I. Dios castigará severamente a los cobardes servidores que no
hayan hecho fructificar el talento que les ha confiado. El hombre ha nacido para el
trabajo; a pesar de la brevedad de la vida, pierdes tu tiempo en la pereza. Das
acceso al demonio, que no te tentaría si te encontrase siempre ocupado.
Mucho trabajo yo para dar contento a mis pasiones, me canso recorriendo los
caminos de la iniquidad, ¡y nada quiero
hacer por la salvación de mi alma! Es tiempo ya de trabajar por el
cielo.
II.
Muchas
causas tiene tu pereza: el temor de no obtener éxito, la aprensión de las
dificultades, el respeto humano y el amor a tus comodidades son las
principales. ¿De dónde
proviene tanta negligencia por la obra de Dios, mientras empleas tanta
solicitud en el logro de tus empresas temporales? Es porque no
piensas en la temible majestad del Dios a quien sirves; es porque no consideras
el poder de este Señor, que recompensará al servidor activo y diligente y
castigará con suplicios eternos al servidor perezoso. ¡Maldito
sea quien hace la obra de Dios con negligencia! (Jeremías).
III.
Tiempo
vendrá en que ya no podrás trabajar más; perezoso, cuánto habrás de querer
haber hecho cuando ese momento llegue. Piensa seriamente en esa hora suprema.
Considera el buen ejemplo de tantas santas almas y la gloria que te está
preparada en el cielo si trabajas con ardor; te avergonzarás de hacer tan poco
para ganar el cielo, mientras trabajas tanto para la tierra. El pensamiento del cielo destierra la pereza (San Gregorio).
El fervor. Orad por las
almas del purgatorio.
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