I. Jesús
llevó una vida humilde y escondida en la casa de San José. La obediencia, la
humildad y el amor a la soledad, tales fueron las virtudes con las cuales se
preparó para la predicación del Evangelio; tales son también las virtudes que
debemos practicar siguiendo su ejemplo. Oh mi divino Maestro, ¿cómo amaría yo el retiro, la humildad y la obediencia? ¡Si
quisiera aparecer siempre con brillo, mandar siempre y nunca obedecer! ¿Es esto imitaros?
II.
Jesús salió de esta vida oculta para trabajar en la salvación de los hombres; pero los hombres le devolvieron mal por bien y lo
cargaron de oprobios. Si quieres caminar por las huellas de Jesús,
prepárate a recibir ultrajes de aquellos mismos por cuya salvación trabajes. No
te quejes; no eres mejor que Jesucristo; ¡Él fue
llevado a la muerte por aquéllos a quienes quería conducir al cielo! Cuando sufras, di con San Ignacio, mártir, cuando se vio encadenado: Ahora comienzo a convertirme en discípulo de Jesucristo.
III. Mira,
en fin, a Jesús en el Calvario: allí nos ha dado el último y más útil ejemplo
de paciencia. Yo quiero contemplarte todo el resto de mi vida, oh Amor mío
crucificado; ¿de qué habría de afligirme viéndote
en la cruz? ¿Qué habría de temer considerando que has muerto por mí? Si
rehúsas los sufrimientos, ¿por qué desear el cielo?
Dios castiga a todo hijo que destina a su reino; ¡ni
siquiera ha perdonado a su Unigénito! (San Agustín).
La meditación de la
Pasión Orad por la conversión de los infieles.
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