I. Santiago dejó su
barca, sus redes, su padre y todo lo que poseía, al primer llamado del
Salvador. Jesús te llama a ti desde hace muchos
años a una vida más santa, y todavía estás en medio de los estorbos del mundo.
Tus inclinaciones, tus riquezas, tus empresas, son otras tantas redes que te
impiden ir a Dios. Rompe tus ataduras; esas ocupaciones que te divierten y
cautivan, son indignas de un corazón hecho para amar a Dios.
II. Este santo Apóstol no
vio siempre el éxito responder a sus esperanzas; pero sus decepciones no lo
abatían, porque regulaba su conducta según la de Dios. Haz
todo lo que esté en tu poder para cumplir dignamente la tarea que Dios te ha
confiado. Si el éxito corona tus trabajos, bendice al Señor por ello y a Él
refiere toda la gloria que provenga. Si no obtienes lo que esperas, no te
quejes, es cosa de Dios proporcionar el éxito que a Él le plazca. Acaso te perdería la vanidad si llevases a buen fin todas
tus empresas.
III.
Santiago volvió a Jerusalén, su patria; y sus conciudadanos, como recompensa a
sus trabajos, le dieron muerte. Prepárate a recibir el mal por el bien que haces a tu
prójimo. Los sufrimientos y las aflicciones nunca faltarán a los que buscan a
Dios; es una señal infalible de que Dios quiere recompensarlos en el otro mundo.
No puede faltar la gloria a los justos que soportan el sufrimiento y las
tribulaciones; espérales la corona eterna.
Tened celo por las almas. Orad por los
peregrinos.
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