I. Ejecuta todos tus
actos para agradar a Dios y ten cuidado de que la vanidad no te arrebate todo
el mérito de tus buenas obras. Si trabajas para brillar ante los ojos de los
hombres o para agradarlos, no esperes de Dios ninguna recompensa.
Es por mí, oh mi divino Salvador, por quien
vinisteis a este mundo, trabajasteis durante vuestra vida y moristeis en una
cruz; por Vos también quiero yo morir.
II. No
te tomes el trabajo de contentar al mundo; es intentar lo imposible. Cada
persona tiene su opinión: ¿cómo conciliar
sentimientos tan diversos? Que los juicios y las burlas de los hombres
jamás te detengan en el cumplimiento de tus deberes. No puedes resistir una
palabra de burla, ¿cómo harás para resistir los
halagos, las amenazas y los suplicios de los tiranos?
III.
Guárdate, con tus burlas, de desviar a los demás
del servicio de Dios. Es hacer oficio de demonio; es privar a Dios de
grandísima gloria, y a la creatura de una gracia que le habría sido dada como recompensa
de su buena acción.
Y si alguien quiere impedirte servir a Dios,
míralo como a un emisario del demonio, búrlate de él; haz el bien y deja a los hombres que digan lo
que quieran.
No te inquietes por sus vanos discursos: la Santísima Trinidad misma no ha podido escapar a la
crítica de los insensatos; tampoco tú escaparás (San Gregorio Nacianceno).
Vivid con pureza de intención. Orad por los
impíos
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