viernes, 27 de mayo de 2022

BREVE PRÁCTICA DEL MES DE MAYO – CONSAGRADO A LA MADRE DE DIOS – POR D. FÉLIX SARDÁ Y SALVANY, PBRO. Año 1899. (Día 27 de Mayo)

 



   IMPORTANTE: Para las oraciones de todos los días y el obsequio  (flores espirituales), ver publicación del 1 de Mayo.


XXVII.

María en su ancianidad. — Preparación para la muerte. (Aclaración: sabemos que la María fué preservada de las consecuencias del pecado original)

 

   La tradición nos dice que llego María Santísima á muy avanzada edad, pues quiso el Señor dejarla mucho tiempo en la tierra para consuelo de los primeros cristianos. La ancianidad de María era su completa sazón y madurez para el cielo, al que iba a ser trasladada; y durante estos años postreros de su vida mortal su único suspiro era ya morir para más íntimamente unirse con su Dios y Señor.

   Los años, oh cristiano, que Dios te concede en esta vida mortal debes considerarlos como breves momentos de preparación para aquel momento supremo del cual depende tu suerte definitiva por toda la eternidad. La vida para el hombre, y mucho más para el cristiano, no debe ser más que el aprendizaje de bien morir. La muerte siempre ante los ojos no hace triste y tediosa la vida, como presumen los mundanos; hácela, sí, seria, formal y de graves y elevados pensamientos.

   La balanza de la muerte es la más exacta para pesar con ella todos los asuntos de la vida. Frívolos son y livianos los que ella declara tales, verdadera importancia y peso tienen aquellos a quienes ella se los da. Mas por esto mismo debe ser la muerte objeto de larga y detenida preparación. Si para algo es corta la vida del hombre, es para disponerla a viaje de tales consecuencias. En un instante se muere, pero en largos años tal vez no se aprende aún a bien morir. Sea éste, oh mortal, tu ejercicio de cada día. “Cada día muero,” decía un Santo; y éste es el medio más acertado de aprender a morir; ejercitarse a morir todos los días. Darle cada día voluntariamente al mundo la despedida que forzosamente tendremos que darle al fin. No traer pegada al cuerpo y menos al corazón, sino únicamente prendida con alfileres, la vestidura de que en aquella hora violentamente se nos ha de despojar.

   ¡Cristiano! esa debe ser tu ciencia principal, esa la más ingeniosa de las artes e industrias, y en que debes procurar salir perfectamente adiestrado.

 


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