I. La vida de Santa Eufrasia, llamada
también Eufrosina, fue un ayuno perpetuo y riguroso. Jesucristo y todos los
santos han ayunado; debes imitarlos en la medida en que tus fuerzas lo
permitan, a fin de expiar, mediante esta mortificación, tu sensualidad en el
beber y en el comer. ¿Eres
más delicado que un niño de siete años? A esta edad, la santa comenzó su
penitencia. No son las fuerzas corporales sino la buena voluntad y el valor los
que te faltan.
II.
Debes
ayunar para impedir que la carne se rebele contra el espíritu; la
virtud se fortifica a medida que el cuerpo se debilita. Tu mayor enemigo es tu
cuerpo; no podrías tratarlo tan duramente como se merece. Si los santos,
después de haber castigado sus cuerpos por medio del ayuno, la disciplina y el
cilicio, experimentaron sin embargo las rebeliones de la carne, ¿qué
será de ti que la tratas con tanta molicie?
III. Si
tu salud no te permite ayunar, puedes, por lo menos, mortificar tus ojos y tu
lengua; ello contribuirá grandemente a tu santificación, sin dañar en nada tu
salud.
¡Cosa extraña! ¡Los santos que son
inocentes, hacen crueles penitencias, y nosotros que somos pecadores, no
queremos hacerlas!
Que los enfermos busquen los remedios que emplean los sanos,
y que viendo a los santos llorar sobre sus imperfecciones, lloren los pecadores
sobre sus crímenes. (San Eusebio).
Haced
mortificación corporal.
Orad
por los enemigos de la Iglesia.
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