ASMODEO EL DEMONIO DE LA LUJURIA
8°) El último medio es
la frecuencia de los santos Sacramentos. En ellos nos dejó Cristo la más
sana, eficaz y segura medicina para remedio de todos nuestros males, porque,
como dice el Tridentino, por ellos comienza la justificación, o comenzada, se
aumenta, o perdida se recobra.
Y muy
especialmente la frecuencia de los sacramentos de la Penitencia
y Eucaristía es poderoso remedio contra el
vicio de la torpeza.
No te
confundas en confesar tus pecados, dice el Sabio (Eccles. IV, 91), confiándolos
con una confesión humilde y vergonzosa de haberlos cometido, pues esto es una
santa venganza que te traerá la paz del alma, dice San Bernardo
Nada pudo el Rey de Siria con todo su
ejército contra el Rey de Israel, porque el profeta Elíseo dió a éste noticia
de todas las asechanzas del enemigo, así el demonio nada podrá hacer contra tí
con todas sus asechanzas y sugestiones si tú las manifiestas a tu confesor, porque
además de la gracia del sacramento, él, con sus santos consejos y
amonestaciones, te ayudará a resistir y a vencer la sugestión y la torpeza.
Casiano escribe
de una alma molestadísima en esta materia, pero que siempre que volvía la
tentación acudía a su confesor, por cuyo medio logró la más completa victoria.
Él
sacramento de la Eucaristía, es también antídoto y febrífugo de la sensualidad;
porque, como dijo San Cirilo, cuando recibimos a la Majestad de Cristo,
pacífica y refrena la ley de la concupiscencia, que reside en nuestros
miembros; corrobora la piedad y extingue las inquietas perturbaciones del
ánimo. Del augustísimo Sacramento
habla Zacarías cuando pregunta: ¿Qué cosa es su bien, y qué su hermosura? y
responde: El trigo de los escogidos y el vino que germina vírgenes (Zach. IX,
17): una versión dice: que hace cantar a las vírgenes; porque este divino
Sacramento da a la castidad tan poderosas armas, que aun antes del combate ya
puede cantar la victoria. Al profeta Elias, huyendo de la cruel y torpe
Jezabel, le corroboró y dió fuerzas un pan, figura de la Eucaristía. Las aguas
del Jordán se detuvieron luego que entró en el rio el arca de la alianza, y así
se detienen las tentaciones al entrar la santa Comunión en nuestro pecho. Solamente que es necesario frecuentar estas
armas de estos sacramentos, pues David no osaba salir a campaña contra el
gigante con las armas de Saúl, aunque eran muy firmes y seguras, porque no
estaba a ellas acostumbrado.
El Señor
nos conceda sus soberanos auxilios para frecuentar sus santos Sacramentos, y
por su virtud alcanzar la vida eterna. Amen.
R.
P. FR. ANTONIO ARBIOL
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