I.
Dios da a todos los hombres gracias suficientes para salvarse, si ellos quieren
aprovecharlas; pero los cristianos reciben muchas más que los otros. Agradece a Dios estas gracias, sobre todo la de tu
vocación al cristianismo, que es la fuente de gran número de otras, y sabe que
serás castigado más severamente que los paganos, si no sacas provecho de las
gracias que Dios te concede tan generosamente.
Tanto más graves son
nuestros pecados cuanto más abundantes fueron en nosotros las gracias (San Cesáreo).
II.
Abusase de la gracia cuando se resiste a sus
inspiraciones, se aplaza el obedecerla, o se rehúsa escuchar lo que nos dice en
el fondo del corazón. Escucha la voz de Dios
que te habla; para oírla, huye del ruido del mundo, calma las tempestades que
las pasiones excitan en tu alma, obedece sin tardanza.
Camina mientras tienes luz
y no remitas tu conversión a la hora de la muerte.
III.
Recompensa de los que aprovechan las gracias de Dios es recibir otras mayores; como castigo de los que de ellas abusan es ser
privados de las que les estaban destinadas. ¡Ten
cuidado!, la gracia que desprecias será, acaso, causa de tu reprobación. No has
querido trabajar por tu salvación cuando lo podías; vendrá la muerte y te
quitará la posibilidad de hacer algo por tu alma.
Justo castigo del pecado es
no poder ya practicar la virtud después que se ha rehusado hacerlo cuando se
podía (San Agustín).
Respetar a los
eclesiásticos. Orad por los sacerdotes.
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