I.
Santo Tomás fue para la Iglesia como un sol refulgente. Su prodigiosa erudición
le valió el título de Doctor Angélico. Sus escritos tuvieron por única
finalidad hacer conocer cuán admirable es Dios, en sí mismo y en sus obras. Mereció,
así, oír de labios mismos de Nuestro Señor: Tomás, bien has escrito de mí, ¿qué
recompensa pides? ¿Qué
hubieras respondido tú, que estudias sólo por vanidad, por curiosidad, por
interés? Este
santo no quiso otra recompensa que a Dios mismo. Si
en tus estudios y trabajos buscas otra cosa que no sea la gloria de Dios y tu
salvación y la del prójimo, pierdes el tiempo.
II.
Este sol ha enfervorizado tanto como ha iluminado; abrasaba el corazón de los
demás con el fuego del amor divino, porque el suyo estaba enteramente penetrado
de él. Vamos, con Santo Tomás, a buscar este sagrado fuego en el Corazón del
Salvador: en él aprenderemos la ciencia de los santos, sin la cual nuestras
luces no son sino relumbrones que nos llevarán al precipicio. Para
nada sirve la erudición, si la ciencia de Dios no la corona (San
Jerónimo).
III.
El consejo es de perenne actualidad. En
vano brillara Santo Tomás con tanto fulgor, si no hubiera trabajado por la
gloria de Dios; mas su virtud no era menos admirable que su ciencia, y lo que a
otros enseñaba él era el primero en practicar. Hombres
sabios, Dios espera mucho de vosotros: más culpables seréis que los otros si no
sois virtuosos. Humillémonos a ejemplo de Santo Tomás, porque todo lo
que tenemos proviene de Dios. De
nada hemos de gloriarnos, porque nada es nuestro (San
Cipriano).
El desprecio de las
riquezas.
Orad por los escolares.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.