Rogámoste,
Señor, prevengas nuestras acciones con tu inspiración, y las prosigas con tu
ayuda para que toda nuestra obra y oración, por tí siempre empiece y en tí
siempre acabe.
Oración preparatoria, o acto de constricción
que se hará antes de dicho santo ejercicio.
Clementísimo
Jesús mío, porque sois infinitamente bueno y misericordioso, os amo sobre todas
las cosas, y de todo corazon me arrepiento de haberos ofendido, Dios mío, y
sumo bien mío: ofreciéndoos este santo viaje, en honra y veneración de aquel viaje
doloroso, que vos hicisteis por mí, indignísimo pecador; e intento ganar todas
las indulgencias, y rogar por todos aquellos fines y motivos por los cuales fué
con cedido un tan grande tesoro: suplicándoos humildemente que yo haga este
santo ejercicio de tal modo que me ayude a conseguir vuestra misericordia en
esta vida, y en la otra, la vida; eterna. Amen.
ESTACIÓN PRIMERA.
V. Adorámoste Señor mío
Jesucristo y te bendecimos.
R. Que por, tu santa cruz
redimiste al mundo.
En
esta primera estación se representa la
casa y pretorio de Pilatos, donde nuestro buen Jesús, coronado de
penetrantes espinas, y todo bañado en sangre recibió la inicua sentencia de
muerte.
Considera la admirable
sumisión del inocente Jesús en recibir una tan inicua sentencia de muerte: y
sabe; que tus culpas y pecados fueron los falsos testigos que la firma ron, y
tu obstinación, indujo a aquel impío juez a proferirla, y si asi es vuélvete
hacia tu Dios amoroso, y más con lágrimas del corazón, que con las expresiones
de la lengua dile así:
¡Ay de mí! ¡Amado Jesús mío! Y que amor tan
entrañable es el vuestro, pues por una criatura tan ingrata sufrís prisiones,
cadenas y azotes tan crueles hasta ser sentenciado a una ignominiosa muerte la
que solo esto basta para herirme el corazón, y hacerme detestar tantos, pecados
míos, que fueron la causa de tantos trabajos vuestros. Ya, Señor, abomino mis
pecados, ya los lloro y por todo este camino doloroso andaré suspirando y
repitiendo. Jesús mío misericordia, Jesús misericordia. Amén.
Padre
nuestro, Ave María y Gloria.
Señor ten piedad y misericordia de nosotros.
ESTACIÓN SEGUNDA.
V. Adorámoste
Señor mío Jesucristo y te bendecimos.
R. Que por, tu santa cruz
redimiste al mundo.
Recibe
Jesús la pesada cruz, sobre sus hombros.
En esta segunda estación se representa el
lugar, donde por mano de cruelísimos ministros, fué cargado sobre los
lastimados hombros de Jesús el Madero pesado de la Cruz.
Considera como el
Benignísimo Jesús, lleno de inmensos dolores, se abraza con la Santa Cruz; y
mira con cuanta mansedumbre sufre los golpes y escarnios de aquellos viles hombres,
cuando tú, o miserable, huyes cuanto puedes la Cruz de la verdadera penitencia,
sin reflexionar que sin Cruz no hay entrada en la Gloria. Llora, pues, tu ceguedad,
con la cual, hasta ahora has aborrecido el padecer, y vuelto de corazon a tu
Señor, dile suspirando así:
A mí, Jesús mío, a mí, y no a Vos, se debe esa
pesada Cruz. ¡Oh Cruz pesadísima, que fuiste fabricada de mis feas y enormes culpas!
Ea, pues, Salvador mío, dadme fortaleza para abrazar con amor las cruces de los
trabajos, que merecen mis pecados, a fin de que, en el breve tiempo de esta
vida, teniendo la dichosa suerte de vivir abrazado con la Santa Cruz, muera
crucificado, y por medio de la Cruz, arribe finalmente a gozaros eternamente en
el Cielo. Amén.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
Señor ten piedad y misericordia de nosotros.
ESTACION TERCERA.
V. Adorámoste
Señor mío Jesucristo y te bendecimos.
R. Que por, tu santa cruz
redimiste al mundo.
Cae
Jesús con la Cruz la primera vez.
En
esta tercera, estación, se representa el lugar, donde el pacientísimo Jesús cayó la primera vez con la Cruz.
Considera como el afligidísimo Jesús, decaído
de fuerzas por la sangre que vertía, y por la fatiga, que con el tropel le
ocasionaban aquellos viles ministros de Satanás, | cayó la primera vez en
tierra, debajo del pesado madero de la Cruz. Ea, pues, mira como aquello envenenados
verdugos lo hieren con palos, puntillones y desprecios; y el pacientísimo Jesús
a todo no abre su boca, sufre y calla, cuando tú en tus ligerísimos trabajos; eres
tan impaciente, que luego te alteras, impacientas y ensoberbeces; y aun por ventura,
tal vez temerariamente blasfemas. Pues esta vez, a lo menos, arrepentido de tus
altiveces, detesta tu soberbia, y ruega a tu afligido Dios de esta manera:
Amantísimo Redentor mío, aquí está postrado,
a vuestros pies el pecador más pérfido de cuantos viven sobre la tierra. ¡Oh
cuantas caídas! ¡Oh cuantas veces he sido precipitado en un abismo de
iniquidad! Ea, pues, dadme vuestra mano soberana para levantarme. Ayudadme,
Jesús mío, ayudadme, a fin de que en lo restante de mi vida, no vuelva a caer
en culpa alguna mortal, y en la muerte asegure el conseguir la eterna salvación. Amen.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
Señor, ten piedad y misericordia de
nosotros.
ESTACIÓN CUARTA.
V. Adorámoste Señor mío
Jesucristo y te bendecimos.
R. Que por, tu santa cruz
redimiste al mundo.
Encuentra
Jesús a su Santísima Madre.
En esta cuarta estación se representa el lugar,
donde nuestro apasionado Redentor encontró a su afligidísima Madre.
¡Oh qué dolor traspasó el corazon de Jesús!
¡Y oh qué dolor hirió el corazon de María en aquel encuentro! ¡Oh alma ingrata!
¿Qué mal te ha hecho mi amado hijo Jesús? Dice la dolorosa María. ¿Qué mal te
ha hecho mi inocente y pobre madre? dice Jesús. Ea, pues, deja la culpa, que
fué la causa de estas nuestras grandes penas. Y tú, ¿qué les respondes? Ya
arrepentido, con lágrimas de dolor, diles así:
¡Oh divino hijo de María! ¡Oh santísima madre
de mi amado Jesús! Aquí me tenéis postrado a vuestros pies santísimos,
humillado y compungido confieso que soy yo aquel traidor, que fabriqué,
pecando, el cuchillo de dolor que traspasó vuestro tiernísimo corazon, ya me arrepiento
de corazon, y pido a entrambos misericordia y perdón, misericordia, Jesús mío,
misericordia, misericordia, Santísima. María, misericordia; a fin de que por medio
de esta gran misericordia, yo me aparte de las culpas, medite vuestras penas
todo el breve tiempo de mi vida y pase de pues a veros en los gozos de la
Gloria. Amén.
Padre Nuestro, Ave, María y Gloria.
Señor ten piedad y misericordia de nosotros.
ESTACIÓN QUINTA.
V. Adorámoste
Señor mío Jesucristo y te bendecimos.
R. Que por, tu santa cruz
redimiste al mundo.
Ayuda
el Cireneo a llevar la Cruz al Redentor.
En esta quinta estación se representa el
lugar, donde precisaron los judíos al Cireneo a que ayudase a llevar la Cruz a
nuestro Redentor Jesús.
Considera, que tú eres aquel Cireneo, el
cual llevo la Cruz de Jesús por cumplimiento o por fuerza, porque estas muy
asido a las conveniencias transitorias de este mundo. Ea, pues, desprende tu
voluntad de los aparentes bienes mundanos y aliviarás de tan crecido peso al
fatigado Jesús, y abrazando de corazón todos los trabajos, que te vienen de la
mano de Dios, te ofrecerás a sufrirlos con paciencia, dando gracias a tu Dios,
a quien dirás así:
¡Oh amantísimo Jesús mío! Gracias te doy por
tantas, y tan oportunas ocasiones de merecer por mí y de padecer por vos. Ea,
pues, haced, Dios mío que sufriendo con paciencia todo aquello que tiene
apariencia de mal en esta vida, consiga los tesoros de bienes eternos en la
otra, y padeciendo vos aquí desconsuelos y trabajos, sea hecho digno de pasar a reinar también con vos
eternamente en el Cielo. Amén.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
Señor ten piedad y misericordia de nosotros.
ESTACIÓN SEXTA.
V. Adorámoste Señor mío
Jesucristo y te bendecimos.
R. Que por, tu santa cruz
redimiste al mundo.
Limpia
la Verónica el rostro ensangrentado de
Jesús.
En la sexta estación se representa el lugar,
donde la santa mujer Verónica limpió con un paño el rostro ensangrentado de
Jesús.
Considera, como en aquel santo lienzo quedo
estampado el pálido rostro de Jesús, mira en aquel paño todo desfigurado el
rostro de tu Dios y movido del amor, procura un propio retrato de aquel rostro
en tu corazón. ¡Oh feliz de ti, si con Jesús esculpido en tu corazón vivieres!
¡Oh feliz de ti, si con Jesús esculpido en el corazón murieres!; pues para merecer un bien tan grande ruega a
tu Señor así:
Atormentado Salvador mío, yo os suplico que
imprimas de tal manera en mi corazon, la imagen de vuestro santísimo rostro,
que de día y de noche siempre piense en vos, para que puesta delante de mi
vista vuestra pasión dolorosa, llore siempre mis enormes culpas que alimentado
aquí, como os lo ofrezco con el pan del dolor de mis pecados, espero que después
me concedáis el consuelo de ver Vuestro
hermoso rostro eternamente en el Cielo. Amen.
Padre nuestro, Ave María y Gloria
Señor ten piedad y misericordia de nosotros.
ESTACIÓN
SEXTIMA.
V.
Adorámoste Señor mío Jesucristo y te bendecimos.
R.
Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Cae
Jesús segunda vez con la Cruz
En esta sétima estación se representa la puerta
de Jerusalén, llamada Judiciaria, donde nuestro Redentor cayó en tierra segunda
vez con la cruz.
Considera a tu Señor, caído y tendido en el
suelo, abatido de los dolores, pisado con desprecio de los enemigos, y
escarnecido de la plebe; y advierte, que tu soberbia fue quien le impelió a
caer, y tu altivez lo puso tan abatido. Ea, pues, baja esta vez tus altivos
pensamientos; y con dolorosa contrición de lo pasado, propón el humillarte a
todos en lo porvenir, y di a tu Señor así:
¡Oh santísimo Redentor mío! aunque os miro caído
en este suelo, os confieso al mismo tiempo Todopoderoso; y así os suplico el
favor de que yo abata todos mis pensamientos de soberbia, ambición, y de propia
estimación, a fin de que caminando siempre en este abatimiento, abrace de
corazon el retiro y los desprecios; y con esta humildad íntima, cordial y
verdadera, que tanto a vos agrada, merezca aliviaros de tan dolorosa caída, y después
ser levantado a gozaros en la Gloria. Amén.
Padre
nuestro, Ave María y Gloria.
Señor
ten piedad y misericordia de nosotros.
ESTACION OCTAVA.
V. Adorámoste Señor mío
Jesucristo y te bendecimos.
R. Que por tu santa cruz
redimiste al mundo.
Consuela
Jesús a las hijas de Jerusalén.
En esta octava estación se representa el
lugar donde el benignísimo señor consoló a unas dolorosas y afligidas mujeres
de Jerusalén.
Considera, que tú
tienes mucho mayor motivo de llorar, de llorar por Jesús, que tanto padece por
tí, y por tí mismo, que ingrato con tus pecados, eres la causa de aquellos
grandes tormentos. ¿Y por qué a vista de tantas penas, permaneces aun en tu
dureza? A lo menos, mirando aquí a Jesús, que muestra tanta piedad con aquellas
mujeres santas, emprende grande confianza; y con grande dolor y compunción dile
a tu Señor así:
¡Oh amabilísimo Salvador mío! ¿Cómo mi corazon
no se deshace en lágrimas de dolor, al ver que por mí estáis entre indecibles tormentos?
Lágrimas. Señor; os pido, y lágrimas de dolor y compasión, a fin de que con
lágrimas en los ojos, y con dolor en el corazon, merezca aquella piedad que
mostraste a las piadosas mujeres. Ea, pues, concededme esta consolación divina,
que mirado de vos con ojos piadosos en la vida, asegure en la muerte el pasar a
veros en la Gloria. Amen.
Padre
nuestro, Ave María y Gloria.
Señor
ten piedad y misericordia de nosotros.
ESTACIÓN NONA
V. Adorámoste Señor mío
Jesucristo y te bendecimos.
R. Que por tu santa cruz
redimiste al mundo.
Cae
Jesús tercera vez con la Cruz.
En esta nona estación se representa el
lugar, donde el pacientísimo Jesús, destituido en gran manera de fuerzas, cayó
tercera vez en tierra con el pesado madero de la Cruz.
¡Oh qué penosa fue ésta caída de nuestro amado
Jesús! mira con que furor y rabia embisten aquellos crueles lobos al mansísimo
Cordero Jesús, pues todos ansiosos de verlo puesto en la Cruz, con golpes y
desprecios, hacen que se levante del suelo. ¡Oh maldito pecado, que así se maltraté al hijo de Dios! Pues, alma
cristiana, ¿merece bien tus lágrimas un Dios así oprimido, un Dios así
atormentado? Ya se ve que las merece pues con ellas en los ojos, dile así al
Señor:
Omnipotente Dios mío, que con solo un dedo
sustentáis la tierra y el Cielo, ¿quién, Señor os ha hecho caer desmayado en
ese suelo? ¡Pero ay de mí! que quien os ha postrado han sido mis reincidencias,
y mis repetidas culpas, añadiendo en vos tormentos tras tormentas con añadir yo
pecados a pecados. Pero ya reconocido me postro a vuestros pies arrepentido, y
con propósito firme de no repetir más mis culpas, y suspirando, repito una y
mil veces no más pecar mi Dios, no más pecar. Amén.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
Señor, ten piedad y misericordia de
nosotros.
ESTACION DECIMA.
V. Adorámoste Señor mío
Jesucristo y te bendecimos.
R. Que por tu santa cruz
redimiste al mundo.
Desnudan
a Jesús de sus vestidos y danle a beber hiel amarguísima
En esta décima estación se representa el lugar,
donde a nuestro Redentor Jesús le quitaron sus propias vestiduras, y le dieron
a beber amarga hiel.
Considera alma cristiana, como aquellos
tigres inhumanos desnudaron a tan dulce Jesús y con la túnica pegada a las
doloridas carnes, salieron pedazos de carne y sangre, quedando en lo exterior
todo de pies a cabeza, hecho una llaga, y e n lo interior martirizado el gusto
con la hiel que le dieren a beber. Mira como tu divino Redentor, que es el que
viste de hermosura a los Cielos, entre sus tormentos sufre al quedarse desnudo
en presencia de un numeroso concurso; y movido de lástima y compasión, dile así
a tu Redentor:
Afligidísimo Jesús mío, ¿qué horrible,
mutación es la que veo? Vos Señor, todo sangre todo llagas, todo desnudez, todo
amarguras, y yo todo deleites todo vanidad, todo dulzura. ¡Ah, Señor, que no
camino bien! Bien lo conozco en vos, que sois e verdadero camino, pero dadme
vuestro auxilio para mudar de vida, y poned tal amargura en mi gusto a las cosas
de este mundo, que de aquí en adelante no guste ya otra cosa, que las amarguras
de vuestra pasión santísima, para que consiga el; pasar a gozar las dulzuras de
la gloria. Amen.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
Señor, ten piedad y misericordia de
nosotros.
ESTACIÓN UNDECIMA.
V. Adorámoste Señor mío Jesucristo
y te bendecimos.
R. Que por tu santa cruz
redimiste al mundo.
Clavan
a Jesús en el duro madero de la Cruz.
En esta undécima estación se representa el
lugar, donde los impíos tendieron sobre la Cruz al Dulcísimo Jesús, y lo
enclavaron en ella en presencié de su Madre Santísima.
Considera el profundísimo
dolor que sentiría el buen Jesús, al traspasarle con duros clavos sus divinos pies
y manos, quedando el sagrado cuerpo clavado en un madero; y ¿qué pena sería la
de la dulcísima Madre, al ver delante de sí a su hijo querido, todo tan
destrozado y lastimado, que aun a las criaturas insensibles movía á compasión?
¿Pues cómo no se deshace tu corazón en lágrimas a vista de tantas penas? A lo
menos, explica con el llanto tu dolor, diciendo así a tu señor:
Clementísimo Jesús mío, crucificado por mí:
barrenad, Señor, y traspasad mi duro corazón con los clavos de vuestro santo
amor y temor; y ya que mis pecados
fueron los clavos crueles, que traspasaron a vos los pies y manos, haced que
vuestro santo temor, y el dolor de mis pecados sean el artífice que fijen y
moderen en mí todas mis desordenadas pasiones, a fin de conseguir la feliz
suerte de que viviendo con vos crucificado en la tierra, pase a reinar con vos en las felicidades de
la gloria. Amen.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
Señor, ten piedad y misericordia de
nosotros.
ESTACION DUODECIMA.
V.
Adorámoste Señor mío Jesucristo y te bendecimos.
R.
Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Levantan
en la Cruz a Jesús y espira en ella el Redentor del mundo.
En esta duodécima estación se representa el
lugar, donde nuestro Salvador, después de puesto en la Cruz, fue levantado en
ella, y dio su amorosa vida redimiendo al mundo.
Pues alma cristiana, alza los ojos, y mira en
el aire pendiente de tres clavos al dulcísimo Jesús; mira aquel Divino Rostro entre
agonías, mira todas sus llagas renovadas, y de pies y manos corren tres fuentes
de sangre, que llegan hasta la tierra: oye como perdona a quien le agravia,
ofrece el Paraíso a1 que lo quiera, deja al cuidado de Juan su Madre amada,
encomienda al Padre su santísima Alma; y al fin, inclinando su cabeza, espira;
¿Con qué ya murió Jesús? ¿Y ha muerto en la Cruz por tí? Y tú, ¿qué es lo que
haces? Ea, pues, resuelve no apartarte de este lugar santo; sin estar renovado
y compungido: y así, abrazado a la Cruz del Redentor, dile a su Majestad:
Amabilísimo Redentor mío, yo conozco, y yo
confieso, que mis gravísimas, culpas so los verdugos más despiadados, qué os
han quitado la vida, y que no merezco el perdón de tan crecida ofensa, pero oyéndoos
a vos en esa cruz perdonar a vuestros enemigos, ¡oh cuánto ánimo y fuerza
recibe mi corazon! Y si me enseñáis a perdonar; aquí me tienes pronto para
perdonar de corazon a todos mis enemigos, sí, mi Dios, por amor vuestro, los
perdono, y deseo bien a todos, para que así me concedáis, que en la última hora
de mi vida escuche de vuestra boca aquella feliz palabra; Hoy serás conmigo
compañero en la Gloria Amen.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
Señor ten piedad y misericordia de nosotros.
ESTACIÓN DECIMOTERCERA.
V. Adorámoste Señor mío
Jesucristo y te bendecimos.
R. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Descienden
de la Cruz a nuestro Redentor, y lo ponen en bs brazos de su beatísima Madre.
En
esta terciadécima estación se representa el lugar, donde el cuerpo difunto de
Jesús fué bajado de la Cruz, y puesto en los brazos de su afligidísima Madre.
Considera, cuál sería la espada de dolor, que
traspasó el corazon de ¡aquella inocente Madre, cuando recibió en sus
brazos a su divino Hijo ya difunto. ¡Que sentimiento tendría, al ver
aquel divinizado cuerpo, que se había
formado en sus entrañas por obra del Espítu Santo, todo acardenalado, y todo de
pies a cabeza destrozado! Allí se renovaron en María todas las penas. Pero
contemplando tú, que tus pecados fueron la pésima fiera, que hizo aquel
destrozo en el amado hijo de María, desata tu corazón en lágrimas, y uniéndolas
con las que vierte aquella afligida Madre, dile así:
¡Oh valerosa reina de los mártires! ¡Qué mar
inmenso de penas y tormentos esta hecho vuestro pecho! Conozco no ser digno de
acompañaros en vuestro sentimiento, porque he sido la causa de que tan cruel
espada de dolor traspase vuestra alma. Pero concededme gran Señora, usando de
vuestra piedad y vuestra misericordia, que yo conozca mis ceguedades pasadas,
para que sintiéndolas con amargura, participe de vuestras aflicciones en la
presente vida, y pase después a haceros compañía en las consolaciones de la
eterna. Amen.
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
Señor, ten piedad y misericordia de nosotros.
ESTACIÓN DECIMO CUARTA.
V. Adorámoste Señor mío
Jesucristo y te bendecimos.
R. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Ponen
el Sagrado Cuerpo de Jesús en el sepulcro.
En esta cuartadecima estación se representa
el lugar, del Santo Sepulcro, donde fue colocado el Cuerpo Santísimo de Jesús.
Considera cuantos serían
los llantos de Juan, de la Magdalena, y de las otras Marías y de todos los
seguidores de Cristo cuando se cerró el sepulcro, pero más que todos considera
la desolación de la piadosa Madre al verse sola, privada de la presencia de su
hijo que tanto la consolaba. Y a vista de tantas lágrimas, avergüénzate de que
en el discurso de todo este santo viaje, hayas mostrado tan poco sentimiento de piedad y compasión. Ea, pues
esfuérzate en esta última estación y besando la piedra de aquella sagrada tumba
desea depositar en ella tu corazon; y con amargo llanto ruega, a tu Señor
difunto, y dile así:
Piadosísimo Jesús mío, que por sólo mi amor quisiste
andar todo este camino doloroso, os adoro ya difunto, y cerrado en sagrado
sepulcro, pero más quisiera teneros en mi pobre corazón, a fin de que unido con
vos después de este santo ejercicio, me levante a una vida de gracia, y merezca
con la perseverancia morir en vuestra amistad. Concédeme, pues, que por los méritos
de vuestra pasión santísima, que he meditado en esta vía sacra, sea en el
extremo de mi vida mi único alimento el Santísimo Sacramento, y mis últimas
palabras aquellos dos dulces nombres Jesús y María; y que mi último aliento, se
una con aquel con que vos espirásteis en la Cruz, que de esta forma, con fe
viva, con esperanza cierta, y caridad fervorosa, muera con vos, y muera por
vos, para reinar con vos por los siglos de los siglos. Amén.
Padre nuestro,
Ave María y Gloria.
Señor ten Piedad y misericordia de nosotros.
+
+ +
ORACIÓN.
¡Oh Dios Criador y Redentor de todos los
fieles! Concede el perdón de tus ciervos y ciervas, para que la indulgencia que
siempre desearon, la consigan con nuestras piadosas súplicas.
ORACIÓN.
Señor mío Jesucristo, te suplicamos
intercedas por nosotros para con tu divina clemencia tu Santísima Madre la
siempre Virgen María ahora y en la hora de nuestra muerte cuya alma fue traspasada
de dolor en la hora de tu dolorosísima pasión. Tú dulcísimo Jesús, que vives y
reinas con Dios Padre en unidad del Espíritu Santo por los siglos de los
siglos. Amén.
Se
rezará la estación mayor al Santísimo sacramento y después se dirá:
Dulcísimo y benignísimo Señor de que son
excelso trono los serafines, yo el mayor pecador de cuantos imploran vuestra
misericordia en este santo templo, con la profunda humildad os suplico que así
como concedisteis remisión de todos los pecados al buen ladrón, e indulgencia
plenaria a la Magdalena, del mismo modo, no atendiendo a la pobreza de mi espíritu, me la concedáis a
mí para que sea satisfacción de mis culpas, y sirva también su mérito a todos
los fieles católicos, por cuya salud espiritual y temporal la aplico, como así
mismo por la exaltación de nuestra santa fe católica, paz y concordia entre los
príncipes cristianos, extirpación de las herejías, salud y acierto en el
gobierno de la Santa Iglesia al Sumo Pontífice reinante; a nuestro prelado
diocesano, a nuestro párroco y a nuestro católico gobierno a quienes como a mí
sirva de medio para estrecharse con vos, con un amor puro para gozar de vuestra
deseada vista por eternidades de siglos. Amén.
AÑO
DE ESTA OBRA, 1855.
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