Expondremos:
1° su naturaleza; 2° las reglas para distinguir las revelaciones verdaderas de
las falsas.
I° NATURALEZA DE LAS REVELACIONES PRIVADAS.
A)
Diferencia
entre las revelaciones privadas y las públicas. Revelación
divina en general es la manifestación sobrenatural hecha por Dios de una verdad
oculta. Cuando esta manifestación es para el bien de la Iglesia entera, es
revelación pública; cuando tiene por fin
el provecho particular de los que la reciben, se llama revelación privada.
Aquí no hablamos sino de la última.
En todos los tiempos hubo revelaciones
privadas: la Escritura y los procesos de canonización refieren muchos casos.
Estas revelaciones no constituyen parte del objeto de la fe católica, que
únicamente versa acerca del depósito que se contiene en la Escritura y la
Tradición, y que fué confiado a la interpretación de la Santa Madre Iglesia.
Nadie obliga a los fieles a creer en ellas; al aprobarlas, la Iglesia no nos
impone la obligación de creerlas, sino solamente permite, dice Benedicto XIV, que puedan publicarse para
enseñanza y edificación de los fieles: el asentimiento que se les ha de
dar, no es, pues, un acto de fe católica, sino de fe humana fundada en que las
revelaciones son probables y piadosamente creíbles. — No pueden publicarse las revelaciones privadas sin la aprobación de
la autoridad eclesiástica. (Decreto de Urbano VIII, 13 marzo 1625; de Clemente
IX, 23 mayo 1668).
Sin
embargo, muchos teólogos opinan que las personas a quienes se hacen estas
revelaciones, y aquellas a quienes Dios manda indicar cuál es su voluntad,
pueden creer en ellas con fe verdadera, puesto que tienen pruebas ciertas de su
autenticidad.
B) Cómo hace Dios las revelaciones. De tres
diferentes maneras: por medio de
visiones, de locuciones sobrenaturales, y de toques divinos.
a) Las visiones son percepciones
sobrenaturales de un objeto naturalmente invisible para el hombre.
No son revelaciones, sino cuando manifiestan alguna verdad oculta. Son de tres
especies: sensibles, imaginativas o puramente intelectivas.
1)
Las visiones sensibles o corporales, que también se llaman apariciones, son
aquellas en las que los sentidos perciben una realidad objetiva naturalmente
invisible para el hombre. No es necesario que el objeto que se percibe, sea un
cuerpo humano en carne y hueso; basta con que sea una forma sensible o
luminosa.
Por eso se admite comúnmente, con Santo Tomás, que Nuestro Señor, después de la Ascensión, no
se apareció personalmente sino raras veces; se aparecía de ordinario en una
forma sensible que no era su verdadero cuerpo. Cómo se aparezca en la
Eucaristía explícase de dos maneras, dice Santo Tomás: o por una impresión milagrosa en los
órganos de la visión (cuando no es visto sino por uno solo); o por la formación
en el aire ambiente de una forma sensible real, pero distinta del cuerpo mismo
del Señor; porque, añade el Santo, el cuerpo del Salvador no puede ser visto en
su forma propia sino en un solo lugar : “Corpus Christi non potest in propia
specie videri nisi in uno loco, in quo definitive continetur” Lo mismo se
deduce del testimonio de Santa Teresa,
Relación XIII: “Entendí, por ciertas
cosas que me dijo, que, desde que subió a los cielos, no bajó más a la tierra
para comunicar con los hombres, sino en el Santísimo Sacramento”.
Lo mismo que se dice de Nuestro Señor, ha de decirse también de la Santísima Virgen ; por esto, cuando se apareció en Lourdes, su cuerpo no se movió del cielo, y, en el lugar
de la aparición, no había sino una forma sensible que la representaba. Por esto
se explica que ora se apareciese en una forma, ora en otra.
2)
Las visiones imaginarias o imaginativas son aquellas que son producidas en la
imaginación por Dios o por los ángeles en el estado de vigilia o durante el sueño.
Así se apareció varias veces un ángel a San José en sueños, y
Santa Teresa cuenta muchas
visiones imaginativas de la humanidad de Nuestro Señor estando ella despierta;
a menudo estas visiones van acompañadas de una visión intelectiva que explica
la significación de aquellas. A veces recorre el alma, en la visión, países
lejanos: éstas casi por entero son visiones imaginativas.
3)
Visiones intelectivas son aquellas en las que el espíritu percibe una verdad
espiritual sin formas sensibles: tal fué la visión de la Santísima Trinidad que
tuvo Santa Teresa. Estas visiones son, ya por medio de ideas
antes adquiridas, ya de especies infusas, que representan las cosas divinas
mejor que las ideas adquiridas. A veces son oscuras, y no manifiestan sino la
presencia del objeto; otras son claras, mas no duran sino un instante: son a
manera de intuiciones que dejan profunda impresión.
Hay visiones que reúnen dos o tres
caracteres al mismo tiempo. Así la visión de S. Pablo en el
camino de Damasco fué a la vez
sensible, cuando vió la luz resplandeciente; imaginativa, cuando se le
manifestaron los rasgos distintivos de Ananías en la imaginación; e intelectiva, cuando entendió lo
que Dios quería de él.
b)
Las locuciones sobrenaturales son ciertas hablas o manifestaciones del divino
entendimiento que hace Dios perciban los sentidos exteriores, los interiores o,
directamente, el entendimiento. Llámanse auriculares, cuando son vibraciones milagrosamente formadas que
suenan en los oídos; imaginativas,
cuando escúchalas sola la imaginación; intelectivas,
cuando directamente se encaminan al entendimiento. (San Juan de la Cruz trata por lo largo de las tres clases de
locaciones sobrenaturales: sucesivas, formales, y sustanciales, Subida del
Monte Carmelo, I. II, cap. XXVI-XXIX.)
c) Los toques divinos son sensaciones
espirituales deliciosas, impresas en la voluntad por una especie de contacto
divino, y que van acompañadas de viva luz en el entendimiento.
Distínguense dos clases de ellos: los toques divinos ordinarios, y los toques
divinos sustanciales, que, aunque tocan en la voluntad, son tan hondos, que
parecen llegar hasta lo más profundo de la sustancia misma del alma; ésta es la
razón de aquellos modos de hablar de los místicos, cuando declaran haber
experimentado un contacto de sustancia a sustancia. En realidad estos toques ocurren en la parte más sutil de la voluntad y
del entendimiento, en la que estas facultades tocan con la sustancia misma del
alma; pero son las potencias, y no la sustancia, según la doctrina de Santo Tomás,
las que reciben estas impresiones. Esta parte sutil de la voluntad llámanla
los místicos la cumbre del espíritu, o la cumbre de la voluntad, y también el
fondo del alma.
C) Cómo hemos de habernos con respecto a estas gracias
extraordinarias. Los grandes místicos enseñan a una que no
se han de desear ni pedir estos dones extraordinarios. Ciertamente no son de necesidad para llegar a la unión divina; y aun a
veces, por causa de nuestras malas inclinaciones, son más bien obstáculos para
la divina unión.
Demuéstralo particularmente S. Juan de la Cruz; afirma que
el deseo de revelaciones roba la pureza de la fe, engendra una curiosidad
maligna que es origen de ilusiones, ocupa el espíritu con vanos fantasmas,
descubre de ordinario falta de humildad y de obediencia a Nuestro Señor, el
cual, por medio de las revelaciones públicas, nos ha procurado todo lo que
hemos menester para ir al cielo. (MUCHA ATENCIÓN EN ESTA PARTE) Nota del
Blog.
Por eso se alza con furia contra los directores
imprudentes que fomentan el deseo de visiones: “Les dan mano a que
pongan mucho los ojos en alguna manera en ellas (en las visiones), que es causa
de no caminar por el puro y perfecto espíritu de Fe, y no les edifican la Fe,
ni fortalecen en ella, poniéndose a hacer muchos lenguajes de aquellas cosas.
En lo cual las dan a sentir que hacen ellos alguna presa o mucho caso de
aquello, y por el consiguiente, le hacen ellas, y quédanseles las almas puestas
en aquellas aprensiones, y no edificadas en Fe, y vacías y desnudas y desasidas
de aquellas cosas, para volar en alteza de oscura Fe... El alma ya no queda tan
humilde, pensando que aquello es algo y que tiene algo bueno, y que Dios hace
caso de ella, y anda contenta y algo satisfecha de sí, lo cual es contra
humildad... Ellos mismos (los confesores), como ven que las dichas almas tiene
tales cosas de Dios, les piden que pidan a Dios les revele o diga tales o tales
cosas tocantes a ellos o a otros, y las bobas almas lo hacen... y a la verdad,
ni Dios gusta ni lo quiere ” .
Además
las visiones están sujetas a mil ilusiones; de aquí la necesidad de dar reglas
para discernir las verdaderas de las falsas.
“COMPENDIO
DE TEOLOGÍA ASCÉTICA Y MÍSTICA”
ADOLPHE
TANQUEREY
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