domingo, 5 de marzo de 2023

LA MORTIFICACION DE LOS SENTIDOS – Por San Alfonso María de Ligorio.


 


Ángeles o bestias.

 

   Sin poderlo remediar, los pobres hijos de Adán tenemos que estar en continua guerra hasta la muerte, pues la carne se inclina a lo contrario que el espíritu, y el espíritu a lo contrario que la carne (Gal. 5,7).

 

   Pues si es propio de los brutos atender a la satisfacción de los sentidos, y propio de los ángeles atender a la voluntad divina, con razón dice un autor que si nosotros atendemos también a hacer la voluntad de Dios, nos convertiremos en ángeles, y si nos damos a satisfacer los sentidos, nos convertiremos en brutos. O ponemos el cuerpo bajo el poder del alma, o quedará el alma bajo los pies del cuerpo.

   A nuestro cuerpo es necesario tratarlo como trata un domador a un caballo salvaje: tirándole siempre de la rienda, para que no lo desarzone, o como trata un médico a un enfermo, al cual le prescribe lo que le repugna, que son las medicinas, y le prohíbe lo que más le apetece que son los manjares y las bebidas. De seguro que un médico que rehusara recetar medicinas porque son amargas, y permitiera al enfermo lo que le daña porque es agradable, sería cruel. Pues esa es la gran crueldad que los sensuales tienen con su alma, a la que ponen en gran peligro de ruina, por no hacer sufrir un poco al cuerpo en esta vida, y el mismo cuerpo se pone en riesgo de sufrir, junto con el alma, tormentos muchos más horribles durante la eternidad. “Esta falsa caridad –escribe San Bernardo– destruye la caridad; esa compasión rebosa crueldad, porque se sirve al cuerpo de tal modo, que el alma queda estrangulada.” Y el mismo santo (San Bernardo), hablando a los hombres carnales que se burlan de los siervos de Dios que mortifican su cuerpo, les dice: “Seremos nosotros crueles castigando la carne; pero vosotros, perdonándola, sois más crueles”. Nosotros somos crueles castigando el cuerpo con penitencias; pero más crueles sois vosotros saciándolo de regalos en esta vida, porque así condenáis, junto con el alma, a tormentos muchos mayores en la eternidad.

 

SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO.

(Primera parte).


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