Les puedo asegurar que
esto que van a leer pocos católicos lo saben. Una lectura ¡¡¡Imperdible!!!
La cuestión no está en saber si se puede
comulgar sin preparación; claro está que un acto tan sagrado no puede hacerse a
la ligera e inconsideradamente. La falta de preparación lleva a la tibieza y
hace no solo inútiles, sino hasta peligrosas, las más excelentes prácticas religiosas.
Sí, no hay duda: debemos prepararnos y prepararnos con el mayor cuidado y
solicitud, para recibir la sagrada Eucaristía; más todavía, cuando nos hayamos
preparado bien y muy bien, aun debemos humillarnos ante la presencia de Dios y
pedirle encarecidamente que se digne suplir con su misericordia los defectos de
nuestra preparación.
Pero ¿en
qué consiste esta preparación? ¿Será necesario multiplicar las prácticas de
piedad, hacer largas meditaciones? De ningún modo: muy bueno y laudable es
todo esto, y hasta necesario para el que tiene tiempo, más no todos la tienen. La Iglesia que
nos exhorta a todos, cualquiera que sea nuestra condición, a comulgar con
frecuencia, es la primera en decirnos que ante todo debemos cumplir con las obligaciones
de nuestro estado.
¿Qué
debemos, pues, hacer para disponernos bien? Vivir cristianamente, es decir,
orar atenta y devotamente, elevar con frecuencia nuestro pensamiento a Dios,
mantenerse interiormente unidos a él, velar sobre nuestro genio a fin de evitar
las faltas ligeras, dedicarnos valerosamente al cumplimiento de nuestros
deberes para agradar a Dios, y ejercitarnos en la práctica de la humildad y de
la mansedumbre. El
género de vida que llevamos, esa es la verdadera preparación para la sagrada
Comunión; así como la verdadera acción de gracias está en el buen empleo de las
horas del día después que nos hemos alimentado con el pan de los Ángeles.
¿Qué
es lo que te impide obrar así? ¿Se necesita mucho tiempo para pensar en nuestro
Señor, y para amarle? ¿Necesitas mucho tiempo para conservarte puro y bueno y
para proponerte en todas tus acciones un fin cristiano que las santifique?
¿Necesitas mucho tiempo para consagrar todos tus pensamientos, afectos y deseos
a la mayor gloria de Dios? No se necesita más tiempo para ser bueno que
para ser malo, ni para vivir por Jesucristo que para vivir por el mundo.
“La
Comunión frecuente, dice Cornelio Alápide, es la mejor preparación para la
Comunión. La Comunión de hoy es una acción de gracias de la de ayer y la mejor
preparación para la de mañana con la comunión sucede lo mismo que con la
oración: cuanto más se ora, mejor se ora y más gusto se halla en orar.”
“Así,
añade San
Alfonso María de Ligorio, aun cuando no hayas tenido tiempo para
prepararte porque te lo haya impedido una obra buena o una obligación de tu estado,
no dejes por eso de comulgar. Basta con que procures evitar toda conversación
inútil y toda ocupación no urgente”
Esto no quiere decir que deban omitirse las oraciones y
los ejercicios de piedad que constituyen la preparación inmediata, así como la
acción de gracias también inmediata para la recepción del augusto Sacramento. No, la preparación y la acción de gracias
inmediata son del todo necesarias como nos lo enseña el papa Inocencio XI, y con él todos los
doctores de la Iglesia y todos los maestros de la vida espiritual. Sin ellas,
bien pronto debilitaríase en nuestros corazones el sentimiento de respeto a la
sagrada Eucaristía, y no tardaría en extinguirse, o por lo menos en languidecer
el espíritu de fe. Si podemos disponer de mucho tiempo, consagrémoslo a la
Comunión; más si tenemos poco, como sucede con frecuencia, contentémonos con el
necesario, y suplamos con nuestro fervor y devoción las horas que no hayamos
podido dedicar a la preparación.
San Francisco de Sales completa
los prudentes consejos que acabamos de consagrar en estas páginas, trazando en
su “Introducción” la línea de conducta
que sería de desear que todos nosotros observásemos, “La víspera, dice, retírate tan temprano como te sea posible, a fin de
que puedas recogerte y orar en paz. Por la mañana al despertarte, saluda de
antemano al divino Salvador que te está aguardando. Al ir a la iglesia, ofrece
tu Comunión a la santísima Virgen, y recibe luego con el corazon lleno de amor
a Aquel que se da por amor.”
Persuádete de que en esto como en muchas otras
cosas querer es poder, y de que como lo desees, seguro encontrarás siempre
tiempo y lugar para prepararte y comulgar. ¡Cuántas
personas de todas condiciones y edades he conocido que parecían estar
materialmente imposibilitadas de comulgar con frecuencia, y que, sin embargo, encontraban,
inspirándose en su fervor, medio de satisfacer, los deseos de su piedad!
Un caso ejemplar de que querer es poder:
He conocido un pobre niño que se veía rigurosamente
maltratado por sus brutales e impíos padres, cuando estos sabían que había cumplido
con sus deberes religiosos; pues bien, este niño se las componía tan bien que,
desde su primera Comunión, no dejaba pasar, por decirlo así, un solo domingo
sin recibir la sagrada Eucaristía. Levantábase antes del amanecer, salía
secretamente, iba a la iglesia y comulgaba; luego daba gracias por el camino, y
volvíase a casa sin que sus padres se hubiesen apercibido de su ausencia.
* * *
Asimismo
conozco en Paris a muchas madres de familia que van cada día, tanto en invierno
como en verano a Misa primera, a fin de que estando de vuelta temprano, no
cansen molestias con su ausencia ni a sus maridos ni a sus hijos.
Ten igual buena voluntad; inspírate en
iguales sentimientos de fe y de amor, y también tú encontrarás tiempo de recibir
frecuente y santamente la divina Eucaristía: Vade, et tu fac similiter. Ve, y haz lo mismo.
“LA
SAGRADA COMUNIÓN”
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