I.
Dios
da a cada uno las gracias necesarias para alcanzar el grado de santidad a que
Él lo destina. Si aprovechamos estas gracias, obtendremos otras mayores. San Valeriano escuchó
los consejos de Santa Cecilia; como recompensa, Dios lo llamó al bautismo y,
después, al martirio. ¿Cuántas gracias rechazas tú?
Nos quejamos de que nos falta la gracia, pero podría decirse con más razón que
somos nosotros quienes faltamos a la gracia (San Bernardo).
II.
Existen
gracias correspondientes a la vocación que Dios quiere que abracemos. Para
recibirlas, hay que seguir el llamado del Señor; con la ayuda del cielo, las
más grandes dificultades se desvanecen. Esto hace que tantas santas almas estén
alegres y contentas en medio de las austeridades de la penitencia, mientras los
mundanos, que han entrado a un estado de vida por capricho o interés, gimen y
son desdichados en el seno de las riquezas y de los placeres.
III. Si
no correspondes a las gracias que Dios te concede, dará a otro las gracias
eficaces que te estaban destinadas. Así, San Matías ocupó el lugar del traidor Judas y obtuvo su corona. ¡Qué
pena para este pérfido ver, desde el fondo del infierno, el lugar que hubiera
ocupado en el cielo entre los Apóstoles, si hubiera correspondido a su
vocación! ¡Ah! cuán admirable es Dios cuando
nos atrae hacia Él: mas, ¡cuán terrible
cuando nos abandona! (San Agustín).
Haced buen uso de las gracias que os manda
Dios. Orad por las vírgenes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.