I.
Sólo después de veinte años de súplicas y de mortificaciones, Santa Ana fue
escuchada. No te desanimes si Dios no te concede de
inmediato lo que le pides: persevera en la oración; obtendrás lo que pidas,
siempre que pidas cosas buenas y que lo pidas con humildad y confianza. Aplazas el escuchar, oh Dios mío, a fin de enseñarnos a
pedir; finges no oír, a fin de que perseveremos (San Anselmo).
II.
Un ángel vino a anunciar a Santa Ana que su oración había sido acogida, y ella
creyó sin titubear. Nuestro Señor mismo ha dicho
que todo lo que pidieres en su nombre, te será concedido; ¡y todavía lo dudas! Dios puede y quiere
concederte la gracia que le pides; no carece de poder ni de voluntad para esto,
puesto que es omnipotente y más vivamente quiere hacernos don de sus mercedes
que lo que nosotros mismos queremos tenerlas. Ruega,
pues, pero hazlo con fe viva e inquebrantable; pide por los méritos de
Jesucristo. ¿No es verdad, acaso, que te
diriges a Dios sólo después de haber agotado todos los medios mundanos?
III. Santa Ana,
agradecida por el favor que el cielo le había acordado, ofreció a Dios en el
Templo, a la hija que le había dado. ¿Has
agradecido tú las gracias que de Él has recibido? ¿Tal vez las has olvidado,
acaso has abusado de ellas para ofender a Dios tu bienhechor? No es digno de recibir nuevos beneficios quien no
agradece los que ha recibido (San Bernardo).
La
mortificación. Orad por la perseverancia de los buenos.
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