La bienaventurada Santa María Magdalena,
espejo de penitencia y fervorosísima discípula de Cristo, era hermana de san Lázaro y de
santa Marta. Usando mal de la libertad que tenía por estar ya muertos
sus padres, y viéndose noble, rica y hermosa, comenzó a darse a los gustos y
deleites del mundo, de manera que vino a tener escandalizada toda la ciudad, en
tanto grado, que la llamaban la pecadora.
Dice el Evangelio que el Señor echó de ella siete demonios, por los cuales entienden algunos santos
los pecados y vicios de que el Salvador la libró. Porque sabiendo ella que
Jesús estaba convidado a la mesa de un rico fariseo llamado Simón, tomó un vaso
de ungüento precioso en las manos y entró en aquella casa, y derribada a los pies
del Salvador, comenzó a derramar lágrimas tan copiosas, que bastaron para regar
los pies de Cristo, y luego los limpió con los cabellos, los besó y ungió con aquel
precioso ungüento. Y como el fariseo juzgase
que no debía de ser profeta quien se dejaba tocar de aquella pecadora, le reprendió
el Señor, y dio a la Magdalena un jubileo plenísimo y remisión de
todos sus pecados, enviándola con paz y alegría a su casa. De allí en adelanta comenzó la santa a emplear
su caudal, su persona y hacienda en servicio de Jesucristo. Hospedábale con sus
hermanos Lázaro y Marta, y habiendo Lázaro caído malo, enviaren las dos
hermanas a Jesús un mensajero que le dijese: “SEÑOR, EL QUE VOS AMÁIS ESTA ENFERMO”. Vino el Señor a Betania muy tarde y cuando Lázaro
estaba ya muerto y sepultado. Y viendo Jesús las lágrimas de amor y dolor de las
dos hermanas, se enterneció y lloró con ellas, y
resucitó a Lázaro de cuatro días muerto. Celebraron este gran prodigio
haciendo un convite a Lázaro resucitado, el cual comía a la mesa, con Jesús y
muchos judíos convidados, y con esta sazón ungió otra vez María los pies del
Salvador.
Le
acompaño después en su sagrada Pasión, perseverando al pie de la cruz y
ungiendo con aromas el santísimo cadáver de Jesucristo, y en recompensa de tanto amor fué entre los testigos
de la Resurrección que menciona el Evangelio, la primera que vio al Señor resucitado
y glorioso. Y parece cosa sin duda que también se halló la santa a la subida de
Cristo a los cielos, y en la venida del
Espíritu Santo.
Finalmente
en la persecución que se levantó después de la muerte de san Esteban, María,
Lázaro y Marta, con otros discípulos del Señor, fueron puestos en un navío sin
velas ni remos, para que pereciesen en el mar. Mas aportando en Marsella, con el admirable ejemplo de su vida y
palabras de cielo y milagros que hacían, convirtieron aquella provincia a la fe
de Cristo, y se dice que san Lázaro fué obispo de Marsella, y la Magdalena, se
retiró a una soledad donde pasó treinta años muy consolada del Señor, hasta que
su alma bendita fué llevada al cielo por los santos ángeles.
REFLEXIÓN:
Es
mucho para notar (como observa San Crisóstomo) que Santa
Magdalena fué la primera que vino al Señor para alcanzar el perdón de sus
culpas, usando de todas las cosas que le habían sido instrumento de pecado,
para hacer de ellas remedios contra el pecado; porque de los ojos con que
cautivaba antes las almas hizo fuentes para lavar la suya; de los cabellos hizo
lienzo para limpiarla; de la boca hizo portapaz para recibir la de Cristo; y del
ungüento hizo medicina para curarse. Imitemos este ejemplo, y si de los
dones que hemos recibido de Dios hemos hecho instrumentos para ofenderle, usemos
ahora de ellos para servirle y amarle.
ORACIÓN: Suplicámoste,
Señor, que seamos ayudados por la intercesión de la bienaventurada María
Magdalena, a cuyos ruegos resucitaste a su hermano Lázaro, de cuatro días muerto.
Tú que vives y reinas por todos los siglos de los siglos. Amén.
“FLOS
SANCTORVM”
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