lunes, 10 de octubre de 2016

Consideración de la miseria humana. ¡¡¡Imperdible lectura!!!




      I. a MISERIA:
     NUESTROS CONTINUOS E INEVITABLES SUFRIMIENTOS.

     Las palabras en rojo y entre paréntesis son notas marginales

    1) (Date siempre a Dios: Sufren todo los hombres.)
   1) Miserable serás dondequiera que fueres y dondequiera que te volvieres, sí no te convirtieres a Dios.

   ¿Por qué te afliges de que no te suceda lo que quieres y deseas? ¿Quién es el que tiene todas las cosas a medida de su voluntad? Ni yo ni tú ni hombre alguno sobre la tierra.

   Ninguno hay en el mundo sin tribulación o angustia, aunque sea rey o papa.

   Pues ¿quién es el que está mejor? Ciertamente, el que puede padecer algo por Dios.

   2) (Aun los más felices según el mundo.)
   2) Dicen muchos flacos y enfermos: ¡Mirad cuán buena vida tiene aquel hombre! ¡Cuán rico! ¡Cuán grande! ¡Cuán poderoso y ensalzado!

   Pero atiende a los bienes del cielo y verás que todas estas cosas temporales nada son sino muy inciertas y gravosas, porque nunca se poseen sin cuidado ni temor.

  No está la felicidad del hombre en tener abundancia de lo temporal; bástale una medianía.

   II. a  MISERIA:
   NUESTRAS NECESIDADES CORPORALES

   3) (Amargan la vida y la llenan de pesadumbre.)
   3) Por cierto que miseria es vivir en la tierra.

   Cuanto el hombre quiere ser más espiritual, tanto más amarga se le hará la vida, porque conoce mejor y ve más claro los defectos dé la corrupción humana.

   Porque comer, beber, velar, dormir, reposar, trabajar y estar sujeto a las demás necesidades naturales, en verdad es grande miseria y pesadumbre al hombre devoto, el cual desea ser desatado de este cuerpo y libre de toda culpa.

   Pues el hombre interior está muy agravado con las necesidades corporales en este mundo.
   Por eso el Profeta ruega, devotamente que le libre de ellas, diciendo: “Líbrame, Señor, de mis necesidades”  Sal. XXIV, 17.

   4) (¡Desgraciados de los que no las conocen y se apegan a la vida!)
   4) Mas ¡ay de los que no conocen su miseria!, ¡y mucho más, ay de los que aman esta, miserable y corruptible vida!

   Porque hay algunos tan abrazados con ella, que aunque con mucha dificultad, trabajando o mendigando, tengan lo necesario, si pudiesen vivir aquí siempre, no cuidarían del reino de Dios.

   ¡Oh locos y duros de corazón los que tan profundamente se envuelven en la tierra, que nada gustan sino de las cosas carnales!

   Más en el fin sentirán gravemente cuán vil y nada era lo que amaron.

   5) (Los santos no se fijaban sino en los bienes eternos)
  5) Los Santos de Dios y todos los devotos amigos de Cristo no tenían cuenta de lo que agradaba a la carne ni de lo que florecía en la vida temporal, sino que toda su esperanza e intención suspiraba por los bienes eternos.

   Todo su deseo se levantaba a lo duradero e invisible, porque no fuesen abatidos a las cosas bajas con el amor de lo visible.

   III. a MISERIA:
   LA IMPERIOSA Y OBLIGADA LUCHA.

   No pierdas, hermano, la confianza de aprovechar en las cosas espirituales; aun tienes tiempo y ocasión.

   6) (Se impone en todo momento y  hasta la muerte.)
   6) ¿Por qué quieres dilatar tu propósito? Levántate y comienza en este momento, y di: Ahora es tiempo de obrar, ahora es tiempo de pelear, ahora es tiempo conveniente para enmendarme.

   Cuando no estás bueno y tienes alguna tribulación, entonces es tiempo de merecer.

   “Conviene que pases por fuego y por agua antes que llegues al descanso” Sal. LXV, 12.

   Si no te hicieres fuerza no vencerás el vicio.

  Mientras estamos, en este frágil cuerpo no podemos estar sin pecado ni vivir sin fatiga y dolor.

   De buena gana tendríamos descanso de toda miseria; pero como por el pecado perdimos la inocencia, hemos perdido también la verdadera felicidad.

   “Por eso nos importa tener paciencia y esmerar la misericordia de Dios” Sal. LVI, 2.  Hasta que se acabe la malicia y la muerte destruya esta vida II Cor. V, 4.


   IV. a  Miseria:
   NUESTRA FRAGILIDAD E INCONSTANCIA.

   7) (Por nuestra inclinación al mal y  la poca vigilancia. ¡Temblemos!)
   7) ¡Oh, cuánta es la flaqueza humana, que siempre está inclinada a los vicios!

   Hoy confiesas tus pecados, y mañana vuelves a cometer lo confesado.

  Ahora propones de guardarte, y de aquí a una hora obras como si nada hubieras propuesto.

   Con mucha razón, pues, podemos humillarnos y no sentir de nosotros cosa grande, pues somos tan flacos y tan mudables.

   Presto se pierde por descuido lo que con mucho trabajo dificultosamente se ganó por gracia.

   ¿Qué será de nosotros al fin, pues ya tan temprano estamos tibios?

   ¡Ay de nosotros si así queremos ir al descanso, como si ya tuviésemos paz y seguridad, cuando aún no parece señal de verdadera santidad en nuestra conversión!

   Bien sería necesario que aun fuésemos instruidos otra vez como dóciles novicios en las buenas costumbres, si por ventura hubiese esperanza dé alguna futura enmienda y de mayor aprovechamiento espiritual.


“IMITACIÓN DE CRISTO”

Traducción del

P. Juan Eusebio Nieremberg, S. j.

Año 1941


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