DÍA NOVENO.
PUNTO DE MEDITACIÓN.
Lleguemos ya, alma mía; pero lleguemos con
los ojos llenos de lágrimas y el corazón de amargura, exhalando tiernos suspiros
a ver a nuestro amante Jesús derramar las últimas gotas de Sangre que le habían
quedado en su ya difunto cuerpo. Mira como después de crucificado con la
inhumanidad que has premeditado en los anteriores días, le levantan en alto, y
le dejan caer de golpe en la dureza de un peñasco; y después de haber padecido
tres horas en el aire, y de habernos dejado en sus siete últimas palabras tan
celestiales doctrinas: finalmente, entre dolores y angustias murió entregando
su espíritu en manos de su Eterno Padre; pero no contentos con haberle quitado
la vida, pasan a romperle las piernas (pero no lo hicieron pues ya estaba
muerto) y le traspasaron su sagrado corazón con una cruel lanza (que así la
llama la Iglesia) la cual hirió tan fuertemente aquel sagrado pecho, depósito del
amor, que le partió de parte a parte el corazon, derramando por aquella abierta
puerta abundancia de sagrada Sangre y agua, hasta no dejar gota de ella en
aquel yerto cadáver. Ea, alma mía, llégate ya y atiende a aquellas cinco
fuentes manando continuamente arroyos de Sangre, que corren hasta la tierra, y medita
que ves a tu amante Jesús abrir sus sacratísimos labios, y hablando con la
misma tierra le dice las palabras de Job, arriba citadas: terra ne operías Sanguinem meum, neque inveniat ín te
locum latendi clamor meus. O tierra dichosa y santificada con el riego de mi Sangre,
no la encubras, ni halle en tí lugar donde se sepulten mis clamores, y
se olviden de ellos los ingratos hombres. No la ahogues ni sepultes en tus
senos, para que en ella hallen los hijos de Adán el rescate de su cautiverio,
la hermosura de sus almas, limpieza de las manchas de sus culpas, medicina á
sus males, consuelo en sus trabajos, esfuerzo en los combates contra sus
enemigos, seguridad en sus peligros, esperanza en sus temores, dulzura en sus
amarguras, misericordia en sus pecados, y finalmente; en su muerte, vida,
resurrección, y merecimientos para alcanzar la gloria: ¡Oh consuelo celestial!
¡Oh Jesús, dulce amor mío, y lo que haces por nuestro bien! da voces Sangre divina,
grita misericordia para nosotros,
Y tú, alma mía que meditas estas ternuras,
date por obligada, aborrece el pecado y emplea todo tu amor en amar a quien
tanto te ama.
Los tres credos gloriados.
ORACIÓN.
¡Oh amorosísimo Jesús
de mi vida! ahora sí, Señor, que ya has desahogado tu amante corazon, viendo
enteramente derramada tu preciosísima Sangre, en beneficio de los ingratos
hombres que tanto amas: ahora sí que los ves ya remediados y ricos conteste
inestimable tesoro. Sea en buena hora, Jesús mío, y caiga sobre mí ésta
celestial lluvia de tu Sangre preciosísima; y como diestro labrador aparta
primero de mi corazon la tierra de los afectos humanos, para dar lugar al riego
de tu Sangre. Envía ese rocío soberano sobre este apocado espíritu mío. Ea
liberalísimas manos abiertas para mi remedio, no me neguéis esos tesoros que tan
gratis dais a todo el mundo. Ea sagrados pies, Cansados para mi descanso, y heridos
para mi salud; derramad sobre mí lo que tan sin tasa estáis vertiendo. Esa
sangrada cabeza toda teñida de Sangre, adornada con esos celestiales rubíes:
caigan sobre mis ojos todas esas gotas: Ea virginal y sacrosanto cuerpo, todo cubierto
de azotes, venga sobre mí ese licor de tu Sangre, que hilo a hilo destilan tus
llagas para sanar las de mi alma y dejarla hermoseada. Ea pecho sacratísimo. Ea
corazón rasgado de mi Jesús, caiga sobre mí la Sangre y agua que sacó la cruel lanza,
de tus entrañas de misericordia. Ea Señor, acabe de darme esa derramada Sangre
de tu costado, abierto de par en par, derecho para que me abran el cielo, y me
entren a la presencia de tu Eterno Padre. Asi lo espero amorosísimo Jesús: tu
preciosísima Sangre me lave, me limpie, me purifique de todas las manchas de
mis enormes culpas, para que adornada mi alma con la rica gala de tu gracia, te
goce por eternidades en la gloria. Amen.
La Preciosísima Sangre &…
Alabada sea la Sangre
de Jesús.
Glorificada sea la Sangre de Jesús.
Ensalzada sea la Sangre de Jesús.
Predicada sea la Sangre de Jesús.
Estimada sea la Sangre de Jesús.
Temida sea la Sangre de Jesús.
Amada de todos los hombres sea, ahora y
siempre, la Sangre sagrada de Jesús. Amén.
ORACIÓN PARA OFRECER LA NOVENA
¡Oh Padre Eterno y Dios de todo consuelo! recibid
Señor este corto obsequio de esta Novena que hemos procurado hacer en obsequio
y alabanza de la preciosísima Sangre, que tan liberal como amante derramó por
nosotros vuestro santísimo hijo en su dolorosa y amarga Pasión. No miréis o
Padre Eterno, Dios grande, Dios excelso, no nos miréis a nosotros llenos de
pecados, y vacíos de merecimientos; poned, sí, vuestros amorosos ojos en
vuestro Unigénito Hijo, afrentado y atormentado con la cruz, oíd sus clamores,
alcancen sus méritos lo que perdió nuestra miseria, reparad Señor por su
inocencia lo que destruyó nuestra malicia, sanad por sus llagas lo que hicieron
nuestros pecados, limpiad por su preciosa Sangre lo que mancharon nuestras
culpas, enviadnos por sus abiertas llagas la lluvia de vuestras piedades que
sazone nuestras costumbres, que refrene nuestros apetitos, que amortigüe
nuestras amotinadas pasiones, que fertilice nuestras almas y las llene de
abundantes virtudes. Haced Señor que jamás olvidemos que vuestro Hijo derramó por
nosotros su Sangre, y dió su vida en una cruz, para que esta continua memoria nos
llene de bienes del cielo, y favores de vuestra mano con la perseverancia en
vuestra gracia, para alabaros sin cesar en vuestra gloria. Amén.
FIN DE LA
NOVENA.
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