I.
Santa Catalina consagró su virginidad a Jesucristo desde
edad muy temprana; prefirió conservar esta virtud padeciendo el martirio, a
perderla subiendo al trono. ¡Oh virtud amable, que
hace a los hombres amigos de Jesucristo, hijos de María, semejantes a los
ángeles, y les da en la tierra un pregusto de la felicidad que regocija a los
santos en el cielo!
II.
Santa Catalina recibió la corona de los doctores con la de
las vírgenes, porque predicó la fe, confundió a los filósofos y convirtió a
muchos paganos. Aprende con esto que Dios es el autor de toda ciencia: Él fue
quien ilustró a Santa Catalina. Día y noche te
consumes inclinado sobre los libros: vete a la fuente de todos los
conocimientos, pide sabiduría al Señor. Él
te la dará; pero, sírvete de sus luces para santificarte y para convertir a los
otros. ¿Lo haces así?
III.
A esas dos primeras coronas sumó ella la del
martirio. Podía Catalina ser dichosa según el mundo: era hermosa, noble, rica,
llena de ingenio, podía llegar a ser esposa de un emperador. Renunció a todas
estas ventajas y murió por Jesucristo. ¿Qué
hubieras hecho tú en su lugar? ¿Qué haces todos los días? ¡Por un pequeño
interés, abandonas al Señor! ¿Quieres participar de la corona del martirio? Mortifica
tu carne, combate la voluptuosidad y la avaricia, desprecia al mundo. Afligir la carne, vencer las pasiones, resistir a la
avaricia, triunfar del mundo, es una gran parte del martirio (San Agustín).
Pedid a Dios y práctica
la humildad. Orad por la buena educación de la juventud
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