escribir la Apología del Rosario de María, destinada a un tal Ferrico, obispo de Tournai, para contar todo lo que le había sucedido once años atrás. Antes de volver a Rostock donde tenía que comenzar el año escolástico, se detuvo en Zwolle, donde, el 15 de agosto, fiesta de la Asunción de María, enfermó gravemente.

   Rodeado de sus hermanos dominicos, que desde hacía tiempo lo consideraban beato, murió la víspera de la fiesta de la Natividad de la Bienaventurada Virgen María, el 8 de septiembre.

NOTA: Ya podemos decir en esta época BEATO ALANO DE RUPE

Fuente: Revista mensual 30 DÍAS n° 9 Año 2007. Por Pina Baglioni


domingo, 22 de mayo de 2022

EL ROSARIO ORACIÓN SUBLIME (ejemplos) – Por San Luis María Grignion de Montfort.

 




   Evita cuidadosamente el imitar la obstinación de aquella devota de Roma de quien tanto hablan Las maravillas del rosario. Era persona tan piadosa y ferviente, que con su vida santa confundía a los religiosos más austeros de la Iglesia de Dios.

   Quiso consultar a Santo Domingo. Confesóse con él. Impúsole el Santo como penitencia rezar un rosario, y le aconsejó que lo rezara todos los días. Excusóse ella diciendo que tenía todos los días sus ejercicios ya programados: cada día ganaba las indulgencias de las estaciones de Roma, llevaba cilicios, tomaba disciplina varias veces por semana y hacía tantos ayunos y mil otras penitencias. El Santo la volvió a exhortar a seguir su consejo. Pero ella se negó a ello, y salió del confesonario casi escandalizada del proceder del nuevo director, que quería hacerle aceptar una devoción contraria a su gusto.

   Hallándose cierto día en oración y arrebatada en éxtasis, vio a su alma obligada a comparecer ante el Juez supremo. San Miguel colocó en un platillo de la balanza todas sus penitencias y oraciones, y en el otro sus pecados e imperfecciones. El platillo de las buenas obras subía sin lograr equilibrar al otro. Alarmada, imploró misericordia. Dirigióse a la Santísima Virgen, abogada suya, quien dejó caer en el platillo de las buenas obras el único rosario que por penitencia habia rezado. Este pesó tanto que equilibró el peso de los pecados con el de las buenas obras. La Santísima Virgen la reprendió al mismo tiempo por no haber seguido el consejo de su servidor Santo Domingo de rezar el santo rosario todos los días. Al volver en sí, corrió a arrojarse a los pies de Santo Domingo. Contóle lo ocurrido, pidióle perdón de su incredulidad, prometió rezar todos los días el santo rosario y llegó por este medio a la perfección cristiana y a la gloria eterna.

 

Alma piadosa, aprende, pues, cuál es la eficacia, valor e importancia de la devoción del santo rosario y la meditación de sus misterios.

 

   ¡Quién más elevada en oración que Santa Magdalena, a quien los ángeles transportaban al cielo siete veces al día y que había estado en la escuela de Jesucristo y de su santísima Madre! Sin embargo, cuando pidió a Dios un medio eficaz para adelantar en su amor y llegar a la más alta perfección, el arcángel San Miguel vino a decirle de parte de Dios que no conocía otro distinto de considerar ante una cruz —que colocó a la entrada de su cueva— los misterios dolorosos que ella había contemplado con sus propios ojos.

   Que el ejemplo de San Francisco de Sales —ese gran director de almas espirituales en su tiempo— te estimule a hacerte socio de una cofradía tan santa como la del Rosario. Pues, no obstante ser santo, hizo voto de rezar el rosario completo todos los días de su vida.

   San Carlos Borromeo lo recitaba, igualmente, todos los días y lo recomendaba con insistencia a sus sacerdotes, a sus seminaristas y a todo su pueblo.

   San Pío V, uno de los papas más eminentes de la Iglesia, rezaba todos los días el rosario. Santo Tomás de Villanueva, arzobispo de Valencia; San Ignacio, San Francisco Javier, San Francisco de Borja, Santa Teresa, San Felipe Neri y muchos otros grandes hombres que no menciono se distinguieron por esta devoción. ¡Sigue sus ejemplos! Tus directores quedarán satisfechos, y si los informas de los frutos que puedes sacar de él, se apresurarán a animarte a recitarlo.

 

“EL SECRETO ADMIRABLE DEL SANTÍSIMO ROSARIO”


jueves, 28 de abril de 2022

Un Rosario por Cinco Céntimos – Una historia real, sencilla y bellísima en verdad. Espero la imitemos.


 

   Es la historia de una pobrecita. Cada día, a eso de las ocho, con toda exactitud llega cojeando.

   Se sienta al borde de un camino por donde pasan los veraneantes, y espera, con el rostro lleno de paz que se le dé una limosna.

   De sus dos ojos, de sus dos brazos, de sus dos piernas no tiene más que uno; le falta un ojo y tiene paralizados un brazo y una pierna. Con todo, cuenta con fuerzas suficientes para llevar un cestito que deja a su lado, en donde están todas sus provisiones, y además, UN ROSARIO.

   — Pasaba por allá casi cada día — refiere el que esto relata le daba regiamente... cinco céntimos.

   Como se ve, esta realeza es poco ruinosa.

   Cierto día; después de haber dado a la pobrecita la moneda tradicional, sobrevino una ligera maniobra, que ya había observado varias veces: tomó una piedra y la colocó en su cestita. Ya los años anteriores, me había sorprendido semejante maniobra; no la hacía siempre pero sí con bastante frecuencia.

   Trabando conversación con ella, le pregunté la razón de aquella.

   — Es para los rosarios, señor.

   — ¿Para los rosarios?

   — Sí.

   — ¿Cómo?

   — Cada vez que me dan algo rezo un rosario. Es muy justo ¿no es verdad? Pero sucede a veces que no puedo rezarlos todos de una vez, especialmente cuando la estación es buena y los bañistas son caritativos, entonces con las piedras de mi cestito llevo cuenta de los que he de rezar por la noche, y a veces aún en invierno.

   — ¿En invierno?

   — En invierno, sí, claro está, entonces naturalmente me quedo en casa. Por aquí no pasa ni un alma. Mire, el año pasado, me quedaron más de cien rosarios por rezar para el tiempo de las nieves. Los he rezado todos sin faltar uno.

   ¡Un rosario por cinco céntimos! ¡Oh! compremos por cinco céntimos, compremos las Avemarías. No demos jamás una limosna sin decir a quien la recibe: Ruegue por mí.

   Puede olvidarse el pobre de rogar por nosotros, mas no lo olvidará ciertamente el Ángel de la Guarda.

 

“El Faro de la Costa” Año 1931.

 


sábado, 15 de julio de 2017

EL SANTO ROSARIO.




“Tú, que esta amable devoción supones
monótona y cansada, no  la rezas,
porque siempre repite iguales sones;
tú no entiendes de amores ni tristezas.
¿Qué pobre se cansó de pedir dones?
¿Qué enamorado de decir ternezas”


Cada Avemaría
es como una flor,
y el Sagrado Rosario
un rosal de amor.

Cada Avemaría
es un escalón,
y el Rosario escala
que me lleva a Dios.


HOY SÁBADO, DÍA DEDICADO A LA VIRGEN MARÍA, REZAMOS LOS MISTERIOS GLORIOSOS.

Los misterios Gloriosos se rezan en la tradición Católica los días: MIÉRCOLES, SÁBADOS Y DOMINGOS.

Primer misterio: la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. FRUTO: la fe.

Segundo misterio: la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo a los cielos. FRUTO: la esperanza y el deseo del Cielo.

Tercer misterio: Pentecostés. FRUTO: la caridad y los dones del Espíritu Santo.

Cuarto misterio: la Asunción de Nuestra Señora. FRUTO: la gracia de una buena muerte.

Quinto misterio: la Coronación de la Santísima Virgen en el Cielo como Reina y Señora de todo lo creado. FRUTO: la verdadera devoción a la Santísima Virgen.









martes, 30 de mayo de 2017

¡Es necesario que María Reine! – Por el R. P. Lombaerde (misionero de la Sagrada Familia)




EJEMPLO: Santo Domingo

   Se puede afirmar que ese grito de amor: ¡Es necesario que Ella reine! era la divisa de este gran santo. Extender el culto de María y ganar corazones a su dulce Reina era el fin de su existencia.

   Desde su más tierna infancia escogió a María por Madre y la tomó por modelo de todas sus acciones. Se acostumbró a vivir en la intimidad de su cariñosa Madre y puso en la consecución de la vida de unión su tranquilidad resignada y el celo ardiente que en él admiramos.

   Desconfiando de sí mismo, sin embargo se reconoció elegido para apóstol de María y como tal todo lo esperaba de su protección. Su nombre bendito no se caía de los labios del santo y al pronunciarlo o pensar en su celestial Madre se derretía en amorosas lágrimas y era arrebatado en dulce éxtasis. Daba comienzo a todas sus obras con la invocación: “¡Permitid que os alabe, oh Virgen, santa! ¡Dadme fortaleza contra vuestros enemigos!”

   Esta vida de intimidad produjo en su alma ardoroso celo por hacer a los demás partícipes de sus convicciones personales. ¡Es necesario que Ella reine!, exclamaba con transportes de entusiasmo sagrado. Es necesario que Ella reine primero para establecer por su medio el reinado de su Hijo. Y para realizar esta aspiración nunca predicaba sin hablar algo de su divina Reina, ni daba comienzo a sermón alguno sin rogarle antes que bendijese su palabra. A él se atribuye la costumbre, tan antigua, de terminar los predicadores el exordio con el Avemaria.

   En los comienzos de su predicación el resultado no correspondía al trabajo; los herejes, a cuya conversión se había consagrado, seguían sordos a sus apremiantes exhortaciones y, a pesar de los prodigios de fe y de penitencia, el santo derramaba frecuentes e inconsolables lágrimas al ver la esterilidad de su apostolado.

   Permitió el Señor estos primeros fracasos porque intentaba revelar al mundo el poder de su santa Madre y los frutos admirables que su devoción produce.

   Cierto día en que el santo se quejaba confiadamente a la Santísima Virgen y la conjuraba a que bendijese sus trabajos, fue arrebatado en éxtasis. María se le mostró hermosa y radiante y le mandó que cesase ya en su inconsolable llanto. “Aquí tienes mi Rosario —le dijo—: predícalo en todas partes; él será eficaz remedio para todos los males”. Tomó el santo el Rosario con piadosa avidez y comenzó a predicar por doquiera esta devoción. Nada es capaz de contener su celo en propagarlo, y bien pronto el éxito más impensado corona sus esfuerzos. Los herejes se convierten en masa...

   Estos pacíficos triunfos inflamaron su celo de tal suerte que el santo no admitía descanso y eran sus resultados tan brillantes que en una sola provincia de Italia, la Lombardía, convirtió por el Rosario a cien mil herejes.

   Así pudo decirnos San Vicente Ferrer que de Santo Domingo se sirvió la Santísima Virgen para salvar y alegrar el mundo.



“Espíritu de la vida de intimidad con la Santísima Virgen”

jueves, 25 de mayo de 2017

Testimonio del poder de María Santísima y su Santo Rosario sobre el infierno y sus demonios – Por San Luis María Grignion de Montfort.




   …Entonces los demonios comenzaron a gritar:

   “¡Oh enemiga nuestra! ¡Oh ruina y confusión nuestra! ¿Por qué viniste del cielo a atormentarnos en forma tan cruel? ¿Será preciso que por ti, ¡oh abogada de los pecadores, a quienes sacas del infierno; oh camino seguro del cielo!, seamos obligados —a pesar nuestro— a confesar delante de todos lo que es causa de nuestra confusión y ruina? ¡Ay de nosotros! ¡Maldición a nuestros príncipes de las tinieblas!

   ¡Oíd, pues, cristianos! “Esta Madre de Cristo es omnipotente, y puede impedir que sus siervos caigan en el infierno. Ella, como un sol, disipa las tinieblas de nuestras astutas maquinaciones. Descubre nuestras intrigas, rompe nuestras redes y reduce a la inutilidad todas nuestras tentaciones. Nos vemos obligados a confesar que ninguno que persevere en su servicio se condena con nosotros. Un solo suspiro que Ella presente a la Santísima Trinidad vale más que todas las oraciones, votos y deseos de todos los santos. Ea tememos más que a todos los bienaventurados juntos y nada podemos contra sus fieles servidores.

   Tened también en cuenta que muchos cristianos que la invocan al morir y que deberían condenarse, según las leyes ordinarias, se salvan gracias a su intercesión. ¡Ah! Si esta Marieta —así la llamaban en su furia— no se hubiera opuesto a nuestros designios y esfuerzos, ¡hace tiempo habríamos derribado y destruido a la Iglesia y precipitado en el error y la infidelidad a todas sus jerarquías! Tenemos que añadir, con mayor claridad y precisión —obligados por la violencia que nos hacen—, que nadie que persevere en el rezo del rosario se condenará. Porque Ella obtiene para sus fieles devotos la verdadera contrición de los pecados, para que los confiesen y alcancen el perdón e indulgencia de ellos.”



“EL SECRETO ADMIRABLE DEL SANTÍSIMO ROSARIO”

miércoles, 26 de abril de 2017

No dejen de rezar el Santo Rosario




   No dejen de rezar el Santo Rosario, nada bueno podemos hacer sin la oración constante a nuestra Madre del Cielo. Ella es quien nos consigue de su Hijo Divino cuantas gracias necesitamos para salvar nuestras almas. Por eso ¡Sed valientes y no abandonéis el rezo del Santo Rosario! El demonio busca eso que dejes la oración.


   Reza el Santo Rosario hasta que El Señor te llame a su presencia, y de sus dulces labios escuches decir: “He oído a mi Madre hablar de ti”

sábado, 8 de octubre de 2016

El padre de familia que no reza. (Pequeña reflexión sobre la responsabilidad del Padre de familia de rezar y hacer rezar en familia)




   El pequeño Paul, que tiene sólo cuatro años y medio, está arrodillado al lado de su cama diciendo sus oraciones de la noche; parece que toma mucho tiempo.

   “¿No has terminado tus oraciones?”, le pregunta su sirvienta.

   “Sí”, responde el niño, un poco avergonzado.

   “Bien, entonces, ¿qué están haciendo ahora?”. El niño enrojece y murmura tímidamente, “yo rezo cada noche dos veces, por mí y por mi papá. Le escuché que objetó a mi mamá cuando ella le pidió que hiciera sus oraciones; así que ahora estoy haciéndolas por él”.

* * *

   ¿Precoz, diría usted? Quizá. ¿Pero no nos sorprenden a menudo los niños con sus percepciones? ¡Qué necios son los padres que creen que pueden descuidar la lógica con sus hijos! ¡Qué poco saben los padres sobre el funcionamiento de esas jóvenes mentes y corazones! ¡Qué poco saben los padres sobre cómo pueden utilizar lo que escuchan esos pequeños! Lady Baker, una conversa, escribe en “La Casa de la Luz” que cuando tenía 11 años de edad, ella escuchó una conversación entre su padre y su madre sobre religión. El padre estaba diciendo, “escuché un buen sermón hoy; señalaba cómo la Reforma fue un gran error y que Inglaterra hubiera sido mucho mejor sin ella”…

   “Ten cuidado”, interrumpió su esposa en un tono escandalizado, “ten cuidado con los niños”.

   “Fui mandada a estudiar”, continúa la Señora Baker “y no escuché más de la conversación; pero comencé a pensar sobre estas palabras extrañas”.

   Esa misma noche, cuando fui a dar un paseo con la sirvienta, ella me invitó a visitar una Iglesia Católica. Desde esa fecha, dice, nació en ella un deseo de estudiar los inicios de la pretendida Reforma y de cambiar su religión si más tarde este estudio demostraba que lo que su padre había dicho era verdadero.

   Puede ser que los padres no hayan perdido el hábito de la oración, por la gracia de Dios, pero podría ser que no hagan que sus hijos los vean rezando a menudo. Orar y dejar que los hijos vean que uno reza, son dos cosas diferentes. No basta con rezar individualmente. Su deber como cabeza de familia es orar en nombre de la familia, a la vista de la familia y con la familia. Los niños deben saber que su padre honra a Dios. Deben ver que él mismo se comporta respetuosamente ante El. Deben aprender de su ejemplo el gran deber de la adoración y del culto.

   La oración, al menos por la noche, debe decirse en común. En muchas familias donde todos se reúnen al final del día para honrar a Dios, es la madre quien dirige la oración hasta que llegue el momento en que cada niño sea capaz de tomar su turno. Sería mucho mejor que el padre tomara la iniciativa. Es la función que le cabe, una función que es de un carácter casi sacerdotal.

   Siempre debo ver quién escucha. Los niños no se pierden nada…


Adaptado de “Cristo en el hogar”, del Padre Raoul Plus, S.J.,


(Colorado Springs, CO: Gardner Brothers, 1951)

viernes, 7 de octubre de 2016

Las quince promesas del santo Rosario (Maravillosa lectura, ¡¡¡Imperdible!!!)




   En el año 1475 el fraile dominico Alano de Rupe puso por escrito los acontecimientos milagrosos de que había sido protagonista unos años antes: especialmente lo que la Virgen había prometido “a todos los que recen devotamente mi Rosario”

   “Alguien que rezaba el Salterio de la Virgen María fue acometido durante siete años enteros, a veces con los sentidos y otras materialmente, por espantosas tentaciones de los demonios. Y en estos años no tuvo ningún consuelo, ni siquiera el más mínimo. Al fin, por misericordia de Dios se le apareció la Reina de Clemencia, la cual acompañada por algunos santos, visitándole de vez en cuando, al haber abatido ella personalmente las tentaciones, lo libró del peligro (…) y le encargó que predicase este Rosario”.

   Estamos a comienzos del año 1475 cuando el fraile dominico Alano de Rupe decidió poner por escrito los acontecimientos milagrosos de los que había sido protagonista unos años antes. En aquel momento se encontraba en Lille, donde participaba, como maestro de teología, en el capítulo de la Congregación reformada de Holanda.

   Comienza a escribir su memorial justo a tiempo: el 8 de septiembre de ese mismo año, el fraile dominico muere en olor de santidad en el convento de Zwolle, Holanda, a la edad de 47 años, entregando al pueblo cristiano un tesoro de inestimable valor recibido directamente da la Virgen María durante una de sus apariciones: quince promesas “para todos los que recen devotamente mi Rosario”.

   Pero ¿quién era Alano de Rupe para granjearse tanto afecto y predilección? Probablemente su nombre lo conocen sólo los historiadores de la orden dominica. Nació en Bretaña en 1428, y entró en el monasterio de la Orden de los Predicadores de Dinan, diócesis de Saint-Malo. Hizo la profesión religiosa muy joven y luego se trasladó al convento de Lille. Tras terminar los estudios de filosofía y teología en el colegio Saint-Jacques de París, el capítulo general de la Orden lo destinó en 1459 a la enseñanza para el año académico 1460-61. Mientras tanto había hecho una visita a Lille, en 1460, donde había sido nombrado miembro de la Congregación reformada de Holanda para tratar de reconducir los conventos a la estricta observancia.

“Cuando santa María le salvó”

   En aquellos años llenos de compromisos, su fama de gran teólogo se extendió por toda la Orden. Pero aún más se extendió la fama de su extraordinaria devoción a la Virgen. “El susodicho padre durante largo tiempo solía ofrecer el Rosario de María, en una asidua devoción diaria a Dios, a través de la abogada María, Madre de Dios” escribe Alano, que habla de sí mismo en tercera persona, transcurriendo pues “una vida segura con Dios en el Instituto de su vocación”. Este estado de gracia, sin embargo, no duró mucho. Cuenta Alano que, a partir de 1457, “estuvo muy afligido por la grandísima importuna molestia de otras tentaciones y por luchas muy crueles y tuvo que combatir”. “En efecto, permitiéndolo así Dios (como sólo él podía sacarlo de la tentación: cosa que la Iglesia conoce por experiencia, y hoy también sufre), fue tentado durante siete años enteros muy cruelmente por el diablo, fue azotado con látigos, y recibió duramente golpes con bastones”.

   La vida del religioso se había transformado en un verdadero calvario. Un día imprecisado del año 1464, mientras estaba como lector en el convento de la ciudad francesa de Douai, decidió incluso quitarse la vida. “Estaba una vez en una lúcida desesperación del alma, en la iglesia de su Sagrada Orden” escribe Alano. “Con la mano ya tendida de quien ha caído en tentación, pues había sacado el cuchillo, dobló el brazo y con la hoja afilada, tiró hacia su garganta un golpe tan decidido y certero para la muerte, que sin duda se hubiera cortado la garganta”. Pero en el momento en que todo parecía irremediable, sucedió algo, de improviso. “Se acercó en su socorro, misericordiosísima, la salvadora María, y con un golpe resuelto le aferró el brazo, no le permitió hacer lo que tenía pensado, le dio una bofetada al desesperado”, y le dijo: “¿Qué haces, oh mísero? Si hubieras pedido mi ayuda, como has hecho otras veces, no habrías caído en tan gran peligro”. Tras decir esto desapareció, y el desdichado se quedó solo.

Las quince Promesas

   Después de esta primera aparición la situación no cambió. Al contrario, empeoró: las tentaciones volvieron a ser tan apremiantes que maduró en él la idea de abandonar la vida religiosa. Por si fuera poco, cayó enfermo tan gravemente que sus hermanos de hábito decidieron darle la extremaunción. Pero una noche, mientras “yacía desdichadamente en ardientes lamentos” se puso a invocar a la Virgen María. Y por segunda vez ella vino a visitarlo. Una luz cegadora “entre la décima y la undécima hora” iluminó su celda y “apareció majestuosa la Bienaventurada Virgen María, que lo saludó muy dulcemente”. Como verdadera madre, la Virgen se inclinó a curar la enfermedad del pobre hombre. Le colgó en el cuello una cadena entrenzada de su cabello de la que pendían ciento cincuenta piedras preciosas, con otras quince insertadas “según el número de su Rosario”, anota el fraile. María estableció un vínculo no sólo con él, sino que lo extendió “de modo espiritual e invisible a los que rezan devotamente su Rosario”.

   Y entonces la Virgen le dijo: “Regocíjate y alégrate, oh esposo, porque me has hecho regocijar tantas veces cuantas veces me has saludado en mi Rosario. Y, sin embargo, mientras yo era feliz, tú muy a menudo estabas angustiado (…), pero ¿por qué? Había establecido darte cosas dulces, por eso durante muchos años, te llevaba cosas amargas” (...) “Ea, alégrate ahora”.

   Y así sucedió: tras siete años de infierno, comenzaba para Alano otra vida: “Rezando el Rosario de María era especialmente luminoso, de una admirable delicia unida a una inexplicable alegría”. Y un día, justo mientras estaba rezando, la Virgen de nuevo “se dignó hacerle muchas brevísimas revelaciones”, anota. “Aquí están a continuación y las palabras son de la Madre de Dios:

1. A todos los que recen devotamente mi Rosario, les prometo mi protección especial y grandísimas gracias.
2. Quien persevere en el rezo de mi Rosario recibirá grandes beneficios.
3. El Rosario es un escudo poderoso contra el infierno; destruirá los vicios, librará del pecado, abatirá las herejías.
4. El Rosario hará germinar las virtudes y las buenas obras para que las almas consigan la Misericordia divina. Sustituirá en el corazón de los hombres el amor del mundo con el amor de Dios, elevándoles a desear los bienes celestiales y eternos. ¡Cuántas almas se santificarán con este medio!
5. El que se encomiende a mí con el Rosario, no perecerá.
6. El que rece devotamente mi Rosario, meditando sus misterios, no se verá oprimido por la desgracia. Si es pecador se convertirá; si justo, perseverará en gracia y será digno de la vida eterna.
7. Los verdaderos devotos de mi Rosario no morirán sin los Sacramentos de la Iglesia.
8. Todos los que recen mi Rosario tendrán durante su vida y en su muerte la luz de Dios, la plenitud de su gracia y serán partícipes de los méritos de los bienaventurados.
9. Libraré bien pronto del purgatorio a las almas devotas de mi Rosario.
10. Los verdaderos hijos de mi Rosario gozarán en el cielo de una gloria singular.
11. Todo lo que pidáis por medio del Rosario, lo alcanzaréis.
12. Socorreré en sus necesidades a los que propaguen mi Rosario.
13. He obtenido de mi Hijo que todos los miembros de la Confraternidad del Rosario tengan como hermanos a los santos del cielo durante su vida y en la hora de su muerte.
14. Los que rezan fielmente mi Rosario son todos hijos míos muy amados, hermanos y hermanas de Jesucristo.
15. La devoción a mi Rosario es una señal manifiesta de predestinación de Gloria.

   Tras “entregar” las quince promesas, la Virgen se despidió pidiéndole a Alano un gesto de obediencia: “Predica cuanto has visto y oído. Y no temas, porque yo estaré siempre contigo y con todos los devotos de mi Rosario. Castigaré a los que se opongan a ti”.

   Y Alano obedeció inmediatamente: desde el bienio 1464-1465, periodo de las apariciones, hasta su muerte, el dominico no hizo más que difundir con la predicación la amada devoción mariana y crear las relativas Confraternidades. Y convenció, en 1474, al capítulo de los dominicos de Holanda a prescribir, por primera vez, el rezo del Rosario como oración que rezar por los vivos y por los muertos. En este mismo año, se erigió en la iglesia de los dominicos de Frankfurt el primer altar para una Confraternidad del Rosario.

   Mientras tanto, en su último año de vida, 1475, Alano se puso a escribir la Apología del Rosario de María, destinada a un tal Ferrico, obispo de Tournai, para contar todo lo que le había sucedido once años atrás. Antes de volver a Rostock donde tenía que comenzar el año escolástico, se detuvo en Zwolle, donde, el 15 de agosto, fiesta de la Asunción de María, enfermó gravemente.

   Rodeado de sus hermanos dominicos, que desde hacía tiempo lo consideraban beato, murió la víspera de la fiesta de la Natividad de la Bienaventurada Virgen María, el 8 de septiembre.


NOTA: Ya podemos decir en esta época BEATO ALANO DE RUPE


Fuente: Revista mensual 30 DÍAS n° 9 Año 2007. Por Pina Baglioni

sábado, 17 de septiembre de 2016

La Santísima Virgen no favorece solamente a quienes predica el Rosario, sino que recompensa también gloriosamente a quienes con su ejemplo atraen a los demás a esta devoción.




   Alfonso, rey de León y de Galicia, deseando que todos sus criados honraran a la Santísima Virgen con el Rosario, resolvió, para animarlos con su ejemplo, llevar ostensiblemente un gran Rosario, aunque sin rezarlo. Bastó esto para obligar a toda la corte a rezarlo devotamente.

   El rey cayó enfermo de gravedad. Ya le creían muerto cuando arrebatado en espíritu ante el tribunal de Jesucristo, vio a los demonios que le acusaban de todos los crímenes que había cometido. Cuando el divino Juez lo iba ya a condenar a las penas eternas, intervino en favor suyo la Santísima Virgen. Trajeron, entonces, una balanza: en un platillo de la misma colocaron los pecados del rey. La Santísima Virgen colocó en el otro el Rosario que Alfonso había llevado para honrarla y los que, gracias a su ejemplo, habían recitado otras personas. Esto pesó más que los pecados del rey. La Virgen le dijo luego, mirándole benignamente:

   “Para recompensarte por el pequeño servicio que me hiciste al llevar mi Rosario, te he alcanzado de mi Hijo la prolongación de tu vida por algunos años. ¡Empléalos bien y haz penitencia!”.

   Volviendo en sí el rey exclamó: “¡Oh bendito Rosario de la Santísima Virgen, que me libró de la condenación eterna!” Y después de recobrar la salud, fue siempre devoto del Rosario y lo recitó todos los días.

   Que los devotos de la Santísima Virgen traten de ganar el mayor número de fieles para la cofradía del Santo Rosario, a ejemplo de estos santos y de este rey. Así conseguirán en la tierra la protección de María y luego la vida eterna: Los que me den a conocer, alcanzarán la vida eterna.


“EL SECRETO ADMIRABLES DEL SANTÍSIMO ROSARIO”


San Luis María Grignion de Montfort