Nota de Nicky Pío: Para estas dos publicaciones se tomó sólo un fragmento (sin
sacarlo de contexto) de una obra en dos tomos. Todo lo anticristiano de cuanto
se dice en estas dos transcripciones, siguiendo al autor, se le atribuye a la masonería. Esto nos hace pensar que si así ya
estaban las cosas en siglo XIX, imaginen lo que es el siglo XXI. Todo lo que la
secta satánica anhelaba en aquella época, hoy se cumplido mucho más alla de sus expectativas.
Existen muchos ejemplos de masones que a la hora de la muerte pidieron un
sacerdote católico y la masonería se tomó el trabajo que no llegará hasta el
moribundo. Incluso hay casos históricos. Cierto es que la secta no ha podido
impedir siempre que el sacerdote católico llegue a dar los últimos auxilios a
los enfermos de la secta, pero ¡NO!, porque
la masonería lo haya deseado, ¡NO! Ellos odian
a los sacerdotes, porque estos actúan en nombre Cristo, y el los demonios odian
a Cristo, como odian a sus ministros. Pero si algunos masones tuvieron la
suerte de tener en los últimos momentos un sacerdote católico, fue por la
providencia, la infinita misericordia, y voluntad del Dios de los católicos.
Por eso, masones, piensen bien donde están entrando, o donde ya entraron, pues
cuando llega la hora de morir y dar cuentas a Cristo, no hay poder ni dinero,
ni nada sobre este mundo, que les libre del terrible juicio que le espera,
juicio que hacía temblar de miedo, incluso a los más grandes Santos. Abandonen
la secta satánica mientras hay todavía oportunidad, esperanza, Dios perdona
cualquier pecado siempre que haya verdadera contrición del corazón. En ustedes
está elegir, una eternidad de gozo infinito en el cielo, o el horror infinito,
inimaginable para el hombre, en el infierno, que también es eterno. María Santísima les conceda la gracia, del
arrepentimiento, y la perseverancia final, en el seno de la Una, Santa,
Católica, Apostólica Iglesia que Cristo fundó, para salvación de los hombres.
Seguimos con la segunda y última parte de
esta publicación.
Los entierros civiles.
Si, lo
confesamos, dice el racionalismo, la lglesia ha
hecho de las honras fúnebres un instrumento de reinado para “la superstición” pues bien, nosotros queremos hacer
de ellas un medio de conquista en manos de la “razón” Haremos
a nuestros hermanos magníficos entierros. Habrá gran concurrencia; celebraremos
con discursos la conducta “ilustrada” del
difunto; le tributaremos grandes honores. Pero ¡Nada
de sacerdotes! ¡Nada de ceremonias
sagradas!
En efecto, contrista muchos años ha a los
países católicos el espectáculo de lo que se llama (según los masones) “entierros civiles”.
Los entierros civiles son exequias transformadas en demostraciones
de impiedad: el difunto parece que hasta en
brazos de la muerte protesta que persevera en el racionalismo, rechaza al sacerdote,
desprecia las oraciones de la Iglesia. Sus parientes y amigos se acercan a él
para aplaudir su apostasía y tomar parte en la misma. ¡Qué
profanación! La impiedad
naturalmente flaquea a los golpes de la muerte; aquí se confirma y obstina.
Secularización de los cementerios. Secularización completa de
las honras fúnebres.
No lodo se limita a esto. Los católicos
tienen cementerios consagrados por la Religión: Secularicemos “los cementerios”. Pueden ser sepultados con las
ceremonias y oraciones de la Iglesia: Restrinjamos, y luego hagamos desaparecer
este derecho. (Nota
de Nicky Pío: vean cómo la masonería siguió un plan, una estrategia sin tiempo,
en el cual procedieron por pasos, ya es conocido en la actualidad, como (casi) eliminaron
todo lo sagrado respecto de la muerte, no digo ya del satánico masón, sino del
mismo cristiano, pues todo fué secularizado, y para lograr esto buena mano le dio
el clero apóstata infiltrado en la Iglesia Católica, y mezclado entre el clero
sano y santo, sin dejar de lado la influencia de la política que ellos manejan,
así como sus leyes)
Se empieza por
trasladar los cementerios lejos de los edificios consagrados al culto. Se alega
la higiene pública; pero en realidad se tienen otras miras.
El cementerio
que rodea la iglesia, forma parte de ella en cierto modo: el suelo de la casa
de Dios parece prolongarse en la tierra del “campo de la muerte,” y los fieles
que reposan alrededor de la iglesia se hallan, como si en la misma iglesia
estuvieran enterrados, bajo la protección de la cruz, de las reliquias de los
Santos y de la adorable Eucaristía; ofrécese el divino sacrificio por los que
duermen al rededor del templo, lo mismo que por los vivos que en su recinto
rezan; y los fieles se sienten atraídos hacia el lugar santo por los recuerdos dulces
y tristes a la vez que los encadenan al cementerio. Por esto se declama
furiosamente contra la vecindad de los
cementerios. Son un peligro para la vida
corporal. “Es indecible la frecuencia de fiebres
pútridas producidas en verano por los cementerios (Moleschott, “filósofo materialista” La circulación de la
vida, carta 19.)”. Hasta se los presenta como un peligro para la vida intelectual: “Los cementerios dentro de las poblaciones hacen languidecer
el pensamiento” (Moleschott, “filósofo
materialista” La circulación de la vida, carta 19.)” Estas declamaciones impresionan pronto al pueblo. Entonces se aleja los cementerios de los edificios sagrados, para que
pierdan la consagración que reciben de su augusta
vecindad.
Y luego, lo que es más grave, se sustrae los cementerios a la
jurisdicción de la Iglesia, para someterlos exclusivamente a la del Estado. Desde entonces la
Iglesia no puede ya sepultar a sus hijos en un lugar que le pertenezca:
creyentes e incrédulos sin distinción son arrojados a un mismo “campo de la muerte.” Profanan los cementerios. “Quizás reclamarán
los católicos la facultad de abrir nuevos lugares para la común sepultura, o la
de tener siquiera otros para la sepultura privada.
Les negaremos este
derecho (dicen los masones), o si se lo concedemos sabremos juntarle
tantas cargas y excepciones que resultará ilusorio.
Pronto se prohibirá
al sacerdote acompañar el cortejo fúnebre al cementerio: La presencia del sacerdote fuera de la Iglesia ¿no es una ofensa y amenaza a la razón? Durante algún
tiempo podrá practicar todavía en la iglesia las sagradas ceremonias junto a
los despojos mortales del fiel; pero un día, la misma iglesia será “secularizada;” los últimos vestigios de la superstición (Nota de Nicky Pío: los masones llaman a
nuestra religión católica: superstición, en contraposición al culto diabólico que
ellos llaman: razón o iluminismo), recogidos interinamente en los
templos, desaparecerán enteramente, y sólo la razón presidirá en adelante los entierros.
Supresión de los cementerios y la puesta en práctica de la cremación.
Finalmente, según los designios de muchos
sectarios, a la secularización de los cementerios deberán un día seguirle su
supresión. “El culto de los difuntos, dicen estos
furiosos, es esencialmente supersticioso,” porque los que piensan en los
muertos la dan por desear el cielo: “los cementerios
son cátedras erigidas contra la razón,” porque sin duda predican a los
vivos la nada de todo lo pasajero: “es menester
suprimir los cementerios, para que los espíritus débiles no hallen en el recuerdo
demasiado vivo de los padres ocasión de maldecir la tierra,” esto es, de
aspirar al cielo.
Se han propuesto muchos sistemas.
Según uno se emplearían los cuerpos en
abonar los campos. Oíd al sectario como habla de su descubrimiento: “Bastaría trocar un sitio funerario por otro. Al cabo de seis
o diez años tendríamos un campo de los más fértiles que honraría más a los
muertos que monumentos o sepulcros. Sitios de enterramiento que a la vuelta de diez
años convertidos en campos fértiles crearían hombres, serian instituciones que
harían más que remediar la miseria; pues la prevendrían directamente aumentando
la cantidad de cereales, e indirectamente multiplicando el número de hombres y
pensamientos” (Moleschott, médico y
filósofo materialista. La circulación de la vida.)
Son muchos más los que quieren reemplazar la
sepultura con la cremación. “Paréceme que sería
enteramente de desear, si las circunstancias lo permitieran, volver a la
costumbre indudablemente más poética de los antiguos de quemar los difuntos;
enriqueceríamos el aire con ácido carbónico y amoníaco; y la ceniza que
contiene los elementos de la creación de nuevos cereales, animales y hombres,
transformaría nuestros arenales en fértiles campiñas” (Moleschott, ibid.)
En todo caso el progreso de la economía no
menos que el de la razón reclama que no se entierren ya los cuerpos. “Puede audazmente vaticinarse que la necesidad del hombre,
razón suprema de los derechos, y fuente la más sagrada de las costumbres,
contemplará un día nuestros cementerios del mismo modo que vemos hoy al tímido
campesino enterrar un escudo en vez de sacar interés de su capital penosamente
adquirido. La barbarie no es otra cosa que ignorancia” (Moleschott, ibid.)
¿Debe quedarse en los ataúdes la materia, sin provecho
para nadie y con demasiada frecuencia con peligro de cuanto la rodea?
Nunca, nunca jamás podré admitir una necesidad inevitable en la idea de Liebig: “La única pérdida real que no podemos prevenir según nuestras
costumbres es la del fosfato que los hombres se llevan al sepulcro con sus
huesos.” El fosfato de cal es la tierra de los huesos, el fosfato de
magnesia es la tierra de los músculos, el fosfato de potasa se halla entre las
sales más importantes de la carne y de la leche, y sin gran cantidad de fosfato
no puede formarse el cerebro. Cuando vemos acumularse una prodigiosa abundancia
de estos fosfatos en nuestros cementerios, donde sólo los aprovechan la hierba y
los gusanos, mientras que sin dificultad y casi sin dispendios podría
devolvérselos al círculo de la vida que crea siempre nuevos círculos de materia
y fuerza; ¿por qué hemos de permanecer esclavos de la
costumbre de los cementerios perpetuos, después de haber renunciado a los
sacrificios sangrientos y a procesar a los brujos? ¿Quién será, pues, que quiera después de la muerte quedarse
dueño de su fosfato de cal, si reflexiona que puede así ser causa de que mueran
de hambre sus descendientes? (Moleschótt, La
circulación de la vida.)
Nota de Nicky Pío: Ahora
queda claro por qué se debe de tratar de diabólica y satánica la mentalidad
masónica. La eliminación sistemática de la participación del sacerdote católico
en la muerte del fiel cristiano. Desde que enferma hasta que parte de este mundo,
incluyendo el destino de su cuerpo acá en la tierra, cuerpo que por otra parte
fuera Templo del Espíritu Santo. En cuanto
a la cremación en la actualidad ya está suplantando al entierro en campo santo,
en la mayoría de los casos, y son los mismos católicos enseñados por los
infiltrados en la Iglesia quienes los practican…se niega con ello el dogma de
la resurrección de los muertos y elimina la obra de misericordia corporal de
enterrar a los muertos, tan alabado por el mismo Dios en las Escrituras. Véase
el libro de Tobías. Ahora señores masones, se dan cuenta de lo terrible que
será su situación a la hora del juicio, sino se arrepienten en vida y abandonan
esa secta satánica…
“LA CIUDAD
ANTICRISTIANA”
En el Siglo XIX.
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