Cristianos, casados
como cristianos, pues lo sois. Diferenciase vuestro matrimonio del Gentil en la
razón de Sacramento: Luego si no os hacéis cargo de esta razón, casáis como
Gentiles, y aún más culpablemente: porque el Gentil que casa en pecado no
comete sacrilegio, el cristiano sí. El Gentil invoca Dioses falsos en su boda,
y el cristiano invoca a los mismos en la suya, porque en sus músicas no se oye
otro Dios que el Dios Cupido; ¿pues qué falta para que se tengan vuestras
bodas por bodas de Gentiles, si son unas en el contrato, y en lo que sé habían
de distinguir son lo mismo?
A quien llama para esta función deidades
falsas, ¿cómo no han de corresponderle
calamidades verdaderas? A los Novios de Cana,
(Juan.2.) que llamaron a su boda a Cristo, les dio toda consolación,
significada en aquel vino que milagrosamente les produjo. Qué si
muchos no gozan de estos consuelos pues no lo llaman (a Jesús) en sus bodas. Y
qué mucho que después aunque los llamen no los oiga. Y que, como Elias dijo a los otros: (3. Reg. 18.) Acudid a el falso,
Dios Baal, a quien implorasteis, que Dios, con la ironía propia, cuando estos
lo llamen en su pobreza, e infortunios, les diga : Andad allá al Dios Cupido, e
Himeneo, a quienes llamasteis en vuestros tonos, que os socorra, que aunque yo
soy infinitamente rico, pero lo soy para los que me invocan a mí.
Considerad, pues, que os dice el Tema, que
no solo es Sacramento sino grande; y si la disposición se ha de proporcionar
con la forma, ¿Qué forma tendrá de
remedio quien recibe un tan grande Sacramento, sin disposición, ni chica, ni
grande, sino con disposición contraria a su pureza? No habría Católico, que
para recibir la Extrema-Unción previniera, ni permitiese profanos bailes, y
lascivos tonos, y con estos arreos hacéis, y recibís el matrimonio, que es tan
Sacramento como la Extrema-Unción, y que la excede, en que a esta solamente la
recibes, pero al Sacramento del Matrimonio lo haces, y lo recibes.
Yo (un condenado), mortales, casé como los
demás: porque aunque siempre me crie con que era Sacramento, pero cuando llegó
el lance ni memoria tuve de semejante cosa: todas las potencias se me la llevo
la preocupación de la boda. Hallábame en pecado; pero el desempeño de
la función, y la tarea del galanteo me daban entonces más pena que la culpa;
antes, en vez de confesarla las aumenté con otras nuevas, ya adelantando las
imaginaciones que no debía, ya tomándome licencias que entonces permiten los
padres de la novia, y no las permite Dios. En fin, más comerciaba en estos días con el Sastre, y el Mercader, que
con el Confesor. Con esta total
inconsideración de espíritu, y con este tropel de culpas recibí el grande, y
Sacrosanto Sacramento del Matrimonio.
De un sacrilegio como este, enramado con
tanta ofensa, y olvido de Dios, ¿qué
podía nacer sino una selva de espinas, de discordias, de árboles para mis
cruces, y troncos para mi incendio?
Padecí en ese mundo la perpetua inquietud
con mi consorte, y el tedio insufrible de su compañía, en pena de no haber
recibido por falta de disposición el efecto de la unión, y paz del Sacramento.
Y padezco también en este mundo la pena que corresponde a esta culpa en el
género, y en la especie, en el género, porque como fue irreverencia a un
Sacramento grande, es también grande su castigo; tan grande, que no cabe en tu
oído para escucharlo, y cabe en mi corazón para que siempre me lo rompa su
atrocidad, y siempre me lo reintegre la venganza justiciera de un Dios: En la especie, porque del Infierno
abreviado que padecí con mi consorte, pasé a este Infierno tan estendido como
eterno. Aquel no era continuo, pues saliendo de casa salía de él; ni era sin
fin, porque con la muerte lo había de tener; pero (ay mil veces de mí) que este
infierno a que me trajo aquel, ni se puede interrumpir, ni aliviar, ni fenecer:
Allí podía dejar de estar con quien estaba mal, pero aquí estoy mal con la
cárcel que me oprime, y ya no puedo mudar de, cárcel: Estoy mal con la compañía
de condenados, y demonios, que me asustan, atormentan, y estremecen, y ya no
puedo mudar de compañía: Estoy mal con la memoria de la imposibilidad de mi
remedio, y no puedo arrancar de mi memoria esta memoria. En fin, estoy mal
conmigo mismo, y no puedo de mí mismo deshacerme, destruirme, ni aniquilarme.
Bien decían en ese mundo, que la vida de un mal casado es el noviciado del
Infierno, porque aquí profesa lo que ahí empezó; pero con la diferencia
incomparable, de que aquí no puede mudarse conventualidad, ni se puede anular
la profesión, ni pasar a otro estado más rígido , porque ni lo hay, ni lo puede
haber.
¡O casados, que me seguís en los odios, y discordias con
vuestras mujeres, cuán presto me alcanzareis en profesar estas discordias, y
odios contra vosotros mismos! Y pues en mí, y en todos son estos
estragos castigos de la mala disposición con que se recibió este Sacramento.
“GRITOS
DESDE EL INFIERNO PARA DESPERTAR AL MUNDO”
Dr.
Don José Boneta
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