I.
Visita las iglesias lo más frecuentemente que puedas; la iglesia es la casa de
Dios; allí es donde sobre todo quiere ser honrado; allí donde gusta derramar
sus gracias sobre los que lo invocan. Concurre a ellas a pedir los consejos y
los consuelos de que tengas necesidad; que los templos sean tu asilo en tus
tentaciones. Si entras en ellos con fe y humildad, no saldrás sino fortificado
y consolado. Pero, ¡oh desgracia! Se corre a las diversiones y las iglesias
están desiertas.
Preferimos los lugares de diversión a los
templos donde Dios reside: descuidamos los altares y honramos los teatros (Salviano).
II.
No hagas de la casa de Dios una casa de tráfico. Los hombres trafican en las
iglesias cuando, en lugar de orar a Dios, piensan en los negocios del mundo. El demonio trafica en ellas, y ventajosamente para él,
cuando persuade a los cristianos a que profanen el lugar santo con sus malos
pensamientos y sus continuas distracciones. Estás en la iglesia para
rezar a Dios: hazlo con humildad y devoción.
III.
Todo género de comercio no está prohibido en los templos. Trafica allí con
Dios; dale los bienes de la tierra y Él te dará los del cielo; dale tu corazón,
pidiéndole que lo llene de su santo amor. Lanza tus suspiros al cielo, y el
Espíritu Santo te enviará santas inspiraciones; derrama lágrimas y Dios
derramará sus gracias sobre ti; pídele perdón por tus faltas y te las
perdonará.
Cuando te veo suspirar ante Dios, no dudo que el Espíritu Santo
te envía sus inspiraciones; cuando te veo llorar, sé que Dios te perdona (San Cipriano).
Vestir
con modestia en las iglesias. Orad por los sacerdotes
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