¿Y
piensas que serás mejor cuando comulgues menos?
Si tomando el ordinario alimento tus fuerzas
desfallecen, ¿qué será cuando no comas
nunca o casi nunca? En lugar de ser débil, te morirás de hambre. Absteniéndote
de comer el Pan de los fuertes, centuplicarás tu debilidad y tendrás que
llorar, no ya ligeras faltas come ahora, sino caídas gravísimas, pecados
mortales. Cada día.
Pero, decía San
Ambrosio, citado por santo Tomás:
“cada día peco, luego cada día necesito
tomar la medicina” “Éste Pan de cada día se toma como remedio de las flaquezas
de cada día”
Esto es lo que la Santísima
Vírgen dijo un día a Santa
Francisca Romana, muy afligida y turbada por los pocos progresos que
observaba en si a pesar de sus comuniones. “Hija
mía, díjole con ternura, las faltas que cometes no deben causa para que te
abstengas de presentarte a la sagrada Mesa; muy al contrario, deben excitarte
más y más a participar del convite celestial, porque en él encontrarás el
remedio a todas tus miserias,”
Es verdad que la Comunion nos preserva de caer
en el pecado mortal, pero también lo es que ni aun la cotidiana nos hace
impecables. Mientras estamos en la tierra cometemos pecados, de manera que se
puede decir muy bien que los mejores de entre nosotros no son, en último resultado,
sino los menos malos. Sufrámonos, pues, a
nosotros mismos, ya que Jesucristo nos sufre.
Así lo han hecho todos los santos; así lo hacían
los primitivos cristianos, los cuales, a pesar de que comulgaban cada día, eran
sin embargo tan débiles como nosotros, Porque yerran grandemente los que se
figuran que eran todos santos: los escritos de los Apóstoles y los documentos
que nos quedan de los primeros siglos de la Iglesia prueban sobradamente lo
contrario.
En efecto, San
Pablo no escribe carta en que no eche en cara a muchos de ellos “sus divisiones, su inconstancia, su ingratitud
y sus negligencias”
San Cipriano se queja amargamente de las debilidades
y flaquezas de los cristianos de Cartago. San Agustín y otros
escritores eclesiásticos hablan también de las miserias en que caían los fieles
de sus días. Luego, no todos los primitivos cristianos
eran santos; y sin embargo, repito que comulgaban cada día.
El papa San Anacleto,
citado por Santo Tomás de Aquino, nos
dice que esta regla venia directamente de los Apóstoles: Sic et Apostoli
statuerunt, y que tal era la doctrina de la Iglesia romana et sic sancta tenet
Romana Ecclesia. Esta decretal forma parte de las Constituciones apostólicas,
las cuales según el común parecer de
los teólogos de más nota, se remontan por lo menos al siglo II.
La Comunión cotidiana no les hacía, pues, impecables;
pero sí que les daba fuerzas para no caer en muchas faltas graves, infundía a
muchos de ellos virtudes heroicas, y les hacía llegar a un incomparable grado
de perfección y santidad.
Lo mismo nos sucederá a nosotros. Aunque no
nos haga perfectos, la sagrada Comunión destruirá poco a poco nuestros defectos
y nos hará crecer insensiblemente en piedad y sabiduría del cielo.
No te admires de que semejante trasformación
no se haga en un día. ¿Cuántos años se necesitan
para que un niño llegue a ser hombre? ¿Vemos acaso cómo va creciendo? Y sin
embargo, por un trabajo continuo e insensible;
trabaja y contribuye a su crecimiento cuando come y bebe, asi el niño crece
cada día.
No te
admires tampoco si vuelves a caer en las mismas faltas. La piedad y la Comunión
perfeccionan nuestra naturaleza, no la destruyen; por consiguiente, aunque
estemos sometidos a la acción santificante de Jesucristo conservamos nuestra
personalidad y el germen de nuestros defectos dominantes. Ese germen es el lado
débil, el punto vulnerable; al cual el demonio dirige sus incesantes ataques; y
de ahí proceden esas recaídas arto frecuentes por desgracia, que fatigan y
humillan a los cristianos, pero que no deben abatirlos y desalentarlos.
Si consultando la conciencia puedes decirte
a tí mismo que no amas el pecado y que quieres servir fielmente a Jesucristo,
no te turbe ni espante la consideración de las faltas en que caes cada día,
pues la comunion te purificará y librará de las mismas, como has podido ver más
arriba que enseña formalmente el sagrado concilio de Trento.
Si los directores de almas no pueden, a pesar
de sus deseos aconsejar a todos los penitentes el uso frecuente de la Comunion,
es porque desgraciadamente hay pocos cristianos sinceramente dispuestos a
evitar hasta las menores faltas y a consagrar a Jesucristo todos los pensamientos
de su alma y todos los afectos de su corazón. Pero la misma razón Santo Tomás, que establece tan categóricamente en su
suma la tesis católica y tradicional de la excelencia de la Comunión cotidiana,
dice: que no todos los fieles indistintamente
deben recibir cada día la Sagrada Eucaristía.
Reverencia y amor; tal es la conclusión
práctica del Ángel de las escuelas; pero tiene cuidado de hacer notar: “que el amor y
la confianza son preferibles al temor”. No olvidemos nunca esta
preciosa máxima y obremos en conformidad con ella.
“LA
SAGRADA COMUNIÓN”
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