Para
los que gustan mucho de hablar y oír sobre
la Comunión: Esta lectura no sólo es de una gran sabiduría, sino también de
gran consuelo y hermosura. ¡RECOMENDABLE!
Cuando por la milagrosa pesca conoció San Pedro la divina santidad y majestad
de Aquel que había entrado en su barca, se arrojó a los pies de Jesús, y le
dijo: Exi a me, Domine, quia homo peccator
sum. “Apartaos de mí, Señor porque soy un hombre pecador” Y el buen Maestro
le contestó: Noli timere. “No temas”
(Lucas V. 8.)
No temas tú tampoco: ¿no entregaste tu corazon a Dios? ¿No quieres servirle bien y fielmente? Pues no te pide más. Las
distracciones deben humillarnos, no desanimarnos; estate seguro de que la mayor parte
de las veces no son voluntarias, y,
por lo tanto, no nos privan del fruto
de nuestras Comuniones. Si tienes buena
voluntad, buena será también la Comunión.
¿Piensas
que les Santos no experimentaron también esas tristezas, ese tedio, esa
privación de todo consuelo sensible, esas importunas distracciones de que te
quejas?
San Vicente de Paul sufrió por espacio de dos años enteros tan
gran sequedad de espíritu, que ni aun podía formular un acto de fe y como el
demonio se aprovechaba de su situación angustiosa para turbar la paz de su alma
con fuertes tentaciones, el Santo puso sobre su corazón, cosido en la sotana el
Credo que había escrito al efecto, y una vez por todas convino con Nuestro
Señor que cuando pondría la mano sobre aquella fórmula se entendería que hacia
los actos de fe y piedad que no le permitía el estado interior de su alma. Permaneciendo
incontrastable en su fe, continuó sus ejercicios espirituales, sin dejar uno
solo, celebrando cada día la misa. Y pregunto ahora: ¿eran
buenas las Comuniones?
Fenelón
pasó los últimos años de su vida sufriendo penas iguales, y escribía a su
piadoso amigo, el duque de Besuvilliers: “Experimento
una sequedad de espíritu terrible, y la paz de que gozo es muy amarga,”
Estas son las pruebas con que el Señor
purifica comúnmente a todos sus verdaderos servidores; esta es la vía ordinaria
por donde lleva a sus escogidos a la cima de la perfección cristiana; y
precisamente la Comunión frecuente es, según Santa Teresa, el
mejor remedio para esas almas desoladas.
Por
otra parte, muchas veces la sagrada Eucaristía obra en nuestra alma sin que lo
echemos de ver, como observa San Lorenzo Justiniano; y el gran doctor San Buenaventura, añade: “Aunque te sintieres tibio y sin devoción, no debes por eso dejar de
acercarte a la sagrada Mesa porque, cuanto más enfermo estuvieses, más necesidad
tienes del médico”
Decía un santo sacerdote, director de Seminario, me decía
igualmente cierto día: “Temo menos la negligencia en la Comunion,
que la negligencia de la Comunion, siempre la muerte es peor que la
enfermedad.”
La Eucaristía es el foco del amor de Dios; luego
cuanto más frio te sientas mucho más cerca debes ponerte de ese fuego que
despide ardores divinos.
Además, ¿no
tendrías tú la culpa de esa se quedad que tantas inquietados te causa? ¿Pones mucho cuidado de evitar las faltas
veniales? ¿Te guardas mucho de
disgustar al Espirita Santo? Ordinariamente
las infidelidades de esta clase tienen por consecuencia inmediata, diré más,
por castigo, una especie de
tristeza, un abandono aparente,
durante el cual el alma se ve privada de
toda dulzura espiritual.
Otra observación: estas tus penas ¿no podrían provenir también de un
encogimiento, de una mezquindad, por decirlo así, de sentimientos; de una
piedad, en fin, demasiado personal? Cuando comulgues, y en general cuando ores,
piensa más en los otros que en tí. La caridad te hará mucho bien. Ta corazón se
ensanchará a medida que te ocupes de la salvación de tus hermanos, de la conversión
de los pecadores y de los intereses de la fe. Al rogar por tus semejantes se te
despertarán unos sentimientos y una atención que no tenías cuando pensabas exclusivamente
en tí solo.
Por
último, debes saber que ese tedio, ese hastío y disgusto por las cosas del alma
son casi siempre una tentación. Viendo el maligno espíritu que no puede
atacarte de frente, se venga hostigándote incesantemente, para que el cansancio
te obligue a abandonar la buena senda. Sé más
astuto que el demonio: él quiere desalentarte no dándote momento de reposo;
mantente, pues, firme y tranquilo, que no se hará esperar mucho el tiempo de la
paz y de los dulces consuelos.
“LA
SAGRADA COMUNIÓN”
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