PALABRAS PRELIMINARES (2)
Sobre y por encima de la lucha contra las
tendencias egocentristas de las almas individuales, la Iglesia Católica, el
Cuerpo Místico de Cristo, tiene que enfrentarse a la oposición de la nación judía.
De acuerdo con los líderes de la nación judía, ahora como hace 1900 años, Dios
no quiso significar que la unión de las naciones fuera a tener lugar a través
de la aceptación del Reino supranacional del Cuerpo Místico de Nuestro Señor,
sino a través de la aceptación y la obediencia al Mesianismo Naturalista de la
nación Judía. Esto se hace bien claro en la carta del Rabino Supremo de
Palestina, que apareció en The Irish Independent (El Independiente Irlandés),
Dublin, de enero 6 de 1948. Refiriéndose al establecimiento del Nuevo Estado de
Israel, el Rabino Hertzog dijo “Eventualmente
esto llevará a la inauguración de la verdadera unión de las naciones a través
de la cual será llevado a cabo el eterno mensaje a la humanidad que hicieran
nuestros profetas”.
El contraste entre el Programa de Cristo Rey
a través su Cuerpo Místico, la Iglesia Católica y el programa de la nación
judía desde su rechazo de Nuestro Señor Jesucristo ante Pilotos y en el
Calvario está diagramado en columnas paralelas en mi libro El Reinado de Cristo y el Naturalismo Organizado (The Kingship of
Christ and Organized Naturalism) págs. 52 y 53.
El Naturalismo judío o
Anti-sobrenaturalismo, por su brega a favor de una nueva edad Mesiánica,
contiene una doble fuente de corrupción y decadencia para las otras naciones.
Por su parte, por su oposición a la vida sobrenatural que viene de nuestro
Señor, brega directamente en contra de la Luz y de la Fortaleza por medio de
las cuales la vida humana, individual y nacional, puede ser realizada en orden.
Por otra parte, ya sea que el Mesías naturalista a venir fuere un judío
individual o la misma raza judía, quiere decir que los judíos como nación,
están buscando imponer su forma nacional particular a las otras naciones.
La imposición por cualquier nación de su forma nacional a otra nación ataca
directamente la línea normal o natural de desarrollo de tal nación y mina sus
virtudes naturales que son la fundación y defensa de las virtudes
Sobrenaturales. De esta manera en dos formas los judíos, como nación, están
apuntando al objetivo de darle a la sociedad una dirección que está en
oposición completa al orden proclamado por Dios Hecho Hombre.
A pesar de la inconmovible oposición
naturalista de la nación judía y a pesar del hecho de la debilidad de la
naturaleza humana que ha caído, en el siglo XIII Europa Occidental aceptó el
programa de Cristo Rey y organizó la sociedad sobre esas bases. La organización
fue imperfecta como todas las estructuras sociales de una humanidad caída y
redimida lo son inevitablemente, pero fue un tipo de respuesta a la amante
condescendencia de Dios. Desde entonces, ha habido una gradual decadencia. La
aparición del Protestantismo en el siglo XVI, abrió una brecha en la unidad del
Cuerpo Místico de Cristo. El capítulo
XVI del espléndido trabajo de Thomas Walsh, Philip II, se titula “La
Francmasonería en el Siglo XVI” y demuestra que
ya en esa época había cierta clase de organización secreta que se ocupaba de
trabajar a favor del naturalismo y en contra de la ordenada sujeción a Cristo
Rey. Agrega el autor que
“no es ya cuestión de debate que si los falsos líderes de
los judíos no originaron las sociedades secretas para cubrir sus propias
actividades anticristianas y para influenciar a los miembros crédulos de las
comunidades cristianas, tuvieron mucho que ver con el asunto. Los grados y el
ritual de la francmasonería están empapados del simbolismo judío: el candidato
va a ir al este, hacia Jerusalén, va a reconstruir el templo, (destruido para
cumplir la profecía de Cristo)... El Gran Oriente y el Rito Escocés, logias que
son la fuente de muchas revoluciones modernas, son más militantes, más abiertas
y aparentemente más virulentas que algunas de las otras a las cuales ellos
están llevando a construir una única organización mundial a pasos
graduales". Felipe II, págs. 208, 309.
El
escritor judío Bernard Lazare, tan
remarcable por su odio a Nuestro Divino Señor y la Iglesia Católica, está en
completo acuerdo con Thomas Walsh, quien fue un espléndido católico.
“Es
cierto, —escribe Lazare— que hubo judíos en
la cuna de la masonería, judíos cabalistas, como se prueba por algunos de los
ritos que han sido preservados. Durante los años que precedieron a la
Revolución Francesa, probablemente entraron en grandes números todavía en los concilios
de la sociedad y fundaron sociedades secretas ellos, mismos. Había judíos
alrededor de Weishaupt, y Martínez de Pasqualis, un judío de origen
portugués, organizó numerosos grupos de Illuminati en Francia, reclutando
muchos adeptos a quienes les enseñó la doctrina de la reintegración. Las logias fundadas por Martínez eran místicas, mientras
que las otras órdenes de la francmasonería eran más racionalistas. Esto
nos permitiría decir que las sociedades secretas representaban los dos aspectos
de la mente judía: racionalización práctica y
panteísmo”. (L’Antisemitisme, pág. 339). Ambos aspectos del
pensamiento judío mencionados por B. Lazare están opuestos a la obediencia a
Dios ordenada a través de Nuestro Señor Jesucristo.
Por lo que sabemos hoy en día podemos
concluir que “algo muy parecido a la moderna francmasonería, con seguridad en
espíritu y probablemente en gran medida en forma.., existió en el curso de la
vida de Philip II (Felipe II) (1527-1598)” (Por W.T. Walsh, pág. 315. Todos
aquellos a quienes se les ha enseñado la “historia oficial” harían bien en
examinar lo que ocurrió en el siglo XVI a la luz de lo que William T. Walsh
revela en sus libros, Philip II; Isabella of Spain y Characteres of the
Inquisition.).
Lo que vemos, entonces, en los años siguientes a 1717, es más bien la emergencia a plena luz de una fuerza secreta organizada que tiene por objetivo enrolar y formar grupos de adeptos para trabajar por el Naturalismo, es decir, por denegación de la vida Sobrenatural y por la eliminación de los miembros de Cristo de la sociedad. La nación judía es una fuerza naturalista no secreta es decir: su oposición naturalista al Cuerpo Místico de Cristo es proclamada libremente. La francmasonería, la fuerza naturalista que actúa subordinada ha y en conjunción con la Nación Judía es una sociedad secreta (o grupo de sociedades), porque su naturalismo o anti-sobrenaturalismo es secreto o disimulado.
Para
ver en qué manera la nación judía ejerce su control sobre la francmasonería, consúltese
The Mystical Body of Christ and the Reorganisation of Society (El Cuerpo Místico
de Cristo y la Reorganización de la Sociedad), pags. 234-236. “Los judíos
se han agarrado con uñas y dientes a ella (la francmasonería) desde los
primeros tiempos y han controlado los más altos grados y los Concilios del
antiguo y aceptado rito escoces desde los principios del siglo XIX”. (The
X-Rays in Freemasonry) (La
Francmasoneria Radiografiada), por A. Cowan, pag. 61.)
Relativamente pocos de sus miembros se dan
plena cuenta del naturalismo de sus fines, de su ritual y de su simbolismo. De
acuerdo a la Constitución de la Francmasoneria de Anderson, la sociedad masónica obliga a sus miembros a ser hombres
buenos y veraces, pero insiste en que para ser moralmente hombres buenos, es
indiferente que se acepte o no el plan de Dios para la restauración de nuestra
Vida Sobrenatural a través de Nuestro Señor Jesucristo. Ahora bien, por el
pecado original, nosotros hemos perdido nuestra Vida sobrenatural de Gracia y
necesitamos esa vida de gracia para que podamos vivir una vida ordenada Pero
esta sociedad proclama que un hombre puede ser verdaderamente bueno, esto es,
estar moralmente en orden, mientras que permanece completamente indiferente a
la unica Fuente de Gracia, Nuestro Señor Jesucristo y su Divinidad. Esto
es equivalente a negar la Caída y es puro Naturalismo.
En su
gran Carta Enciclica Humanum Genus, sobre la masoneria, hecha pública en 1884,
el Papa Leon XIII insiste en que “los
naturalistas y los masones, no aceptando por la fe aquellas verdades que nos
han sido hechas conocer por revelación de Dios, niegan que el primer hombre
Adán cayó”. Vemos
asi el error fundamental de la masoneria, es decir, su naturalismo.
Nuevamente el Gran Pontífice señala que “el objetivo último de la francmasonería es desgajar
completamente todo el orden político y religioso del mundo que ha sido llevado
a cabo por la Cristiandad, y reemplazarlo por otro en armonía con su manera de
pensar. Esto significará que los fundamentos y leyes de la nueva estructura de
la sociedad serán sacados del naturalismo puro.” (Una traducción completa de la Carta
Enciclica Humanum Genus se encuentra en mi libro The Kingship of Christ and
Organized Naturalism, (El reinado de Cristo y el Naturalismo Organizado), pags.
55-80). Esto envuelve la eliminación de la sociedad de todo reconocimiento
de la Vida Sobrenatural de los Miembros de Cristo. En la Enciclica, más aún, el
Papa León XIII muestra la oposición
de la francmasonería a cinco de los seis puntos principales del Programa para
la Sociedad de Cristo Rey. (Los lectores encontrarán un esquema de los
seis puntos en el capítulo inicial de “El Reinado de Cristo y el naturalismo organizado”, y en las págs.
96-97, los programas opuestos de Cristo
Rey y de la Francmasoneria están expuestos en columnas paralelas) Con
respecto al quinto punto, es decir, la difusión de la propiedad, el Papa
insiste en el hecho de que “la francmasonería no
solamente no se opone a los planes de los socialistas y los comunistas, sino
que los mira favorablemente, porque sus principios rectores son iguales a los
de ellos mismos”.
Que
la preparación y el triunfo de la Revolución Francesa fueron la obra de la francmasonería
no necesita prueba, dado que los mismos masones se vanaglorian de ello. (La
Francmaconnerie Francaise et la Préparation de la Revolution (La Francmasoneria
Francesa y la Preparación de la Revolución), por el Hermano Gaston Martin. Cf.
La Dictadure des Puissances Occultes, (La Dictadura de los Poderes Ocultos), por
Leon de Poncins, pags. 80-95). Del mismo modo, la Declaración de los Derechos
del Hombre es un producto de la masoneria.
“Cuando cayó la
Bastilla”, decía Bonnet, el orador de la Asamblea del
Gran Oriente, en 1904, “la francmasonería tuvo el supremo honor de
dar a la humanidad la carta que habia elaborado con amor. Fue nuestro hermano,
de la Fayette, quien primero presentó el
“proyecto de una declaración de los derechos naturales
del hombre y del ciudadano que viven en la sociedad”, para que fuera el
primer capítulo de la Constitución. El 2 de agosto de 1789, la Asamblea
Constituyente, de la cual más de 300 miembros eran masones, adoptaron
definitivamente, palabra por palabra, casi en la forma determinada por las
Logias, el texto de la inmortal Declaración de los
derechos del Hombre”.
Dado el naturalismo
de la francmasonería, la Declaración, entonces es simplemente un
renunciamiento formal a la lealtad a Cristo Rey, a la Vida Sobrenatural y a la
pertenencia al Cuerpo Místico de Cristo. El Estado Francés
desde entonces declaró oficialmente que no reconocía ningún deber hacia Dios a
través de Nuestro Señor Jesucristo y que no reconocía ya más la dignidad de la
pertenencia a Cristo en sus ciudadanos. Por lo tanto, inauguró el ataque
a la organización de la sociedad bajo Cristo Rey, que ha continuado hasta
nuestros días.
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