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martes, 20 de diciembre de 2016

MEDITACIONES del P. LUIS DE LA PUENTE para las fiestas de Navidad.



Del nacimiento de Jesucristo nuestro Señor en el portal de Belén.


MEDITACION PRIMERA.


PUNTO PRIMERO.


   Primeramente se ha de considerar lo que hizo el Verbo eterno encarnado en las entrañas de su Madre, cuando llegó la hora de salir de ellas.

   Ponderando lo primero, que así como no quiso anticipar el tiempo de su nacimiento, tampoco quiso dilatarle, sino nacer puntualmente cumplidos los nueve meses, para manifestarse al mundo con un entrañable deseo de comenzar su carrera con gran fervor y alegría de corazon, cumpliéndose lo que dijo David: Alegróse como gigante para correr su carrera; de lo sumo del cielo es su salida, sin parar hasta el otro extremo (Ps. XVIII, 7): porque aunque sabía cuan áspera había de ser la carrera desde su nacimiento hasta su muerte, se alegró con fortaleza para comenzarla, saliendo del vientre de la Virgen, que era su cielo, poniendo luego los pies en el lugar más vil y bajo que babia en la tierra: por lo cual debo darle gracias y suplicarle me dé luz para conocer y sentir lo que en esta su entrada pasa. O Niño más fuerte que gigante: pues como nuevo sol resplandeciente queréis salir por el oriente a correr vuestra carrera hasta el occidente de la cruz, alumbrad mí entendimiento y encended mi voluntad, para que vea y contemple vuestra salida, y ame con gran fervor las virtudes que descubrís en ella.


PUNTO SEGUNDO.


   Luego ponderaré, cuan liberal se mostró entonces con su Madre, a la manera que un hombre poderoso y rico, cuando se ha hospedado en casa de un aldeano pobre, y lo ha hecho buen hospedaje, no por interés sino por servirle, suele a la despedida pagárselo muy bien, y darle alguna preciosa dádiva, o por agradecimiento o por limosna: así lambien como a Virgen había hecho a su Hijo tan buen hospedaje nueve meses , al tiempo que quiso salir de la posada, la dió dones riquísimos de gracia, una altísima contemplación de aquel misterio, y unos júbilos de alegría extraordinarios, en lugar de los dolores que otras mujeres suelen sentir cuando están de parto; porque no era razón, que quien no tuvo deleite sensual en el concebir, tuviese dolor en el parir; y aunque consigo no dispensó en lo que era padecer dolores, quiso que su Madre en este caso no los padeciese. De la misma manera puedo considerar, que cuando entra Cristo nuestro señor sacramentalmente en nosotros, a la primera entrada nos da la gracia sacramental: y si le hacemos buen hospedaje, antes de la salida nos da ricas joyas de afectos de devoción y contemplación y júbilos de alegría, como quien paga el buen hospedaje que le hacemos. Por tanto, alma mía, mira como hospedas a este Huésped soberano, para que te deje rica y harta con los dones del cielo.


PUNTO TERCERO.


   En tercer lugar ponderaré, como Cristo nuestro señor por la misma causa quiso salir del vientre de su Madre con un modo milagroso, sin que ella padeciese detrimento en su virginidad, porque no era razón saliese de la casa donde tan buen hospedaje le habían hecho con daño de la entereza que tenía, honrando con esto a su Madre, y avisándonos a todos, que por hospedarle y servirle no recibiremos detrimento, haciendo, si fuere menester, para ello algún milagro; porque quien no le hizo para preservarse a sí de padecer, suele hacerle para preservar de ello a sus escogidos cuando les conviene. ¡O Maestro soberano! cuan bien me enseñáis con este ejemplo la condición del verdadero amor, que es riguroso para sí y blando con otros: para si quiere los rigores por afligirse, y para el prójimo los favores por regalarle: ayudadme con vuestra copiosa gracia, para que en ambas cosas imite vuestra encendida caridad.




lunes, 19 de diciembre de 2016

MEDITACIONES del P. LUIS DE LA PUENTE para las fiestas de Navidad.




De la jornada de la Vírgen nuestra Señora desde Nazaret a Belén.


MEDITACIÓN SEGUNDA.


PUNTO PRIMERO.


   En tercer lugar, se ha de considerar la jornada de la Virgen, el modo como caminaba y las virtudes que ejercitaba con deseo de imitarla en ellas: ponderando como por ser ella pobre, el camino largo, y el tiempo del invierno riguroso, no la faltaban trabajos; pero todos los llevaba con admirable paciencia y alegría. Iba con gran modestia de sus ojos, y el corazon puesto en Dios y en él Dios que llevaba en sus entrañas, con quien tenía sus coloquios y entretenimientos como arriba se dijo: Si algún rato hablaba con su Esposo, todo era de Dios con gran dulzura; y no se cansaba, aunque iba preñada, porque el hijo no era cargoso, y la esperanza de verle presto nacido la daba grande alegría y gusto salir de Nazaret, porque con mayor quietud gozaría de su Hijo, naciendo fuera de ella. O Virgen benditísima, no es menester deciros el como a la Esposa (Cant. II, 40, 44, .42): ... Que os deis prisa a caminar, pues ya paso el invierno y cesó la lluvia, y han salido las flores del verano; porque las ganas de padecer y obedecer, os hacen caminar en el rigor del invierno, para que nazca la flor de Jesé, en quien está nuestro descanso. ¡Oh quien pudiera imitar las virtudes que en este camino ejercitasteis, acompañando vuestros pasos con espíritu, ya que no me fué concedido hacerlo con el cuerpo!


PUNTO SEGUNDO.


   En cuarto lugar, consideraré la entrada de la Virgen en Belén, la cual fué en ocasión de tanto concurso de gente, que no halló quien la hospedase, ni en el mesón hubo aposento donde estuviese; y asi le fué forzoso recogerse a un pobre establo de animales, trazándolo la divina Providencia, para que él Hijo de Dios entrase en el mundo mendigando y padeciendo, sin haber quien se compadeciese de su trabajo.

   Sobre este paso se ha de ponderar la excelencia del Señor que busca posada para nacer y no la encuentra: la ceguedad de los hombres que no le conocen ni se la dan: los bienes de que se privan por no dársela: y como escoge para si lo peor del mundo, sacando afectos y sentimientos tiernos de todo esto.

   Lo primero ponderaré, como los hombres del mundo tienen palacios y casas muy acomodadas, y los ricos de Belén estaban muy abrigados y aposentados a su gusto; y el Hijo del Eterno Padre, Señor de todo lo criado (Juan. I, 3), viniendo a buscar posada, y en su propia ciudad donde era natural, y entre los de su tribu y familia, no halla quien le hospede (Juan. 1, 11). ¡Ho Verbo eterno encarnado, cuan presto comienza el mundo a desecharte, habiendo tú venido a remediarle! Ya puedes decir, que las raposas del campo tienen cuevas, y las aves del cielo nidos, donde pongan sus huevos y críen sus hijuelos; pero el Hijo del hombre, y su pobre madre, no halla donde reclinar su cabeza (Luc. IX, 58). Las raposas te echan de sus cuevas, porque los astutos y ricos de la tierra aborrecen la simplicidad y pobreza.

   Las aves no te admiten en sus nidos, porque los nobles y soberbios del· mundo desprecian tu humildad y bajeza; y así te vas al pobre y humilde establo, donde el buey conocerá a su poseedor, y el jumento dejará su pesebre por darle a su Señor (Isaías. I, 3). O Señor de los señores y poseedor de todo lo criado, echa de mi alma las raposerías astutas y las volaterías soberbias que la ocupan, para que tú halles paso dentro de ella.


PUNTO TERCERO


   De aquí subiré a considerar, como la causa de no hallar posada Cristo en Belén, era la ignorancia de aquella gente; porque llegando Dios a sus puertas, no le conocían, ni sabían el bien que les viniera si le admitieran, admitiendo otros huéspedes de quienes podían recibir poco o ningún provecho. ¡O cuan dichoso fuera el que  hospedara  este Señor para que naciera en su casa! ¡Qué de riquezas espirituales le diera! ¡Cuán bien le pagará el hospedaje como lo pagó a Marta y á Zaque! ¡O cuan dichosa seria mi alma si acertase a hospedar a este Señor y darle lugar para que naciese espiritualmente  ella! O Dios infinito, que rodeas las puertas de mi corazon, llamando con inspiraciones para que te abra, con deseo de entrar en él para enriquecerle con los dones de tu gracia (Apoc. III, .20), no permitas que te cierre la puerta por no conocerte, o te despida por no estimarte. Ven, Señor, ven y llama, que yo te oiré: toca a mi puerta, que yo te abriré y te daré la mejor pieza de mi casa que es mi corazón, para que descanses a tu voluntad en ella.


   Finalmente tengo de ponderar la paciencia con que la Vírgen y san José elevaron aquel trabajo y desamparo, y con cuanta alegría sufrieron los desvelos de los que los desechaban por ser pobres; y con qué gusto se recogieron al establo, tomando para si el lugar más desechado de la tierra. Con lo cual maravillosamente hermanaron humildad y pobreza con paciencia y alegría: a cuya imitación procuraré desear para mí lo peor y más despreciado del mundo, llevándolo con alegría cuando me cupiere en suerte; pues que no hay suerte mejor que imitar a estos gloriosos Santos, como ellos imitaron a Cristo.

viernes, 16 de diciembre de 2016

MEDITACIONES del P. LUIS DE LA PUENTE para las fiestas de Navidad.




De la jornada de la Vírgen nuestra Señora desde Nazaret a Belén.


MEDITACION PRIMERA.


Punto primero.


   En primer lugar, consideraré por fundamento de las meditaciones siguientes, como el Verbo encarnado, estando en las entrañas de su Madre, quiso hacer una en rada en el mondo, la más nueva, admirable y santa que jamás hubo ni habrá; penosa para sí y provechosa para nosotros, asentando los cimientos de la perfección evangélica· que babia de predicar. De modo que, su primera entrada en el mundo, como dice San Cipriano (Serm. de Nat.), fuese dechado de nuestra primera entrada en la Religión cristiana, para que entrasen sus discípulos por donde él entró, ejercitando las virtudes que ejercitó. Y para este fin dejó todo lo que el mundo ama y busca, y buscó todo lo que el mundo aborrece y huye. Y así, para nacer dió traza como salir de Nazaret por dejar las comodidades que pudiera tener, naciendo en casa de su Madre y entre sus deudos y conocidos, a donde no le fallara el abrigo de un aposento, y brizo y algún regalo, como no le faltó al Bautista, por nacer en casa de su padre; pero todo lo dejó, mostrando cuanto aborrece los regalos de la carne, y cuan amigo es de pobreza; pues deja lo poco que tiene su pobre Madre, y como peregrino quiere nacer en Belén, en tal coyuntura que todo le fallase.

   Con este ejemplo me confundiré, por verme tan amigo de mis comodidades y regalos que, no solamente no huyo de ellos, pero con ansia los busco; y si no los hallo, me aflijo. ¡O Jesús Nazareno, Florido con flores de virtudes celestiales, que sales de Nazaret por huir las flores de los regalos terrenos! suplícote por esta salida favorezcas mi flaqueza, para que renuncie las flores y blanduras de mi carne, deseando solamente las flores de tus virtudes, con las cuales adornes mi alma, para que le dignes nacer en ella. Amen.


Punto segundo.


   En segundo lugar, consideraré la ocasión que tomó Cristo nuestro Señor para hacer esta jornada, y salir con su intento; porque en aquellos días salió un edicto de Augusto César, que todo el orbe se empadronase, acudiendo cada uno a la ciudad de donde tenía su origen. En cumplimiento de esto fue José de Nazaret a Belén, para encabezarse allí con María su esposa, que estaba preñada.

   En este hecho ponderaré cuan diferentes son los pensamientos de Dios y los de los hombres; los del rey del cielo de los del rey de la tierra: porque este edicto estaba fundado en soberbia, ambición, jactancia y avaricia, mandando más de lo que podía; esto es, que todo el orbe se encabezase, como si todo fuera suyo, y deseando que todos fuesen sus vasallos y le pagasen pecho, aunque fuesen pobres y necesitados. Pero al contrario el rey del cielo Jesucristo; todos sus pensamientos tenia puestos en humildad, pobreza y sujeción, y en hollar pompas, riquezas y vanidades. No viene mandar ni a ser servido, sino a obedecer y servir a todo el mundo. Y en confirmación de esto, quiere que su Madre y él en ella se encabecen, y profesen ser vasallos de Augusto César y le paguen tributo, para confundir con este ejemplo la soberbia y codicia del mundo; porque si el Rey de reyes, y Monarca de todo lo criado entra en el mundo humillándose, y prestando vasallaje a un rey terreno y malo.

   ¿Qué mucho me humille yo, y me sujete a toda humana criatura por su amor? (Pet. II 13). Y ¿qué soberbia será no humillarme al mismo Dios, reconociéndome por su vasallo, y pagándole con obediencia el tributo que le debo? ¡O rey del cielo! no permitas en mí tal soberbia, pues te humillaste tanto para remediarla.


Punto tercero.


   Lo segundo ponderaré, que aunque este edicto se fundaba en soberbia y codicia, quiere Dios que sea obedecido de los suyos, porque gusta obedezcamos a nuestros superiores en todo lo lícito que nos madaren (Mateo. XXIII, 3), aunque lo manden por sus propios intereses y dañados fines, reconociendo en ellos a Dios, cuyo lugar tienen. Y así Cristo nuestro señor levantó de punto esta obediencia, haciendo esta jornada por cumplir la voluntad del Eterno Padre que babia ordenado naciese su Hijo en Belén de Judá (Mich. v, 2; Math. II, 6), aunque su providencia tomó este edicto del emperador Augusto, como medio para conseguir su intento. Y como Cristo nuestro señor venia al mundo a cumplir, no su voluntad, sino la del que le enviaba (Juan. VI, 38), quiso nacer en el lugar donde su Padre babia ordenado, y nacer obedeciendo, como murió obedeciendo, para que todos aprendamos a obedecer. ¡O Amado mío! pues mi vida está en hacer tu voluntad, mis entradas y salidas en cuanto hiciere, sean conformes a ella por siempre jamás. Amén.